Capítulo 26. Discutiendo con Abigail
---- MATTEO ----
Después de lo que había ocurrido en la mesa a la hora de la cena, subí a descansar a mi habitación. Me quité la camisa de vestir color azul marino y me recosté en la cama, boca arriba. Saqué mi celular y me puse a ver las fotos que nos tomamos Farah y yo. Realmente nos veíamos bien juntos. Vi las fotos donde aparece ella sola, con una hermosa sonrisa en su rostro. Me sentí contento, me acordé de lo que tuvimos ella y yo en el pasado, cuando nos conocimos en el reallity show de canto.
—Farah... —suspiré —Si no me hubieras hecho lo que hiciste, justo en el final del reallity show... quizás estaríamos todavía juntos, incluso te habría pedido ser mi esposa. —dije para mí mismo.
Me quité el resto de la ropa y me metí a la ducha. Salí y me puse la pijama. Luego me fui a la cama.
Al día siguiente, me despertó un ruido que provenía de la cocina. Miré mi celular y eran las cinco de la mañana. No puedo creer que Isabella haya despertado tan temprano. Me levanté y salí de la habitación.
Bajé a la cocina y me encontré con Abigail, estaba de espaldas hacia mí. Estaba haciendo una mezcla en un bowl. Traía puesta su pijama, un mandil rosa y su cabello lo había atado en una coleta con copete. La miré y ella estaba con sus audífonos, cantando una canción romántica de Quinn Miranda. Tomaba la cuchara con la que revolvía la mezcla que preparaba y la convertía en un micrófono imaginario. Su semblante era distinto, parecía como si su cuerpo estuviera aquí, pero su mente estaba en una especie de trance. Se veía contenta, como si algo le alegrara mucho, no dejaba de sonreír.
—Oye... —me acerqué a ella.
Ella me notó cuando toqué su brazo. Volteó a verme sorprendida por mi presencia, se quitó los audífonos.
—Matteo, creí que estabas dormido todavía. —dijo.
—Lo estaba, hasta que me despertó todo el ruido que estás haciendo en la cocina. —respondí molesto.
—Ah... Es que ya no tuve sueño y decidí levantarme para preparar el desayuno.
—¿A las cinco de la mañana?
—Sí, así es. Me está quedando de maravilla. Soy muy buena haciendo postres.
—¿Qué preparas?
—Unos pastelillos de chocolate.
—Huele bien la mezcla de chocolate.
—Y olerán mejor cuando estén listos. —sonrió.
Abigail se veía tan contenta revolviendo la mezcla, me quedé viéndola unos segundos.
—¿Quieres chupar la cuchara? —me preguntó.
—Claro... —respondí.
—Toma... —puso la cuchara embarrada de chocolate cerca de mi boca. La tomé para saborear la mezcla. Sabía deliciosa.
Vi que ella se puso unos guantes de cocina, tomó el molde con la mezcla dentro y abrió el horno precalentado, para meterlo.
—¡Auch! —se quejó. Inmediatamente me acerqué.
—¿Qué sucede? —pregunté.
—Me quemé con el horno cuando lo cerré, pero no es nada. —respondió.
—Muéstrame tu mano. Quiero ver qué tan grave es la quemadura.
—No es necesario, ya te dije que estoy bien. —respondió escondiendo su mano.
—Y sigues igual de orgullosa. Me molesta cuando te pones en ese plan. —suspiré. —A veces me desesperas mucho. —solté.
—¿Enserio? —soltó una pequeña carcajada —Como si tú fueras perfecto.
—Tal vez no lo sea, pero al menos no me niego a recibir ayuda cuando la necesito. Crees que podrás hacer las cosas sola, pero en realidad todos necesitamos de todos.
—Tú lo dices fácil, porque siempre lo has tenido todo. Pero yo, sólo tengo a mi madre, la cual ya no tengo porque está en prisión, y mi hermano que vive en Canadá y que ni siquiera se ha molestado en visitarnos desde hace años. Ser independiente para mí ya no es una opción.
—Y con mayor razón, necesitas ayuda. Por eso mis padres te registraron como su hija, porque así tendrás nuestro apoyo en lo que necesites.
—¡Ya basta! —habló en voz alta Isabella. —Su discusión se escucha hasta arriba. No dejan dormir.
—Lo siento, Isa. Yo sólo estaba horneando unos pastelillos, pero tu hermano vino a interrumpir. Es tan molesto. —respondió Abigail, enojada.
—¿Molesto yo? ¿Sólo porque quiero ayudarte? —reí —Creo que la caprichosa y orgullosa eres tú. —dije firme.
—¡Silencio! No puedo creer que discutan así, se supone que son novios, deberían hablar tranquilamente en privado, no gritando como lo hacen. —mencionó Isabella.
—Ni loca sería tu novia. —respondió Abigail, lo cual me tomó por sorpresa.
—Te mueres por mí y lo sabes. —dije inconscientemente. —Es decir, le gusto a muchas chicas, y también te he de gustar demasiado.
—Matteo... No eres el centro del universo. —respondió Abigail y se marchó de la cocina.
—¿Ella acaba de terminar contigo, hermano? —preguntó Isabella.
—No, sólo está molesta. Pero se le pasará. —respondí.
Después de unas horas, llegó nuevamente Giovanni por nosotros, para ir al ensayo general de Diamonds, que se daría días antes del siguiente concierto. Él saludó a Nara, pero ella simplemente lo ignoró. Alcancé a ver que Abigail regresó a la cocina para meter un pastelillo en un tupper pequeño. Después lo metió a su bolsa de mano.
—¿Qué haces? —pregunté.
—Por si me da hambre por la tarde, me llevo uno. —respondió todavía molesta conmigo.
No entendía por qué llevaba comida, si en el auditorio habría comida para ellas. Subimos al auto. Todos estuvimos en silencio todo el camino. Nara y Abigail en la parte de atrás, sin hacer ningún ruido, y Giovanni y yo enfrente, tampoco platicábamos nada.
Llegamos al Auditorio Conciliazone, donde sólo sería el ensayo. Las chicas Diamonds se unieron. Me quedé en el pasillo con Giovanni.
—¿Qué sucede con Nara? ¿Por qué ni me saludó? —preguntó Giovanni.
—No lo sé. Seguramente está concentrada en el ensayo. —respondí.
—¿Y qué hay de ti? ¿Por fin Abigail y tú son novios reales?
—No, Giovanni. No lo somos. Abigail me dijo que no le gusto en lo absoluto, que no siente nada por mí. Así que, seguimos como en un principio. Sólo somos compañeros.
—Espera un minuto, ¿Y qué hay de ti? ¿Qué sientes por ella? Solamente le preguntaste a ella, pero no le dijiste nada de lo que sientes por ella.
—Ya te dije que no siento nada por Abigail.
—Está bien, como quieras. No admitas lo que sientes, pero después no quiero verte llorando por Abigail cuando ella encuentre a alguien más.
—Giovanni... —sonreí. —Eso no pasará. Abigail no está interesada en nadie. Después de Neal, le quedaron pocas ganas de salir con otro chico. Además, a mí tampoco me quedaron ganas de amar a alguien después de lo de Farah.
—Hablando de Abigail... Ayer por la tarde, fui al restaurante/bar, al que íbamos siempre. Fui con mi hermana Diana.
—¿Y qué tiene que ver Abigail?
—Ayer, cuando nos acercamos a la barra de bebidas, me encontré con Abigail. Estaba sentada platicando con un chico como de su misma edad.
—¿Qué dices? —reí levemente. —Eso es imposible, Abigail no salió de la casa de mi hermana ayer. Le dio una crisis de migraña y estuvo toda la tarde encerrada en la habitación.
—Pero, hermano. Te juro que la vi, era ella. La saludé por su nombre real, pero se puso nerviosa al verme y salió corriendo del bar. Y ese chico con el que iba, salió corriendo detrás de ella, hablándole por su nombre también. Además, él era muy apuesto.
Me quedé en silencio. Abigail no pudo haber salido de la casa de mi hermana. Ella no pudo haber mentido, pero, Giovanni tampoco suele mentir.
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-Lau De Nu'est
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