Capítulo 37. Hablando con Neal
----- ABIGAIL ----
Neal me llamó por teléfono después de la conferencia con Matteo. Le respondí en cuanto llegué a la universidad.
—¡Hola, Neal! ¿Qué pasó? —respondí.
—¿Es cierto que te vas a casar con Matteo Fainello? —preguntó Neal, se escuchaba cabizbajo.
—Sí. —respondí.
—Quiero verte hoy, Abi. Tengo algo que contarte. Hoy no me siento muy bien. Simplemente quiero verte.
—Está bien. Nos veremos hoy, después de mis clases.
Le hablé a Nara para que cubriera mi turno en el trabajo del cine. Al terminar las clases, fui hacia el parque cercano para ver a Neal. Él ya estaba sentado en un columpio, como un niño pequeño. Tenía la vista hacia el suelo. Me acerqué poco a poco. Vi que a mi alrededor no había muchas personas, y tampoco niños, ya que todos estaban en el colegio.
—Hola, Neal. —dije, sentándome en el columpio de a lado. Él levantó la vista cuando me escuchó.
—Abi. Quisiera que me vieras feliz, pero me ha llovido sobre mojado últimamente. Esta mañana, Farah terminó conmigo.
—¿Qué? ¿Decidió irse con su amante?
—Sospecho que sí. Pero ahora ya no me importa. Creo que no estoy triste por eso. Me puse triste cuando vi que anunciaste tu compromiso con Matteo Fainello.
—¿Por qué?
—Porque creí que... tendría una segunda oportunidad contigo. —soltó viendo al suelo nuevamente.
Me quedé en silencio unos segundos, mientras observaba a Neal con la cabeza agachada. Si esto que me está diciendo ahora, lo hubiera escuchado hace unos meses, creo que me hubiera puesto inmensamente feliz. Sin embargo, no podía sentir lo mismo. Me di cuenta que he cambiado y no sólo físicamente, sino también mi forma de pensar. Ya ni siquiera me importaba la venganza contra Farah, o que Neal me buscara otra vez. Me di cuenta que, puedo vivir sin pensar en ellos.
—Neal... yo... no sé qué decirte. No me esperaba esto. —comenté.
—Yo tampoco lo esperaba. Desde que empezamos a vernos tú y yo en Italia, he empezado a sentirme confundido con respecto a mis sentimientos, y más porque Farah dejó de ponerme atención. Ambos dejamos de salir juntos. Ella se enfocó tanto en su amante, que también descuidó su carrera.
—Pero sigue siendo famosa y muy querida.
—Eso sí, pero tenía dos campañas en revista y cosméticos, un nuevo álbum en puerta, y diversas actividades, pero ha dejado de lado todo. Si sigue así, tal vez tenga problemas con su agencia.
—Espero que recapacite.
—Abi, no vine para hablar de Farah. Me importas mucho, y quiero saber algo. ¿Todavía sientes algo por mí? —me miró.
—No lo sé, Neal. Ya no lo sé. No sé ni lo que siento, ni quién soy. También estoy confundida.
—Entonces no te cases con Matteo. Además, dijiste que él no te deja ser libre, y por lo visto, le tienes miedo. Ayer me dijiste que no te gustaba la forma en la que sus padres te trataban últimamente. ¿Qué haces en un lugar así? ¿Por qué estás en un lugar donde no te sientes feliz?
—Porque ellos me tendieron la mano varias veces. Desde las colegiaturas de la universidad, hasta defenderme de mi propia madre. También lo de debutar en Diamonds. De alguna forma, me siento en deuda con ellos. Me lo han dado todo. Creo que eso es lo que me ata a esa familia.
—Abi, si ellos te ayudaron fue porque les nació hacerlo. Pero no les debes nada, ni a ellos ni a nadie. Eres dueña de tu propia vida, y eres libre de tomar las decisiones que quieras.
—Voy a pensarlo.
—Me tengo que ir, Abi. Debo grabar algunas canciones para mi nuevo álbum. Pero ya sabes, si cambias de opinión, llámame. Y si aún quieres casarte, de igual manera llámame cuando me necesites. Lo que decidas estará bien.
Neal se despidió de mí con un beso en la mejilla. Se colocó los lentes negros y se fue. Me quedé un rato más sentada en el columpio, pensando en todo lo que hablamos.
Llegué a la mansión, las sirvientas estaban preparando la comida. Me acerqué a la sala, pero, en lugar de entrar, me quedé a un lado de la puerta, escuchando hablar a la señora Fainello y su amiga, la señora Berenice. Ambas tomando el té, mientras platicaban entre ellas.
—No puedo creer lo que diré, pero, será mejor que Matteo y Abigail terminen su relación cuanto antes. Es mejor que se den un tiempo. Abigail no puede seguir con esos celos y atormentando a Melanie. —habló la señora Fainello. —Hablaré con mi hijo.
—Yo digo que sí, amiga. La pobre de mi Melanie, tiene miedo de que Abigail le prohíba acercarse a Matteo.
—Voy a hablar primero con mi hijo y después con Abigail. Será mejor romper ese compromiso.
Después de escuchar hablar a la señora Fainello, me quedaba claro que en esta casa no me querían. Antes me sentía bienvenida y protegida, pero ahora, simplemente no era nadie. Mi madre tenía razón en parte: «Tienes que entender tu lugar. Tú eres pobre, y no puedes ser amiga de los niños ricos.»
Era evidente que no podía encajar en esa clase social. Siempre creí que los señores Fainello eran tan buenos, incluso envidié a Matteo y a Isabella por tener unos padres así. Pero ahora, creo que estoy mejor sola.
Me dirigí hacia el estudio de grabación de la mansión, pensando en que no había nadie. Sólo quería estar sola. Iba a entrar, pero Matteo estaba sentado ahí, con una guitarra eléctrica, cantando una parte de alguna canción. Su voz melodiosa y nítida me envolvía de alguna forma. Realmente es bueno cantando, sobre todo porque además de su buena voz, sabía interpretar con sentimiento cada estrofa. Me quedé admirando cómo cantaba. Al recargarme contra la puerta, hice ruido sin querer. Matteo volteó a verme, interrumpiendo la canción.
—¿Abigail? No sabía que estabas aquí. —habló él.
—Perdón. —me puse nerviosa. —Sólo vine porque, estoy buscando un pendiente que perdí, pero no es nada importante. Continúa, ya me voy.
—Espera... No te vayas. Si quieres entra.
—¿Qué? Pero, tú siempre habías dicho que no querías que nadie entrara aquí.
—Olvida lo que dije antes. Entra.
Entré y me acerqué un poco a Matteo. Él me ofreció una silla para sentarme frente a él. Comenzó a tocar la guitarra y a cantar otra vez. Me sentía extraña al ver cómo él me cantaba en privado. Mientras interpretaba esa canción, noté cómo me miraba a los ojos, como si la canción que interpretaba fuera para mí.
—¿Qué te parece? —preguntó al terminar la canción.
—Está muy bonita. Cantas maravilloso y transmites mucho la letra. —respondí.
Matteo volvió a sonreír de forma sincera. Comencé a sentir esa desesperación por salir corriendo al ver esa sonrisa. Me levanté de la silla. Él también se levantó, dejando a un lado la guitarra.
—¿Qué sucede? —preguntó, borrando su sonrisa.
—Nada... tengo que irme. —dije, pero él me tomó del brazo, acercándose más a mí.
—Abi... —dijo mirándome a los ojos. —Yo...
—¡Auxilio! —escuchamos unos gritos.
Matteo y yo salimos del estudio al escuchar los gritos de las sirvientas. Nos encontramos con una de ellas.
—¿Qué pasa? —preguntó Matteo.
—La señorita Melanie se cayó a la piscina y no sabe nadar. —respondió la sirvienta muy angustiada.
Matteo corrió aún más, lo seguí hasta llegar a la piscina. Justo ahí estaban la señora Fainello y Berenice. Estaban asustadas. La señora Fainello llamaba por teléfono, quizás para pedir ayuda.
—¡Ayuda! Mi hija no ha salido de la piscina... —gritó la señora Berenice. —No sabe nadar y yo tampoco.
Matteo se quitó la ropa de la parte superior y se lanzó al agua, en busca de Melanie. Después de unos segundos, la había encontrado, trataba de sacarla, pero ella estaba inconsciente. Él la cargó en sus brazos, hacia la orilla de la piscina. Al sacarla, la recostó con cuidado en el suelo.
—Melanie, responde... —dijo él, dándole unas palmaditas en su rostro —Melanie...
Matteo tomó la boca de Melanie, para abrirla y darle respiración de boca a boca. Por cada respiración, ejercía presión con las manos sobre el pecho de ella.
De pronto, Melanie reaccionó, sacando agua por la boca para después, toser. Matteo suspiró aliviado, al igual que las señoras. Él la llevó en brazos a su habitación.
Pasó una hora, y la señora Fainello me pidió ir a ver cómo seguía Melanie. Subí hasta su habitación, la puerta estaba entreabierta. Vi que Matteo estaba sentado cerca de ella. Ella me miró, para después, tomar por el cuello a Matteo y darle un beso en los labios. Me retiré al ver esa escena.
Matteo y yo no éramos nada, pero por alguna razón, mi pecho dolía como si me hubieran dado alguna mala noticia. ¿Por qué siento esto? No debería importarme lo que él haga con su vida.
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Nota: Neal arrepentido (yo sí lo hubiera perdonado), digo ¿qué? jajaja. Y huele a celos de Abi.
-Lau De Nu'est
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