Noche de Lujuria
Como siempre, mis especiales agradecimientos a LunaPieces y a Alex, que
de verdad me sacan de apuros con este fics
Una Estrellita es siempre bienvenida, al
igual que un review
Law
La pista otra vez era escenario de nuestro encuentro. Al oír, o más bien leer en sus labios mi apodo, ese querido apodo único, supe que era él. Mi corazón era una maquina oxidada, dispuesta a detenerse de la pena hace unos meses atrás, pero en este instante era un tren a todo vapor aunque físicamente no lo tuviese latiendo en mi pecho, saberle frente a mí causó que sintiese latiendo mil corazones en mi cuerpo.
Lo arrastré fuera de la pista llegando hasta la recepción, no sabía en realidad lo que hacía, sólo quería tenerle cerca unos minutos, me lo merecía, nos lo merecíamos; era como el placebo que me ayudaría a seguir viviendo un tiempo más separado de él. Pero no nos enfrasquemos en eso sino en lo que sigue.
Intentó quitarme la máscara y no se lo permití, puse mi mano para hacerle saber que no quería quitármela aún.
-Confía en mí y espera aquí, regreso en un segundo.
Dejé un beso en sus labios que me supo a gloria, era el agua que me salvaba la vida cuando estaba perdido en el desierto, eso era el para mí el aire, la vida misma.
Caminé hasta los baños cercanos al salón de la fiesta donde observé que sólo había un cubículo ocupado, cuando el ocupante salió, supe que era la víctima perfecta, me acerqué como un depredador y le susurré unas cuantas cosas al oído, el chico se puso rojo, lo que no sabía el pobre es que eso que le acababa de confesar se lo haría a otro, a mi pelinegro y que él era sólo un medio para un fin, de pronto me provocó ser muy malo.
-¿Tienes una habitación?
-Sí. --Dijo el hombre bajito y rubio con voz casi susurrante, sonrojado hasta las orejas. Cuando sacó la tarjeta que activaba la puerta con el número, fue mi victoria; tomé la tarjeta y me acerqué para besarle, pero al momento de concretar la primera parte de mi plan, el muy tonto se desmayó. Fue mucha la presión al parecer, así que quitándole sus documentos y ocultándonos en una de las cisternas del baño y con la llave en mis manos, regresé donde mi pequeño pelinegro de ojos expectantes para proseguir con el resto de mi plan muy improvisado.
-Bien ya, regresé.
No esperé su respuesta y le tomé de la mano, lo metí en el elevador y entre tras él, rogando que nadie más quisiese usarlo, así que apreté el botón lo más rápido que pude viendo cerrarse las puertas y quedando sólo nosotros y nuestros reflejos en las paredes espejadas.
Estiré mi mano y me quité el antifaz dejándole ver mi rostro. Lentamente, como si fuese a desaparecer cual espejismo, toqué su mejilla; la rocé con mis torpes dedos y llegando al borde de aquella máscara, la quité con cuidado. Aquella inconfundible cicatriz, aquellos ojos chispeantes, aquel cabello negro como la noche, aquella mirada inocente, ése era mi Luffy. Lo contemplé eternos segundos, pero era demasiada la tortura...
Me abalancé sobre sus labios, esta vez no castamente sino de manera necesitada, buscando en cada roce, cada respiración, el néctar en los labios del otro, era todo lo que necesitaba para vivir. Como decían por ahí, "de amor no se muere", pero eso era tan falso como que la tierra era cuadrada y yo sin su amor moría día a día.
Por ende, con brusquedad lo apegué a la pared del elevador, sus manos no se quedaban quietas tampoco, aquel tímido y dulce Luffy esta noche al parecer se había quedado en casa, pues mi cuerpo reconocía a este nuevo Luffy que reclamaba mi piel de su propiedad con uñas y dientes.
Sus gemidos al principio tímidos ya eran más desinhibidos, mi nombre en sus labios se oía a poesía, pero en esos momentos era lo más erótico que había escuchado en meses junto con sus jadeos en busca de aire, mi cuerpo no tardó en despertar y rugir demostrándole que lo necesitaba al igual que él me necesitaba a mí, que esta noche era sólo nuestra, pasara lo que pasara.
El maldito timbre del ascensor nos avisaba que habíamos llegado al piso indicado, nos separamos jadeando en busca de aire, pero no pude evitar sonreír de felicidad, estábamos cometiendo una locura, pero era una que valía todas las penas del infierno... una que valía la muerte misma.
Le saqué del elevador y le llevé por aquel pasillo, los pisos eran alfombrados y la baranda que dejaba ver los pisos inferiores eran dorados. La mujercita de la barra se nos cruzó en el camino y yo no podía dejar de sonreír: ¿Cómo se le había podido ocurrir a esa chica que yo cambiaría a mi niño por ella? Eso jamás. Ella no era ni la mitad de linda de lo que lo era mi novio. Se oía bien repetirlo en mi mente; "mi novio", aunque estaba más que seguro de que no era el único en repetirlo.
Al fin la habitación seiscientos veinte, estábamos frente a ella cometiendo un delito, una locura, una infracción, una imprudencia, pero todo eso junto lo hacíamos por amor. Jamás pensé que por amor se pudieran hacer grandes tonterías, así como también grandes sacrificios. Abrí la puerta y noté a Luffy ansioso al tomar su mano, lo noté diferente. Cerré la puerta tras su espalda mirando sus profundos ojos negros, eran el pozo perfecto donde deseaba caerme para siempre.
-Torao.
Fue todo lo que dijo en un susurro. Se abalanzó sobre mí atrapando mis labios, era una pequeña fiera, entendí que ambos no necesitábamos la ternura en este instante, necesitábamos más bien sacar el fuego que nos llevaba quemando todos estos meses: la ira, la tristeza, el abandono, la soledad, todo eso con nuestro cuerpo, sin palabras, sin promesas, ahora éramos sólo dos animales heridos lamiendo sus heridas y dándonos paz por medio de aquel ritual salvaje.
Así, despojándonos de la ropa sin saber ni importarnos dónde caía, mordiéndonos y arañándonos, logramos llegar a la enorme cama. Tras ésta, un ventanal enorme que hacía a la vez de pared dejaba entrar toda la luz nocturna de la luna y las luces del pueblo.
La piel de Luffy resplandecía con el sudor, era como de oro y plata. Los gruñidos de ambos eran animales, lujuria plena marcando todo lo que estaba expuesto; de pronto Luffy, con una fuerza que no conocía, quedó sentado a horcajadas sobre mí. Se quedó quieto unos instantes y luego bajó con su boca hasta mi cuello mordiéndome tan duro que no pude evitar soltar un jadeo, me estaba marcando, gritándole al mundo que yo tenía dueño. Mis manos hicieron el recorrido desde su espalda hasta su respingado trasero, apretaron ambas nalgas sacando eróticos jadeos de aquella boquita, pero él no quería ser dominado, no esta vez, él venía por lo suyo. Comenzó a bajar por mi cuello, pasando su lengua y dientes por mi pecho, delineando mis tatuajes de memoria en total oscuridad, sus ojos refulgían como cristales, la fiera que dormía dentro de él estaba en pleno apogeo aullando y mostrando las garras. Bajaba más y más y mientras más cerca de mi vientre estaba, el ritmo de ambas respiraciones cambiaba, era todo tan carnal, sexo bruto pero con amor en su esencia más pura. Necesidad al límite de ser del otro.
Su boca recorrió por donde quiso, sus dientes hicieron nuevos caminos en mí, cuando llegó a mi entrepierna que estaba por más despierta, le tomé de los hombros para detenerlo.
-Luffy, amor, no es nece... ¡Aahh!
Tardé, este chico no obedecía a nadie, buscó mi miembro y lo engulló con gula, su lengua era una serpiente que se enrollaba en mi falo mojándolo con su saliva. Mi mano fue a su cabello y comenzó un vaivén armonizando el ritmo, mi vientre se contrajo, un calor lo invadió, mis caderas se comenzaron a mover embistiendo aquellos dulces y lujuriosos labios. Mi miembro se hundía una y otra vez en esa caliente cavidad, era el infierno mismo del placer absoluto, los gruñidos que escapaban de su boca me estaban enloqueciendo, el sudor perlaba ambas pieles, verte a mi servicio era una sensación de poder que terminó por deshacer lo último de mi autocontrol.
Te quité de mi entrepierna de manera brusca, te aprisioné bajo mi cuerpo sin darte opción a replicar, pues apresé tu boca con deseo intenso, mordiéndolo, chupándolo, dejando que mi lengua se pasease en tu paladar, que mis manos apretaran tus carnes rogando que al día siguiente nos quedaran marcas, mis marcas de propiedad porque fuiste, eres y serás mío siempre.
Te volteé dejándote cara a la cama, degusté la piel de tu espalda desde tu nuca hasta tu trasero. Habían sido tantos meses, tantas horas, tanto auto complacerse pensando en ti que esta noche no soportaba más. Mis manos abrieron tus nalgas y lamí aquel rosado lugar como si fuese el caramelo más delicioso, una y otra vez, dejando aquel lugar brillante y húmedo de mi saliva. Quería corromper tu cuerpo una y mil veces y por ende, levanté tu trasero y nuevamente hundí mi boca en ese lugar, oírte gemir así era inspirador. Poco a poco fuiste revelando tus deseos, tu miembro húmedo con tus propios fluidos te delataban, y uno de mis dedos entró en ti de golpe haciendo que arquearas la espalda, contuviste el aire, aún te ponías tenso por tu mala experiencia, pero no podía ser esta vez el comprensivo de siempre, por eso subí hasta tu nuca y hablé ronco en tu oído.
--¡Soy yo Luffy, Torao, tu dueño, mírame!
Fue casi como una orden, él volteó su cara, abrió los ojos y asintió.
-Pues recuérdalo siempre, yo marcaré tu cuerpo para que jamás lo olvides.
Mordí su cuello como él mordió el mío, al oír tal gemido tuve que contenerme para no follarlo de una buena vez, todo él era sudor, lujuria, pecado, ansias, nervios y deseo, así que bajé nuevamente dejando un reguero de besos por toda su espina dorsal hasta llegar nuevamente a su entrada. Mi lengua quería volver a degustar ese lugar más atrevidamente, así que tomé posesión como mejor se me ocurrió, hundiéndola en él y dejando que la voz de mi presa fuese la sinfonía que amenizara esa caliente noche.
Su cuerpo temblaba ante cada invasión de mi traviesa lengua, su respiración errática y sus manos aferrándose fuertemente a las sábanas era todo lo que necesitaba para saber que lo estaba disfrutando, ambos lo estábamos disfrutando, pero la espera me estaba consumiendo, así que me encimé nuevamente, puse dos de mis dedos en sus labios, él entendió el mensaje y los lamió de la manera más sexy que había visto jamás en él. Cuando los dejó bastante mojados, cerró los ojos y sonrió algo burlón.
-Me estás retando mocoso y te saldrá el tiro por la culata, te haré rogar.
Soltó una risilla y se cortó al instante en que su boca hizo una perfecta "O", cuando mis dedos se adentraron en su ano buscando prepararlo para lo que venía; jugué con él, abrí mis dedos como tijeras sintiendo la suavidad, la tibieza de su interior y buscando a la vez el ruego de sus labios, se resistía, él quería pelear, quería dominar, pero hoy no mi querido Luffy, hoy no.
Ensanché su entrada y tomé mi miembro masajeándolo un par de veces, estaba húmedo por el líquido preseminal y la saliva de Luffy; rocé el glande en su entrada. Me gustaba verlo sufrir, aún no rogaba, el niño tenía cojones para soportar, pero noté que no más que yo, estaba a punto de quebrarse cuando le oí decir:
-Torao, por... favor, por favor...
-¿Por favor qué, Luffy?... Dilo -dije con voz imperante.
-¡¡Por favor... ya no lo soporto... entra en mí... onegai!!
Mitad ruego, mitad sollozo, su voz salió fuerte y clara de su garganta junto a algunos suspiros de frustración por lo que ya no tardé más, la partida la había ganado por ahora. Empujé suave, pero mientras encontraba resistencia natural de su entrada, subía la intensidad de la fuerza aplicada hasta que la punta quedó totalmente dentro de él.
El calor de su cavidad trasera me dio de lleno así que no pude esperar a que calmara la respiración y lo embestí de una sola vez quedando mi miembro hasta el tope de su entrada, me sentí un poco culpable, quizás lo había lastimado, pero él no había dicho nada, sólo jadeos y suspiros salían de su boca. Me quedé quieto un momento para que recobrara la serenidad dentro de lo que cabía, hasta que de nuevo su voz interrumpió el silencio.
-Muévete maldición, te necesito, quiero sentirte fuerte dentro de mí.
¡Con un demonio! Yo tratando de ser gentil y él incitándome a que le partiera el culo mientras me lo cogía duramente, el autocontrol se largó a un paseo a la luna pues tome sus caderas y marcando un ritmo lento pero fuerte, hundí en él mi miembro para sacarlo y volverlo a meter, se sentía delicioso; cómo su entrada me apretaba, era asfixiante cómo sus paredes se cerraban alrededor de mi falo adaptándose y dando una fricción tortuosa y placentera que me hacía gruñir como animal en celo, en realidad al parecer ambos lo estábamos.
Mis manos firmemente aferradas a sus caderas dejando la notoriedad de mis huellas en la piel de mi pequeño eran el apoyo perfecto para embestir con más fuerza el trasero de mi novio, de mi pareja, la cama rechinaba y golpeteaba el resistente vidrio que hacía a la vez de pared haciendo un ritmo constante que rompía el silencio de la habitación sólo amenizado por los ruidos obscenos de nuestros sexos chocando y los jadeos candentes de cada uno. Tomé la quijada de Luffy para que mirara hacia afuera.
-Mira Luffy, la ciudad te observa follar.
Él sonrió cansino y dijo:
-Mira Torao, la ciudad te observa mientras me follas.
El niñato se burló de mí y por venganza saqué mi miembro de él para luego meterlo de un sólo golpe llegando hasta su punto dulce que lo hizo gritar de placer, quedó perdido un par de segundos en aquel éxtasis momentáneo cuando repetí la acción. Para cuando se dio cuenta, su espalda se arqueaba como el arco de un violín y la sinfonía perfecta salía caliente y fresca de su garganta.
-Ahí... ahí Torao... por favor...
Sonreí triunfante, mi límite estaba cerca, y el de él ahora más y más. Retiré mi miembro lentamente y me acosté de espaldas en la cama.
-Ven aquí pequeño.
Ordené suave y él vino, entendiendo de inmediato, buscó la posición perfecta y bajó hasta mi miembro empalándose él mismo quedando a horcajadas otra vez como habíamos empezado, como él quería tenerme.
-Ahh... Torao... ahh.
Comenzó a darse de sentones, en su boca sólo habían incoherencias, gemidos, jadeos y más incoherencias, me incorporé y le abracé desde la espalda, su cabeza echada hacia atrás me dejaba acceso libre a su esbelto cuello y ataqué, mis dientes estaban por doquier y el sólo pedía más. Estaba en el límite y me estaba arrastrando junto con él, por eso una de mis manos quedó en su espalda mientras la otra bajó hacia su miembro masajeándolo, tensó sus músculos, apenas y pude tocarlo unos segundos más cuando la tibieza de su simiente cubrió mi mano y el susurro que su garganta liberó, fue conmovedor.
-¡¡Ahhhhhh Torao!!... ¡¡Te amo!!... ¡¡Joder, te amo!!
Fue tan profundo y a la vez dramático, su voz me llevó más allá de cualquier paraíso, su cuerpo demostró aquello derritiéndome dentro de él, mi miembro apretado entre sus dulces y ardientes paredes recibió el estímulo necesario y sucumbió al placer completo, el cielo en la punta de los dedos, el cielo oscuro en los ojos de quien amas.
-Luffy...Luffy...mi Luffy...te adoro... Grrrrrrr ¡Ahh!
Gruñí mi orgasmo en su oído abrazado a él como si fuese a desaparecer de un momento a otro, invadiendo su cuerpo con mi material genético, ojalá dios me oyese y dejara que Luffy realizara el milagro de la vida, por ahora respirar junto a él era suficiente, me dejé caer en la cama con él encima sin salir aún de su cuerpo, se sentía delicioso, único, mi propio edén.
-Te amo Luffy, pase lo que pase siempre te amaré, lo juro.
-Torao... lo sé.
Sonrió, me dio unos cuantos besos en el rostro, cerró sus ojos y dormitó. Vigilé su sueño por el momento, no quería dejar de verle, quería mirarle eternamente.
Luffy
-Bueno, esta noche tenemos un pedido especial de uno de nuestros invitados y que justo en esta víspera de Navidad están celebrando también su primer aniversario de matrimonio...
Oía apenas la voz del animador que había en el salón, creer que ese sujeto movía sus labios articulando mi nombre detuvo el tiempo a mi alrededor, y el bullicio de la gente ovacionando a quién sabe quién, desapareció.
"Debe ser una broma" pensé, Torao no estaría exponiéndose a ser descubierto en lugar como éste.
"¿Torao... eres tú?" Pensé dubitativamente mientras me acercaba a ese tipo, cauteloso.
Mientras más me acercaba a él, no faltaba el idiota que se interpusiera entre nosotros e impidiera que me acercara y me dejara comprobar que él era Torao, pero no lo sabría hasta que viera al fin su cara; hasta que esos grises ojos que tanto me fascinaban por fin me miraran sólo a mí. Seguí avanzando, por un momento creí que estaba soñando...
Tomó otra vez mi brazo, esta vez con suavidad y me llevó con él a la recepción del hotel, y me pidió que esperara ahí, que tenía que hacer algo y luego regresaría a buscarme.
-Confía en mí y espera aquí... regreso en un segundo... -me besó, lo que me desconcertó, pero respondí al gesto.
Los minutos pasaban y yo ya empezaba a asustarme, estaba tardando demasiado.
Empecé a caminar de un lado a otro, permaneciendo a la vista del recepcionista, en caso de cualquier cosa, podría largarme de ahí sin causar problemas.
Unos cuantos minutos más tarde que para mí fueron eternos, apareció otra vez ese chico que caminaba a prisa.
Detuve mi paseo cuando llegó hasta mí.
-Bien, ya regresé.
Subimos al ascensor, al que me llevó casi corriendo y una vez que las puertas de éste se cerraron se quitó el antifaz.
Hacía tanto tiempo que no veía su rostro y sus grises ojos, que pensé que moriría de felicidad.
No podía hablar, no podía dejar de temblar, no podía dejar de mirarlo y convencerme de que en verdad Torao estaba frente a mí y aferraba fuertemente, pero sin lastimarme, mi mano y como yo no era capaz de hacer nada, él mismo se encargó de quitarme el antifaz. No estaba seguro, pero cuando lo miré mientras bailábamos, sus ojos de algún modo me habían resultado muy familiares, su aroma, sus gestos, todo me había recordado a él, todos sus movimientos y acciones, no podía saber si era él o no en ese momento. Pero ahora que lo tenía frente a mí...
-Torao... -susurré y con mi mano libre acaricié su rostro, y él no tardó en coger mi mano con la suya.
Nos abrazamos y acariciamos, definitivamente necesitábamos sentir el roce del otro, oír nuestras respiraciones en el oído del otro, sentir el aroma del otro...
"Torao..." lo llamaba en mi mente mientras apretaba su abrigo y hundía mi rostro en su pecho "Torao... te extrañé tanto..."
Noté que me soltaba un momento sólo para presionar a toda prisa y repetidamente un botón del panel que había a un lado de las puertas del ascensor, éste comenzó subir...
Y como si su vida dependiera de ello, atrapó mi rostro entre sus manos y empezó a besarme con frenesí, con ansias y mucha ternura a la vez hasta que quedé atrapado entre su cuerpo y la pared de espejo del ascensor.
Aunque sólo fuera por un par de segundos, quería que Torao me tuviese entre sus brazos... nuestros besos se volvieron apremiantes, tanto que pronto se nos escapaban leves gemidos mientras nos besábamos. Hacía mucho tiempo que no me sentía así de feliz. Desde que mi Torao se había ido hacía unos meses, me había sentido tan aterrado de pensar que quizás hubiera muerto... pero ahora estaba viéndolo, mi Torao seguía vivo. Estaba un poco más delgado desde aquella vez que su cuerpo bien cuidado y marcado había estado sobre mí mientras me devoraba. Eso lo noté al introducir mis manos bajo su camisa.
"Está más delgado de lo que recuerdo" pensé entre jadeos mientras nos separamos para poder respirar.
No dijo nada, y me sonrió, aún con nuestras respiraciones agitadas.
No podía resistirme y volví a arremeter contra su boca que al instante respondió al beso. Podía sentir su lengua en mi boca, la que invitaba a empezar un juego sobre quién gobernaría la cavidad de quién.
Pero los besos no estaban siendo suficientes para mí, mi cuerpo quería algo más que sólo besos. Mi cuerpo estaba pidiendo a gritos que fuese acariciado por Torao, que fuese tomado por él y que me hiciera perder la cordura como en aquella ocasión.
Torao se apartó de mí una vez más cuando el timbre del ascensor nos anunció que habíamos llegando al nivel que él había marcado en el tablero.
-Ponte el antifaz otra vez Luffy, no sabemos con quién nos podemos encontrar.
Apenas y habíamos terminado de ocultar una vez más nuestra identidad y nos arreglábamos un poco nuestra ropa, cuando las puertas del ascensor se abrieron. Torao tomó mi mano y salimos prácticamente corriendo de él.
Allí estaba la muchacha que se había acercado a mi Torao hacía unos momentos. Se quedó mirándolo y la miré tratando de entender qué era lo que pasaba.
Para ser honesto, no sabía qué estaba pasando en ese momento por la mente de Torao... y ni siquiera me preocupé por ver cómo estaba decorado el corredor, sólo noté que la sonrisa que Torao le había dirigido a aquella mujer era más bien una mueca burlona, decidí dejar de pensar en ello. En lo que a mí concierne sólo quería estar al fin solo con él.
Llegamos ante una puerta, en la que ponía seiscientos veinte. Ya no aguantaba más, estaba tan ansioso que si Torao no hubiese abierto la puerta a tiempo, me habría lanzado contra él allí mismo.
-Torao... -dejé escapar de mi boca.
Definitivamente, no podía esperar más. Me lancé a sus brazos cual depredador encontrando a su presa, sin permitirle siquiera que encendiera la luz de la habitación. El sufrimiento que había estado albergando en mi corazón durante estos meses de soledad, se fueron al diablo cuando mis labios dieron con los suyos.
Prácticamente le arranqué su ropa sin siquiera poner atención a dónde caía, tal como él hacía conmigo sin dejar de besarnos y sin dejar de reclamar lo que nuestros cuerpos nos pedían. Fui guiado hasta la cama donde él quedó sobre mí, y la que era iluminada sólo por la luna y los postes del tendido eléctrico de las calles. Aunque el mundo entero se opusiera, esta noche era de mi Torao y mía, sólo nuestra.
El calor poco a poco se apoderaba tanto de nosotros como de la habitación, y tanto mi cuerpo como el de mi amado estaban completamente desnudos y bañados en sudor, que a la luz que provenía de las calles les daba un brillo perlado y dorado. Lo oía gemir placenteramente y eso estaba acabando con mi paciencia. Era hora de que le demostrara que yo también podía hacerle sentir tanto placer como él me había hecho sentir antes de marcharse de mi lado.
Me abalancé sobre Torao quedando a horcajadas sobre él. Por lo visto me había subestimado. Su cara de sorpresa me decía que no esperaba que hiciera aquello.
Me quedé quieto unos instantes, saboreando esa vista que Torao me ofrecía, que aunque era de asombro, me empezaba a gustar.
Empecé dejando caer mis besos en su boca y poco a poco comencé a descender por su cuello, dando pequeños mordiscos y marcando levemente con mis uñas su cuerpo. Simplemente estaba marcando lo que me pertenecía por derecho. Si alguna vez a alguien se le pasaba por la mente coquetear con mi Torao, mis marcas le darían a entender que ya tenía dueño y que ése era yo.
Sin querer mordí con algo de brusquedad su cuello y él soltó un jadeo de excitación. Sus manos que habían estado en calma subieron hasta mis hombros para empezar a descender por mi espalda lentamente hasta que se posaron en mi trasero, el que estrujó suave y placenteramente logrando arrancarme gemidos excitantes.
Sin embargo, esta vez no le permitiría que me sometiera a su voluntad. Esta vez le demostraría que yo, Monkey D. Luffy, venía a buscar lo que me había arrebatado.
Volví a arremeter en su cuello y mi lengua se paseaba delineando aquel tatuaje que cubría todo su pecho, al que también di suaves mordidas. Literalmente estaba "comiéndome" a besos y mordidas a Torao. Continué con mi descenso, hasta llegar un poco más abajo de su cintura, con la que chocaba mi irregular y acelerada respiración.
Volví un par de veces a su pecho, recorriendo con mis manos y con mi boca cada rincón de su cuerpo para dejarle en claro que estaba dispuesto a aprenderme su anatomía de memoria.
Miré su entrepierna, al sentir el roce de su hombría en mi trasero, su "amigo" había despertado hacía un buen rato, sólo que ahora estaba aún más despierto.
Lo empujé lentamente sobre la cama y mi boca dibujó un camino desde su clavícula hasta su entrepierna.
-Luffy amor, no es nece... ¡Aahh! -Me dijo tratando de detenerme sujetándome por los hombros.
Lo miré dándole a entender que siempre hacía lo que quería, que cuando algo se me metía en la cabeza nada ni nadie podía hacerme cambiar de parecer.
Comencé a lamer su entrepierna desde la base hasta la punta y Torao no dejaba de soltar gemidos que para mí eran la melodía más hermosa que había oído en mucho tiempo. Quería que disfrutara de esta noche, y que ambos olvidáramos sólo por un momento al menos, que tendríamos que separamos una vez más.
Devoré su hombría por completo, asegurándome de lamerla placenteramente. No tardó en llevar una de sus tatuadas manos hasta mi cabello y comenzar a marcar un ritmo en concreto.
Sus gemidos subían gradualmente su volumen. Estaba tan concentrado en lo que hacía, que no noté cuando sus manos me empujaron con algo de brusquedad, apartándome de su cuerpo para buscar mi boca que de algún modo estaba ansiosa...
Me mordías de manera suave, tu lengua ya había dominado por completo mi cavidad y lamias exquisitamente mis labios cada vez que introducías tu lengua y tus manos que masajeaban y tocaban con tanta lujuria mi cuerpo hacían que me estremeciera...
De pronto me vi de cara a las almohadas y sentí que algo húmedo recorría mi espalda, cerré por impulso fuertemente mis ojos...
Sentí sus manos llegar a mi trasero, pude notar que separaba mis nalgas y humedecía aquella zona. Por un momento, sólo por un momento, me aterré, me asusté, porque aquel recuerdo de lo que había pasado con Mingo no desaparecía por completo de mi mente. No pude evitar dejar escapar unos gemidos que resonaron por toda la habitación y cuando le sentí entrar en mí uno de sus dedos, apreté fuertemente las sábanas mientras arqueaba mi espalda. Simplemente aquel recuerdo no me dejaba en paz, no se iba de mi mente.
-Soy yo Luffy, Torao, tu dueño mírame... -susurró en mi oído.
Me giré un poco sólo para confirmar que en verdad era él, mi Torao. Asentí con la vista algo nublada por algunas lágrimas que no escaparon de mis ojos y que mi Torao no vio, era verdad. Esta vez, yo estaba de acuerdo con esto, y lo había estado deseando desde que habíamos subido al elevador.
-Pues recuérdalo siempre, yo marcaré tu cuerpo para que jamás lo olvides.
Mordía suavemente mi cuello, eso dejaría marcas cuando despertara al día siguiente.
Descendió otra vez por mi columna, depositando besos y marcando cada parte de mí, hasta que una vez más llegó a mi trasero. Entonces aquellos pensamientos sobre Mingo desaparecieron.
Era tanto el placer que Torao me hacía sentir que mi cuerpo se estremecía entre sus brazos, cada intromisión que hacía con su lengua causaba tales espasmos que me hacía daño de tan apretadas que tenía las manos.
"¡Maldición, se siente demasiado bien!"
Estaba empapado en sudor y estoy seguro de que Torao también aunque no podía ver su rostro pero una de sus tatuadas manos empezaba a ascender por mi pecho, y un par de dedos se dejaron caer sobre la comisura de mi boca. Había entendido al instante aquella acción, mientras notaba que una vez más Torao se encimaba sobre mí. Lamía una vez más mi cuello y dejé de obedecer su petición e introduje sus dígitos en mi boca mojándolos completamente. Cerré mis ojos una vez más y sonreí petulantemente. Era hora de empezar a jugar con mi Torao.
-Me estás retando mocoso y te a saldrá el tiro por la culata, te haré rogar... -me decía mientras yo seguía con mi petulante y arrogante sonrisa. De algún modo, que me hablara tan autoritariamente, era excitante.
Empecé a reír, pero casi de inmediato mi burlesca risa se transformó en un prolongado "O" de asombro y de placer cuando sus dedos entraron en mí.
"No obtendrás mis suplicas tan fácilmente" Pensaba mientras movía sus dedos en mi interior. Se suponía que era yo quien quería jugar un poco con él, pero por lo visto las cosas estaba saliendo tal y como él lo había planeado, era él quien jugaba conmigo cada vez que la punta de su sexo tocaba deliciosamente mi entrada, torturándome, pero no le rogaría, no aún.
Pero la excitación estaba haciéndome perder la calma, mi cuerpo estaba pidiendo que entrara de una vez en mí, lo necesitaba. Necesitaba sentirme uno solo con él. Maldición ya no podía con tanto placer.
-Torao, por... favor, por favor... -era imposible no rogarle, estaba enloqueciéndome.
Su respiración un tanto agitada rozaba mi oreja al mismo tiempo que me respondía con esa voz tan grave y ese tono tan propio de él sin mencionar la arrogancia con la que lo hacía.
-¿Por favor qué, Luffy?... Dilo.
Su arrogancia simplemente no tenía remedio, pero admito que esa era una de las cosas que más me fascinaba de mi Torao.
-¡¡Por favor....ya no lo soporto... entra en mí... !! -Dije fuerte y claro. Y tal como él había previsto, me tenía bajo su cuerpo de cara a la cama y rogándole que me penetrara.
Lo hizo. La dura y palpitante hombría de Torao lentamente entraba en mí. Dolía un poco pero no dije nada, no quería preocuparle y aunque mi cuerpo era de goma, aquella parte de mí era como la de cualquier ser humano. Muy estrecha.
Traté que mis gemidos sonaran más placenteros que dolorosos. Sé que lo hacía con cuidado y que estaba luchando por no lastimarme porque se quedó quieto unos minutos. Pronto el malestar desapareció, mi cuerpo no tardó en acostumbrarse a aquella intromisión. Casi no hablábamos. Decidí romper aquel extraño silencio que surgía entre los dos.
-Muévete maldición, te necesito, quiero sentirte fuerte dentro de mí. -No podía negar que me encantaba darle órdenes algunas veces, y ésta era una de esas oportunidades.
"¡Maldición!" me dije mentalmente cuando empezó a embestirme duramente. No lograba verlo, pero estaba seguro que su miembro entraba y salía entero de mí y eso estaba poniéndome realmente "caliente" para darle un nombre a la sensación que estaba sintiendo y oírlo gemir de esa manera hacía que me estremeciera completamente.
Sujetando fuertemente, pero sin lastimarme mis caderas, se ayudaba a entrar más profundo en mí.
Era incapaz de levantar la mirada al ventanal que teníamos justo enfrente. Estaba tan excitado que no era capaz siquiera de mantenerme en esa posición, mis fuerzas flaqueaban de tanta adrenalina carnal... sólo miré al frente cuando una de las manos de Torao tomó mi quijada y me obligó a mirar por ella, no sin antes susurrarme al oído:
-Mira Luffy, la ciudad te observa follar.
Como pude me volví a mirarlo un vez más con una sonrisa de suficiencia y arrogancia.
-Mira Torao, la ciudad te observa mientras me follas. -Respondí jadeante y falto de aire en mis pulmones. Este hombre con el que sólo había soñado esta clase de escenas, estaba llevándome directamente al cielo.
No alcancé siquiera a regirme de él, cuando sacó por completo su miembro de mí, para luego introducirlo de una estocada tan profunda que cuando lo noté, mi espalda formaba un perfecto arco al tiempo que soltaba un grito de placer como no había salido la noche en que lo habíamos hecho al fin.
-Ahí... ahí Torao... por favor.
Estaba en mi límite; de un momento a otro me vendría, pero Torao seguía torturándome. Esta vez salió por completo de mí, lo que me sorprendió porque pensé que acabaría dentro.
-Ven aquí pequeño -me dijo cuando lo vi recostado sobre la cama. Era la segunda vez en toda la noche que veía su rostro. Pero en esta ocasión su rostro lucía excitado y arrogante, más de lo normal. No me hice de rogar y monté sobre él. Estaba dándome total control esta vez.
Tomé su miembro que aún seguía duro y me penetré bajando por su falo de manera lenta pero profunda. No era capaz de soltar una sola palabra razonable o entendible. Sólo escapan de mis labios gemidos de placer. Torao no resistió mucho sobre la cama y se sentó conmigo aun montándolo. Su rostro se hundía en mi cuello mientras su sexo se enterraba hasta el fondo. Seguramente notó que aquella posición hacía que me doliera la espalda debido a la fuerza que debía aplicar para mantenerme, porque una de sus manos empezó a subir por mi espalda haciendo de soporte para mí, mientras la otra masajeaba mi miembro, lo que provocó que me aferrara a él de manera desesperada y aunque esperaba que Torao se viniera primero, fui yo quien terminó humedeciendo su mano y quien dejó escapar otro fuerte grito de placer.
Ambos respirábamos de manera entrecortada mientras nos devorábamos la boca del otro. Entonces Torao se dejó caer sobre la cama conmigo aún sobre él y rodeando su cuello con mis brazos...
-Te amo... -dije aún jadeante- joder, te amo Torao...
-Luffy... Luffy... Mi Luffy... Te adoro... ¡Ahh!
Me abrazó dando un pequeño gruñido en mi oído que de algún modo me causó algo de risa, pero la contuve, no quería arruinar el momento. Estar así era una de las cosas que siempre disfruté con él.
-Te amo Luffy, pase lo que pase siempre te amaré, lo juro.
Abrí desmesuradamente mis ojos, que había cerrado cuando se dejó caer sobre la cama junto conmigo. Mas me pareció como una súplica, como si a alguien le rogara que le dejara amarme hasta que su vida llegase a su fin... eso realmente me tomó por sorpresa.
-Torao... lo sé-le dije sonriendo y dejando caer castos besos en su rostro y cuello, para luego mirarlo unos momentos. Amaba perderme en esos ojerosos y grises ojos, mientras mi mano acariciaba su rostro y apartaba unos mechones de cabello de su rostro sudoroso.
Estaba cansado, podía estar seguro de que ambos lo estábamos pues nuestras respiraciones aún estaban agitadas.
"¿Cómo hago para dejarte ir otra vez?" Me dije. Sabía que teníamos que separarnos una vez más. Seguramente Makino habría venido a buscarme hacías unas horas, sin embargo me pregunté qué habría hecho al no encontrarme. Era increíble que eso estuviera preocupándome ahora después de toda la acción que había tenido con Torao pero aun así me preocupaba.
El sueño poco a poco fue venciéndome y dejé caer mi cabeza sobre su pecho, el que subía y bajaba cansado. Cerré los ojos un momento, sin embargo no los volví abrir hasta después de unas cuantas horas...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top