C10

Evan POV

Estuve en el jardín por al menos media hora, tenía el reproductor de Riley conmigo, escuchando uno de los cassets que me prestó, los demás ni siquiera los había empezado, la verdad es que escuchar música resultaba mucho más entretenido de lo que creí, Riley tenía razón, había mucho tiempo que matar aquí, muchos iban a jugar ping pong, otros a la biblioteca y yo no tenía cabeza para ponerme a leer, prefería estar sentado lo más alejado de todos, escuchando y pensando en los recuerdos que me traía la música, los recuerdos de Amber.

Aunque los pensamientos de Amber habían quedado de momento un poco más apagados ahora que me había topado con Natalie, de todas las personas en el mundo ella tenía que ser mi psicóloga, ¿Por qué tenía que ser ella? Maldije con los dientes apretados, esperando que nadie se diera cuenta de mi rabieta, al apretarme los puños, caminando de un lado a otro, estar cerca de los demás era bastante peligroso, mis pensamientos muchas de las veces influían en mi estado de ánimo y eso era para mí difícil de controlar.

Vi que alguien se acercaba, me percaté de que era Riley, me quité los audífonos conforme más se acercaba

—Te busca tu psicóloga —señaló hacia donde estaban todos los demás pacientes, cerca de la entrada de nuestro edificio.

—¿Te dijo que quería?

Se encogió de hombros.

—No.

Me acerqué con pasos acelerados hacia Natalie pero ella también se acercaba, cualquiera que la hubiese visto no tendría idea de que era psicóloga del hospital, no traía su bata representativa como todos los demás, sonrió con discreción y antes de que yo pudiera acercarme, ella tomó asiento en una de las mesas debajo de un árbol enorme que cubría todo con las sombras de las densas ramas.

Me paré frente a una silla, no sé porque no tomé asiento, no lo encontré necesario, después de lo que le confesé en nuestra terapia, me daba vergüenza tener que volver a verla, seguro estaría pensando lo peor de mí, eso me puso furioso y triste al mismo tiempo.

—¿Algún problema? —le pregunté, teniendo dificultad en verla al rostro.

—No —su voz se oía relajada —Solo me preguntaba porque no estabas con los demás, estás muy lejos.

—Me gusta estar solo —respondí sin rodeos —Además, tengo mucha música que escuchar.

Inclinó su cabeza para ver el reproductor que tenía en la mano.

—¿Música? —meditó unos segundos —Interesante, ¿Qué clase de música estás escuchando?

—Música de los ochentas.

Sonrió.

—¿De qué artista?

Depeche Mode

Levantó ambas cejas, asintiendo para si misma.

—No sabía que todavía vendían esos reproductores de cassets, son viejos.

—Es de Riley, él me lo prestó. —carraspee y no se porque tuve la necesidad de cambiar de tema —¿Sabes cuándo podrán darme mi celular? Creí que lo harían en mis descansos.

—Supongo que lo harán cuando sea el momento, por ahora debes acoplarte primero —admitió con esa mismo tono de voz tranquilo, la verdad es que nunca la había escuchado alterada o enojada, ni siquiera cuando la rechacé en la universidad —No sabía que te gustara ese grupo.

—Es algo reciente —concluí.

Sonrió de nuevo, con discreción.

—Nunca es tarde para escuchar buena música ochentera —reveló esa sonrisa que contenía —En fin, solo quería saber la razón de tu alejamiento, está bien que estés escuchando música, quería saber si todo estaba en orden.

Sonreí pero no lució como tal, solo apreté mis labios.

—Todo está bien, gracias por preocuparte.

Asintió.

—Correcto.

Se levantó de la silla con la misma sonrisa pegada en su rostro y se fue caminando hacia el otro edificio, la vi hasta que entró y desapareció de mi vista, poco después entendí que lo que trataba de hacer era tener una conversación conmigo tan normal como cualquier otra, por eso mismo se sentó y esperó que yo hiciera lo mismo, solo que de nuevo rompí su esperanza de poder tener un contacto conmigo, aunque ahora sabía que ya no existía un interés por mí a cómo antes lo había.

(...)

Eran las nueve de la noche, yo todavía escuchaba música en el reproductor de Riley, mientras que él dibujaba sin ninguna interrupción en su cama, ninguno de los parecía tener intención de molestar al otro, yo ya tenía un poco de sueño, sin mucho que hacer aquí, el sueño me ganaba, me quité los audífonos y dejé el aparato sobre la mesita de noche, tratando de no causar ningún escándalo e interrumpir a Riley.

—¿Ya has reconocido algunas canciones? —me preguntó cuándo estaba a punto de darle la espalda y poder dormir.

Me volví de nuevo hacia su dirección, había dejado de dibujar, me miraba, esperando a que le respondiera.

—No, creo que todavía no llego al álbum donde están las que conozco, pero me han gustado algunas —respondí.

Por un instante no dijo nada, creí que ya no me preguntaría acerca del tema pero me equivoque, dejó a un lado su dibujo y se sentó mucho más cerca del borde de su cama.

—¿Cuáles te han gustado?

People are People, no recuerdo las otras pero es la que más he escuchado.

—Es una buena canción, también es una de mis favoritas. Por cierto, ¿Acaso Natalie te regañó?

Fruncí el entrecejo y me incorporé para levantarme y apoyarme en un codo.

—No, ¿Por qué?  ¿También es tu psicóloga?

—Lo era, cuando recién entré, después me cambiaron con otro —me explicó con naturalidad, después volvió a su dibujo, trazando ligeros garabatos —Natalie es buena psicóloga, te tocó buena suerte.

Mi sumó interés se me notó justo cuando decidí sentarme en la cama, no quería que mi reacción fuese exagerada pero la forma en la que mi voz optó por ser un poco más alta y la rapidez con la que formulaba las preguntas seguro me evidenció.

—¿Cuánto tiempo has estado aquí?

Esperó un poco en responder.

—Un año y medio.

Me aventuré a preguntarle lo que había querido saber desde que llegué, esperando que no se lo tomara a mal.

—¿Y porqué estás aquí?

Su expresión se contrajo un poco, como si recordarlo fuese un trago amargo.

—Depresión y ansiedad.

Tenía una idea bastante clara y acertada sobre no indagar más en el tema, simplemente dejé que estuviéramos en un silencio muerto, él todavía dibujaba garabatos sin sentido y de la nada me preguntó a mi lo mismo.

Yo si estaba dispuesto a responder sin ningún problema.

—Soy adicto a la cocaína y tengo problemas con las mentiras.

—¿Eres mitómano? —dirigió su rostro a mí solo unos segundos y volvió al dibujo.

—Podría decirse que si —suspiré —He dicho he inventado cosas que han arruinado mi vida.

—Bueno, supongo que  Natalie te ayudará, es excelente con pacientes adictos a cualquier droga, creo que esa es su especialidad o algo así escuché, aquí a veces los rumores se pueden escuchar de entre las paredes.

Traté de sonar inofensivo.

—Pero tú no eres adicto.

Soltó una risa seca.

—A las drogas no.

Decidí no preguntar, ya habría tiempo de que me lo explicara el mismo; me recosté de nuevo en la cama, esta vez no le di la espalda, veía como volvió a retomar el dibujo sin prestarme atención, había un millón de preguntas, él ya llevaba aquí tiempo y seguro conocía más a Natalie que yo.

—¿Por qué ya no eres paciente de Natalie?

Se echó a reír un poco, me di cuenta que se había ruborizado, y el trazo de su lápiz sobre el papel se hizo un poco más lento

—Digamos que...—lo pensó un poco para encontrar las palabras correctas —Ya no la veía como a mi psicóloga.

Sonreí.

—¿Te enamoraste de ella? ¿Es eso?

Rió y bajó más la cabeza hacia el dibujo, bastante avergonzado.

—Sí. Yo mismo solicité el cambio de psicólogo, ella pensó que había hecho mal su trabajo pero al final terminé diciéndole la verdad. —meneó la cabeza, levantó la vista y vi el perfil de su rostro, lo noté un poco frustrado —No quería herirla, ella es una buen persona, es muy linda, este lugar es mucho mejor con ella aquí. Supongo que todos me ven como un joven estúpido cuando les he contado que en verdad me enamoré de ella, está mal y lo sé pero estas cosas no se controlan, me hubiese gustado hacerlo.

—No —coincidí con él al decírselo con voz firme, tragando saliva, ya se me había formado un nudo en la garganta al escucharlo —En definitiva esas cosas no se controlan. Yo también herí a alguien de quien me enamoré y estoy demasiado arrepentido de eso, en mi caso, la perdí.

Volvió su rostro disgustado hacia a mí, al menos se veía mucho más relajado al saber parte de nuestras coincidencias.

—¿Qué le hiciste?

De repente el silencio que se hizo en la habitación se sintió denso, como una gran masa pesada que me impedía respirar, recordarlo me oprimía el pecho, me asfixiaba entre mi propio dolor y el que le cause a Amber.

—Le mentí, le dije cosas horribles, fui un imbécil, un desgraciado, ella lloró por todo lo que le hice muchas veces, deseé que no lo hubiera hecho porque sinceramente no merezco sus lágrimas, hago todo esto por recuperarla, por eso estoy aquí. Quiero traerla de vuelta pero seguramente esto no me asegurará tenerla conmigo, aunque al menos lo pude intentar.

Sus facciones se suavizaron al escucharme, exhaló con cuidado antes de hablar.

—¿Cómo se llama?

—Amber —susurré con delicadeza.

—Siento lo que voy a decir pero, ¿Crees que haya posibilidad de que todavía sienta algo por ti? ¿Qué podría significar para ti esa pequeña esperanza para que tengas la motivación de hacer esto?

—No creo que me amé, ella está con alguien más pero ¿Qué gano yo estando de brazos cruzados? Intentar esto me hará una mejor persona, porque la verdad es que antes era un maldito desastre, un desgraciado, lo hago por mí principalmente y la motivación es demostrarle que no siempre seré el desgraciado que la hirió ni el que le mintió, todos podemos cambiar y quiero que vea de que soy capaz para lograr lo que quiero y eso la incluye a ella y mi familia.

Riley asintió, sus ojos estaban bastante fijos en mí, incluso parecía que ignoró el dibujo, lo hizo a un lado y cuando habló, lo hizo de una manera tranquila, baja pero muy sincera.

—Todos merecemos una segunda oportunidad, al hacer esto lo haces tanto por ti como por ella, piensa que si al menos no la tienes de vuelta, tú podrás demostrarles lo que jamás creyeron de ti, subestimar a las personas es el error humano más usual, sería genial verles el rostro a todos aquellos que no te creen capaz de cambiar.

Sonreí muy apenas pero tenía razón, las reacciones de todos, incluso la de Karen me harían valorar todo esto, cada minuto, hora y esfuerzo que pasaba aquí, combatir contra mi fuerza de voluntad al querer consumir y mi lucha para salir del abismo en el que estaba, no era una tarea de dos o tres semanas.

—A veces hacemos cosas para personas que no las valoran pero creo que debo ir comprendiendo que lo hago por mí, principalmente.

—Es el paso más valioso —concluyó Riley, después se dirigió de nuevo hacia su dibujo, volviendo a garabatear en el papel y sumiéndose de nuevo en su trabajo.

Después de eso, me voltee del otro lado de la cama para tratar de descansar; pasó al menos una hora para que él pudiera terminar su trabajo y se fuera a dormir, una vez a oscuras mis pensamientos más terroríficos, quería frenarlos pero era imposible, los escuchaba y los veía a través de mis ojos cerrados. Imaginé a Amber feliz de la mano de Chris, riendo y charlando en la habitación de Amber, ella tomándole fotos con su celular, jugueteando, y lo peor de todo, teniendo sexo.

Se me revolvió el estómago, al tener muy presente en la cabeza los labios de Chris, recorriendo el cuello de Amber con los labios, acariciando partes de su cuerpo que yo acaricié también, inhalar su perfume Miss Dior, escucharla gemir, saborear su aliento y tomar el grosor de su piel con los dientes, hacerla gemir, provocarle placer. El dolor de no volverla a sentir dentro de mí ni de esperar a que repitiera mi nombre, ni gozáramos de un éxtasis tan fuerte como el que siempre compartíamos, me doblegó en una horrible y repentina desdicha y frustración, incapaz de controlar.

Lloré esa noche en silencio, impaciente por no pensar en ello pero era inevitable, si hubiese podido tener la oportunidad de retorcerme en la cama lo hubiera hecho porque por dentro era un jodido desastre, el llanto de mi alma era desgarrador; yo me lo había buscado, el sufrimiento era mi castigo que recién empezaba.

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