Perú - Miércoles 15 de Abril
Habían pasado exactamente dieciséis días desde que mi mamá apareció en la puerta de mi departamento pidiendo quedarse.
Aquel día, y al ya ser de noche, solo le ofrecí cenar y le mostré la habitación de invitados que teníamos que era donde ella se quedaría diciéndole que hablaríamos al día siguiente.
Aquella noche Ale habló conmigo y no me recriminó por aceptar a mí progenitora en nuestro hogar, algo que me esperaba, pero si me pidió que tomará las cosas con calma y que no estallará ante la más mínima provocación que hiciera, que fueron el pan de cada día desde que llegó empezando por la conversación que tuvimos al día siguiente de su llegada cuando le dijo a Alejandra que nos dejara sola porque aquel momento era uno "privado y familiar" causando que le responda de manera arisca que Ale era más mi familia que ella y se quedaba dónde estaba, lo que solo dió pie a su actitud cruel para darme la noticia de que mi hermano se fue hace un año de donde vivían y que no sabía nada de él desde entonces además de la muerte de mi padre que causó un gran shock en mí; porque si bien nunca habíamos congeniado del todo y las últimas palabras que escuché de él me lastimaron seguía siendo alguien a quien quise durante mucho.
Después de eso los días pasaron entre ambas con comentarios pasivo–agresivos que eran mediados por Ale quien representaba en esos días la paciencia y comprensión en persona pero como todo en esta vida tiene un límite y el de ella llegó en forma de náuseas matutinas que tenía desde hace tres días.
Por lo que la cuidaba y mimaba tanto como podía porque habíamos confirmado que aquel malestar era debido a un milagro que ambas habíamos anhelado, lástima que mi madre no lo veía así.
— ¿Y ya sabes a qué se deben las náuseas? ¿Estás enferma? —preguntó mi progenitora con tono plano lo que revelaba que no lo hacía por una auténtica preocupación por su salud, sin embargo eso a Ale no le molestó en absoluto.
— No señora, no estoy enferma. Estoy embarazada —le respondió sonriendo y causando que mi madre casi se ahogara con el agua que estaba tomando.
— ¿Embarazada? —cuestionó mirándola como si viniera de otro mundo antes posar su mirada en mí— ¿Y tú no dices nada? Ella está embarazada de quién sabe Dios ¿Y tú estas tan tranquila?
Me tomó solo unos segundos analizar lo que decía y fueron esos segundos los que rompieron la paciencia de Alejandra con mi madre.
— Mire señora... Le he tolerado demasiado desde que llegó y solo porque es la madre de Alexandra pero no más. —dijo poniéndose de pie y mirándola con rencor— No voy a tolerar que insinúe que he engañado a si hija y que el hijo que espero no es de ella. ¡Eso no se lo voy a permitir! —gritó antes de irse a nuestra recámara.
— Tú sabes que existen las fecundaciones in vitro —señalé— Solo dijiste aquello para molestarla —gruñí poniéndome de pie mientras ella solo arqueaba una ceja— Cuando está cuarentena acabe te vas de mi casa y por favor en tu vida me vuelvas a buscar.
Y sin darle oportunidad a responder fui a ver a Alejandra quien sollozaba por lo que mi madre le había dicho y como ella había reaccionado.
— No llores, no es tu culpa y ya era hora que la pusieras en su lugar —le dije porque era consciente de que ella le había tenido más paciencia de la que yo tuve desde que llegó.
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