1

Peter despertó en un torbellino de confusión y oscuridad. La conciencia volvió lentamente, como si despertara de una pesadilla. Los ojos se abrieron con pesadez, y el mundo se reveló ante él en fragmentos desordenados. Una habitación desconocida, estrecha y lúgubre, donde las paredes parecían cerrarse sobre él. Se encontraba en una bañera, atado con cadenas oxidadas al grifo, su cuerpo helado por el contacto con el esmalte frío. Tan estrecho que no podía ni estirar con facilidad sus piernas. 

Mirando a su alrededor se dio cuenta del retrete y del lavabo. Además de la bañera en la que se encontraba. Todo muy estrechamente colocado de tal forma como para poder acceder a él, pero realmente no se podía hacer mucho más que eso.

El miedo se instaló en sus huesos antes de que pudiera entender completamente la realidad de su situación. La sensación de vulnerabilidad le apretó el pecho, y su corazón golpeando con fuerza, un tambor desbocado en medio de la pesadilla que se avecinaba. Miró a su alrededor, buscando respuestas en la penumbra de ese baño. Las sombras se contorsionaban en las esquinas de la habitación, y el silencio era tan opresivo que se podía cortar con un cuchillo invisible.

Su primer pensamiento fue: "no otra vez, por favor." Pero sus súplicas se vieron cegadas por la dura realidad, cuando la desesperación se apoderó de él intentó moverse y se dio cuenta de que sus extremidades estaban aprisionadas. Las cadenas, frías como la realidad que se imponía, mordían su piel, limitando su libertad con una crueldad mecánica. Peter tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta mientras sus ojos escudriñaban la oscuridad en busca de alguna pista, alguna salida de este laberinto de incertidumbre.

El sonido de un "clic" resonó en la habitación, y la puerta se abrió con una lentitud que hizo eco en la mente de Peter como el anuncio de un destino ominoso. La luz de un pasillo parpadeante se filtra, iluminando la figura de un hombre que entraba en la estancia. Su rostro, un misterio en las sombras, estaba oculto bajo una mascarilla amenazante.

El pobre Omega solo pudo sollozar y derramar lágrimas mientras intentaba apretujar su cuerpo en la esquina de la bañera. Intentando por todos los medios adentrarse en la pared y hacer como si no existiera, como si fuera invisible. Peter cerró los ojos y aplicó la lógica de: "si no lo veo, no me ve."

- Oye, no te he hecho nada aún. No es divertido, me da pena.

El corazón de Peter latía con fuerza, una mezcla de terror y confusión. Intentó formular preguntas, pero sus palabras se quedaron atrapadas en su garganta como pájaros inquietos que se niegan a volar. El hombre, sin prestar atención a su desconcierto, se acercó con paso firme hacia la bañera. La luz reveló detalles grotescos: un rostro ajado por la vida, ojos fríos como el acero y una voz gruesa y grave que hacía retumbar en eco.

Ese Alfa que emanaba tantas feromonas invasivas, se sentó en el borde de la bañera. Miró a Peter con una mirada firme, con los ojos entrecerrados. Realmente se veía como intentaba adentrarse en lo más profundo de la cabeza del Omega. 

En contra posición, Peter de forma inconsciente comenzó a expandir también las suyas. En un instante, por su condición de superior, se llenaron y enseguida hicieron el ambiente pesado para el Alfa. El cual gruñó con desespero. Notó lo bien que olía, pero sabía que las feromonas eran por el miedo que estaba sintiendo Peter.

- ¿Dónde estoy? -Susurró Peter, la pregunta apenas audible en la atmósfera cargada de la habitación.

El hombre permaneció en silencio por un momento, como si estuviera saboreando la ansiedad que emanaba de Peter. Luego, con un gesto brusco, sacó un periódico del bolsillo interior de la chaqueta que el Alfa llevaba. Lo tiró con algo de dureza al abdomen de Peter. 

- Léelo. Página 6.- mandó el Alfa.

Los dos se quedaron en silencio e inmóviles. El hombre se preguntó porque Peter no se movía. Y Peter no sabía como decir que no llegaba a coger el periódico porque tenía las manos atadas por encima de la cabeza. El Alfa, al darse cuenta, resopló sintiéndose estúpido por la equivocación. Volvió a coger el periódico, lo abrió y comenzó a leer él mismo.'

"Se ha destapado una red de tráfico de armas que involucra a empresas que, hasta ahora, eran consideradas pilares de la economía nacional. Grandes conglomerados industriales y compañías multinacionales se encuentran en el centro de la investigación, dejando a muchos incrédulos ante la idea de que estas instituciones respetadas estén vinculadas a actividades ilícitas."

"Este sorprendente descubrimiento ha llevado a líderes de la sociedad civil, políticos y expertos en ética empresarial a abogar por una mayor transparencia en el mundo corporativo y la necesidad de implementar reformas que eviten que tales prácticas ilícitas florezcan en el futuro. Se espera que este caso impulse cambios significativos en las regulaciones y prácticas empresariales."

Después de una serie de lecturas que hablaban de como ciertas empresas podrían estar detrás del tráfico de armas. El Alfa cerró el periódico y miró a Peter. Otro silencio.

La impotencia de Peter se notaba en el ambiente. Sabía que ese artículo fue sacado por su padre, pero él no tenía nada que ver. ¿Por qué él tenía que pagar por la intromisión de su padre?

- ¿Qué quieres que haga con esa información?- el tono de Peter cambió. Ahora se notaba más enfadado.

Su voz sonaba quebrada, con un gran nudo en la garganta y apunto de llorar, más aún que antes. No lo entendía, no comprendía que podía hacer él como para salir de esta situación.

- No quiero que hagas nada, solo te vas a quedar aquí hasta que el artículo y toda evidencia de que eso es cierto sea eliminado. 

Peter le miró con una ceja levantada y totalmente confuso.

- ¿No me vas a pegar, violar, maltratar o algo así?

- Por dios, no. No soy un animal. De eso se encarga el loco.

El Alfa se levantó mientras que a Peter se le ponía el pelo de punta bajo esas indicaciones. Se sentía con algo de fuerzas sabiendo que no todos le harían algo malo, aunque no quería bajar la guardia. La última vez que lo hizo no pasaron cosas muy buenas.

- ¿Quién eres?- se atrevió a preguntar Peter.

- No hace falta que lo sepas por ahora.

El hombre miró a Peter y sus ojos achinados dio a entender al Omega que estaba sonriendo. Las palabras del secuestrador resonaron en la habitación, pintando un cuadro siniestro del destino de Peter, un juego macabro con reglas que aún no comprendía. No sabía como tomarse esas palabras. Podría interpretarlas como un paso positivo hacia su libertad y que no lo volvería a ver. O como algo negativo, en donde ese hombre podría hacer lo que quisiese y no se olvidaría de él en la vida.

Peter solo se encogió bajo la penumbra nuevamente, cuando ese Alfa apagó de nuevo la luz del baño y salió cerrado la puerta. Por desgracia, un escenario algo familiar para él. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top