Capítulo XVIII

Ese temor tan grande que Ignon irradió nos hizo desaparecer en reversa cual alma se la lleva el diablo, si saben a lo que me refiero.

El punto es que terminamos en el lado norte a unas 15 calles de distancia de donde encontramos al famoso ángel.

Éste no lucía como lo pintaban, como esos que muestran en TV con alas plumosas, sin polera, extremadamente musculosos y rubios de ojos claros.

Este ángel era una mujer, para ser más específicos, una anciana.

Vestía de negro, con un vestido largo como de fiesta que arrastraba una larga cola por el suelo, de cabello blanco que casi tenía brillo propio, encima de sus hombros decoraba un hermoso chal con flores en relieve, y con una especie de malla sobre su rostro.

La vi caminar lentamente irradiando un brillo resplandeciente color grisáceo y parecía ir muy calmada.

Ignon ya más calmado al alejarnos, quitó su pie de los pedales y nos detuvimos al fin.

—¿Qué rayos fue eso? ¡Explícamelo ahora!

—Esa vieja pútrida es el ángel de la muerte, la única con poder sobre nosotros.

—¿Cómo la tiene?

—¡Esa vieja puede mandarnos al limbo con solo mirarnos!

—Espera, espera. ¿La muerte es una viejecilla?

—La muerte y el ángel de la muerte son diferentes.

—¡¿Cuál es la maldita diferencia?! ¡Explícame de una maldita vez! ¡Estoy harta de los rodeos! —refunfuñe golpeando el volante.

—Cálmate quieres.

—¡Entonces déjate de parlotear y ve al grano pronto!

—La muerte es un ser neutro, no esta de parte de nadie, es solo un espíritu que ronda la tierra buscando víctimas que devorar y llega en cualquier momento dejandote en el limbo o el infierno.

—Ya ¡¿Y?!

—El ángel de la muerte es un ser más limpio, más puro. Se lleva a los enfermos o los que ya cumplieron su fecha de vencimiento en la tierra.

—¡¿Y cómo rayos tiene poder sobre los demonios?!

—Un beso de ella a un demonio y nos manda al limbo sin chistar ¿Recuerdas el ritual que viste?

—Si.

—Ahí terminan los demonios que tienen la mala suerte de toparse con ella. Como simples humanos llegando a su fin.

La explicación de Ignon me dejo bastante más claras las cosas.

Me extendió una cajetilla con un cigarrillo sobresaliente de ella, lo acepté y lo prendí.

—Tendremos que irnos por el otro lado —comentó mientras exhalaba una bocanada del cigarrillo y abría la ventana.

—Ciérrala, estoy muerta de frio.

Se incorporó un poco en el asiento sacándose su polerón y me lo lanzó en las piernas.

Póntelo ¡Y no me lo rechaces!

Acepte en silencio, pareció leer mi mente, ya que planeaba tirarle el poleron el pleno rostro. Cabe destacar que perfecto no me quedó, además de que las manchas de sangre aún estaban frescas, pero sirvió para pasar un poco el frio.

Vámonos de una vez demonia.

¡Dime por donde idiota!

Me miró rodando los ojos y me jaló de un brazo sacándome del asiento.

Llegamos casi al final de la cuidad luego de unos minutos, la gasolina de ese auto parecía infinita ¿De qué rayos era el combustible? ¡¿De aire?!

Una calle de tierra junto con un paso a desnivel bajo nosotros fue nuestro objetivo.

Lo vi saltar ese desnivel y caer sobre un montón de pasto ensuciando su espalda. Bajé con un temor terrible a caer, ¿Y qué creen? ¡Caí torpemente y de bruces! Además encima de Ignon, mi mala suerte estaba cada vez peor, pero debo reconocer que fue bastante gracioso.

El paso a desnivel frente a nosotros escondía una enorme pared de cemento con un agujero al costado izquierdo, contrario a donde nos encontrábamos, perfecto para caer una persona algo agachada.

Bajamos unas pequeñas escaleras metálicas, el camino estaba totalmente oscuro y parecía un pasillo eterno, un pequeño camino elevado pegado a las paredes evitaba que pisáramos la sucia agua y tocábamos las paredes con las manos para evitar caer.

Pero luego de caminar varios, o mejor dicho bastantes metros, llegamos donde los desterrados, unas pequeñas luces brillantes me indicaron que se encontraban ahí, además de una luz roja resplandeciente bastante familiar.

—Pasa tu primero y trata de hablar con ellos, yo me quedare aquí —me susurró al oído provocando que yo me derritiera por dentro —háblales con mucho cuidado.

Tomó mi cabello para poder hablarme y sentir su calidez me hizo recordar lo mucho que extrañaba sentir su calor dentro de mí, incluso me perdí unos segundos en los recuerdos, su esencia de demonio no había desaparecido, pero debía seguir mi objetivo, traté de bajar yo misma mi excitación.

Me acerqué a una rejilla delgada con unos cuantos escombros pegada en ella, esperaba a seres malévolos y enormes con sed de sangre y venganza, pero solo me topé con la mitad de ello.

Eran enormes y se veían malévolos, pero estaban calmos e incluso algo tristes, tambien creí haber divisado un par de "humanos-demonios" ahí dentro.

Corrí la rendija con cuidado tratando de no hacer tanto ruido pisando lamentablemente la mugre bajo mis pies.

Una especie sala enorme cuadrada y con solo una pequeña luz en medio se abría ante mis ojos, unos bordes de cemento servían como pasadizo y el centro era solo agua sucia, para unos cuantos metros mas allá volver a cerrarse tornándose un pequeño pasillo.

El acercarme tan rápidamente no fue para nada una buena idea, un chapoteo de agua sucia casi cae sobre mi cuando un desterrado dio un manotazo de temor hacia mí.

—¡Una humana!

Gritó eufóricamente un ser demoniaco con aspecto de gato sphynx, arrugado, con manchas cafés en sus patas, en lugar de orejas mantenía unos cuernos de reno y sus garras enroscadas dejaban marcas circulares en el piso que mientras se alejaba, desaparecían.

Todos los desterrados que ahí se encontraban se lanzaron hacia mí para asegurarme una muerte segura, entre gritos y manotazos y repleta de dolor, pero un sonido muy familiar me salvó de la muerte, un relinche.

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