Capítulo 14. La nueva Fainello
---- NARRADORA OMNISCIENTE ----
Esa misma noche, Abigail no podía dormir, atravesaba una crisis de ansiedad, pensando en lo que su madre le haría si no lograba convencer a los Fainello, para que permitieran que su madre volviera a la mansión.
Rápidamente, ella tomó sus audífonos y su celular. Soltó su cabello y salió de la habitación, dirigiéndose al patio trasero de la mansión. Para ello, debía de bajar las escaleras que daban a la cocina, y entrar a esta, para salir por una pequeña puerta que había en la misma cocina.
Ella bajó las escaleras muy rápido, y no se percató de que en la cocina estaba Matteo, bebiendo un vaso con agua, pero se distrajo al verla bajar con tanta prisa. De inmediato, él dejó a un lado el vaso con agua, para dirigirse hacia donde ella iba.
Abigail llegó al jardín trasero. Había una banca parecida a la de un parque, donde ella se sentó. Se colocó los audífonos y sacó una de sus playlist en su celular. Después colocó ambas manos en su cara. Estaba harta de todo lo que sucedía en su vida, además de que sentía que no podía respirar bien, sus manos sudaban mucho y lo único que quería era huir, correr hacia quien sabe dónde.
—¿Qué estás haciendo aquí, a la una de la mañana? —preguntó Matteo, quien había llegado a donde ella se encontraba.
Al ver que ella ignoraba su pregunta, él se acercó. Notó que ella se tapaba la cara con las manos.
—Abigail, te estoy hablando. —dijo él, esta vez tocó su hombro.
Ella se asustó y se quitó las manos de la cara, para ver a Matteo de pie frente a ella. Se quitó los audífonos.
—Me asustaste... —dijo ella al verlo.
—¿Qué haces aquí a la una de la mañana? —volvió a preguntar Matteo.
—Nada, es sólo que, me gusta escuchar música en la madrugada.
—¿Fuera de la casa?
—Sí, me encanta estar afuera.
—Está haciendo mucho frío. Te vas a resfriar, y recuerda que debes cuidar tu garganta, ya que afecta la voz al cantar.
—No importa.
Ambos se quedaron en silencio unos minutos. Matteo se sentó a lado de Abigail. Ella se sentía incómoda con la presencia de él.
—Lamento lo que pasó con Dylan. Seguramente creíste que era buen sujeto, y te ilusionaste con él. —habló Matteo, con un tono más calmado que al principio.
—Yo no me ilusiono con nadie. Debo admitir que me gustaba mucho, pero nada más.
—Nara me comentó que él y tú eran novios.
—Como tal, no éramos formales. Sólo salíamos porque nos gustamos. Sin llegar a nada serio.
—¿Qué? Y aún así, ¿Fuiste a su departamento? De verdad que, conforme te conozco más, me sorprende tu forma de ser. Tenía otra impresión de ti. —volteó a verla.
—Después de lo que pasó con Neal, he decidido no tomarme las cosas enserio con alguien. Al final de cuentas, todos los chicos son iguales. —se levantó del asiento.
—No es verdad, no todos. —susurró Matteo para sí mismo, mientras miraba al suelo.
—Bueno, me iré a dormir. Que tengas buena noche, aunque arruinaste la mía. —dijo ella, yéndose hacia la mansión.
Matteo no respondió nada a eso. Se quedó sentado un buen rato, mientras miraba hacia las estrellas y a la luna que se veían de lejos.
—Tengo que reconquistar a Farah, después de que me juré a mí mismo no acercarme a ella, después de tantos años. Pero también, tengo miedo de enamorarme nuevamente de ella. —habló él, en voz baja.
Después de decir eso, tocó sus propios labios con las yemas de los dedos, recordando el pequeño beso que Farah le había dado, recientemente, el día del ensayo. Aunque por fuera, Matteo actuaba frío, por dentro guardaba todo el amor que tenía por ofrecer a alguien. Ese amor que Farah traicionó y que él decidió guardar muy dentro de sí, para no ser lastimado nuevamente.
Mientras tanto, Abigail entró a la mansión, y se percató de que la señora Fainello estaba sentada en el sofá de la gran sala. Estaba sola, envuelta en una bata de terciopelo color vino. Tenía en sus manos unas fotografías de la familia, las cuáles, admiraba como si fueran su gran tesoro, y así lo era. Abigail entró sigilosamente a la gran sala. Sabía que tenía que disculparse con la señora Fainello, por lo ocurrido en la mañana.
—Señora Fainello... —habló Abigail, con cierta timidez.
—Ah, eres tú... —respondió la señora Fainello, levantando la vista para mirar a Abigail.
—¿Puedo hablar con usted? —preguntó Abigail, acercándose un poco más.
—Dime...
—Sólo quiero, disculparme con usted, por todo lo que dije esta mañana. No quise ser grosera con nadie, y mucho menos con ustedes, que me han apoyado incluso más que mi madre. Lo lamento. Estaba enojada conmigo misma y dije cosas sin pensar. Entiendo si ya no quieren verme, con gusto me iré de la casa.
—Ven, querida... —respondió la señora Fainello, pidiéndole a Abigail su mano. Ella se acercó a dársela.
—No puedo enojarme contigo. Es decir, eres parte de la familia ahora. Se ve que mi hijo te quiere en serio. Y te has ganado también nuestro cariño. Para mí, has sido como una hija más. Después de cómo te ha tratado tu mamá, entiendo que de repente tengas ese comportamiento. Necesitas amor, y con nosotros lo tendrás. Tenlo por seguro.
La señora Fainello sonrió cálidamente, sosteniendo la mano de Abigail. Esta última, no sabía qué responder ante las palabras de la señora. En primera, porque en realidad no existía ninguna relación con Matteo, y en segunda, porque no se sentía parte de la familia Fainello.
—Me da gusto que no esté enojada conmigo. Es usted muy dulce. —respondió Abigail, abrazándola y ella le correspondió. —Muchas gracias, señora Fainello.
Abigail se iba a retirar a su habitación, pero...
—Espera... —habló la señora Fainello.
—¿Sí? —respondió Abigail, dando media vuelta.
—Ya no quiero que me digas "señora Fainello", dime "Mamá". Y también puedes decirle "Papá" al señor Fainello.
—Pero...
—No quiero ningún "pero". Me enojaré si me dices "señora".
—Está bien, buenas noches... —se limitó a decir Abigail.
Abigail se había levantado muy temprano, para acudir con Nara a la universidad, como todos los días. Ya estaba arreglada, bajó a la cocina por un yogurt bebible porque no le daba tiempo de desayunar, y estaba a punto de irse, hasta que la señora Fainello la detuvo.
—Querida, ¿Crees que puedas venir un momento a la sala? —preguntó la señora Fainello.
—Claro... — accedió Abigail, aunque en realidad, tenía prisa por irse.
Ambas fueron a la sala, donde también estaban el señor Fainello y Matteo. Abigail se sentía algo incómoda con toda la familia ahí.
—Toma asiento, querida. —le ordenó la señora Fainello, y ambas se sentaron en el sofá.
Abigail miró a Matteo, quien estaba de pie, a lado de su madre. Mientras el señor Fainello estaba del otro extremo, igualmente de pie.
—¿Qué sucede? —preguntó Abigail.
—Tenemos una buena noticia que darte. —habló sonriendo el señor Fainello.
—¿Cuál? —preguntó Abigail.
—Bueno, hemos decidido registrarte como nuestra hija. —habló emocionada la señora Fainello. —A partir de hoy, eres una Fainello, y además, te casarás con Matteo. Todos seremos una bonita familia. —sonrió ampliamente.
Abigail no podía creer lo que pasaba. Quedó en shock unos segundos, no tenía expresión alguna en su rostro. Miró a Matteo, quien tampoco se notaba emocionado, pero tampoco molesto. En realidad, esa noticia no era del agrado de ella. Era una mala noticia. Empezó a sentir dificultad para respirar, sus manos sudaban nuevamente, quería salir corriendo de ese lugar, se sentía desesperada.
—Hija, ¿Qué tienes? —preguntó la señora Fainello, al ver que Abigail no se sentía tan bien con esa noticia.
—Es que... —intentaba responder Abigail. —Yo... ¡No quiero ser una Fainello! —respondió en voz alta.
Matteo frunció el ceño de preocupación. Sus padres también, incluso borraron sus sonrisas.
Después de eso, Abigail tomó su mochila y salió corriendo de la mansión. Tenía la respiración pesada. Tomó un taxi que venía acercándose y subió rápidamente. Matteo fue tras ella, pero no pudo detenerla, porque el taxi ya había arrancado.
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-Lau De Nu'est
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