Epílogo.

Os traigo mis letras, tal y como os había prometido: aquí está el desenlace de mi historia, de mi frustración, el final de mi dolor.

Mis ojos se perdían en la niebla que iba cubriendo poco a poco las hermosas islas que nos habían servido como escape veraniego; las islas que me habían hecho entender mi corazón; las islas donde había perdido la confianza de seguir adelante con aquella mentira.

El viaje en avión y la llegada a Nueva York son una serie de recuerdo que, sinceramente, se encuentran bastante difusos en mi mente. No puedo explicar con palabras exactas lo que pasaba con mi mente; estaba, pero no estaba. Mi cuerpo respondía a una serie de impulsos que me permitían comer y llevar a cabo las actividades rutinarias. Y, mientras mis pensamientos caían en un pozo vacío, los días se iban sucediendo los unos a los otros.

Al verano le siguió el otoño y, al otoño, el invierno.

Sentado en la silla del estudio de mis padres veía la nieve caer y amontonarse en las ventanas recapacitando sobre los últimos meses.

Os estaréis preguntando cómo sobreviví meses viendo a Thomas. Bueno, debo responderos que la casa es bastante grande, además, procuraba pasar todo el tiempo posible fuera yendo a seminarios o haciendo trabajos para la universidad. Todo lo que me permitiera estar lejos de mi familia, sobre todo de Thomas, era factible.

A pesar de todo, no era capaz de recordar en qué momento dejaron de preguntar o en qué momento la sonrisa de mi hermano se había apagado. Pero, ¿qué podía hacer yo cuando ni siquiera era capaz de salvarme a mí mismo?

Esa noche me levanté de la silla como movido por un resorte, cogí mi abrigo en el vestíbulo y, mientras me lo ponía, traspasé la puerta de mi casa. El aire helado llenó mis pulmones y erizó la piel que aún estaba al descubierto. Fui presuroso al ponerme la bufanda, los guantes y el sombrero inglés. Sin embargo, me alejé despacio de la casa.

No sé cuánto tiempo estuve dando vueltas ni por las calles exactas por las que pasé, pero no importaba porque siempre terminaba en el mismo lugar... el Central Park. ¿Qué por qué? Antes de que todo pasara, Thomas y yo veníamos a pasear todos los domingos. Solté un suspiro al recordarlo y me dejé caer sobre un banco lleno de nieve.

Mis ojos buscaron el cielo gris y no pude evitar compararlos con el claro color de los ojos de mi Thomas; un color que transmitía alegría y calidez; un color que me hacía caer directamente en la oscuridad de mi ser. Cerré los ojos, el dolor de cabeza comenzaba a crecer.

Sentí una cálida brisa en la nariz que me obligó a abrir los ojos del golpe, curioso. Y me encontré con esos ojos, con el abismo; al ver reflejada mi perdición en ellos no hizo falta nada más para saber de quién se trataba.

Tragué saliva disimuladamente antes de poder articular palabra.

- Tommy, ¿qué haces aquí?

Él se apartó y yo pude incorporarme.

Por primera vez en meses me permití el lujo de observarlo, de verlo de verdad. Protegido por su abrigo rojo y sus guantes negros, lo que más destacaba era la palidez de su piel y el color de sus mejillas debido al frío. Después, sus ojos; apagados, tristes, abandonados. Al instante me arrepentí de haberlo mirado.

- Hace tiempo que no paseamos juntos. Al verte salir pensé que quizás... - dejó la frase en el aire, mientras bajaba la cabeza y enlazaba sus manos.

Su voz desgarraba mis oídos; las ansias de apretarlo entre mis brazos desgarraban mi alma.

- Vete a casa, Thomas – conseguí articular, despegando la vista de ella.

- Pero... - estiró el brazo para tocarme.

- ¡Vete a casa!

Él dio un respingo ante mi grito, pero justo cuando pensaba que iba a bajar la cabeza y volver a casa, asustado y herido, sus manos cogieron mi cara y me obligó a alzar la vista hasta sus ojos.

- No.

Ante su negativa me quedé sin palabras, mi mente en blanco sin saber qué decir.

- ¿Por qué me evitas? ¿Por qué me huyes? ¿Por qué ni siquiera me miras? No me abrazas, no me hablas... ¿Ya no me quieres? ¿Qué te he hecho, Dylan?

- No has hecho nada, Thomas.

- ¿Ah, no? Entonces, ¿por qué haga lo que haga no soy capaz de recuperar a mi hermano? A mi hermano favorito, ese que todos los domingos me despertaba con una taza de chocolate caliente para luego ir a pasear; ese que todas las tardes preparaba crêpes; ese que jugaba con Ki al ajedrez y siempre perdía. Si no es culpa mía, ¿por qué no puedo recuperar a mi hermano?

- ¡Porque estoy enamorado de ti, Thomas!

Tarde me di cuenta de que lo había gritado a los cuatro vientos en lugar de simplemente pensarlo. Mi mente había alcanzado su límite mientras la escuchaba, con la voz rota por el llanto próximo y los ojos cristalinos. En alguna parte de mi consciencia el diablo apretó el botón y el ángel salió disparado por mi boca, sin darme tiempo a frenarlo, a pensarlo, a meditarlo. Lo había dicho, por fin, después de todo. Y ahora, por desgracia, ya no había vuelta atrás.

¿Cuántas veces había bajado la cabeza en apenas quince minutos? No lo sabía, pero de nuevo enterré mis mejillas ardientes en mis manos. Sin embargo, él no hablaba. Ni una sola palabra. Me levanté del banco y me di la vuelta dispuesto a irme, pero su mano sujetó la manga de mi abrigo. Y, de nuevo, el tiempo se detuvo. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser él la única persona capaz de parar mi corazón y hacer que latiera al instante?

- No vuelvas a hacerlo, por favor – susurró.

Y el silencio que reinaba en Central Park fue roto por el estruendo que, a mi parecer, hicieron mis esperanzas y mis sentimientos al romperse; al estallar en mil pedazos. Mi mente se nubló con el peligro de volver al letargo al que había estado sometida para no recuperarse nunca.

- Está bien – respondí, intentando soltarme de su agarre para volver a casa, encerrarme en mi habitación y no salir hasta poder irme de aquella casa para siempre; para poder irme de su vida.

- Dyl, no vuelvas a dejarme solo, Dyl – la repetición de mi nombre me obligó a mirarlo, a ver su rostro cubierto de lágrimas.- Por favor, por favor te lo pido...

Agarró las solapas de mi abrigo con fuerza y se puso de puntillas.

Unos labios helados y rotos por el frío hicieron contacto con los míos y, entonces, algo dentro de mi pecho se avivó. Cuando los labios de Thomas se detuvieron en los míos, el tiempo pareció andar de nuevo. Mis manos tomaron su rostro y lo besé, sintiendo como él colocaba sus manos sobre las mías y respondía a mi arrebato.

Mis labios volcaron en los suyos las noches de sueños perdidos, de lágrimas olvidadas, de eternas culpas, de oscuros abismos, de pasiones contenidas, de prohibidos sentimientos. Y, cuando separé mis labios para tomar aire, ya había conseguido liberarme de la opresión en mi pecho, de la niebla de mi mente. Cuando volví a besarle, sólo le mostré lo que siempre hubo... amor, amor por su risa, por sus ojos, por sus mejillas sonrojadas y por su alborotado cabello de los domingos.

- Tommy... - suspiré, contra sus labios, y abrí los ojos.

Y vi los de él llenos de lágrimas, pero brillantes, claros y cálidos.

- Te amo – dijo, sin dudar, con la sinceridad pintando cada una de sus palabras y volví a quedarme mudo.- Te amo y tú... tú te has dedicado a alejarte de mí.

- Pensaba que me odiarías, Thomas. ¿Cómo decirle a tu hermano que él es la única persona capaz de hacerte perder la cabeza? ¿Cómo decirle a mi hermano que es por él por quien yo respiro? ¿Cómo decirle que, si no fuera por él, habría desaparecido hace tanto tiempo en mi propio abismo? – mi voz era un hilo roto mientras me concentraba en acariciar sus labios, aun sintiendo su esencia en los míos.- ¿Cómo hacerlo cuando habías encontrado la felicidad junto a mi mejor amigo?

- Fui tan feliz como puedo serlo pasando las tardes con mis amigos, Dylan. Mi válvula de escape fue diferente a la tuya, aunque igual de equivocada – admitió en un suspiro, colocando sus manos de nuevo sobre las mías.

No podía dejar de mirarlo. ¿De verdad estaba allí? ¿Realmente me acababa de besar? ¿De decirme que me quería? ¿Que me amaba?

- Dyl, volvamos a casa.

No estaba seguro de si quería volver a la casa donde tenía que fingir que él era solo mi hermanastro y que yo solo era sobre protector, a la casa donde tendría que guardar mis sentimientos bajo llave hasta que solo estemos Thomas y yo. Sin embargo, pensé mientras mi mano agarraba con fuerza la suya y mis pies se hundían en la nieve, era un precio bastante bajo a cambio de saber que él me correspondía.

Sinceramente, no sé a dónde nos llevará esto, pero bueno, esa es otra historia... porque Thomas está aquí, en mis brazos, y es lo único que importa.

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