• Parte 2 de 2 •

Osamu se consideraba una buena persona.

Por supuesto, lo era dentro de lo que cabía al nacer del mismo líquido amniótico que lo hizo Atsumu, pero estaba seguro que no realizó suficientes cosas malas en su vida para que le ocurrieran estas mierdas.

¡Osamu! —escuchó en eco la voz de su madre mientras se le paralizaba el corazón—. ¡Tuvimos que volver antes de lo planeado! ¡Tu hermano se enfermó en el camino!

Tu hermano. Atsumu. El mismísimo diablo.

Porque luego de que Osamu y Suna se vistieran a duras penas, correteando por todo el cuarto para esconder el lubricante y los condones, o para apagar la playlist romántica, los lloriqueos de Atsumu al otro lado le confirmaron lo que estaba sospechando.

Diarrea.

A su estúpido hermano le había dado diarrea en el día que Osamu planeaba perder la virginidad.

Si eso no significaba ser odiado por los dioses, entonces Osamu no tenía idea de qué lo sería. Ya podrían habérselo llevado al cielo si lo que planeaban era seguir torturándolo de esa forma.

Mientras Atsumu destrozaba el baño del piso de abajo, Osamu y Suna se agazaparon en la cama para debatir qué diablos hacer a continuación. No aguantó mucho en esa posición, ya que Osamu se levantó para comenzar a vagar por el cuarto mientras se frotaba el cabello.

—Ya cálmate —dijo Suna, relajado—, diremos que solo estábamos estudiando, y ya. Somos dos hombres. No tienen por qué sospechar nada extraño de lo que estábamos haciendo. No homo, y todas esas cosas.

—Rin —suspiró Osamu. Se recargó sobre una de las paradas—, es exactamente porque somos dos hombres que mis padres van a sospechar.

¡Osamu! —volvió a hablar su madre desde abajo—. ¿Estás ahí? ¡Ve a ver si tu hermano está bien!

Oh, sí. Lo único que a Osamu le faltaba. Ser la niñera de su gemelo con diarrea.

Qué vida más maravillosa le había tocado.

—¿Y si te tiro por la ventana? —preguntó Osamu—. Es solo un piso, no creo que te haga daño.

Suna arqueó una de sus cejas. Aunque parecía estar considerando seriamente aquella propuesta, Osamu no sabía si sería del todo capaz para lanzarlo por la ventana.

¡Osamu! —continuó su madre con un chillido—. ¡Más te vale no estar durmiendo cuando dijiste que debías estudiar! ¡Voy a subir...!

Osamu entró en pánico. Abrió la puerta para asomar la cabeza, y se dispuso a gritar a su progenitora para que se relajara:

—¡Ahí voy! —Osamu tosió—. ¡Es que justo estaba terminando un tema! ¡Bajaré enseguida!

¡Yo estoy bien, gracias! —escuchó un lloriqueo proveniente de alguna parte de la planta baja—. ¡Samu...! ¡Por favor tráeme papel!

¿Papel? Atsumu sí que tenía las pelotas para pedirle algo como eso después de arruinar su velada. Ya podría agradecer de que no le llevara un trozo de lija para que limpiara su desastre.

Osamu se regresó hacia Suna. Ambos compartieron una mirada abatida —la respuesta estaba más que clara.

Podría haber escondido a Suna en su cuarto, pero si Atsumu estaba enfermo, su madre se aparecería a cada rato por la habitación. No. No tenían mucha más solución que la única que se les cruzó por la cabeza.

—Diremos que estábamos estudiando juntos, o que no podías terminar un trabajo y te apareciste de repente. En ese caso, no es como si nos hubiéramos organizado para que llegaras.

Suna dio otro largo suspiro. Encogió los hombros, dando a entender que aceptaría cualquier idea que tuviera Osamu. No era la clase de persona que le gustara pensar demasiado —a menos que estuvieran en una cancha de voleibol.

Por supuesto, para Suna aquella situación no era la gran cosa. No eran sus padres de los que estaban hablando; y que, para colmo, eran mucho más abiertos y comprensivos que los Miya.

—¿Me recuerdas por qué no decidimos coger en tu casa? —inquirió Osamu mientras abrían la puerta de par en par para asegurarse que no estuviera nadie a la vista.

Se escuchaba abajo el ajetreo de sus padres en la cocina. Posiblemente estuvieran dispuestos a preparar algo de arroz para las dolencias de Atsumu.

Osamu ya se encargaría de meterle los intestinos de regreso al cuerpo de una patada. De momento, tendría que sobrevivir al hecho de sacar a Suna de la casa.

—Si vemos que no hay nadie en la entrada, te haré salir en silencio y aquí nada pasó —siguió diciendo Osamu, pero de pronto frunció las cejas—. Pero ya no tienes el pito parado, ¿no?

Suna soltó un pequeño gruñido. Enseñó su propia entrepierna, totalmente flácida, y luego a la de Osamu que se encontraba de la misma manera.

—¿Te crees que el susto de tus padres llegando y tu hermano cagándose en el baño podrían mantenerme caliente, Samu?

Buen punto.

Osamu no podía discutir contra esa lógica.

Hizo una seña con la cabeza para sacar a Suna del cuarto, y los dos se alejaron en puntillas desde su cuarto hasta la entrada, suplicando que las escaleras no decidieran crujir a último minuto.

Sus padres discutían algo en la cocina, y del baño se seguían escuchando lamentos. Cuando creyó que serían victoriosos, Osamu pisó con la punta de su pie descalzo una madera que crujió como si tuviera mil años de vida.

La cabeza rubia de su madre apareció por el marco de entrada de la cocina cargando un rollo de mullido papel higiénico. Osamu no tuvo tiempo de salir huyendo como una rata.

—¡Hasta que te decides aparecer, Osam-...! Oh —Los ojos de su madre pestañearon varias veces cuando descubrió a la persona detrás de su hijo menor, a quien le sonrió casi al instante—. ¡Rintarou! ¡No sabía que estabas aquí! Osamu no me dijo nada...

Dio una mirada furibunda a su hijo por no habérselo dicho, o tal vez por permitirle gritar sobre los problemas intestinales de su otro hijo como si no hubiera invitados en la casa. Posiblemente fuera la segunda.

—Hola, señora Miya —Suna dio una pequeña reverencia—. Si es por Atsumu en el baño, no se preocupe. Ya lo ha hecho en mi casa, también.

Osamu tuvo deseos de regresar arriba y lanzar a su novio por la ventana. Su madre palideció por la vergüenza de que sus hijitos preciosos fueran expuestos como unos inmundos que no podían controlar sus intestinos.

Después de un corto silencio a causa de aquel comentario, y en el que su madre le hizo una mueca interrogativa que señalaba hacia Sunarin, Osamu tuvo que tomar la palabra tras carraspear un poco. Se ahogó con su propia saliva, sin embargo; así que la tos duró más de lo esperado.

—Sunarin tenía unas dudas sobre los exámenes y trabajos finales, mamá —Osamu volvió a aclarar su garganta ya que seguía molestándole—. Se vino hace un rato porque sabía que estaría en casa estudiando, también.

—Así es —confirmó Suna con varios asentimientos para dar énfasis—. Justo tenía problemas en una asignatura a la que Samu le va bien, así que pensé que podría ser de ayuda...

Osamu quiso golpearse en la frente. Aquella era la mentira más ridícula del mundo.

¡En ninguna puta asignatura le iba lo suficientemente bien como para que pudiera ser tutor de alguien más!

En realidad, no le iba bien en ninguna asignatura. Y punto.

—¡Oh! —exclamó su madre como si fingiera creerse todo lo que estaban diciendo ese par de mentirosos—. ¿Y qué estaban estudiando?

—Matemáticas —contestó Sunarin.

—Geografía —dijo Osamu sin pensárselo mucho.

Su madre hizo una mueca cómo si les pidiera una explicación, mientras que Osamu y Suna compartían una mirada sorprendida al haber sido atrapados en su mentira.

¿Matemáticas? ¿Era en serio?

¿Qué tan poco podía conocerlo su novio como para soltar matemáticas como la asignatura en la que Osamu debía ayudarlo?

—Estudiamos matemáticas juntos, y después le ayudé en geografía —se atajó Osamu con un leve tartamudeo—. Me estuvo yendo bien en los últimos temas.

Su madre arqueó ambas cejas hasta el infinito.

—¿Ustedes dos no estarán mintiendo y se juntaron para jugar a esa consola del demonio, no...?

—¡No! —contestaron al unísono, pero aquello se escuchó todavía más sospechoso.

Osamu dio un pisotón a Suna para que cerrara la boca. Su novio, a su lado le pellizco en la parte carnosa de la cintura por haberlo hecho.

—Mamá, te juro que estuvimos estudiando —dijo Osamu, cansado, tratando de verse casual—. Solo íbamos a jugar a la consola después del estudio. E iban a ser una o dos partidas.

Si quitabas la palabra consola, entonces Osamu no estaba tan errado al decir que iban a jugar. Solo que no ocurriría después del estudio, ni tampoco antes: sería durante toda la jornada.

Su madre miró del uno al otro. Dio un último suspiro, agotada. Tendió entonces el rollo de papel higiénico contra el pecho de Osamu y le hizo una seña para que se marchara.

—Ve y llévale eso a tu hermano —masculló ella—. Rintarou, cielo, ¿te quedas a cenar? Te prometo que no te daré el arroz aburrido y desabrido que haré para Tsumu.

—Eh...

—¡No seas tímido! Quédate a comer con los locos Miya, te prometo que no mordemos —bromeó su madre, y se acercó hasta Suna para tironear de su brazo entre risas. Se puso seria cuando volvió a dirigirse a su hijo—. Y tú, apresúrate que tu hermano se debe estar asfixiando en ese baño...

Suna casi le pidió perdón con su gesto, pero se alejó hasta la cocina siendo tironeado por la única mujer Miya de la familia. De su padre no había ni señales. Atsumu seguía llorando en el baño.

Osamu, enfurruñado, se dirigió hasta ese lugar para entregarle el rollo de papel. Ni siquiera se molestó en tocar la puerta, pero se arrepintió al instante —no tenía ganas de retener la imagen de su hermano sentado en el inodoro y sufriendo.

—¡Eh! —masculló Atsumu mientras se agazapaba sobre sí mismo con sus piernas desnudas—. ¡No entres, estúpido Samu!

—Te he visto en situaciones más penosas que estas, ya déjate de joder —gruñó Osamu, pero sí consideró salirse en cuanto sintió los aromas que provenían del cuarto de baño. Se tapó la nariz al instante, y su voz se escuchó más nasal—. Eres una amenaza. Debí cometerte en el vientre materno cuando tuve la oportunidad.

—¡C-cállate! ¡Todo esto es tu culpa! —Atsumu se retorció en cuanto su estómago hizo un ruido raro. Antes de que Osamu se dispusiera a abandonar el baño, le dio un manotazo para quitarle el rollo de papel—. ¡Y ya dame esa maldita cosa!

Osamu prácticamente se lo arrojó con tal de salir de ese asfixiante lugar. Dio una inmensa bocanada de aire cuando lo hizo, pero se recargó contra la puerta del baño y se dejó caer por la misma.

Estaba agotado.

No se había dado cuenta que todo el ajetreo y los nervios por hacer desaparecer a Suna de la visión de sus padres le hizo segregar mucha adrenalina. Eso, sin mencionar el cansancio provocado por la ansiedad de perder la virginidad, y el recuerdo de Suna acariciando o besando cada cumbre de su cuerpo.

Atsumu debió darse cuenta de sus sentimientos, porque luego de que tirase de la cadena del baño, escuchó un golpe seco del otro lado de la puerta. Le recordaba a las veces que su madre castigaba a uno de los dos metiéndolo en el baño a oscuras —el otro gemelo solía apoyarse al otro lado de la puerta para hacerle compañía y recordarle que estaban allí. Juntos.

Siempre juntos.

—Tsumu, ¿se puede saber qué mierda pasó? —inquirió Osamu ya abatido—. La cosa estaba yendo tan bien... todavía no se me había caído el pene de los nervios...

Ya, pero, ¿estuvo bueno? ¿Al menos lo que duró? ¿No llegaste a meterla? ¡Eres una tortuga!

—Oye, cállate tú —Le gruñó a su hermano—. Recuerdo que en tu primera vez no conseguiste mantener al soldado en batalla ni siquiera tres minutos.

Atsumu dio otro largo suspiro al otro lado de la puerta antes de seguir.

Fue porque me comí tus profiteroles —confesó Atsumu—. No sé qué mierda hiciste, pero creo que les echaste sal en lugar de azúcar. Imagínate echarle trescientos gramos de sal a un producto de repostería. Me lo comí de un solo bocado.

—¿Qué? —preguntó Osamu visiblemente confundido. Sacudió la cabeza—. Eso no puede s-...

Sin embargo, se cayó la boca. Había preparado todos esos postres en un intento de calmar su ansiedad en plena madrugada. Tenía sueño. Tenía nervios. Ni siquiera tenía idea de lo que estaba haciendo; solo trabajaba en automático.

Se mordió la lengua al pensar que preparó todo eso para Suna. ¿En dónde diablos estarían si Suna se los hubiera comido...?

Aun así, ocupó el momento para reclamar a Atsumu.

—Te dije que no te los comieras, estúpida rata —soltó—. Eso se llama karma.

¡Eh! ¡Que tenía hambre! —chilló Atsumu—. ¡Y créeme que aprendí la puta lección...! Maldita sea, Samu, tengo una cita con Omi esta noche...

—Y yo tenía una cita con Suna esta tarde, pero aquí estamos —dijo Osamu—. Supongo que estamos a mano, hermanito.

Atsumu rezongó algo inentendible, pero fue porque su madre les pegó un grito desde la cocina.

¡Osamu! ¡La comida ya está lista! —exclamó ella—. ¡Asegúrate de traer a tu hermano!

Traer a tu hermano. Como si estuviera incapacitado, o algo por el estilo. Osamu soltó un gruñido, y volvió a tocar la puerta del baño.

—¿Estás para que te lleve a la mesa? —preguntó—. Más te vale no cagarte encima. Debes comer arroz si quieres mejorar.

Ugh —gruñó Atsumu—. Ya qué... ayúdame a levantarme...

Osamu rodó los ojos mientras giraba el pomo de la puerta para ir en busca de su convaleciente hermano. Atsumu todavía gimoteaba en el suelo. Le pasó un brazo por debajo de las axilas para levantarlo como si fuera un peso muerto, pero le permitió que se recargara contra su hombro.

—Deja de actuar como si fueras a morirte —masculló Osamu—. Guárdatelo para esta noche cuando de verdad te mate.

—¡Pero tengo una cita con Omi...!

—Tendrás una cita con mi puño esta noche, yo que tú le iría cancelando a Omi —dijo con sorna—. Rin se quedará a cenar. Más te vale comportarte. Aguántate los pedos, o lo que sea.

—¡Te importa más la reputación con tu novio que tu propio gemelo en su lecho de muerte! —dramatizó el rubio—. ¡Estuvimos juntos en el vientre materno! ¡Nuestros corazoncitos latían en sincronía y por eso no pudieron verte en las ecografías! ¡Era como si fuéramos una persona!

Osamu no hizo más que soltar un insulto, e ignoró deliberadamente un pequeño escalón que los separaba desde la sala de estar para que Atsumu trastabillara con él. Le pasaba por ser un cursi de mierda —no es que estuviera mintiendo, pero a Osamu no le gustaba recordar que era el gemelo no planeado y que no vieron en las ecografías hasta ya casi los seis meses, cuando el vientre de su madre estuvo lo suficientemente grande.

Solo usaba aquella carta cuando quería molestar a Atsumu sobre robarle su puesto del hijo estrella y que el matrimonio Miya tanto esperaba. Al final del día, vino con premio doble.

Suna y su madre estaban terminando de acomodar la mesa —mientras que su padre vigilaba la cena en la cocina—, y aquella fue una imagen que sorprendió y enterneció a Osamu en lo más profundo de su ser.

¿Qué diría su madre si descubría que Suna era en realidad su novio? ¿Podrían tener ridículas cenas familiar de ese tipo, tal vez invitar a Sakusa Kiyoomi, y reírse con su nueva familia agrandada?

No sabía cómo podrían tomárselo. Los gemelos Miya nunca confesaron a sus padres acerca de la bisexualidad de ambos, pero tampoco los molestaban con conseguir una bonita novia para traer nietos a la casa. Supuso que sus padres sabían que sus hijos eran un caso perdido que apenas eran capaces de cuidarse a sí mismos, ¿cómo diablos le harían para mantener otro ser humano y no fracasar en el intento?

Tal vez Sakusa Kiyoomi podría ser un padre medianamente responsable. En lo que respectaba a Sunarin o los gemelos Miya...

Era mejor no hacer comentarios al respecto.

—¡Atsumu! ¡Deja de ser tan ridículo! No te vas a morir —vociferó su madre cuando lo vio moribundo sobre el hombro de Osamu—. Tengo tu arroz. Siéntate por ahí. Osamu, ve a traer la cena... no, Rin, cariño, tú ya hiciste mucho. Deja que estos flojos hagan algo por la vida.

Suna, que estuvo a punto de acomodar a Osamu a la cocina, se quedó quieto. Le sorprendió el hecho de que le llamara Rin como si nada —su madre apenas tenía un trato formal con Suna, de lo que sabía de él en actos escolares o cuando se aparecía por la casa de los Miya de manera fugaz—, y eso le hizo sentir bien de cierta manera.

Tal vez no debería darle tantas vueltas al asunto de que tenía un novio.

Osamu dejó a Atsumu sobre una de las sillas de la cabecera, y fue en busca de las fuentes de comida junto con su padre —que lucía como si quisiera descifrar cómo funcionaba el microondas.

Cargó las fuentes de arroz y la que tenía el pollo gratinado con queso —tenía el estómago cerrado por culpa de todo el asunto, pero el aroma le despertó el apetito–, y su padre cargó la de los vegetales y también una botella con refrescos.

Cuando todo estuvo dispuesto sobre la mesa, Osamu buscó el lugar al lado de Suna. Quizás estaba siendo un baboso al igual que Atsumu, pero sentir la cercanía y calor de su novio era como si la situación no se viera tan caótica y horrorosa como su mente trataba de hacerle ver.

En cuanto se sentó a su lado, Suna buscó sus dedos para entrelazarlos un segundo. Compartieron una mirada cómplice de la cual Atsumu se percató y arrugó la nariz con desagrado.

Muy audaz de tu parte, pensó Osamu. Considerando que eres el que tiene diarrea en la jodida mesa.

Sus padres tomaron también asiento, y su madre imitó el gesto de Atsumu. Se le detuvo el corazón pensando que, quizá, se dio cuenta de sus manos juntas bajo la mesa. Se separó rápidamente de Suna, pero ella habló casi al mismo tiempo:

—Osamu, ¿acaso no te diste cuenta que traes la camiseta al revés —habló ella—. ¡Tienes la etiqueta para afuera y las costuras de este lado!

Contuvo el aire un segundo antes de exhalarlo todo. Se palmeó el cuello en busca de la tan dichosa etiqueta; Suna se tapó la boca de forma disimulada para no reír con los recuerdos de ellos dos vistiéndose otra vez de forma acelerada.

—Si quieres me desnudo y me la calzo bien ahora —soltó Osamu; uno de sus típicos comentarios algo ácidos—. ¿Eso estaría bien, mamá?

Su madre ahogó un jadeo indignación.

—¡Tengo dos degenerados por hijos! ¿Qué diría Rin si haces esas cosas en la mesa? —soltó ella, y luego se dirigió a su marido—. ¡Diles algo a estos dos que tienes por hijos!

Su padre se quedó con una cuchara de vegetales a medio camino de ser devorada. A Osamu le hubiera gustado replicar que, en realidad, no creía que a Rin le molestaría verlo sin camiseta.

De hecho, estaba bastante a gusto cuando pudo verlo así en la cama. Y más aún cuando bajó por todo su cuerpo para...

—Osamu —volvió a decir su madre en tono de regaño—, ¿no piensas servir la comida de Rin? ¡Es nuestro invitado!

Osamu miró desde su madre hasta Rintarou, que sonreía con una inocencia totalmente fingida. ¿Se daba cuenta el fuerte efecto que tenía en su persona y lo que esa sonrisa le provocaba?

—Eh... sí —contestó, tosiendo—. ¿Vegetales, arroz o ambas?

—Me gustan ambas cosas —respondió su novio con calma—. Me gusta variar, ya sabes. Tengo muchos gustos.

Osamu tragó saliva con algo de dificultad. Porque no se imaginaría a Rintarou retorciéndose entre sus brazos, apretándolo contra sí, turnándose para darle placer al otro.

Sirvió los vegetales y el arroz en el plato de Suna con sumo cuidado. El silencio de sus padres —y el de Atsumu, todavía agonizando— era lo más incómodo que vivió en la semana.

De repente, la mano de Suna se abrió camino hasta el muslo de Osamu. La fuente de arroz se le resbaló de las manos con un ruido estrepitoso.

—¡Osamu! —chilló su madre—. ¡Casi tiras todo! Por los dioses, ten más cuidado...

—Samu está cansado por culpa de todo el estudio, señora Miya —dijo Suna con una sonrisa diminuta, pero maliciosa–. Tiene la cabeza en otro lugar.

Quería replicar algo a su novio, gritarle qué cómo mierda se le ocurría meter la mano sobre su muslo y acariciarlo con la yema del pulgar en medio de la mesa con sus padres presentes.

¿Acaso quería que se le bajara la presión? Osamu no tenía una coca a mano para poder sobrevivir a toda esa cena.

Limpió los arroces caídos con una pequeña servilleta de papel que luego tiraría. Terminó de servir el plato de Suna con una cantidad generosa de arroz y vegetales, y aprovechó para hacer lo mismo con el suyo. La mirada de su madre seguía acechándolo.

—Debes servirle el pollo también, Osamu —Ella resopló decepcionada. Sonrió cuando se dirigió hasta Suna—. Rin, ¿te gusta la pechuga o el muslo?

—Oh, el muslo —contestó Suna sin pensárselo ni una sola vez, y de repente volvió a apretar la pierna de Osamu con la punta de los dedos—. Aunque me gusta más la pechuga, si me pregunta. Es una de las mejores partes, pero hoy tengo más ganas de muslo.

Maldito seas, Osamu rechinó los dientes. Voy a vengarme más fuerte de esto que cuando descubrí que Atsumu se robaba mi zorro de peluche cada noche.

Fue la señora Miya la que pidió el plato de Suna para servirle la pieza de pollo que pidió, y también dio otra para Osamu y ambas alitas con corteza crocante. Los gemelos solían dividir una alita para cada uno, pero ahora que Atsumu estaba en ese estado...

Se quejó cuando vio ambas alitas en el plato de Osamu. Su madre lo hizo callar.

—Tú tendrás una dieta liviana estos días, jovencito —dijo ella. Comenzó a servir en su propio plato—. No quiero enterarme que andas saliendo por ahí a comer chatarra con tu amiguito Sakusa.

—Omi no come chatarra —contestó Atsumu a la defensiva. Traía su mejilla pegada a la mesa—. Él también me regaña cuando me ve comiendo basura.

—Pues es un chico muy decente —recalcó su madre—. Podrías invitarlo a cenar uno de estos días.

Las orejas de Atsumu se tiñeron de fucsia al escuchar la propuesta de su madre. ¿Sería, acaso, una indirecta?

Osamu aprovechó que el foco de atención estaba puesto en su gemelo. Suna no había liberado su pierna —la cual podía acariciarle justo en la piel desnuda puesto que llevaba shorts deportivos—, y decidió mascullarle algo entre dientes.

—¿Qué haces? —susurró hacia Suna—. Estás loco. Suéltame ahora mismo.

—No —contestó el otro, sin mirarle y comienzo los vegetales con la mano libre—. Así estoy bien, y mi mamá me enseñó que siempre elija el camino de las cosas que me hacen feliz.

—Muy filosófico de tu parte, Rin —Osamu rodó los ojos—. No sabía que eras poeta.

Suna iba a decir algo más, pero su madre agradeció por la comida en voz alta; no sin antes regañar a su marido por haberse devorado un tercio de su plato antes de tiempo.

Su novio no tuvo más opción que liberarlo de su agarre para juntar las manos y agradecer; y el que en realidad estuvo agradecido fue Osamu al sentir que podía respirar con un poco más de tranquilidad.

Sin embargo, no se entendía a sí mismo. Unos segundos después de haber sido liberado, Osamu extrañó el toque de Suna sobre su piel. Era como si la huella de su mano hubiera creado una dependencia fugaz —le gustaba ese calorcito y cosquilleo que le subía por el pecho hasta la cabeza cada vez que sentía las caricias de su novio.

¿Cómo es que Suna lo hacía? ¿Cuál era su truco mágico escondido?

¿Cómo hacía para poner de cabeza todo el mundo y la estabilidad de Osamu con tan solo un roce?

Llevaban un año siendo pareja, y mucho más tiempo siendo amigos. Y la cosa no cambiaba. Le provocaba tantas sensaciones como esos encuentros de solo amigos en los que se sentía como si le fuera a explotar el corazón por solo estar a su lado.

Incluso después de que ambos confesaran sus sentimientos, la cosa no cambiaba. Osamu seguía sintiéndose de la misma manera pese a los meses y años.

Pero luego Suna hacía mierdas como la de esa noche, acariciando su rodilla como si tuviera a sus jodidos padres al frente... y entonces se olvidaba por medio segundo el amor que le tenía.

O, sencillamente, se ponía más caliente. Eran sus dos extremos.

—Deberías dejar de comer ese pollo, y mejor comerme a mí —escuchó Osamu casi en su oído.

—¿Qué?

Casi creyó que estaba alucinando, pero la sonrisa de Suna le confirmaba que no estaba tan desquiciado como pensaba.

Se horrorizó al imaginar a sus padres escuchando esas cosas, pero su madre estaba ocupada obligando a Atsumu a hidratarse y comer su cuenco de arroz sin condimentar. Su padre había encendido la televisión, y estaba concentrado en un partido de fútbol de la liga europea.

Era el Osasuna vs el Atlético de Madrid.

Osamu tuvo que ahogar un grito de indignación. ¿De verdad él mundo planeaba ponerse tan en su contra? ¿Qué mierda de horrible había hecho en su vida pasada?

—Atsumu, te vas a comer el arroz, o te lo meteré por el agujero que mejor quepa —masculló su madre—. ¿Cómo piensas mejor si estás enfermo?

Ugh, ahora quiero vomitar...

—¡Osamu! ¡Dile a tu hermano que debe comer!

—Cariño, no hables tan fuerte —El padre de los Miya hizo una seña con la mano—. El Osasuna está haciendo una jugada increíble...

—Señora Miya, su comida es deliciosa —sonrió Suna—; estoy seguro que casi cualquier cosa creada por usted debe ser un espectáculo para el paladar.

Osamu se vio tentado de patearlo en las espinillas. Atsumu, que entendió perfectamente a que se refería con casi, lucía más molesto que todos los presentes.

Todo lo que hace mi mamá es delicioso —Atsumu apuntó a Suna con el dedo—. Estoy seguro que Omi diría lo mismo que yo.

—Bueno, bueno —Su madre agitó una mano sintiéndose abrumada por los halagos—. ¡Tal vez si invitaras al tal Omi podría decir si le gusta mi comida...! ¿Hm?

Los ojos de su madre volaron hasta el cuello de Osamu, quien arqueaba la espalda y el cuello hacia atrás en un gesto cansado. Cuando ella se fijó en él se irguió de repente.

—¿Osamu? ¿Con qué diablos te golpeaste? ¡Tienes el cuello lleno de moretones...! A ver, bebé, déjame que te traigo algo de hielo...

Osamu quiso enterrar la cabeza en la tierra como los avestruces. Atsumu lucía completamente complacido, y Suna parecía disfrutar de la situación a partes iguales.

Escondió el cuello en el interior de su camiseta mientras balbuceaba. Atsumu juntó las manos cerca del mentón.

—Sí, Samu —coincidió su hermano—. Cuéntanos qué estabas haciendo para que te quedara el cuello todo marcado...

Osamu frunció sus pobladas cejas hacia Atsumu. Tenía una rata por gemelo. Esbozó una sonrisa hacia su madre.

—¿Sabes? Esta mañana estuvimos discutiendo con Tsumu, y se me abalanzó para asfixiarme, mamá —Osamu contó con una mano sobre el pecho para agregar dramatismo—. ¡Lo hizo tan fuerte que me dejó sus dedos marcados!

La mandíbula de Atsumu cayó hasta el suelo, y Suna la boca con las dos palmas. Su madre se vio tan furiosa que parecía echar humo por las orejas.

—¡Eso es una vil y completa mentira! —intentó defenderse Atsumu—. ¡Samu, eres un mentiros-...!

—¡Atsumu Miya! —vociferó su madre poniéndose de pie—. Agradece que estás enfermo, o te haría enfermarte de la paliza que recibirás como vuelvas a tocar a tu hermano.

—¡Pero, mamá...! ¡Lo que dice Samu es mentir-...!

El estómago de Atsumu dio otro retortijón extraño que le hizo retorcerse. Prácticamente echó la silla hacia el piso, y salió corriendo hasta el baño de la planta baja. Su madre le gritaba algo que Osamu ya no podía entender por estar enfrascado en la risita escondida de Suna.

Los dos se mordieron los labios tras compartir una mirada que lo decía todo. Estallaron en carcajadas a la vez, y continuaron comiendo el pollo gratinado de su madre con los gritos de la misma de fondo dirigidos hacia Atsumu.

—Espero poder comerme el postre, también —comentó Suna tras pasarse la servilleta por la cara—. Estoy seguro que es incluso todavía más sabroso.

* * * *

Después de todo el altercado con Atsumu y sus intestinos flojos, su madre encargó helado para que tuvieran como postre. Cuando su padre desapareció para ver la televisión arriba, los gemelos se quedaron su progenitora y con Suna jugando al Monopoly.

Podría haber sido una velada serena, si no fuera porque Osamu intentó hacer trampa para que Atsumu perdiera todas sus propiedades; lo cual desencadenó en el rubio arrojando el tablero lejos de la mesa, y lanzándose hacia Osamu para jalarle del cabello.

Como si su madre hubiera necesitado más pruebas para creerse la mentira de Osamu acerca de que fue Atsumu el que intentó asfixiarlo. Atsumu posiblemente tendría su merecido cuando se le pasara la diarrea.

—¡Ay, pero mira la hora...! —exclamó su madre al ver que ya eran cerca de las diez—. Rin, cariño, ya es tan tarde... ¿no quieres quedarte a dormir? Tenemos un colchón infalible que podemos poner en el cuarto de estos dos inútiles.

Osamu se atragantó con la galleta que acababa de robarse de la alacena. Atsumu seguía molestando con él, pero le palmeó en la espalda para que no se ahogara con la noticia.

Incluso Suna quedó un poco anonadado. Comenzó a abrir y cerrar la boca sin que ningún sonido coherente saliera de ella.

—Es que... tal vez mi mamá se vaya a preocupar... eh... le agradezco la invitación, pero...

—¡Tonterías! Puedo hablar con tu mamá si eso es un problema —La señora Miya agitó la mano para restar importancia al asunto—. Estoy convencida que ella preferirá que estés seguro a andar por la calle a estas horas, ¡siendo tan delgadito! Debes venir a cenar más seguido. ¡Osamu! ¡Ve a preparar el colchón!

Osamu, que había tragado la galleta que se mandó entera a la boca, tragó con dificultad y rezongó.

—¿Voy a tener que inflarlo yo solo?

—¿Y para qué tienes pulmones, si no? —Su madre rodó los ojos—. Tú ve mientras hablo a la familia de Rin. ¡Y tú...!

Luego se dirigió a Atsumu, que miraba con mucho cariño a las galletas que Osamu se robó. Dio un sobresalto cuando su madre le habló.

—Más te vale acostarte ahora mismo. Y no quiero enterarme que comiste nada durante la noche, o te las verás conmigo.

Atsumu volvió a quejarse. Su madre entonces los regañó por estar quejándose de absolutamente cada cosa que ella les pidiera, y los envió a cumplir con sus órdenes. Suna hizo una mueca a Osamu mientras la señora Miya tiraba de su muñeca para conducirlo hasta donde tenían el teléfono de la casa.

Osamu respiró hondo varias veces al inflar el colchón que encontró en el closet de las toallas. Y no lo decía por tener que esforzarse al hacerlo, sino porque imaginar a Suna durmiendo en su mismo cuarto —y el de Atsumu, pero intentaba ignorar ese hecho— le hacía hiperventilar.

La familia de Suna, para variar, no tuvieron ninguna objeción en permitir que su hijo se quedara. Como habían estado estudiando según la madre de los Miya, entonces Suna tendría en casa todos sus útiles y libros.

Por supuesto no los tenía.

Pero decir lo contrario sería revelar indirectamente que no estuvieron estudiando una mierda. A menos que con estudiar se refiriesen al cuerpo del otro; lo cual, en ese caso, les haría ganarse un diez con honores y estrellitas.

Osamu acomodó el colchón casi al lado de su cama —la parte de abajo de la litera—, y esperaba que fuera suficiente para tomarle de la mano antes de dormirse. En el fondo era un poco cursi.

Atsumu ya estaba dando vueltas en la parte de arriba. Su estómago seguía haciendo ruidos extraños.

—Más te vale no tirarte pedos esta noche —amenazó Osamu—; tengo más cosas con las cuales amenazarte.

—¡Oh, vamos...! —masculló Atsumu asomando su cabellera rubia por el borde—. ¡Solo es Suna! ¡Ya hemos estado de campamento los tres, y ese dormitorio parecía un concierto de pedos! No te vengas a hacer el refinado ahora.

Osamu quería discutir a su hermano, pero la verdad era que no podía. Suna no era un novio cualquiera —era también su mejor amigo, y también uno de los amigos más cercanos de Atsumu.

Los tres sabían muchas cosas del otro. Lo cual era positivo, pero seguía sintiéndose extraño cada tanto.

Suna apareció en el cuarto seguido de la señora Miya que se lanzó al closet de sus hijos. Rebuscó algunas prendas, hasta que dio con unos viejos shorts de Atsumu y una camiseta de Osamu que no olía a residuo tóxico. Se los tendió a su invitado.

—Es para que duermas más cómodo —dijo ella con una sonrisa—. A Atsumu y Osamu no les molesta. Espero que tengan dulces sueños, pequeñines.

En cuanto su madre desapareció por el marco de la puerta, Osamu exhaló un suspiro. Suna estaba mirando hacia las prendas que la mujer le dio, y alejó los shorts al otro lado del cuarto.

—¡Eh! —Atsumu gritó—. ¡Al menos podrías fingir un poco!

—Con la camiseta está bien —dijo Suna como si nada, y se desvistió rápidamente para quedar en ropa interior y con la camiseta de Osamu tapándole hasta los muslos. Aunque era más alto, la ropa de Osamu era mucho más ancha—. Me gusta cómo huele esta.

Osamu se llevó una mano al pecho para asegurarse de que seguía teniendo el corazón en su lugar. Suna se veía precioso usando su ropa, pero la imagen le amargó un poco.

Aquella debía ser la imagen que tenía de Suna tras haber tenido sexo esa tarde. Dormirían unos minutos antes de que su familia regresara; pero antes de eso, disfrutaría de tener a Suna entre sus brazos y vistiendo sus prendas.

La cosa era distinta hora. Osamu continuaba siendo virgen. Atsumu tenía diarrea.

No sabía cómo aquel día podía realmente empeorar.

Pero, para su suerte, Suna y Atsumu ya estaban cada uno enfundados en su lecho. Osamu apagó la luz, y se fue casi de un salto hasta su hueco debajo de la litera.

Se dio la cabeza contra uno de los palos de madera con tanta fuerza que incluso la cama de Atsumu se tambaleó. Recibió un quejido por parte de su hermano, pero prefirió ignorarlo.

Los tres quedaron en un incómodo y sepulcral silencio. Era el primer momento de paz que Osamu y Rintarou tenían desde la desgracia, y Atsumu estaba demasiado deshecho como para tratar de salvar la situación.

Así que cuando la respiración de su hermano se volvió más rítmica y comprendió que estaba ya dormido, Osamu juntó valor para hablarle a su novio.

—¿Rin? —inquirió con voz trémula—. ¿Estás despierto?

Las sábanas moviéndose y el ruido del colchón inflable fueron su respuesta. Escuchó un largo suspiro.

—Estoy despierto, Samu —contestó el otro, cansado—. ¿Qué ocurre?

Osamu abrió la boca una vez, pero allí se quedó un instante. Nada lógico podía salir de ella. No tenía idea de por dónde empezar.

—Lamento todo lo que ocurrió hoy —dijo—. No era mi plan que las cosas salieran de esa forma. No quería que pasaras un mal momento...

—Samu, detente —habló Suna, y había diversión en su voz—. ¿Crees que acaso podría estar enojado? Pude lamerte el ya sabes qué, y además comí un delicioso pollo gratinado. Y Atsumu está sufriendo. ¿Qué más podría pedirle a la vida?

Osamu intentó contener la risita al recordar los eventos de la tarde antes de que todos llegaran. De verdad se había sentido bien —estaba lo suficientemente cómodo con su cuerpo y su desnudez como para compartirlo con Suna.

—Ya llegará el momento, estoy seguro —resopló, y volvió a girar entre las mantas—. No te tortures por ello. Sigues siendo el novio más cool de todo Inarizaki.

—¿Solo de Inarizaki?

Suna gruñó bajo sus mantas. Su mano tanteó por los bordes del colchón de Osamu, quien le sujetó los dedos con los suyos por un par de segundos antes de que el primero se diera la vuelta para dormir del otro lado.

—Ustedes los Miya son dos zorros con la cabeza llena de aire —habló su novio—. Por suerte solo tengo que lidiar con uno solo por el resto de mi vida. Buenas noches, Samu.

Osamu se quedó en una nube tras su última declaración, y continuó así sin poder pegar el ojo. Incluso cuando la respiración de Suna le indicaba que también ya había sido atrapado por el mundo de los sueños.

Para siempre. Era una frase muy seria, tajante y que lo asustaba. Pero no le molestaba en absoluto.

Trató de quedarse dormido con aquellos buenos pensamientos, pero cuando comenzaba a oscilar entre el mundo de los vivos y el de los sueños, sintió una mano frotándole con fuerza en el estómago para despertarlo.

—¿Samu? —La susurrante voz de Atsumu se sintió como una pesadilla siendo que lo sacó casi a golpes de su descanso—. ¿Estás despierto?

—Hijo de perra, ahora sí —masculló Osamu frotándose los ojos—. ¿Tengo que cargarte hasta el baño, o...?

—Dormiré en el sofá —soltó Atsumu de pronto—. Mi cama es incómoda esta noche. Y quiero estar cerca del váter de abajo.

—¿Cómo?

Los sentidos de Osamu se despabilaron. Su corazón le martilleó contra las costillas. Aunque estaban en completa oscuridad, era capaz de ver el brillo decidido en los ojos de su gemelo.

—Dije que dormiré en el sofá —repitió Atsumu—. Abajo. No en este cuarto. Me entiendes, ¿no...?

La cabeza de Osamu parecía trabajar a mil por hora. No era capaz de hilar un solo pensamiento coherente, hasta que Atsumu le palmeó con cariño en una de las mejillas.

—Eres fuerte, tigre —dijo su hermano con una sonrisa, y luego se dispuso a irse del cuarto—. Ah, y por cierto...

Hizo un pequeño silencio dramático.

—Con esa mano me he limpiado el culo.

—Tsumu, te juro que te voy a...

Atsumu desapareció antes de que Osamu le arrojara una almohada en el centro de ridícula cara, pero no tenía ánimos de perseguirlo esa noche. Su mente estaba volando ya a otros lugares, y su alma se sentía más ansiosa y liviana.

—¿Ri-...?

—Ahórratelo —contestó su novio causándole un respingo por la sorpresa—. Lo he escuchado todo.

Ah.

Osamu contó hasta tres, pero no fue capaz de terminar. Escuchó las sábanas del colchón de Suna deslizarse hasta el diablo mientras su novio se arrojaba sobre su cama y se dejaba atrapar entre los fuertes brazos de Osamu.

Le besó sin ningún cuidado o delicadeza. Osamu pasó sus manos debajo de la ropa de Suna —debajo de su ropa debía decir, pero lucía mucho mejor en Suna; tal vez consideraría regalarle esa camiseta—, y acarició su piel como un adicto que lleva meses sin tener contacto con la droga que más placer le causaba.

Suna ahogó un gemido en la boca de Osamu en cuanto sus manos buscaron abrirse paso debajo de la ropa interior. Para su suerte, los pijamas eran mucho más fáciles de quitar que las prendas de calle.

—¿Estamos seguro que Atsumu no volverá? —preguntó Suna—. Voy a convertirte en hijo único como el bastardo regrese al cuarto solo por se olvidó alguna mierda.

Osamu recordó su amenaza de hacía unos días; la de que, si algo salía mal, era Sakusa Kiyoomi el que tendría que suplicarle de rodillas para que no castrara a Atsumu con una tijera sin filo.

Era posible que su hermano apreciara su pito y sus pelotas. O tal vez solo quería que Osamu le debiera un favor.

Ambas opciones eran igual de válidas y posibles.

Pero no le interesaba ahondar mucho en ello de momento. Tenía más prioridades.

Como dejar desnudo a Suna Rintarou en su propia cama. Y desnudarse a sí mismo, también.

Osamu dejó que Suna volviera a dejarlo tal como vino al mundo, y aunque sus sentidos y hormonas comenzaban a acelerarse, ya no se sentía tan inseguro de lo que podría hacer bien o mal en aquella situación.

Las sábanas comenzaron a calentarse de pronto. Su cuerpo se sentía más ligero a cada toque de Suna, y pensó que no le molestaría sentir todo eso para siempre.

Ah. Ahí estaba de nuevo.

Para siempre.

Y, aunque la situación de sus cuerpos quedando por fin despojados de todas ropas y compartiendo el mismo aire le hacía sentir como si flotara, Osamu pensó que solo querría vivirlo con Suna.

No sabía que las primeras veces podían ser así de intensas —pero no le interesaba sentir toda esa intensidad con alguien más que no fuera su novio.

—Me gustaría que fueras mi última primera vez, Rin —dijo sin pensárselo mientras Suna volvía a besar en las marcas del cuello que su madre notó horas atrás—. Quisiera vivir un millón de primeras veces, pero no quiero que sean con nadie más que contigo.

—Ay, Samu... —rio Suna contra su boca, y le dio otro largo beso que le hizo desvanecerse—. A veces siento que se te pega la cursilería de Atsumu.

Fue entonces que sus dientes mordisquearon en su labio inferior, y los calmados ojos de Suna se convirtieron en dos estrellas ardientes a punto de la explosión.

—Pero qué suerte que el gemelo que me gusta eres tú.

Osamu decidió ya no pensárselo demasiado. Solo quiso dejarse llevar, y lo hizo a lo largo de la noche. Mientras sus extremidades se enredaban, y sus cuerpos se movían con la misma melodía que la del otro. Ya no supo a cuál de los pertenecía el ritmo que llevaban; se habían vuelto uno solo, y ya nada podría cambiar eso.

Al final de la noche se dio cuenta que que había perdido la virginidad.

O, si lo parafraseaba mejor...

Miya Osamu y Suna Rintarou compartieron juntos la que ambos esperaban que fuera su última primera vez.


* * * *


Para los que no saben, el Osasuna es un club real de futbol sdfjsdj

AAAAAA y el fic ya se terminó ;;;; me da mucha tristeza porque mientras escribía me daban ganas de haberle agregado unas cuantas partes más y no se, que fuera un poco más largo sdjfhds disfruté mucho escribir de esta ship que adoro, bueno, me gustan todas las ships de Osamu, qué decirles (?)

Pero es algo positivo ya que eso significa que traeré más OsaSuna en un futuro cercano uwu de verdad, me quedé con muuuuchas ganas de escribir más de los dos, solo tengo que ordenar todas las ideas en mi cabeza

Atsumu es un fracaso, pero también es el mejor hermano del mundo. Quién no podría adorarlo aunque siempre el terror allí donde va? Sakusa es muy afortunado ;;;

Quién sabe si luego no viene el spinoff sobre el SakuAtsu? Yo solo digo que la idea me tienta un poquiiiiiiito

¡Muchísimas gracias a todos los que leyeron! ♥️ Me quedé sorprendidísima con la cantidad de votos y comentarios, no sabía que a tanta gente le gustaba la ship. Pero estoy super feliz, les aclaro ;;;; eso me anima a querer escribir mucho, mucho más

Creeeeeo que mañana subiré un oneshot de los Miya (no incesto, aclaro, aunque no debería ser necesario decirlo pero igual) cortito, un poco de fluff y angst, pero depende de si logro terminarlo. Por las dudas ustedes espérenlo uwu y obvio el lunes hay fic BokuAka ♥️

¡Nos vemos muy pronto en otro fic! Besitos ♥️

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