Capítulo 2. La propuesta
---- ABIGAIL ----
Conocí a Matteo hace años, cuando ambos íbamos a la misma escuela secundaria. Sus padres lo metieron en la escuela pública, al igual que su hermana Isabella, porque querían que ambos tuvieran una buena educación llena de valores, y vivieran como los demás niños que no eran de su nivel socioeconómico.
Nunca le hablé a Matteo ni a su hermana por una razón; soy la hija de la sirvienta y mi madre me prohibía estrictamente hablarle a los niños adinerados como ellos. Ella solía decirme una frase que siempre traigo grabada desde el momento en que Matteo quiso hablarme una vez, y esa frase era: «Tienes que entender tu lugar. Tú eres pobre, y no puedes ser amiga de los niños ricos.». Mi madre es una persona realmente dura conmigo, que me cuesta describirla. Los señores Fainello han sido buenas personas con nosotras.
Cuando terminamos la secundaria, Matteo entró a un programa tipo reallity show de canto llamado The Best, el cual perdió. Nunca vi ese programa, pero supe de la noticia por mi madre, quien veía ese programa por las tardes, y también por las compañeras de secundaria que morían por la belleza física que ese chico posee. Posteriormente, él cambió su actitud, se fue a estudiar al extranjero, junto con Isabella, su hermana mayor, y no lo habíamos visto desde entonces, hasta hace casi un año, que regresó a la mansión. Ahora ambos estudiamos en la misma universidad, pero diferentes carreras.
—Ya te ayudé con los platos para la cena, madre. —dije acomodando el último plato en el comedor.
—Sí, ahora ve a hablarle al joven Matteo, para que baje a cenar. —ordenó ella.
—Creo que él ya se fue a dormir a su habitación.
—De todos modos ve a hablarle. De seguro tiene hambre. De prisa. Los señores Fainello no tardan en llegar.
Subí a la fría habitación de Matteo. No es que detestara estar ahí, pero de verdad hacía frío en ese lugar. Era como si su carácter y su habitación combinaran perfecto. Toqué la puerta.
—¿Matteo? —pregunté.
No obtuve respuesta alguna. No lograba escuchar ningún ruido. Giré la manija de la puerta, revisé lentamente el interior y no había nadie. Finalmente entré completamente a la gran habitación.
—¿Matteo? Ya está la cena.
Se escuchaba la ducha abierta. Era obvio que él estaba dentro.
—Si tomo fotos de él en la ducha, quizá me vuelva millonaria. —me dije a mi misma sonriendo, imaginando que toda la gente que mira la serie de las nueve, vería esas fotos, y se convertiría en un gran escándalo.
Intenté salir sigilosamente de esa habitación, pero mi suéter se atoró con un portarretrato que había en la esquina de su tocador. Este se cayó al suelo y se rompió la cubierta de vidrio. Era una foto de Matteo y su familia.
—¿Quién está ahí? —preguntó Matteo desde la ducha.
—Nadie... —respondí sin querer. —¡Mierda!—pensé.
—¿Qué haces en mi habitación? Sal de aquí ahora mismo. —gritó.
Levanté la fotografía, toqué un pedazo de vidrio y me rasgué el dedo índice. Noté que había otra fotografía doblada en el suelo. Al parecer, estaba detrás de la fotografía familiar. La tomé para desdoblarla.
Era una foto de Matteo adolescente, de la época de cuando terminamos la secundaria. En la foto, se encontraba él, en las instalaciones donde se realizaba aquel reallity show en el que estuvo, y a lado de él, estaba una adolescente que se me hacía conocida. En la foto, ella se veía contenta abrazando a Matteo, y él a ella.
—¿Qué haces? —preguntó la voz de Matteo, la cual me aturdió.
Levanté la vista, alcanzando a ver su buen cuerpo y cabello húmedos, enredado en una toalla por la cintura.
—Nada... —respondí nerviosa, con las fotos en mis manos.
—¡Deja eso! —gritó.
Mi cuerpo estaba inmóvil, aunque quería correr de ahí.
—¡Te di una orden!... —volvió a gritar.
Esta vez se acercó furioso hacia mí. Traté de alejarme, pero él me alcanzó y me recargó contra la pared. Me quitó las fotos de las manos y yo estaba muy nerviosa, tenía a Matteo semidesnudo muy cerca de mí, frente a frente.
—No quiero que vuelvas a entrar a mi habitación sin mi consentimiento. Y tampoco quiero que toques mis cosas. —me dijo serio y ahora sin gritarme.
Alguien abrió la puerta de la habitación. Matteo y yo volteamos.
—Madre... —alcancé a decir.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó ella muy enojada al vernos.
—Señora Lila... yo... —intentó decir Matteo.
—¡No puedo creer que sea un joven degenerado! ¿Qué iba a hacerle a mi hija?¿Eh? —mi madre se acercó a él, estaba a punto de agarrarlo a golpes, pero me interpuse.
—¡Madre, no! ¡No le pegues... Fue mi culpa! —dije deteniéndola.
—¡Entonces tú eres la ofrecida! —esta vez, mi madre me agarró de los cabellos y me tiró al suelo.
Matteo intentaba detenerla, pero ella me jalaba aún más del cabello. Sentía que me iba a dejar sin cuero cabelludo. No era la primera vez que mi madre me agarraba a golpes. De pronto, llegaron los señores Fainello y la otra sirvienta. Entre ambos señores me quitaron de encima a mi madre.
—¡Tranquila, señora Lila! ¿Qué sucede? —preguntó la señora Fainello, sosteniendo a mi madre.
—Encontré a su hijo semidesnudo muy cerca de mi hija. ¡Mírelo... mírelo usted misma!, está así, ¿Qué quería que hiciera? La tenía acorralada contra la pared.
—¿Es cierto eso, hijo? —le preguntó el señor Fainello.
—Sí, padre. —respondió Matteo.
—¡Pero yo misma sacaré a mi hija de aquí! —habló mi madre.
—No hace falta, señora Lila —habló Matteo.
—Mi hija es una ofrecida. Pero no volverá a suceder algo así. —respondió ella.
—Su hija no es ninguna ofrecida. Su hija es una persona muy valiosa, y la quiero. Por eso quiero pedirle la mano de su hija. Deseo casarme con ella. —habló Matteo, aún semidesnudo. Todos quedamos sorprendidos con sus palabras.
—Hijo, ¿De verdad quieres a Abigail? —le preguntó su padre. —¿Es por eso que no aceptaste colaborar con Farah? Ahora entiendo por qué me rogaste para que aceptara a Abi en el nuevo grupo. —sonrió levemente el señor.
—Así es, padre.
—Matteo es muy bromista, seguro no lo dijo enserio. —dije a sus padres, limpiándome las lágrimas, todavía sentada en el suelo.
—Yo no bromeo con estas cosas. —dijo él.
—¿Qué? —gritó mi madre.
—Bueno, de ser así, no habría problema con nosotros. —habló la madre de Matteo. —Te apoyamos en lo que sea.
—Así es, hijo. —habló su padre —La confianza es primordial.
—No permitiré que mi hija se case contigo. ¡Nunca te la daré! —gritó mi madre, mientras la otra sirvienta la detenía por los hombros.
—Señora Lila, ellos son jóvenes, pero ya son mayores de edad, deben tomar sus propias decisiones. Además, en el amor todo se vale. Si ambos se quieren, creo que no hay ningún problema al respecto. —habló la señora Fainello, mientras me sonreía.
Me levanté del suelo y salí corriendo de la habitación.
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Nota: Vaya, creo que muchas quisiéramos una foto de Matteo en la ducha aunque no viéramos la serie de las nueve jajaja. ¿Qué sucederá? Esperen el siguiente capítulo :3 ¡Gracias por leer!
-Lau De Nu'est
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