Capítulo 45. Mi confesión


---- MATTEO ----

Me sentía feliz de saber que mi padre estaba mucho mejor y que mañana lo darían de alta del hospital. Ya había despertado y estaba empezando a comer de nuevo.

—Me alegra que tu padre esté bien, Matt. —comentó Quinn, mientras mi madre estaba con mi padre, y nosotros estábamos fuera de la habitación. Noté que Quinn no se veía muy bien.

—¿Qué tienes? ¿Sucedió algo? —pregunté. —te noto preocupada.

—Hoy hablé con Abigail, respecto a ustedes dos. Pero ella no quiso aceptar sus sentimientos hacia ti. Incluso huyó de nuestra charla y ya no pude alcanzarla. Le dije que tú y yo no estamos saliendo, pero aún así, se niega a aceptar que te quiere. Quise hacer algo para ayudarte con ella, pero no pude. —respondió.

—No te preocupes. Mañana iré personalmente a hablar con ella. Por fin he decidido confesar lo que siento. Ella tendrá que escucharme.

—Eso espero, Matt. Hoy no la vi tan convencida. Pero de todo corazón, espero que ustedes puedan estar juntos.

—Lo estaremos. Ese es nuestro destino.

Al día siguiente, mi padre ya se encontraba en casa. Mi madre quiso hablar conmigo en privado, accedí. Fuimos al estudio de grabación de la mansión.

—¿De qué quieres hablar, mamá? —pregunté.

—Hijo, he estado pensando las cosas. Esto te lo iba a decir desde antes que tu padre estuviera enfermo. Abigail no es la chica buena que creí que era. Y te seré sincera, no me gustaría que siguieras en esa relación con ella. Fue muy grosera con Melanie y mi amiga Berenice. Y sentí que con nosotros también.

—¿Me estás pidiendo que termine con Abigail?

—Pueden tomarse un tiempo y conocer a más personas. Ambos son jóvenes, apenas tienen diecinueve años de edad. Podrías salir con otras chicas.

—¿Cómo cuáles? Pensé que estabas feliz con Abigail.

—Y lo estaba, pero después de la discusión de la otra noche con ella, me di cuenta que no. Puedes intentar salir con otra chica que tenga buenos sentimientos. No sé, tal vez, una chica como... Melanie.

—¿Qué? —me molesté por lo que mi propia madre decía.

—No te enojes, hijo. Sólo estoy dando una sugerencia. No estaría nada mal que le dieras una oportunidad a Melanie. Ella es una chica de buenos sentimientos, incluso te quiere mucho. Se preocupa mucho por ti.

—Basta, madre. No quiero que digas más. No puedo creer que Melanie te haya lavado el cerebro y tú le hayas creído todo. La única chica que realmente amo es Abigail. Y aunque ella ya no viva en la mansión, mi corazón le sigue perteneciendo a ella.

Salí a toda prisa, mientras mi madre me gritaba que no me fuera y que la escuchara. Subí a mi auto y me dirigí a ver a Abigail. Me dolía que mi propia madre dijera esas cosas.

Llegué a la universidad y me dirigí hacia el salón donde estaría Abigail, en su clase. La puerta del salón estaba abierta y decidí entrar. Ahí estaba la profesora, explicando una clase que obviamente yo no entendía, porque era de otra carrera.

—¿Matteo Fainello? —preguntó la profesora al verme entrando sin pedir permiso.

Todos los compañeros de Abigail comenzaron a murmurar sobre mí y preguntarse sobre qué era lo que hacía en ese salón, a lo que sólo ignoré a todos. Localicé con la mirada a Abigail y me acerqué firmemente hasta su asiento. Me recargué ligeramente en su mesa de trabajo, frente a ella.

—Abi, ¿Podemos hablar en privado? —pregunté frente a todos.

Todos comenzaron a hacer bulla, insinuando que entre Abi y yo había algo más y eso no me molestaba en lo absoluto. Ella me miró desconcertada y luego asintió. Pude notar que estaba nerviosa porque fui hasta donde estaba tomando clase. Ella no dejaba de ver a sus compañeros y preocuparse por lo que decían. Su profesora la dejó salir.

Habíamos ido por detrás de la biblioteca.

—¿Qué quieres? —preguntó ella.

—Abi... quiero decirte algo muy importante. He querido estar a solas contigo para decirlo, pero con todo lo que ha pasado, no he podido.

—¿Cómo está tu padre?

—Está mucho mejor. Ya está en casa. Gracias por preguntar.

—Me alegra. Bueno, ya dime lo que tienes que decir.

— Abi, no sé cómo pasó todo. Varias veces me negué a lo que sentía por ti, porque no sabía cómo aceptarlo. Desde hace años no sentía esto por alguien, y tú has logrado en unos meses, que me sienta bien conmigo mismo. Me haces acelerar y detener al mismo tiempo. Abi... tú me gustas mucho. Incluso no sólo me gustas, sino más bien... Estoy enamorado, perdidamente enamorado de ti. Me gustaría que seas parte de mi vida. Me gustaría estar a tu lado.

Abigail no cambió su expresión seria en lo absoluto. Bajó la mirada. No sabía que le sucedía o por qué no me daba alguna respuesta ante mi confesión. Sus labios no se abrían para pronunciar alguna palabra. Me acerqué más a ella, tomé su mentón suavemente con mi mano, levantándolo. Miré sus labios y quise besarlos, pero ella desvió la cara.

—¿Y también Farah va a estar con nosotros? ¿O cómo se supone que vamos a salir los tres al mismo tiempo? —preguntó ella de manera firme.

—¿De qué hablas? —pregunté. La miré frunciendo el ceño.

—Sé muy bien que eres el amante de Farah. Qué escondido lo tenías. Ni siquiera yo sospechaba de ti. Ahora entiendo por qué ya no continuabas con el dichoso plan de venganza contra ella. Aunque de todos modos, ella terminó mal con el vídeo de aquel paparazzi. —respondió Abigail en forma sarcástica.

—Abi, las cosas no son como tú crees. Te explicaré todo. Farah ya no me importa. En el mismo vídeo, le estoy diciendo la verdad a ella.

—No hace falta, ya vi suficiente. Escucha, ya no quiero tener nada que ver contigo. No me importa vengarme de Farah, ni lo que le suceda a ella. Creo que eso fue todo, Matteo. Hasta aquí llegó nuestra unión contra ella. Al final, tú y yo nunca fuimos nada, como lo dijiste varias veces.

Abigail se iba a retirar, pero la tomé del brazo.

—¡Suéltame! —gritó ella.

—¿Qué hay de ti? También estuviste saliendo con Neal Harrison a escondidas. Y no quieras negarlo, porque lo sé todo. —dije firme y celoso al mismo tiempo.

—No lo voy a negar. Pero yo no fui su amante. Farah lo dejó por ti.

—Dime la verdad, Abigail. ¿Todavía estás enamorada de ese tipo?

—No te importa.

—Te recuerdo que él no es precisamente un ángel. Si te mintió una vez, lo volverá a hacer. ¿Acaso quieres estar con alguien así?

—Suéltame...

—Primero responde... ¿Qué sientes por mí?

—Ya te dije que nada. —su voz se quebraba.

—Eso no es verdad. También me quieres, Abigail. Lo sabes bien. ¿Tanto te cuesta admitirlo? Odio cuando lo haces más difícil.

—¿Cómo puedes estar seguro de que te quiero?

—Me lo has demostrado. Tus labios no dicen nada, pero tus acciones sí. Y para mí, eso es más que suficiente.

—Tal vez soy amable, eso es todo.

—No sabes mentir, Abigail.

—No admitiré algo que no siento. —se soltó de mi agarre y se fue corriendo.

Me quedé de pie, viendo cómo ella se iba. Comencé a llorar, inconscientemente caí sobre mis rodillas. Éste dolor que sentía no lo había tenido desde que Farah me había traicionado, incluso esta vez se sentía con mucha más intensidad que aquella vez.

Llamé a Giovanni y nos fuimos a un bar. Comencé a beber demasiado, dejé de contar después del quinto shot.

—Basta, amigo. Te estás matando con tanto alcohol. —dijo Giovanni, tratando de quitarme la botella.

—Déjame. Necesito calmar este dolor que no me deja respirar bien. —comenté, bebiendo directamente de la botella.

—Hermano, nunca te había visto así. No me gusta verte tomar porque estás dolido.

—Abigail no me quiere. Sigue enamorada del imbécil de Neal. Me duele su rechazo. También piensa que estoy con Farah, aunque ya le he dicho que ella no me importa.

—No quería decirte esto, pero te lo dije. Te dije que tenías que admitir tus sentimientos desde un principio. Tal vez hubieras evitado todo esto.

—¿Qué voy a hacer? ¿Me voy a Italia otra vez?


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Nota: Rayos, Matteo, te diste cuenta muy tarde. ¿Qué sucederá? 

-Lau De Nu'est

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