Capítulo 5

¿Qué se supone que debía de responder? ¿Había escuchado bien? ¡Por supuesto que había escuchado bien! El príncipe había sido muy directo con su propuesta y estaba mirándome con suma atención mientras esperaba una respuesta por mi parte, abrí la boca y terminé balbuceando, quería darle una respuesta porque no me gustaba dejar las preguntas sin una, terminé cerrando la boca y opté por morderme el labio de nuevo.

Nunca en mi vida me había sentido tan... confundida.

Enarcó una ceja en busca de mi respuesta, estaba demorándome bastante, pero no tenía una respuesta a su propuesta.

—Yo... —Desvié mi mirada de la suya en busca de ayuda, no había nada ni nadie en este lugar que pudiera salvarme, tenía que salir de esto sola. Solté un suspiro pesado—. Creo que esto es ilógico y lamento decirlo, pero entre más abres la boca más tengo la certeza de que has perdido la cabeza.

Una risita gutural salió de él al tiempo en que se reincorporó en su lugar. Rodó los ojos de una manera que encontré coqueta antes de volver a hablar.

—No eres la primera que me lo dice —dijo con esa sonrisa coqueta que se cargaba con él—. ¿Y bien? ¿Ya tienes una respuesta?

Por más que lo intenté, no pude pensar con claridad. Volví a morderme el labio inferior y evité el contacto visual porque me ponía incómoda.

—No lo sé —contesté luego de un tiempo—. No creo que sea correcto. Podríamos meternos en problemas.

—Preciosa, ya estamos en problemas —dijo llamando mi atención, sus ojos estaban fijos en los míos. Por un instante quise decirle que no me llamara preciosa, no estaba acostumbrada a ese tipo de elogios y la forma en que pronunciaba esa palabra en particular hacía querer sonrojarme—. ¿Qué dices? ¿Tenemos un trato?

No oculté mi mueca, ¿Qué debería de decirle? Frederick estaba en lo cierto, ambos estábamos en problemas desde el instante en que fuimos atrapados por los reyes y dejé que me envolviera en sus mentiras sin siquiera conocerlo.

—Vamos Beth, me hago viejo si no me das una respuesta ahora.

Además de mentiroso, exigente.

—¿Qué si digo que no?

Su sonrisa desapareció de inmediato y me temo que su confianza también, había dado en un punto sensible.

—No puedes decirme que no.

Inquirió. Supuse que el príncipe no estaba preparado para una respuesta como esa, había asegurado que iba a aceptar de inmediato.

—¿Por qué no? —insistí—. De nuevo, esto no es correcto y los dos prácticamente somos...

—Por favor, no digas extraños —me interrumpió rodando los ojos—. Dejamos de serlo hace rato. Además, no te estoy pidiendo nada del otro mundo.

Lo fulminé con la mirada, para mí eso era algo del otro mundo, ¿dónde estaba la normalidad en esta plática?

—Pedirle a cualquiera que sea tu novia falsa es algo de otro mundo.

Hizo una mueca.

—Técnicamente lo es. —Me llené de orgullo al saber que tenía la razón—. Pero solo es por una buena causa.

—¿Una buena causa?

—¿Vas a cuestionar todo lo que digo?

Llegados a este punto, los dos nos habíamos irritado, bufé.

Repasé la situación de nuevo, Frederick tenía razón al decir que necesito el dinero, Nicholas se había encargado de difamarme por varias empresas de periodismo que iba a ser difícil que una me aceptara, pues él era un hombre con poder e importancia, ya habían pasado tres semanas desde mi renuncia y había pasado dos semanas intentando conseguir un buen trabajo en empresas que consideré que podrían contratarme, era buena en lo que hacía, me esforzaba al máximo y siempre trataba de conseguir la mejor nota que era posible, no me quejaba por trabajar horas extras, amaba lo que hacía, sin embargo, las cosas habían cambiado desde mi pelea con Nicholas, las puertas se me habían cerrado en el mundo del periodismo gracias a él.

Si bien, las cosas en mi vida no estaban yendo también como me gustaría, la única cosa buena que me había pasado después de haber sido despedida por The N. Eliasson's Journal fue conseguir ser una de las seleccionadas para entrevistar al príncipe de Suecia y ahora estaba aquí con el mismísimo heredero en su casa con una propuesta que era tentadora y arriesgada.

Era impulsiva, me gustaba tomar riesgos sin importar las consecuencias, si algo tenía era que nunca me rendía, cuando tenía un objetivo buscaba alcanzarlo.

¿Qué era lo peor que podía pasar si terminaba accediendo?

Tenía el presentimiento de que si rechazaba su propuesta siempre me quedaría con la duda y las ganas de saber qué hubiese pasado y si aceptaba, estaba consciente de que tendría consecuencias.

—Tic toc, tic, toc.

Insistió impaciente. Recolecté todo el aire que mis pulmones pudieron y dejé caer un suspiro.

—Está bien. Sea lo que sea esto acepto, pero tendrá que terminar tan rápido como sea posible.

Tan rápido como terminé de hablar, una gran sonrisa se formó en la boca de Frederick.

—Dios, me hiciste pasar los minutos más largos de toda mi vida.

Exageró.

—Debemos establecer un contrato, ¿no crees?

Sí algo había aprendido es que todo era mejor con un contrato, las cosas salían mejor cuando estaban básicamente planeadas que improvisadas, si queríamos que esto saliera tal como debía ser, debíamos tener una base.

—Sobre eso... No estoy de acuerdo, los contratos pueden ser muy abrumadores.

—¿Cómo que no quieres un contrato?

—No es adecuado, para tener un contrato tendríamos que conseguir un abogado, alguien que sustente nuestros hechos y tenga evidencia de ellos y no podemos permitirnos eso.

—¿Por qué no?

Pregunté a la defensiva.

—Porque esto es nuestro Beth, será como nuestro pequeño secreto.

Nuestro pequeño secreto, pensé. ¿En qué diablos me estoy metiendo? ¿Aún es demasiado para retractarme?

—Si vamos a hacer esto, tendrá que ser sin contrato —afirmó—. Debemos ser los únicos que estemos enterados de esto, nadie más puede saberlo, si lo hacen, estamos muertos.

Inconforme, terminé accediendo a sus condiciones.

—Bien, tenemos un trato.

—¡Así se habla preciosa!

Exclamó contento. Después de eso, a los dos nos abrazó un silencio que me resultó incómodo, ¿Qué debía de hacer ahora? Era pésima para las situaciones como estas y detestaba el hecho de encontrarme en ambientes donde se volviera incómodo. Frederick hizo rechinar su taburete al tiempo en que se levantó de la mesa para retirar nuestros platos y vasos, como no tenía otro comentario que agregar me limité a observarlo lavar los trastes, para ser un príncipe, era bastante independiente y para vivir por su cuenta era muy organizado.

Diez minutos más tarde, luego de secar los platos y guárdalos, se giró a verme, me ofreció una sonrisa que no pude responderle de vuelta, estaba hecha un desastre emocionalmente, miles de pensamientos estaban cruzando por mi cabeza y sabía que esto era una mala idea.

—Acompáñame —dijo haciendo un gesto con la cabeza—. Voy a darte un pequeño recorrido por mi humilde morada.

Indecisa, me levanté de mi asiento y comencé a seguirlo. El departamento era chico, aunque algo amplio, había suficiente espacio como para que dos personas pudiesen estar, al salir de la cocina, lo primero que hicimos es regresar a la entrada principal, donde estaba un juego de sala con una mesita en el centro de ella bajo una alfombra, un televisor de pantalla plasma en un impecable mueble de caoba, —lucía como una estancia más que una sala— a un costado de la sala había un pequeño pasillo que daba a los dormitorios.

—Bueno, no hay mucho que explicar aquí más que es como una estancia y sala a la vez, personalmente, suelo ver la televisión en mi dormitorio, es muy raro que llegue a estar aquí —habló. Segundos más tarde, se abrió paso hacia el pasillo donde encendió la luz de un pequeño interruptor iluminando el pasillo, pude ver que había tres puertas negras, una al final del pasillo, y dos a los costados de este—. Mi dormitorio está al lado izquierdo, la puerta de la derecha es el baño, es el único baño que espero que no sea una molestia compartirlo.

Era modesto y acogedor, tenía una buena pinta el lugar. Me abracé a mí misma, Frederick se animó a caminar por el pasillo —no era enorme, era un tramo sumamente corto—, abrió la primera puerta que era de su dormitorio y encendió las luces. La cama estaba perfectamente hecha, a un lado de ella a la izquierda había una puerta que deduje debía ser el armario, había una alfombra gris en el suelo un mueble nuevamente de caoba junto a un enorme televisor de pantalla plasma en la pared de en frente, una ventana con persianas blancas al fondo era bastante simple.

—Como ves, no hay mucho que describirte de la habitación, seguro ya dedujiste que solo hay una ventana, un armario y televisor, demasiado simple —continuó explicando—. La segunda habitación es igual, son los mismos colores que en esta, la única diferencia es que nadie la usa.

Asentí, al tiempo en que salíamos de su habitación para dirigirnos a la otra, abrió la puerta y tal como había dicho, era idéntica.

—Supongo que dormiré aquí.

Me vi diciendo en voz alta más para mí misma que para él, sin embargo, me escucho con claridad y me dio una mirada divertida.

—Salvo que quieras compartir cama conmigo.

Su comentario me hizo sonrojar en segundos, desvié rápido mi mirada de la suya, ¿cómo es que siempre tenía un comentario para todo? Se echó a reír.

—Beth, solo estoy bromeando. No dormiré contigo —aclaró serio, pero manteniendo su sonrisa—. Al menos que tú lo quieras...

Rodé los ojos ante su comentario y me abracé a mí misma, incómoda. Fingí no haber escuchado su comentario y de nuevo, hubo un silencio, intenté no hacer contacto visual porque aún sentía que mis mejillas estaban coloradas por culpa del sonrojo.

—Entra —sugirió, ya que seguía en el marco de la puerta—. Como ya ves, no esperaba visitas, pero las sábanas están limpias al menos que quieras que las cambie por unas nuevas.

Me apresuré a negar.

—No hace falta, no tengo ningún inconveniente con ello.

—Perfecto.

Frederick estaba por agregar algo más cuando el sonido de su celular lo interrumpió, se apresuró a buscarlo en los bolsillos de su pantalón y sacarlo, rodó los ojos al ver la pantalla, sentí curiosidad de quien se trataba, se apresuró a contestar y tapar la bocina para susurrarme.

—Volveré en un instante.

Tan rápido como pudo cerró la puerta de la habitación, escuché pequeños murmullos a medida que iba caminando, escuché una puerta cerrarse fuertemente y me quedé quieta en mi lugar antes de nuevamente salir de la habitación. Se había ido.

***

Tiempo más tarde Frederick volvió a aparecer en casa, durante el transcurso, había aprovechado el tiempo para usar mi teléfono y responder los mensajes que mis padres me habían mandado, mamá estaba curiosa por saber que tal me habían ido las cosas dentro del palacio, si había podido conocer al príncipe y papá había asegurado que yo debía tener la mejor nota de todos los tiempos luego de tener la oportunidad de entrevistar a un miembro de la realeza.

Si tan solo supieran que había pasado...

—Oye, ¿te apetece si ordeno pizza para la cena? —me preguntó cómo sugerencia, ya había transcurrido un tiempo desde que habíamos consumido un sándwich, aun así, mi estómago tenía espacio para una buena pizza.

—Sin champiñones, me dan asco.

Frederick arrugó la nariz.


Después de que ordenara la pizza y esta se demorara media hora en llegar, los dos nos sentamos en silencio sobre los taburetes, colocó las dos cajas de pizza sobre la barra y me entregó un plato antes de volver a servir jugo en los vasos. Destapé la caja y me apresuré a tomar un trozo al mismo tiempo que él tomaba uno de la suya.

Detestando el silencio formado entre nosotros, me animé a hacer un poco de conversación.

—Creo que tienes un lindo hogar.

Dirigió toda su atención a mí al tiempo en que mordía la pizza. Masticó por un tiempo y durante ese tiempo no despegó su mirada de la mía. Esperé a que agregara algo para no caer de nuevo en ese silencio incómodo que estaba detestado, no lo hizo.

Fruncí los labios y le pegué otro mordisco a mi pizza, quizás no tenía humor de hablar, no fueron unos segundos más tarde que habló.

—Así que te incomodan los silencios, ¿no?

Ahora entendía, no había respondido a mi comentario porque sabía que estaba incómoda y al parecer eso le gustaba, su sonrisa socarrona lo delataba. Negué de inmediato y bufé.

—No estoy incómoda.

—Ajá.

Lo miré seriamente.

—No estoy incómoda.

—Como tú digas preciosa.

Ahí estaba de nuevo con ese apodo que estaba detestado.

—No me digas preciosa, no me gusta.

Dije cruzándome de brazos. Frederick rio.

—Ya veo, pequeña Pinocho.

Rodé los ojos, era imposible.

—¿Qué te hace creer que estoy mintiendo?

Me crucé de brazos. Se dio un pequeño golpecito en los labios con su dedo índice.

—Ya te dije. Te tiembla el labio cuando mientes.

Contuve las ganas de morderme el labio.
—¿Lo ves? Sabes que es cierto, preciosa —dijo, guiñándome el ojo. De nuevo, me había quedado sin palabras—. Descuida que tampoco soy fan de los silencios incómodos.

—¿Ah sí?

Arqué una ceja.

—Sí. Solo que encuentro divertido ver cómo te incomodas. —Rodé los ojos. Frederick tomó otro trozo de pizza—. Bien, juguemos ese clásico juego de preguntas ¿va?

Sugirió, me sorprendí por su propuesta, aun así, terminé accediendo.

—¿Cuál es tu comida favorita? —dije al tiempo en que tomaba otro pedazo. No era una pregunta creativa, pero por el hecho de estar comiendo fue lo primero que vino a mi cabeza.

—Köttbullar. Es mi favorito —dijo divertido—. ¿Amanecer o atardecer?

—Creí que me preguntarías por mi comida favorita.

—Por eso mismo he cambiado mi pregunta —contestó—. Me gusta ser impredecible.

Ya lo había notado.

—Amanecer. Son hermosos, sobre todo cuando el sol va apareciendo poco a poco. ¿Verano o invierno?

—Verano. ¿Si pudieras llevar solo una cosa contigo a una isla desierta que sería?

—Probablemente a mi mascota si tuviera una.

Enarcó una ceja, curioso. Pensé en una pregunta antes de que cuestionara mi respuesta, pero no tenía una, no era tan creativa como él, lo que le dio tiempo de cuestionarme.

—¿En serio llevarías a tu mascota?

Me encogí de hombros.

—Detesto la idea de estar sola.

De nuevo arqueó una ceja.

—¿Qué no vives por tu cuenta en un departamento?

¿Desde cuándo acá las preguntas se habían vuelto personales?

—Lo hago, pero es diferente.

—¿Diferente en qué sentido?

—Oye, se suponía que yo debía hacerte una pregunta.

—El juego terminó hace rato, ¿por qué es diferente?

Insiste. Presintiendo qué no dejará el tema de un lado respondo.

—Porque me desagrada el hecho de creer que podría quedarme sola para siempre.

—Ya veo.

Para cuando terminamos de comer, juntamos la mesa, Frederick lavó los trastes de nuevo y me dediqué a terminar de limpiar la mesa, ambos caminamos hacia mi habitación.

—Podría prestarte algo si quieres.

—¿Qué?

Pregunté no prestando mucha atención a su comentario.

—Que podría prestarte un poco de ropa, ya sabes. —Se encogió de hombros—. No creo que sea cómodo dormir con jeans ajustados, podría prestarte un poco de ropa.

No había pensado en ello, tenía razón, no iba a ser cómodo dormir con mis jeans ajustados, apenada asentí.

—Podría estar bien.

Asintió en acuerdo y salió de la habitación. Cinco minutos más tarde, regresó con una playera de algodón de color blanco y unos pantalones de pijama que seguramente me quedarían enormes.

—No estoy acostumbrado a esto y mucho menos tengo algo adecuado para ti, pero he conseguido esto.

Dijo entregándome la ropa. Por lo menos, es mejor que nada.

—Gracias.

—De nada —dijo e hizo una seña con las manos hacia la puerta—. Estaré en mi recámara por si me necesitas.

Asentí y dejé que se fuera para colocarle llave a la puerta. Aprovechando la privacidad que el lugar me proporcionaba, deje caer un suspiro pesado antes de sentarme en el borde de la cama.

¿Qué estaba sucediendo y en qué me había metido?

No había dudado en qué la incomodidad había disminuido con aquel pequeño juego de preguntas y respuestas, se había vuelto interesante y seguía teniendo esa sensación de que conversar con el príncipe no se sentía como tratar con un extraño. Pero todo esto era una locura.

Terminé tumbándome sobre la cama y quedándome, mirando el techo por un tiempo, hasta que opté por cambiarme.

Me deshice de mi ropa y la doblé para colocarla en una esquina de la cama, me coloqué la ropa que Frederick me había prestado y me percaté de que, puesta en mí, me quedaba enorme, sobre todo los pantalones, que por cierto agradecí que tuvieran elástico y pudiera ajustarlos un poco.

Al ponerme el pijama me di cuenta de que había tenido un día ajetreado y mi cuerpo estaba cansado, la cama era tan cómoda que pronto me relajé y sentí ganas de dormir de una vez.

Prendí el televisor deseando tener un poco de ruido, lo puse en un canal de películas que terminé viendo al cabo de media hora, la ventilación estaba alta por lo que tenía frío, me levanté de la cama y fui a una esquina a desatenderla para acurrucarme entre la colcha y sábanas.

Frederick llamó a la puerta y abrió sin esperar a que lo invite a pasar. Me reincorporé de inmediato en mi lugar.

—Solo venía a inspeccionar si estás cómoda o no.

Asentí. Noté que él también estaba usando pijama, que era idéntica a la que me había dado salvo que sus pantalones para dormir no le quedaban gigantes en él.

—Estoy bien, gracias.

Agachó un poco la cabeza al tiempo en que asintió.

—También quería decirte que a pesar de que mi abuelo ha muerto, me da la impresión de que se aparece en esta recámara por la noche, esta solía ser su habitación, espero no tengas ningún inconveniente con eso.

Tan rápido como lo dijo, mi rostro palideció. Lo que me faltaba, dormir con un fantasma.

Su enorme carcajada hizo que me sobresaltase, Frederick se retorció mientras rio con descaro.

—Beth, solo bromeo no hay ningún fantasma por la noche —dice controlando la risa.

Lo fulminé con la mirada. Al aparecer había encontrado un nuevo pasatiempo y ese era burlarse de mí cada vez que pudiera.

—Te odio.

—No, no lo haces.

Rodé los ojos.

—Bueno, no te molesto más, estaré a la puerta de al lado por si necesitas algo. No dudes en despertarme.

Luego de eso, abandonó la habitación. Me volví a tumbar sobre la cama, en definitiva, no lo odiaba y sin duda esto sería una aventura.

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