Capítulo 21

 Al ingresar al lujoso hotel, la pareja estaba empapada, tenían frío y sus manos no las sentían. Sofía rápidamente se dirige al mesón e informa sobre su reserva, paga la habitación, solicita servicio de lavandería y cena en la suite.

Mientras subían por el ascensor, ella miraba sus manos, puesto que le dolían, para descubrir que sus dedos estaban quedando azulados, a pesar del calor que entregaba la calefacción que tenía ese hermoso hotel.

— Sofía, entra primero al baño y sácate esa ropa, toma una ducha con agua caliente — dice Jorge al verla tiritar por el frío.

Al ingresar a la Suite, encontraron bolsas de lavandería y batas con pantuflas en una mesa que tenía bellos sofás.

Sin tardar, Sofía toma una de las batas con las pantuflas, y se dirige al baño, en donde Jorge había dejado el agua correr para que esté tibia.

Cuando ella ingresó a la ducha, sentía que le dolía el cuerpo por el cambio de temperatura, pero de a poco, comenzó a experimentar alivio. Trató de darse un baño rápido, ya que Jorge debía sentirse igual, a pesar de querer estar ahí por unos minutos más. Cuando sale del baño, deja el agua correr.

— Jorge pasa. Deja tu ropa en la bolsa y me la entregas por la puerta para que se la lleven.

Jorge asiente, tenía los labios morados y tiritaba de frío. Al ingresar al baño, se sacó rápidamente la ropa y se la entrega a Sofía por la puerta, para luego ingresa a la ducha.

Cuando Jorge salió del cuarto de baño, Sofía estaba sentada a la mesa, con una deliciosa cena servida.

— Toma algo caliente, pedí sopa — invita Sofía, que estaba vestida con la bata y pantuflas, al igual que él.

— La temperatura aquí es agradable, ya no tengo frío.

— Yo tampoco, pero se escucha tan feo afuera, que agradezco ya no estar en la calle.

Jorge enciende el televisor para ver las noticias mientras cenaban. El periodista muestra el viento haciendo estragos, donde algunas hojalatas de los techos, salían disparados.

— Bueno, al menos no volamos nosotros — da un suspiro Jorge.

— Sí, creo que el clima celebró con nosotros nuestro aniversario — comenta con un tono bajo Sofía.

— ¿Por qué lo dices de esa manera? ¿No queríamos una aventura romántica hoy? Batallamos contra la tempestad y ahora estamos en una hermosa habitación, de un lujoso hotel, cenando en bata y pantuflas. — carcajea Jorge al mostrar una de sus piernas desnudas por el lado de la mesa, meciendo su pantufla.

— Tienes razón, no lo vi de ese modo — ríe Sofía.

Estaban terminando de cenar, y Jorge comienzan a cambiar los canales del televisor, para ver si estaban trasmitiendo una buena película.

Súbitamente, todo queda a oscuras. La electricidad se había ido, y solo se quedaron con el sonido del viento y la lluvia que golpeaba con violencia las ventanas.

— ¿Qué hacemos ahora?, ¿Crees que llegue la electricidad pronto? — pregunta Sofía.

— No, con este viento, lo más probable es que se cortaron los cables del alumbrado. Lo van a reponer quizás mañana.

— Podríamos ver vídeos en los celulares. Aún es muy temprano como para ir a dormir. — Sofía se dirige a la cama, alumbrada con la linterna de su móvil.

— Sí, hagamos eso, pero me queda poca batería, ¿tienes el cargador?

— Sí.

Ella comienza a buscar en su bolso, pero ambos estallan en carcajadas al ver lo ridículo de su acción, porque sin electricidad, no podrías recargar los celulares.

Se quedaron recostados en la cama, cubiertos por las frazadas, ambos teléfonos se habían quedado sin batería después de unos minutos, así que los novios charlaban, escuchando como el viento seguía azotando la ventana. La penumbra que los envolvía no los dejaba verse y no entraba luz de la noche por las ventanas, debido al clima.

— ¿Crees que se rompa ese vidrio? — pregunta Sofía.

— No lo creo.

Jorge se acerca a su novia para besarla, pero no logra ver en donde estaba, así que comienza a tantear en la oscuridad, hasta alcanzarla y tocar su hombro, retirando rápidamente la mano.

— Perdona. Pensé que era tu hombro...

— Eso no era mi hombro — ríe Sofía, acercándose también a él en la oscuridad.

— Sí, ya me di cuenta de que era más blandito.

— Esta sensación, es como estar ciego, por más que trato de abrir los ojos, no veo nada.

Sofía siente que su novio buscaba sus labios, así que ella lo busca también, para que puedan besarse, permaneciendo así por un largo momento.

Sofía sentía la mano de Jorge que estaba en su espalda, la acariciaba con delicadeza e intentaba tocar uno de sus pechos, pero sabía que él se resistía por el pudor, así que, abre su bata por la mitad y dirige la mano de su novio para que no tenga miedo, lo que él deja escapar un suspiro de satisfacción al hacerlo.

Luego de un momento, entre besos y las caricias de Jorge, este lentamente comienza a bajar su mano para abrir completamente la bata de Sofía, pudiendo así tocar la piel de sus caderas, hasta llegar a su secreto entre las piernas.

Sofía, también deseaba poder tocarlo, así que abre de su bata para acariciar su pecho, sintiendo como la piel de Jorge se erizaba y cada vez su corazón palpitaba con más fuerza.

De hace mucho tiempo habían tenido el deseo de estar en una situación como esta, pero la inseguridad de ambos, impidieron que llegarán a concretar ese momento. Ahora, en la oscuridad de aquella habitación, les ayudaba a romper nuevamente aquellas barreras en su relación, para pasar a un siguiente nivel.

Ya no tenían miedos, ni preocupaciones. Ambos se acariciaban, disfrutando del tacto de su pareja, los que les hizo mover las caderas de forma involuntaria. Jorge corta el silencio, para hablar con una voz ronca.

— Sofía... me muero de ganas por hacerte el amor.

— Yo también...

— ¿Estás segura?

— Si

Ambos se despojaron de sus batas y Jorge se posiciona encima de ella, para acomodarse en aquel cuerpo femenino que le recibía, moviéndose de manera lenta para no lastimarla.

Sofía no podía creer que por fin esto estuviera pasando. Siempre lo imaginó, pero ahora era real, abrazando a su novio cuando él finalmente se aloja en su interior. Por un momento, ella no sabía si dentro de su mente lo estaba exagerando o si también era la realidad, pero cada vez que su novio se movía, ella más se expandía, hasta llegar a un punto en el que no podía ocultar su respiración, ni los pequeños gemidos asombrados que comenzó a dar.

Sin dejar de moverse, Jorge sabía que algo le ocurría a Sofía.

— ¿Pasa algo malo? ¿Te duele?

— No es eso... es que... no es nada... — responde avergonzada. Estaba agradecida que él no pudiera verla.

— Puedes decírmelo, ¿estás incómoda?

Sofía, con una voz casi inaudible, responde.

— Es que... eres muy grueso...

Jorge lanza una pequeña risita nasal.

— Tranquila, trataré de ir despacio.

Mientras se besaban y acariciaban, Sofía se había acostumbrado al tamaño de Jorge y lo disfrutaba, puesto que le estimulaba completamente su punto más sensible, sin necesidad de tocarse, lo que, al aumentar la velocidad del movimiento, comenzó a presionar los puños para no terminar tan pronto, pero las caricias de su novio, los besos apasionados y la respiración agitada de él, pudieron más que sus pensamientos y rápidamente llegó al éxtasis.

Jorge sentía el placer de Sofía al contraerse, presionándolo y aumentando su humedad. Aquello lo alegra y halaga, puesto que ella lo disfrutaba, así que le habla con una voz suave y juguetona.

— ¿Qué fue eso?

— Perdona, no pude contenerme.

— Amor, voltéate. Aún quiero continuar...

Se aleja un poco para que Sofía pueda darse la vuelta. Al hacerlo, toma una de las almohadas de la cama y la coloca bajo de su vientre, para volver a recostarla y que ella mantenga una postura con las caderas elevadas. Al poseerla nuevamente, besaba su espalda, cuello y con ambas manos tocaba sus pechos.

En la habitación, se escuchaba el golpe del viento sobre el vidrio, la lluvia y el sonido húmedo que producía los cuerpos de Sofía y Jorge, acompañado de suspiros, respiración entrecortada y suaves gemidos.

Sofía lo estaba disfrutando de sobremanera, se sentía pervertida y erótica, así que comienza a moverse también, lo que pronto la haría llegar al orgasmo nuevamente, pero en esta oportunidad, sentía que Jorge la acompañaría.

Cuando terminaron en una oleada de placer, ambos estaban extasiados, agitados y felices. Jorge no podía dejaba de tocar el cuerpo de Sofía y respirar en su cuello, sintiendo tanta felicidad al saber que la había ello su mujer.

— Te amo... te amo demasiado — Se lo dice Jorge, susurrando a su oído.

— También te amo, más de lo que te imaginas.

— ¡Ah! Mi preciosa Sofía...

— Creo que ahora, ya no le podrás decir a tu abuelita que no hacemos eso.

Ambos ríen y se vuelven a acomodar en la cama, para poder abrazarse y descansar en los brazos del otro.  

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top