Capítulo 39. Dejando la mansión


---- ABIGAIL ----

Después de la cena con Neal, Jerry y Nara, llegué a la mansión junto con Nara, otra vez. Ya casi era hora de la cena en la mansión. Ella y yo queríamos meternos a la cocina, pero ahí estaban los padres de Matteo.

—No sé qué haré, querida. Si Farah no quiere grabar el nuevo álbum, nuestras ventas van a bajar. Ella es la que produce más para la agencia, incluso más que las chicas de Diamonds. Realmente necesitamos sacar ese álbum, pero Farah está indispuesta. —se quejaba el señor Fainello con su esposa.

Después de unos segundos, la señora Fainello volteó a vernos y se percató que Nara y yo estábamos ahí.

—Chicas, bienvenidas. —saludó ella. —Matteo salió a buscarte al trabajo. —me dijo.

—Hola señora y señor Fainello. —respondió Nara.

—Hola, chicas. Vayan al comedor, la cena está casi lista. —dijo el señor Fainello.

—Iremos a mi habitación y en unos minutos bajamos. —dije.

Nara y yo nos dirigimos a mi habitación.

—El padre de Matteo está muy churro. —comentó Nara en voz baja.

—Sí, está guapo. Pero te dobla la edad, amiga. —respondí.

—Ya sé, pero podría ser mi sugar daddy. —se burló.

Ambas nos reímos. Llegamos a la habitación, pero afuera estaba Melanie, con unas tijeras en las manos.

—Hola, Abi. ¿Puedes detener estas tijeras un momento? No tardo, sólo serán unos minutos. —dijo ella.

—¿Por qué habría de ayudarte? —pregunté.

—Por favor. —depositó las tijeras en mis manos.

Melanie me tenía harta. Ya no sabía qué esperar de ella. Nara se quedó conmigo, esperándola. Después de unos segundos, subió Melanie llorando y detrás de ella, subieron los padres de Matteo.

—Miren... Abigail aún tiene las tijeras en las manos. —expresó Melanie, sollozando.

—Tú me las diste. —dije.

—Abigail está loca, destrozó toda mi ropa con las tijeras. Tengo las pruebas. —Melanie sacó las prendas de ropa todas destrozadas a tijerazos. —Abigail sigue celosa de que yo me acerque a Matteo. Dijo que soy una ofrecida, agarró las tijeras y le hizo todo esto a mi ropa.

Los señores Fainello me quedaron viendo con cara de desaprobación.

—Eso no es cierto, Abi no hizo nada. Yo estoy de testigo. —reclamó Nara.

—No puedo creerlo, Abi, ¿Cómo fuiste capaz de destruir la ropa de Melanie? Ella no te ha hecho nada malo. Es increíble, cada vez me decepcionas más. Pensé que eras distinta. —habló la madre de Matteo. —Lamento decirlo, pero ni siquiera mereces a mi hijo.

Solté las tijeras, dejándolas caer al suelo y bajé corriendo las escaleras. No podía soportar más que los señores Fainello me trataran así y que Melanie se siga saliendo con la suya siempre.

—¡Abigail! ¿A dónde vas? Ahora mismo te vas a disculpar con Melanie. —gritó la señora Fainello, también bajó las escaleras con los demás.

Bajé completamente las escaleras. Di media vuelta para verla. La madre de Melanie salió de la sala para asomarse a ver lo que estaba pasando. Isabella bajó de su habitación también.

—No, señora, no me disculparé por algo que no hice. Y si ustedes le creen a Melanie, perfecto, quédense con ella, pero yo me voy. No pienso soportar sus humillaciones. —respondí firme.

—Abigail, no te permito que le hables así a mi esposa. Además, ella es tu madre ahora. Merece tu respeto. —habló el señor Fainello.

—¿Mi madre? —reí. —Ustedes no son nada mío. No soy su hija y nunca lo seré. No soy una Fainello y tampoco quiero serlo. No me interesa formar parte de esta familia, ni vivir en la mansión. Prefiero quedarme en la calle. Es más, prefiero estar con mi verdadera madre.

—Tu madre está en prisión. ¿O ya no recuerdas que te golpeó y te maltrató muchas veces? —dijo la señora Fainello muy molesta.

—Ojalá me hubiera matado a golpes, para no tener que soportar todo esto. —respondí enojada, estaba a punto de llorar de coraje. —Me voy de esta casa. —di media vuelta, sujetando bien mi mochila.

—No te irás de aquí... —habló Isabella. —¿A dónde irás? ¿Qué pasará con Matteo?

—Iré a buscar a mi madre a prisión. Y Matteo... puede casarse con Melanie, ¿No? Al fin y al cabo son del mismo nivel, ya que yo no le convengo a tu hermano, o al menos eso piensa la señora Fainello. —me quité el anillo de compromiso que Matteo me había dado y lo tiré al suelo también.

Me retiré por fin y Nara me siguió. Llegamos a la parada de autobús, a unas cuadras de la mansión. Estaba oscuro, hacía mucho frío y no había gente esperando.

—¿Puedo irme al departamento con ustedes otra vez? —pregunté a Nara.

—Sabes que eres bienvenida. Además también es tu depa, para eso lo pagamos entre todos. —sonrió. —No creí que fueras a hacer todo eso allá dentro. Pero hiciste bien, fuiste muy valiente.

Esa noche dormí en el departamento. Me sentía devastada por todo lo que había pasado.

—Nara, ¿Me acompañarías después de la universidad? Quiero ir a quitarme el apellido "Fainello" de mi nombre. No quiero saber nada de ellos. —dije durante el desayuno.

—Por supuesto. —respondió Nara.

Después de abrir un proceso legal para quitarme el apellido, sólo faltaba la firma de los padres de Matteo. Sólo me quedaba esperar para que firmaran.

Nara se fue al trabajo de cine, pero yo me dirigí a la prisión. Estaba dispuesta a hablar con mi madre en mucho tiempo. Creo que ya estaba preparada para ello. Me dejaron entrar a visitarla. El policía me llevó hasta el cuarto de visitas. Ella estaba sentada ahí. Me senté frente a ella.

—¿A qué vienes, muchacha tonta? —preguntó ella, con el mismo carácter de siempre.

—Hola, madre... —saludé seria.

—Hasta que recuerdas que tienes madre. ¿Vienes a burlarte de mí por estar encerrada? Si es así, no quiero verte. —se iba a levantar de la silla, pero la detuve.

—Madre... no te vayas. Sólo quise ver cómo estás, y decirte que tenías razón. No debí juntarme con personas adineradas. Tenías toda la razón, nosotros los pobres no somos del mismo nivel y nunca seremos iguales a ellos.

—Déjame adivinar... Te hicieron algo los Fainello, ¿No es así? —soltó una pequeña carcajada. —Sabía que algo así te pasaría, por ser tan malagradecida.

—No me fue bien con ellos. No me siento a gusto viviendo en esa mansión. Incluso me fui de ahí. Además, me di cuenta que, aunque hayas sido muy dura conmigo, eres mi madre, no puedo cambiar eso, y te quiero tal y como eres.

Mi madre me miró fijamente y comenzó a reír de la nada. No entendía lo que pasaba o qué era lo gracioso en lo que dije.

—Largo de aquí, muchachita tonta. Yo no soy tu madre. —dijo ella, dejando de reír.

—Madre... ¿Sigues enojada conmigo porque te metieron a prisión? Mira, puedo hacer lo que sea para ayudarte a salir. Ahora tengo dinero, gané gracias al concierto y el álbum. Además tengo trabajo y, sé que no podemos vivir juntas como antes, pero puedo pagarte un departamento.

—Eres una tonta. ¿No me entiendes o hablo en otro idioma? Te estoy diciendo que yo no soy tu madre.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté desconcertada.

—Y luego me preguntas el por qué quiero golpearte. Escúchame bien, no soy tu verdadera madre. Me quedé contigo hace muchos años, por casualidad. En realidad no somos nada.

—¿Qué? —hablé en voz alta, impresionada. No estaba asimilando lo que mi madre decía, o quizá no quería entenderla.


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Nota: Creo que a Abi le llueve sobre mojado, ¿no creen?. Gracias por leer mi historia. Ya casi llegamos a la recta final. ¡No se pierdan los últimos capítulos!

-Lau De Nu'est

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