C8

Evan POV

Fue suerte que me aceptara de nuevo y más sin una cita anticipada, fui sincero con él y le dije mis planes, y lo agradecido que estaría si aceptaba lo que planeaba hacer y es que volver a Seattle y residir un tiempo aquí era lo mejor para mí, volvía a casa, finalmente.

Estaba atónito cuando le conté que esperaba invertir el dinero que tenia de mis acciones de Pharma Bio en su compañía, que esperaba con eso poder ascender poco a poco y ganarme la vida por mi cuenta, después con el tiempo tener una buena postura para después regresar a Chicago como todo un hombre nuevo.

—¿Invertirlo todo? Evan, escucha —se acomodó en su silla un poco nervioso, se podía ver que no quería arruinar mi esperanza pero su sinceridad era lo que también necesitaba, si algo no estaba bien necesitaba saberlo. —A veces invertir en compañías no es del todo seguro, a veces se gana otras no, aunque claro, yo sería quien manejara tu inversión en la compañía y trataría de que en verdad tuvieran el efecto que esperas, pero solo te advierto que a veces se gana y otras se pierde y lo que pierdas podrías tardar en recuperarlo o nunca recuperarlo.

Asentí.

—Estoy consciente de eso —sonreí a medias —No soy un novato, sé de que hablas y de las consecuencias.

Mi carrera en economía lo podría avalar, no era estúpido, así que sabía lo que estaba haciendo y el riesgo para mí lo era todo si quería empezar a hacer algo para recuperar mi vida.

—¿Y quieres intentarlo?

Sonreí un poco más fuerte.

—Sí, quiero intentarlo, además, estaré agradecido que me des el puesto que tienes para mí. Estaré técnicamente empezando desde abajo.

—Desde muy abajo —añadió entre risas nerviosas y timidez —Serás asistente por ahora, ya que no tienes mucho en tu curricular . Es todo lo que te ofrezco, ¿lo tomarás?

Asentí sin problemas, estaba satisfecho y agradecido por esta nueva oportunidad, estaba emocionado realmente.

—Claro que sí, Tom, esta vez me lo tomaré en serio, no pienso decepcionarte. Lo único que voy a pedirte a cambio es una cosa.

Esperó callado, mirándome y entrelazando sus dedos sobre el escritorio muy formal pero calmado.

—No le cuentes a nadie que estoy aquí, prácticamente me fui de Chicago con un pasado muy malo y lo que quiero es que todos ellos puedan descansar de mí y de lo que pasó, estoy seguro de que no me extrañaran.

—¿Y si lo hacen? ¿Sí te buscan?

Inhale profundamente, sonreí con desgana al pensar en eso, sabía que no era verdad, no podía imaginarlo aunque quisiera, no existía esa posibilidad en mi cabeza.

—No lo harán pero si alguien pregunta, solo di que no sabes de mí, aunque serías la última opción, no creo que Karen crea que vendría a pedirte ayuda.

—Bien, enterado. —suspiró y se dejó caer sobre la silla, estaba seguro de que ahora me pediría algo a mí —Ya que estamos con eso de pedir favores, esto es más que un favor, una petición personal, ¿Ya pensaste en lo de la ayuda?

Saqué la tarjeta que me dio la última vez que estuve aquí, era una clínica de rehabilitación, solo veía el nombre de teléfono ni siquiera dirección ni nada, me quedé inmóvil observando aquella tarjeta como si se tratara de una visión completa de lo que me esperaría ahí.

Me fue difícil tragar saliva.

—Sí y acepto la ayuda, en verdad necesito ir. —admití, levantando poco a poco la mirada, me quedé quieto, sintiéndome atormentando por mis pensamientos. Tenía que resignarme y ser capaz de pedir la ayuda que necesitaba, lo cual era difícil porque siempre creí que tendría la fuerza de dejarlo cuando quisiera, incluso cuando conocí a Amber.

Tom lució más entusiasmado cuando tomó el teléfono y marcó un número, pensé que necesitaría el de la tarjeta pero se lo sabía de memoria, esperó quien sabe a los cuantos timbrazos y saludó a un tal "Jared" después de darse saludos cortos, Tom pasó al asunto que ellos ya sabían, ese asunto era yo claro.

—Claro, residirá aquí en Seattle por tiempo indefinido —le informó a Jared, acercó una hoja de papel y una pluma para anotar lo que seguro sería la dirección mientras seguía hablando —Que yo sepa no es agresivo pero no sé cómo se comporte con la abstinencia. Sí, claro, no hay problema, gracias Jared, hablamos luego, gracias.

Curvó una inocente sonrisa y deslizó el pedazo de papel a mi dirección.

—Escucha, tendrás que primero pasar por rehabilitación antes de que te dé el trabajo —sus ojos firmes y su tono de voz muy solemne me daba a entender que no era una opción sino un requerimiento. —El tratamiento te vendrá muy bien, créeme, tienen increíbles psicólogos, doctores, especialistas.

—¿Cuánto dura el tratamiento? —pregunté con brevedad.

—Eso depende de ti y de tu disposición, Evan. Aceptar que necesitas ayuda ya es un avance.

—¿Quieres decir que tendré que vivir ahí? —mi voz se iba desvaneciendo conforme me hacía a la idea, no supe interpretar el sentimiento que se fue acumulando dentro de mí, tal vez era desagrado, tristeza o enojo.

—Es necesario, tendrás que estar ahí para observación. Sé que no será fácil, lo entiendo pero si quieres una vida diferente, primero debes eliminar el primer problema que te llevó a esto y eso fueron las drogas.

Sentí que la expresión se me endurecía, los latidos de mi corazón era irregulares y luego supe porque, la idea de vivir en una clínica me daba un arrebato de cólera con el que estaba luchando, mi libertad estaría siendo tomada y aprisionada por doctores y psicólogos, iría hacia allá con la esperanza de salir curado pero el problema es que no se sabía cuándo y eso me hacía enojar.

—¿Evan?

Parpadee las veces necesarias para regresar en sí, mi expresión desorientada debió aterrar a Tom, asentí con poca convicción.

—Estoy de acuerdo —respondí, ocultando con demasiada fuerza mi histeria.

(...)

El lugar lucía como el campus de una universidad, había varios edificios, alrededor de muchos jardines, el césped se veía y olía a que estaba recién cortado, estaba siendo roseado por los aspersores; logré ver a algunos doctores, no supe si eran en sí doctores o psicólogos, iban en grupo de cinco y entraron a un edificio alto justo al lado del edificio al que yo estaba entrando. Un hombre iba a mi lado y era él quien me estaba explicando los horarios de desayuno, comida y cena, los ejercicios que se hacen por las tardes y también las sesiones grupales, el área común que incluía los alrededores verdes y una sala con televisión y una biblioteca con escasos libros, también habían varias salas que eran de entretenimiento, incluían mesas de ping pong y un gimnasio para practicar baloncesto.

—Acá esta tu habitación —me abrió la puerta y dejó ver una pequeña pero cómoda habitación con dos camas, la iluminación era buena, eso al menos no nos hacía sentir encerrados, aunque lo estuviéramos, estaba equipado con cosas básicas, un armario, una mesita de noche y dos escritorios.

La otra cama ya estaba ocupada, estaba un joven de quizá unos veintidos años, cabello negro, un poco despeinado, ojos almendrados pequeños y pecas alrededor de toda la nariz, estaba bastante delgado a mi parecer y parecía que había dormido poco a juzgar por el cansancio de su semblante, leía un libro y solo asintió en saludo.

—Riley, él es Evan, tú compañero de cuarto. En fin, es todo, ponte cómodo, te avisaré cuando te toque tu cita con el psicólogo.

Entré a la habitación y rápidamente dejé mi maleta en la cama disponible, había traído las pocas cosas que tenía, además tuvieron que revisar mi maleta con mucha meticulosidad para asegurarse que no trajera nada indebido, me quitaron mi celular y solo se me permitía usarlo en mis descansos, eso quería decir que la foto de Amber estaba prácticamente lejos de mi alcance hasta quien sabe cuándo.

Escuche que Riley se levantaba de la cama para tomar algo de su pequeña estantería cuando escuche bruscamente que algunas cosas se caían al suelo, logré ver CD's, me volví rápidamente y vi que sus discos de música estaban tirados.

—Mierda —masculló, tratando de armar de nuevo las cajas de los Cd's.

Uno de ellos rodó hasta mi pie, lo levanté y vi que era de Depeche Mode

—Aquí tienes —se lo dejé sobre la cama, inevitablemente sonreí ante el recuerdo.

Él se ocupó de recogerlos todos pero yo tuve la necesidad de preguntárselo para además sacar plática.

—¿Te gusta Depeche Mode?

Riley se levantó, dejó los Cd's sobre la cama y asintió.

—Sí, es uno de los tantos grupos que me gustan. ¿Te gusta a ti también?

Sonreí a medias.

—Escuché solo algunas pero me gustaría conocer más del grupo. No los conocía hasta que alguien me las mostró. ¿No eres algo joven para escuchar música de los ochenta?

Negó con la cabeza, un poco molesto, frunciendo un poco el ceño.

—No lo soy, ¿Se necesita cierta edad para escuchar música de la época?

—No, claro que no —concluí con voz inocente —Solo me sorprende el gusto musical que tienes, es todo.

—Es lo único bueno que me dejó mi padre —resopló, se sentó en la cama y acomodó los discos con cuidado, también los limpió —¿Qué canción te gusta?

Titubee.

—En verdad no sé los nombres, no soy conocedor.

Rió entre dientes y me echó una mirada arrogante.

—¿Se supone que si los conoces o solo asumes que si pero no sabes nada?

—Nunca me declaré fanático, solo dije que alguien a quien conozco le gustaban mucho y escuché algunas canciones de vez en cuando.

—Entiendo —respondió, salió de la cama y sacó una caja de cartón debajo de su cama, la abrió y vi Cassets sin sus cajas de plástico, estaban acomodados en hileras, tomó una fila de tres casset y las dejó en la cama.

—Escúchalos, deberás reconocer las canciones en cuanto las oigas.

Me quedé mirando los cassets sin expresión alguna, él interpretó mi desentendimiento.

—Son los álbumes desde el primero hasta el quinto, los demás te los puedo dar en Cd.

—¿Pretendes que escuche tres álbumes completos? —alcé ambas cejas, perplejo de todo lo que tardaría.

—Aquí el tiempo se pasa lento, querrás tener algo con que matarlo.

—¿Sí sabes que ya no se usan los cassets? ¿De dónde los sacaste?

—Se los robé a mi papá —sacó de nuevo debajo de su cama una aparato portátil para reproducir cassets y me lo dejó en la cama —Cuídalo que es una reliquia, tanto como los cassets.

(...)

No pude escuchar mucho de los álbumes de Riley pues mi cita con el psicólogo se adelantó, fui hacia la sala del psicólogo que estaba en el edificio de enfrente, en el segundo piso; estaba ansioso también aterrado, no sabía con que me encontraría, ni siquiera sabía si podría esperar a que resultara la terapia, no confiaba en eso aunque quisiera creer que sí.

Me detuve frente a la puerta de madera de roble, una placa decía "departamento 2 de psicología" toqué tres veces y una voz femenina me hizo pasar, abrí la puerta lentamente para asomar mi cabeza y una mujer con cabello rojizo, piel pálida y ojos en tono verde azulado me sonrió, alentándome a pasar.

—Hola —me saludó, estaba sentada en un cómodo sofá gris claro, no vestía bata, solo un agradable vestido con estampado floral y saco —Adelante por favor.

Me adentré a la habitación, ella se levantó para saludarme personalmente y al dar cuatro pasos frenó y yo también, escuché que se contuvo el aliento y su sonrisa desaparecía inmediatamente al reconocerme, sus ojos se dilataron un poco en incredulidad, un brillo ligero se posó en sus pupilas cuando claro también se dio cuenta que la reconocí.

—Natalie —murmure, mi incredulidad era inmensa como la suya pero en cambio de responder con tanta efusión, me paralicé, el peso muerto de la sorpresa me aplastaba.

—Evan —afirmó, con seguridad en sí misma y de lo que veía.

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