Capítulo 6
Desperté con una extraña sensación y recordé que he pasado la noche fuera de casa, me froté los ojos con las manos y me senté sobre la cama. Por las persianas, entraba un poco de iluminación a la habitación y como un pequeño flashback recordé todo lo sucedido el día anterior, una risita seca se me escapó.
—¿En qué locura te has metido, Bethany?
Me dije en voz alta, otra risita se me escapó, definitivamente no estaba soñando y todo esto era una gran locura, quien diría que me encontraría envuelta en una gran mentira junto al heredero de Suecia, esto sí que era toda una noticia de primera que podría bien salir en el New York Times, cualquiera que supiera de esto, moriría por conseguir una nota en primer plano.
Salí de la cama, por mi cuerpo recorrió un escalofrío al sentir el contacto del suelo con la planta de mi pie, me dirigí hacia la ventana y abrí las persianas en busca de luz natural, no era una perfecta ni mucho menos grandiosa vista a la ciudad o la playa, pero era una dulce vista al jardín y las casas de al lado. A pesar de que Frederick me había dado una breve explicación de por qué vivía aquí, necesitaba saber más, a decir verdad, quería conocer un poco más de él y no en el sentido en el que quieres saber de una persona porque te atrae, sino porque el príncipe daba la impresión de ser una persona interesante y llena de misterios, ayer lo había descubierto. Estaba más que claro que era mucho más que un chico con un título pomposo.
Solté un bostezo al tiempo en que me alejaba de la ventana y caminaba hacia la puerta para abrirla, me quede quieta frente al marco de esta en busca del príncipe, no había rastro de él y la puerta de su habitación estaba cerrada, en mis adentros, recé por que se encontrara en su habitación y no en el baño, como si fuera una intrusa —que prácticamente lo era— caminé hacia el baño, lo correcto era que tocara antes de abrir la puerta, pero aún tenía las esperanzas de que el chico se encontrara durmiendo, por lo que me ahorré el tocar y gire la chapa para comprobar que no tenía llave, me sentí más confiada cuando verifique que estaba disponible. Después de hacer mis necesidades comprobé mi reflejo en el espejo al tiempo en que lavaba mis manos.
¡Pero qué horror!
Mi cabello estaba enredado y despeinado, intenté arreglarlo de inmediato con las manos, lo desenredé con cuidado y luego coloqué un poco de agua para quitarle el volumen exagerado con el que había despertado, al asegurarme de que lo dejé decentemente, me lavé la cara y busqué pasta dental que, por suerte estaba a simple vista, me coloqué un poco sobre el dedo índice y me cepillé, enjuagué y volví a comprobar una vez más mi reflejo antes de salir del baño.
Todavía no había una señal de Frederick por el lugar y como soy sumamente curiosa tuve ganas de tocar a su puerta y comprobar que estaba durmiendo, al final, terminé yendo hacia la cocina, a pesar de que todo había sido extraño y raro, estaba agradecida del hecho de que se molestó en darme asilo en su casa por lo que decido a preparar el desayuno a modo de agradecimiento.
Para mi mala suerte, el príncipe no tenía nada en el refrigerador además de jugo, jamón, mayonesa y queso para preparar sándwiches. Me mordí el labio inferior debatiéndome si lo correcto era preparar sándwiches para los dos, justo como él había hecho el día anterior.
—Buenos días.
La voz ronca y contenta de Frederick hizo que me sobresaltara de inmediato y solté la puerta del refrigerador de inmediato, me llevé la mano al corazón, no esperaba que saliera —mucho menos sin camisa y unos shorts deportivos—, de inmediato desvié mi mirada de su torso desnudo y solté una risita nerviosa.
—¡Jesucristo! ¡Creí que aún estabas dormido!
Otra risita nerviosa se me escapó y él se unió con una ronca risa, volví a mirarle y rodó los ojos, divertido.
—Estaba despierto desde hace rato, escuche cuando abriste la puerta de tu habitación.
—Oh.
Solté. Juraba que estaba dormido.
Hubo un pequeño silencio entre los dos, de nuevo, me dediqué a verlo, su cuerpo estaba bien definido y daba la impresión de que se ejercitaba seguido a pesar de que no tener unos abdominales muy marcados, tener una vista como esa por la mañana era impresionante, cualquier chica moriría por despertar una mañana y encontrarse con un chico atractivo como él, de tan solo pensarlo por unos segundos, me sonrojé por lo que dirigí mi vista hacia su cara, donde él tenía esta mirada divertida que no tengo duda que es habitual.
—Uhm... yo estaba pensando en preparar el desayuno para ambos —dije luego de unos segundos, me mordí el labio inferior, sus cejas se alzaron con asombro—. Lo malo es que tienes un refrigerador casi vacío.
Concluí, Frederick quitó la sonrisa en su boca y la reemplazó por una mueca, se pasó una mano por el cabello al mismo tiempo.
—Sí, sobre eso... acostumbro a desayunar después de hacer ejercicio. Si no hay mucho tiempo, compro el desayuno.
Eso tenía sentido, explicaba la razón por la que usaba shorts y andaba sin camisa, venía de hacer ejercicio a pesar de que no se veía agitado, sentí curiosidad en saber desde qué tan temprano estaba despierto. Asentí sin saber que decir.
—
Dijo con una sonrisa.
—¿Freya?
Pregunté con curiosidad, Frederick no contestó de vuelta, decidió caminar hacia su habitación, me animé a seguirle, la puerta de su habitación estaba abierta al igual que la de su armario, donde estaba parado sacando una playera blanca para colocársela. Era una lástima no tener aquella espectacular vista de él sin camisa.
—Una amiga y vecina —contestó, cerrando las puertas del armario para luego ponerme toda su atención—, la encontré cuando salí a correr esta mañana y dijo que había suficientes hot cakes para ambos.
Enarqué una ceja.
—Creí que nadie sabría que tendrías compañía...
Se agachó debajo de la cama para sacar sus tenis deportivos.
—Me hubiese gustado que ese fuera el caso, pero el viejo Blomberg te vio bajar del auto anoche. —Se abrochó los cordones—. No me sorprendería que toda la residencia se haya enterado, Blomberg siempre tiene las noticias de primera mano.
Reí. Por mi parte, oprimí una mueca, no sabía que pensar al respecto, sin duda no era bueno que alguien se enterara de que estaba por aquí con el príncipe, nos perjudicaría a ambos, por alguna razón, él no lucía tan preocupado de ello.
—Ven, iremos por ese delicioso desayuno que muero de hambre.
Dijo caminando a mi lado para salir de la habitación, fui detrás de él, abrió la puerta principal y esperó a que saliera de casa primero.
Ni siquiera me dio tiempo de pensar en mi vestimenta hasta que los dos nos encontramos en la puerta de una señora mayor quien nos veía a ambos con una encantadora sonrisa.
—¡Freddy! —exclamó la mujer morena frente a nosotros con entusiasmo—. ¡Pensé que no regresarías!
—¿Y perderme un buen desayuno? —preguntó en un tono contento—. Necesitaría estar mal de la cabeza para hacerlo.
La sonrisa de la señora se ensanchó, segundos después se posó en mí y su rostro se llenó de asombro, me dio una mirada de arriba abajo, enarcó una ceja divertida al tiempo en que volteó a ver a Frederick.
—¿Me presentarás a tu amiga, mi niño?
—Freya, esta es Bethany —dijo, señalándome—. Bethany esta es la señora Freya.
Ofrecí una tímida sonrisa.
—Buenos días.
Mencioné, la sonrisa de Freya se ensanchó, le presté atención por un momento, era una persona algo gordita, de estatura baja, piel morena, cabello oscuro y ojos marrones, además de parecer una persona sumamente agradable, como saludo, se abalanzó sobre mí y me envolvió en un tierno abrazo.
—Hola, Bethany, es un gusto en conocerte —dijo al tiempo en que se apartó, volvió a darme una mirada de arriba abajo, lo que me hizo prestarle atención por primera vez a mi vestimenta, debí cambiarme.
—¡Lo mismo digo! —dije con el mismo entusiasmo que ella intentando evitar el hecho de que me incomodaba encontrarme en pijama—. Puedes llamarme Beth.
Ofrecí y asintió.
—Es linda —le dijo a Frederick con una sonrisa—. Me agrada. Vengan, Mikael vino hace unos minutos por su porción de hot cakes, si hubiesen llegado antes probablemente lo habrían alcanzado para el desayuno.
—Es una lástima —agregó Frederick.
Entramos a la casa y Freya cerró la puerta detrás de nosotros, la seguimos hasta la cocina, donde expedía un exquisito olor a café colado, hot cakes y miel, mi estómago rugió y deseé que ninguno de los dos pudiera notarlo. De nuevo pensé en mi vestimenta y me sentí ridícula por salir así vestida, ¿Cómo es que no lo consideré? Estaba cómoda entre la ropa que no recordé en vestirme, afortunadamente, Freya no hizo ningún comentario al respecto y tampoco Frederick.
Ambos se enfrascaron en una pequeña conversación sobre ese tal Mikael y algo respecto a jardinería que no entendía muy bien, Freya se acercó a su cafetera y llenó dos tazas con café, de inmediato me extendió una que toma sin dudar dos veces, luego le paso otra a Frederick y tomó un plato donde colocó exactamente ocho hot cakes.
—¿Tienes miel en casa? —le preguntó a Frederick quien asintió.
—Aún queda un poco.
—Perfecto, les he untado suficiente mantequilla y me he asegurado de que aún se mantengan calientes para ambos, espero que los disfruten.
Se los entregó a Frederick quien los sostuvo con una mano libre y en la otra la taza de café. Se acercó a Freya y le dio un beso en la mejilla.
—Muchas gracias por el desayuno, prometo venir mañana temprano a colocar el nuevo buzón.
—Gracias —dijo separándose de Frederick para mirarme—. Y fue un gusto en conocerte Beth.
Le ofrecí mi mejor sonrisa.
—Lo mismo digo. —Alcé la taza de café—. Gracias por el café, está delicioso.
De vuelta en la casa de Frederick, colocó la mesa de inmediato, sacó dos platos, tenedores, cuchillos y un frasco con jarabe de miel maple.
Como tenía hambre, no dude en tomar dos hot cakes y colocarlos en mi plato después de que él se sirviera, por los primeros cinco minutos, ninguno habló y nos limitamos a desayunar en silencio hasta que decidí romper el hielo entre los dos.
—Parece que eres muy popular aquí.
Frederick levantó la mirada hacia mí, terminó de masticar y habló.
—Tengo una buena relación con mis vecinos. Son agradables.
Dijo colocándole más miel a su desayuno.
—Es interesante —confesé—. Estoy sorprendida.
Y lo estaba.
—No deberías de estarlo —dijo restándole importancia. Terminó de llevarse un pedazo a la boca y masticarlo, luego habló—. Más tarde, podemos ir a tu departamento tengo el día libre así que podría llevarte de vuelta y regresar temprano.
—Me parece bien —dije, no había nada que estar en mi propia casa.
—No creo que sea tan necesario, pero podrías traer contigo solo lo indispensable, ya sabes, ropa, accesorios y algo de utilidad, más tarde mandaré a Mark a hacer las compras y...
—Perdona, ¿Qué dijiste?
Pregunté con inquietud, ¿estaba escuchando bien? Porque creí haber oído que trajera mis pertenencias.
—Dije que solo deberías traer las cosas que sean necesarias para ti, ¿hay un problema con ello?
Lo miré incrédula.
—¿Por qué tendría que hacer eso?
Inquirí a la defensiva, el rostro de Frederick se volvió serio.
—Creí que había quedado claro en que estaríamos juntos, ¿no?
Negué.
—Nunca mencionaste nada de vivir juntos —volví a negar—. No creo que pueda aceptar eso, sería demasiado.
Bufó.
—No es gran cosa. Tampoco podemos dejar que vivas sola en Estocolmo, podrían sospecharlo, además mi hermano intentaría buscarte.
—Pero no puedo vivir contigo.
—¿Por qué no? Tengo un lindo departamento.
De nuevo negué.
—No estoy de acuerdo.
—Pero yo sí —dijo forzando una sonrisa—. De nuevo uno a uno, es una reñida competencia.
Rodé los ojos.
—Estás loco. —Reí nerviosa y le sostuve la mirada—. No viviré contigo, tengo mi propio departamento y puedo...
—No digas que mantenerlo por tu cuenta porque los dos sabemos que no es cierto —interrumpió, hizo su plato a un lado y dobló los brazos sobre la mesa—. Si aceptas salir conmigo, te quedas conmigo.
Bufé.
—Es ridículo.
—Yo diría que no —insistió—. Además, será conveniente para ambos, si queremos no ser descubiertos tenemos que hacerlo a mi manera.
Hice lo mismo que él, retiré mi plato y doblé los brazos sobre la mesa.
—¿Y por qué no a mi manera?
Lo reté.
¿En qué momento se le había ocurrido vivir juntos?
—Porque me da la impresión de que podrían terminar siendo un desastre si lo hacemos a tu manera.
Reí. Tenía razón, pero no iba a admitirlo. Decidí continuar retándolo.
—¿Y haciéndolo a tu manera no terminarían en un desastre?
Puso una mueca. Me sentí triunfadora, había dado en el clavo.
—Te propongo algo —dijo, evadiendo mi pregunta, se levantó de su asiento en un brinco y salió corriendo a su habitación, vino segundos más tarde con una moneda en la mano—. Sello te quedas conmigo, cara haremos las cosas a tu manera.
Sonreí. Era un trato justo, me gustaban los juegos de azar y puedo decir que he tenido suerte en ellos, a menudo solía ganar en ellos por lo que me confíe.
—Bien. Y si se hacen las cosas a mi manera, me quedo en casa y probablemente dejemos esto que te has inventado por cuenta propia ahora mismo.
Ya podía oler el triunfo de mi parte por lo que sonreí a manera en que podía ver toda mi dentadura. Le pondríamos alto a todo esto de una vez por todas.
Frederick me ofreció la misma sonrisa.
—De acuerdo, tenemos un trato.
Lanzó la moneda al aire y la atrapó en segundos tapándola con la palma de su mano. Rogué para que la suerte no me fallara, nunca lo hacía.
Frederick quitó la mano de la moneda lentamente sin despegar la vista de la mía, luego volteó a ver la moneda, hice lo mismo, su sonrisa creció y me miró a los ojos.
—Te quedas conmigo preciosa.
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