Capitulo VII

Una de las grandes dudas de la humanidad es ¿existen realmente los duendes, los elfos, las hadas, etc.?

La verdad no supe si viajé a un universo paralelo, mundo o época, pero puedo dar respuesta segura a que sí, esas cosas si existen, y los vi con mis propios ojos.

Me dijeron que mi próxima alma sería de un guerrero...

¿Un guerrero? la verdad tenía tantas preguntas en mi cabeza que ya otra más no haría la excepción, así que pedí a mi portal que me llevara donde hubiera uno sin demora.

Llegué a lo que supuse era un reino, un castillo enorme color rojizo con un enorme muro color grisáceo rodeándole, colgaban de el unas banderas de un morado oscuro y guardias de brillante armadura.

Bajo mis pies había miles de flores de todos colores y el aroma era dulce, las brisas que azotaban mi cuerpo permitían que mis adoloridas alas descansaran y el olor era casi mágico.

Me quite los zapatos y me recosté entre las flores, lamente aplastarlas, pero valdría la pena, con unos pocos segundos ahí, recobré energías inmediatamente.

Algo llamó mi atención de re ojo hacia mi izquierda, unas luces se movían alegres, amarillentas, creí que eran luciérnagas pero al observar bien, estaba totalmente equivocada.

Lo que observé, eran hadas  revoloteando entre ellas sin preocupación alguna, dejando una hermosa hilera de luz en su camino.

No lucían como la típica historia de niños donde usan lindos vestidos y son pomposas, de hecho, no llevaban nada, sus cuerpos mostraban un ligero toque humano, carecían de cabello y no tenían sexo definido, no eran ni hombres ni mujeres, eran solo hadas.

La hermosa escena a mi vista fue brutalmente golpeada cuando apareció una carreta algo rústica frente a ellas, y una de las hermosas hadas es atrapada en un mugriento frasco.

Mi descanso terminó cuando decidí seguir esa carreta con unos pobres y jadeantes caballitos jalando de ella, sabía que no me verían si no quería y mi misión en ese momento era liberar la pobrecilla hada.

La carreta se veía pequeña por fuera, pero por dentro era enorme, una tela color cafe clara protegía lo que iba dentro, una vela y la poca luz de día que quedaba me iluminó para observar mas detenidamente.

Alrededor de 7 hombres, cual más guapo que el otro, sinceramente no se si mis ansias de sexo y sangre provocaba que ellos parecían tan bellos o simplemente lo eran. Unas cajas de madera alargadas se encontraban arrrinconadas con quien sabe qué cosa dentro.

¿De donde sacaban fuerza esos pobres caballos para jalar tal cosa? no lo sé, pero al parecer no les molestaba, su hermoso trote sincronizado no lo detenía nadie ni nada.

Vestían unas raras poleras color crema, unos cordones que funcionaban como "cremallera" decoraba sus cuellos, de mangas rasgadas y dañadas. Pantalones extremadamente holgados casi del mismo color que las poleras, pero eran decorados con manchas conchevino en ellas, la verdad no quería saber si eso era sangre o algúna otra cosa de dudosa reputación.

Todos vestían exactamente igual, al parecer era una especie de capa que los protegía bajo sus armaduras.

¿7 Almas? Una gran orgía y un gran botín, 8, si es que conseguía al conductor, creanme que lo pensé bastante, una tentación así para una súcubo era casi imposible de rechazar, pero no, era demasiado el riesgo, y esos tipos me causaron bastante curiosidad.

Mi pensamiento erótico que empezó a endurecer mis pezones se vio interrumpido por la luz de la pequeña hada que se encontraba dentro del sucio frasco.

Uno de esos enormes hombres la sacudía como si fuese un juguete, agitandola de lado a lado, me causó mucha lástima, la pequeñita se veía desesperada dentro y quería liberarla.

Con algo de dificultad me di cuenta para que esos enormes hombres las utilizaban.

Una fuente de luz inagotable, para eso eran usadas, como luz para el camino.

Vi como ese gigante hombre lanzó el frasco con fuerza sobre una de las cajas alargadas de madera, que yo supuse ahí traían sus armaduras y armas.

Me acerqué cuidadosamente y empuje el frasco poco a poco hasta botarlo, se quebró en el piso de la carreta haciendo un estruendoso ruido y el hada desapareció entre la noche rápidamente ante la vista de los hombres.

—Eres un idiota Seth.

¿Seth? Algo femenino el nombre para un tipo de medía casi dos metros y su mano era más grande que su cara.

—Se cayó sin querer.

—Deberás buscar otra maldita luciérnaga para iluminar el resto del camino.

¿Luciérnaga? ¿Es una broma? ¡Era una maldita hada lo que tenían ahí dentro!

—¿Tan desesperado estará el Lord Mistre para llamar a una camada de guerreros asesinos a luchar por él?

¿Lord? ¿Guerreros asesinos? ¡¿En que rayos me había metido?! Una tremenda curiosidad fusionada con preocupación lleno mi cabeza de miles de ideas extrañas con respecto a estos "Guerreros asesinos", aunque en realidad no quedaba mucho para averiguarlo.

—Esas tierras son importantes para ese tal Lord no sé qué —dijo con repudio uno de los hombres que se encontraba masticando con sus amarillentos dientes lo que creí era una ramita de trigo.

Se veía demasiado tranquilo para ser un asesino.

—Lo importante es que nos dará una lluvia de oro si hacemos lo que quiere —comentó Seth recogiendo los restos del frasco esparcidos en él suelo sonoro de la carreta.

—¡Armamento nuevo! —rugió otro de los hombres que se hallaba en un rincón jugueteando con una daga plateada que brillaba a la luz de la vela.

Todos rieron estrepitosamente, entre babas y manotones al aire, ¿De qué reían exactamente? No sé, pero mientras ellos más reían, mi curiosidad crecía.

El camino fue bastante largo, pero no diré que silencioso, los brutales ronquidos de 2 de los 7 hombres dentro de carreta hizo el camino más molesto aún.

Llegamos al reino cuando la noche ya había avanzado bastante, la carreta se detuvo de golpe haciendo que los roncantes hombres despertaran y rodaran hacia delante.

Uno de ellos se golpeó la frente haciendo que lanzara maldiciones por doquier.

Al entrar vi más de cerca esa enorme bandera de color morado que hacía relucir el nombre de dicho reino, pero lo vi escrito en unas hombreras de un guardia, "Inuezeroth" destacaba en el con letras blancas.

El conductor cruzó algunas palabras con él guardia, entregándole un pergamino enrollado y asegurado con una tirita de cuerda. Las enormes puertas se abrieron ante nosotros, haciendo resonar cadenas entre sonidos de engranajes con poco lubricante y gemidos de fuerza de parte de los guardias, para éste poder ser abierto.

Ese nombre me recordaba mis clases de historia, una de las que mas gustaban, pero luego recordé que ni siquiera sabía donde estaba, me preocupación apareció en mi mente rapidamente, decidí que me iría de ese lugar lo más pronto posible, no sin antes cumplir mi cometido.

Todos se bajaron y un hombre bien vestido con una larga sotana que mantenía unas decoraciones doradas en sus bordes, los recibió. Llevaba unas calzas negras bastante apretadas que no dejaban mucho a la imaginación y tenía una abundante barba rubia tapando su pálido rostro.

Los saludó cordialmente, aunque ninguna palabra fue pronunciada, el ambiente fue algo incómodo, pero todo cesó cuando entramos al grandioso castillo.

Un color anaranjado fuerte decoraba las prominentes paredes, todo relucía brillantemente aunque estuviera oscuro, los cuadros, chucherías y raras figurillas, incluso las escaleras, que se habrían como alas frente a nosotros. Ni una sola pizca de polvo se notaba a la vista, y las alfombras eran felpudas con colores opacos que rellenaban casi todo el piso.

El camino nos desvió por varias puertas, terminamos en una sala algo pequeña, con un pequeño escritorio frente a nosotros, algunos muebles, unas cuantas copas metálicas brillantes sobre ellos y unos mapas encima.

Un hombre con dedos entrelazados y cara de preocupación se encontraba frente a nosotros.

Era muy alto, varonil, con una sotana muy parecida al que nos recibió, pero mucho más elegante y con muchos mas detalles en ella. Una especie de corbatín mullido blanco decoraba su cuello y una barba castaña corta en su barbilla, no pude ver más a la luz de 2 mugrosas velas que amenazaban con terminarse pronto.

Su voz sonaba muy aguda, lo varonil se fue a los confines de la tierra cuando abrió la boca.

—Buenas noches señores, vaya que demoraron —dijo el Lord aún con preocupación pasmada en su rostro.

—Aquí estamos y queremos todo claro Lord Mistre —respondió Seth con tono de mandato, al parecer era el líder de los guerreros asesinos.

—Muy bien —hizo una pausa poniendo las yemas de sus dedos en el escritorio —quiero que saqueen el reino de "Ataronue", quiero todo de ellos, tierras, riquezas, la gente, todo.

—¿Quieres que hagamos el trabajo sucio?

—Eso hacen ¿No?

—Exacto —dijo Seth poniendo su izquierdo puño sobre el escritorio, haciendo que rechinara.

—Eso quiero que hagan

—¿Cuándo?

—En un par de días, les daré alojamiento, comida y armas... solo si es necesario.

—No lo es.

Deje de prestar atención a la conversación cuando mire ese mapa más detenidamente. El reino para el cual este clan de guerreros asesinos actuaría, era mucho más grande de lo que creía y se veía, ocupaba casi la mayoría de ese mapa y él pequeño reino que querían saquear, ocupaba solo un pequeño pedazo en la esquina superior izquierda de este.

¿Para que necesitaba unos guerreros asesinos si con todas esas tierras tenían gente suficiente para luchar por él?

Algo olía mal, algo no calzaba en la  historia de "saqueo" que ese extraño Lord quiso darles a entender y no era precisamente el asqueroso lugar que les dieron como alojamiento.

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