Fideos.
(Los personajes no me pertenecen)
Pucca esperaba a su amado ninja en el restaurante, vigilaba la entrada desde la cocina asomándose por la ventana de la puerta. Sabía que a ésta hora el comía un delicioso plato de fideos, para su suerte ella tenía una sorpresa muy especial para él. Como predijo, en unos pocos minutos Garu entró por la puerta del restaurante. Tan serio y silencioso.
Se sentó en una mesa cerca de la entrada. Mantuvo su cara metida en el menú pero en realidad buscaba a la muchacha que lo perseguía día a día para atraparlo y llenarlo de besos. Estaba nervioso, en la noche halló una nota en su puerta que le indicaba que no faltara a la hora en la que normalmente iba a comer fideos.
No tenía que pensar mucho para saber de quien era esa carta. No sabia si ir o no, pero tratándose de ella no debía correr riesgos. Pensó mucho para salir de su casa ese día y dirigirse al restaurante.
Cuando vio a Pucca salir de la cocina con un humeante plato de fideos sintió un impulso de esconderse pero reprimió ese pensamiento ya que ella venía de una manera tranquila, «pero que raro» pensó Garu.
Ella le plantó los fideos y se sentó en frente de él. Pucca lo miraba con una gran sonrisa, de esas que sólo se las dedicaba a él. Se sentía muy emocionada.
Garu lo vió con una seja levantada, dudaba mucho que la dichosa sorpresa que le había anotado en la carta se tratara de un simple plato de fideos. Pero acepto sin renegar, agradecía en el fondo que ella haya mantenido en secreto su cumpleaños, no quería pensar en el día que ella lo descubrió.
Pucca lo veía fascinada. Tan calmado y concentrado al comer su fideos que ella había preparado especialmente para él. Se sentía muy feliz el que él haya asistido cómo le dijo en la nota.
Lo admiraba detenidamente, noches atrás había planeado un cumpleaños para su ninja, nada pomposo pues sabía que no le gustaría. Estaba tan perdida en sus pensamientos que el sonido de un "Ajám" la sacó se su trance. Garu la miraba con una expresión entre duda y diversión. Pucca sonrió aún más. Sabía que su ninja era tan privado en sus cosas, pero eso había cambiado un poquito, sólo un poquito ya que él no sé mostraba tan cerrado en algunas ocasiones con ella. Eso la llenaba de orgullo.
Se levantó de la mesa y salió corriendo a la parte de arriba del restaurante. Garu no supo bien que hacer, sin embargo optó por quedarse ahí y esperar a su loca acosadora. Observando a su alrededor asegurándose de que nadie lo vea y tapándose con el menú se permitió sonreír. Si bien, Pucca le resultaba un poco fastidiosa en algunas ocasiones por interrumpir su entrenamiento pero también era alguien que siempre estaba ahí para él, cuando se enfermaba, cuando Tobe lo amenazaba, cuando nadie más veía por él, ahí estaba ella. Hizo una mueca al pensar que se sentía bien al saber que que le importaba a alguien, saber que puede confiar en ella plenamente pero no podía negar que ella se lo tenía ganado.
Puede que ceda un poco hoy, es decir, al fin y al cabo es su cumpleaños y sólo Pucca lo sabe.
Vió a Pucca descender con una bolsa de color negro, se detuvo frente a Garu, tomándolo de la mano lo jaló fuera del restaurante guiandolo al bosque de bambú.
En una zona ya retirada del pueblo, Pucca se detuvo y se giró. Garu estaba sonrojado, era por el hecho de de que se encontraba a solas con Pucca y de que algunas personas los vieron salir juntos del restaurante.
La risita de Pucca le provocaba miedo y extrañamente un cosquilleo. Éste último decidió omitirlo.
Pucca sacó lo que la bolsa contenía, era una caja de tamaño mediano envuelta con papel negro y corazones rojos. Garu rodó los ojos por el envoltorio. Tomó el regalo y lo miró intentando descifrar lo que contenía la caja.
Pucca lo miraba divertida y vió como se tomaba el tiempo para desenvolverlo.
Garu se quedó sin palabras al ver una espada mediana, era muy hermosa pero lo que más le había gustado era que en el mango tenía su nombre grabado. Miró a Pucca sorprendido, era un precioso regalo. Él, en forma de agradecimiento le regalo una sonrisa, una que nunca Pucca había visto en su ninja que hizo que el corazón le latiera cada vez con más fuerza.
Por último sacó otra pequeña caja de la bolsa, ésta era más pequeña que la anterior. Ella se sentó y miro a Garu que la miraba en forma de pregunta.
Pucca palmeó el piso invitándolo a hacer lo mismo que ella.
Para ese momento, él no le podía negar nada. Estaba muy feliz con ella, se había mantenido a raya, no lo había asaltado con besos o abrazos asfixiantes; le regalo una bonita espada que desde el momento en que la vió se hizo la promesa de que seria uno de sus mayores tesoros. No tanto por la pieza en sí, sino por la persona que se lo había dado. Ese pensamiento no lo metió en el fondo de su mente, ese día no podía ser más especial.
Se sentó en frente de ella cómo en el restaurante. Ella abrió la cajita, dentro de el había un pequeño pastel.
Garu miró a Pucca. Ella le sonrió aún más, si eso era posible.
Ella estaba casi gritando de felicidad al compartir un momento tan íntimo con Garu, saber que él estaba cómodo con la presencia de ella y que le había gustado su regalo por la manera en que sus ojos brillaron.
Pucca partió el pastel y le dió la primera rebanada a Garu. Él lo pensó un poco, como ninja tenía que seguir una dieta muy estricta pero cómo se lo dijo él mismo: no le podía negar nada.
Tomó el pastel y dió un bocado.
«Pastel de fresas. Mi favorito» pensó. Cerró los ojos saboreado el exquisito pastel que estaba seguro que Pucca lo había preparado sólo para él. Eso hacia que su corazón diera un pequeño brinco.
Al abrir los ojos vió a Pucca devorando u a rebanada.
Al final, ambos estuvieron en silencio recargados en los bambús. Pucca hacia su mejor esfuerzo por no tirarse arriba de él y besarlo. En cambio, Garu se sentía tan bien, se sentía seguro porque alguien lo protegía.
Al pasar las horas, la tarde estaba llegando. Garu despertó a Pucca que estaba dormida en su hombro y la acompañó al restaurante. Con una reverencia se despido de ella.
Pucca se metió feliz, mañana ella le contaría todo a Ching.
Garu, ya en su casa, miraba a mio comer mientras pensaba en Pucca. Tenía que agradecerle pero no estaba seguro cómo.
El no era un tipo de palabras, ni antes de su voto lo era, de acciones en cuanto "amorosas" mucho menos. De tanto pensalo fue a la parte de atrás de su casa y corto un hermosa flor blanca, después escribió un nota.
Tardo al rededor de una hora en convencerse de que no era nada de malo. Pucca se lo había ganado, sabía que durante todo el día ella quería lanzarse en él y besarlo, aunque mañana volverían a la misma rutina.
Decidido salió de su casa rumbo al pueblo.
Pucca escribía en un pequeño diario lo buen que se la habia pasado con su amado hasta que un pequeño golpe en su ventana la alertó. Dejó de escribir y abrió su ventana para en contrase con una hermosa flor blanca, en ella se encontraba una nota que decía:
"Muchas gracias de todo corazón por éste día. Me la pase muy bien.
—G."
Pucca no pudo evitar reír y sonrojarse ante ese gesto de su amado. Pucca sabía que Garu la estaba aceptando en su corazón, muy en el fondo de él. Aunque claro, él era tan necio, orgulloso e inocente que no lo sabía o simplemente lo ignoraba.
A lo lejos , Garu la miraba. Sonrió y se le hinchó el pecho de orgullo aunque no supo bien el porqué.
Saltó y corrió hacia su casa dónde su gato Mio lo esperaba.
¡Hola bbys! Aquí tenemos este capitulo de la mejor pareja de Sooga.
Espero que les guste.
Nós leemos pronto :)
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