Capítulo 11. Una noche tormentosa
---- ABIGAIL ----
Empecé a salir con Dylan. Realmente me encantaba estar a su lado. Nara también salía con Mark. Los cuatro nos veíamos después de clases. Íbamos a lugares no tan concurridos. No queríamos que la prensa nos viera a Nara y a mí y sacaran fotos, ahora que somos algo famosas.
Mi relación con Dylan no era tan en serio. Es decir, ya no quería un noviazgo serio como el que tuve con Neal. Simplemente no me sentía preparada emocionalmente para eso. Así que Dylan y yo decidimos salir sin compromisos ni formalidades. Sólo salir.
Regresaba sola a la mansión. Iba caminando lentamente. Ya era de noche. Casi toda mi tarde libre se la dedicaba a Dylan. Incluso hacía todas mis tareas en la noche y madrugada. Había días en los que iba a la universidad sin haber dormido.
Ya estaba oscureciendo, pero seguí caminando, cargando mi mochila. De pronto, sentí que alguien me tapó la boca con su mano y me agarró. Me llevó hacia unos arbustos. Quería gritar pero no podía. No había más gente caminando. Al llegar a los arbustos, me soltaron y miré quién era...
—¿Madre? —pregunté al verla.
—¿Quién más?, tonta —respondió ella.
—¿Qué haces aquí?
—¿Qué qué hago aquí? Los Fainello me corrieron, por tu culpa. Por hacerte la sufrida, ellos pusieron una orden de restricción para que no me acercara a la mansión ni a ti. Me mandaron con la hermana del señor Fainello. —respondió mi madre, muy molesta.
—Lamento que te hayan corrido. Pero te lo buscaste. Siempre tratas de herirme de algún modo. Te he aguantado una bofetada, un empujón, o cualquier golpe, pero me comparaste con Farah, sabiendo perfectamente lo que pasó. Se supone que una hija debe sentir amor y admiración por su madre, pero yo no siento nada por ti. —respondí resentida y molesta al mismo tiempo.
—Escúchame bien, estúpida... —mi madre me agarró de los cabellos con una sola mano. Me dolía tanto. —Tú me has obligado a esto. O les dices a los Fainello que me perdonaste y quieres que vuelva a la mansión, o yo misma iré con Neal, a contarle que vives en la mansión de los Fainello y que ya conocías a Matteo, e incluso le diré que le fuiste infiel con ese muchacho. También le daré a la prensa la dirección de la mansión, para que vayan a molestarlos hasta allá.
—¡Ah! —grité al sentir cómo mi madre me lastimaba nuevamente el cuero cabelludo. —Yo nunca le fui infiel a Neal con Matteo. Eso no es cierto. Ni siquiera le hablaba. —dije empezando a llorar.
—Pero Neal me va a creer. Yo misma me encargaré de eso.
—No puedes darle a la prensa la dirección de la mansión de los Fainello. Ellos nos matarán si la prensa se entera. —sollocé.
—No me importa lo que nos pase. Todo será por tu culpa.
—No me amenaces, madre... —seguí llorando.
Mi madre tiró aún más fuerte de mi cabello, después, con la misma mano, me jaló hasta tirarme al suelo. Comenzó a golpearme a bofetadas, e incluso pude sentir cómo había roto mi labio. Gritaba de dolor, pero ella no se detenía. Golpeaba todo mi cuerpo con sus manos, incluso sentí una patada en el abdomen.
—¡Está bien... lo haré, pero no me pegues más! —supliqué sollozando. Ella se detuvo.
—Sabía que ibas a entender... —me levantó.
Mi labio estaba sangrando, y mis mejillas estaban adoloridas. Mis rodillas estaban raspadas, también mis codos. Estaba completamente despeinada y apenas podía estar en pie. Mi madre me tomó por los hombros.
—Escucha bien. Llegarás a la mansión y cuando los Fainello te vean así, les dirás qué te asaltaron. Dame tu cartera. —habló mi madre.
Saqué mi cartera. Ella sacó todo el dinero que traía, excepto mis credenciales.
Después del tormento que pasé con mi madre, ella se fue rápidamente, y yo seguí mi camino a la mansión. Me sentía toda adolorida, por fuera y por dentro. No quería llegar a la mansión y que todos me vieran así. Me senté en una banqueta, a unas cuadras de esa casa. Saqué mi celular para hablarle a Nara.
Una vez más, Nara y su mamá fueron a mi rescate. No pude decirles la verdad, sobre que había sido mi madre la que me había hecho esto. Les mentí diciendo que me asaltaron. La mamá de Nara me ayudó a bañarme, y Nara me prestó una muda de ropa.
Al salir del baño y cambiarme de ropa, revisé mi celular. Tenía varias llamadas de Matteo, y un mensaje...
"¿Por qué no has llegado aún? Hoy no hubo ensayo."
Sabía que él estaba molesto. No sabía cómo responderle.
—Nara, tengo algo que contarte. —dije, mientras me encontraba con ella, en su habitación, y su mamá se había ido.
—Dime, amiga.
—En realidad no me asaltaron. Fue mi madre la que me hizo esto. —respondí sollozando. —Pero no puedo decirle a nadie la verdad, mucho menos a los Fainello.
—Sospechaba que no fue un simple asalto. Es decir, no te quitaron el celular. ¿Qué te dijo esa bruja?
—Me amenazó. Tengo que convencer a los Fainello para que ella vuelva a la mansión. Si no lo hago, ella le dirá a Neal que yo lo engañé con Matteo, aunque no sea cierto. También le hablará a la prensa para darle la dirección de la mansión y que vayan a molestarlos.
—Es una bruja asquerosa. Pensé que tu madre era cruel, pero pasó los límites de la crueldad. Ni siquiera parece tu madre.
—Necesito que Matteo crea que me asaltaron hoy. Así que, ¿Podrías llamarle y seguirme la mentira?
Nara le marcó a Matteo desde el teléfono de su casa...
—Hola, Matteo. Habla Nara. Abi está conmigo en mi casa. Ella no está tan bien, le ocurrió algo malo. Está bien. —Nara habló y después colgó.
—Dice Matteo que no te muevas de aquí, vendrá por ti. Sonaba muy preocupado. ¿Estás segura que no le dirás la verdad?
—No. Tendré muchos problemas si le digo la verdad.
Después de media hora, Matteo vino por mí, para llevarme a la mansión. No hablamos en todo el camino. Cuando llegamos a la mansión, los señores Fainello me abrazaron, podía sentir su calor familiar, ese calor que con mi madre nunca sentí. Ni siquiera un abrazo de ella, ni una sola caricia.
—Vamos a tu habitación, querida. —dijo la señora Fainello, tomándome del brazo, llevándome a mi habitación como si yo fuera una hija suya.
Era de madrugada, no podía dormir. Bajé a la cocina por un poco de agua fría. Sentía un poco de calor. Escuché un ruido, era Matteo bajando las escaleras, las cuáles estaban cerca de la cocina. Entró a la cocina y me quedó viendo unos segundos.
—¿Cómo te sientes? —me preguntó.
—Bien, creo. —respondí dejando el vaso sobre la barra.
—¿Recuerdas cómo eran esos sujetos que te robaron?
—Muy poco. Tenían el rostro cubierto. —mentí.
—Mañana mismo iremos a la estación de policía para levantar la denuncia. Esos sujetos deben pagar por lo que te hicieron. —Matteo hablaba muy molesto.
—No es necesario... —respondí nerviosa.
—¿Qué? ¿Cómo que no es necesario? Abigail, esos sujetos te golpearon. Se atrevieron a tocarte. No sólo se conformaron con robarte. ¿Y todavía piensas que no es necesario? —preguntó muy serio.
—Está bien... Lo haré, levantaré la denuncia. —respondí.
Matteo me quedó viendo nuevamente. Esta vez se acercó a mí. Me sentía aún más nerviosa y asustada. Me daba miedo que él descubriera que yo estaba mintiendo. De pronto, él levantó mi mentón con su mano, lo hizo suavemente. No podía mirarlo a los ojos.
—Tus mejillas están lastimadas... —habló él, mirando detalladamente mi rostro. —Y tu labio inferior está roto. —Tocó ligeramente mi labio lastimado, con su dedo pulgar. —No puedo creer que te hayan lastimado el rostro así. —habló expresando un semblante de dolor al verme, como si él fuera el que tuviera las heridas.
Realmente estaba sorprendida con ver el rostro de Matteo, y no precisamente por su perfecta apariencia, la cual tenía cerca de mi rostro. Normalmente, él nunca expresaba algún sentimiento, pero esta vez, su semblante cambió para expresar dolor al verme lastimada. Quité su mano de mi rostro, ya que me ponía aún más nerviosa. Me alejé de él.
—Iré a dormir. Nos vemos mañana... —dije, acercándome a las escaleras. Él me siguió.
—Abigail, espera... —me detuvo.
—Dime... —respondí.
—Déjame curar tus heridas. Es decir, ya que no quisiste ir al hospital, yo puedo hacerlo. Traeré el botiquín.
Después de un rato, Matteo y yo subimos a mi habitación. Nos sentamos en la cama. Él llevó el botiquín, y cuidadosamente colocó medicamento sobre cada herida de mi rostro. Me sentía extraña. El gran Matteo Fainello estaba curando mis heridas. Miré su rostro cerca de mí, tenía el ceño un poco fruncido, se notaba concentrado, poniendo medicamento en mi mejilla derecha.
—¿Te duele? —preguntó.
—Me arde un poco.
—Es por el medicamento. Pero estarás mejor.
Esta vez, él aplicaba medicamento en mi labio lastimado. Es ahí donde mi mirada se fijó en sus labios. Unos labios de apariencia suave e hidratada, no tan delgados ni tan gruesos, simplemente tenía un rostro armónico y perfecto. Vi cómo sus labios soplaban ligeramente a los míos, para que el medicamento se secara rápido. Pude percibir un poco su aliento fresco a menta.
—Ya está... —dijo él. Se alejó un poco de mí, para guardar las cosas en el botiquín.
—Te agradezco mucho que me hayas curado, aunque no es tu obligación hacerlo. —dije.
—No es nada. ¿Tienes alguna otra herida? Me llevaré el botiquín.
Recordé las heridas de mis codos y rodillas. Pero no iba a permitir que Matteo me curara todo eso.
—No, ninguna. Sólo era la cara. —respondí.
—Bien. Entonces, me retiro. Descansa.
—Igualmente.
Él salió de la habitación. Me quedé sentada, con varios sentimientos encontrados. Hasta que recordé lo que me había dicho Matteo anteriormente... «Todo lo que he hecho por ti y lo que haga en un futuro por ti, para ayudarte, para salvarte de tu madre y de todos los que te quieren lastimar, es porque me nace hacerlo. Porque no soporto ver sufrir a alguien, ya sea hombre o mujer. Pero no quiero que malinterpretes las cosas...
Lo nuestro sólo es compañerismo. No somos pareja realmente, y tampoco somos amigos. Sólo estamos juntos para apoyarnos en nuestro plan contra Farah. Sólo eso. No esperes más de mi hacia ti.»
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Nota: Como que aquí hay algo más que una simple curación de heridas :3 Espero les haya gustado el gran maratón de capítulos del día de hoy. Actualizaré cada fin de semana, de dos a tres capítulos. Les agradezco su preferencia por mi historia, ¡Gracias por leer!
-Lau De Nu'est
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