Capítulo 48
Si mi presentimiento no fallaba, Frederick estaba en la casa de refugio escondiéndose, era curioso que lo hiciera, casi gracioso saber que amaba esconderse, si más no recuerdo, leí por algún artículo meses atrás de conocerle que siempre se escondía de todos, era curioso que le gustara hacerlo, además resultaba a veces sin sentido teniendo en cuenta que era una persona que siempre debía hacer frente a sus problemas y no huir de ellos.
Considere ir a buscarlo hasta aquel palacio, sin embargo, no había forma de que pudiera ir por mi cuenta y pedirle a alguien de la residencia que me llevara no me parecía del todo fiable, no porque dudara de todos aquí, sabía que ellos guardarían el secreto, todos aquí eran cómplices de Frederick o mejor dicho eran fieles hacia él de una forma incondicional, lo querían y no por el hecho de ser nuestro futuro monarca sino por la grandiosa personalidad que poseía y porque siempre estaba dispuesto a ayudar a todos aquí, desde que había llegado le había visto arreglar el jardín del señor Blomberg sin ninguna protesta, llevar al supermercado a la señora Patty, ayudar a Ignacio a pintar su casa y podría enlistar cada una de las cosas que ha hecho aquí, las cuales son muchas.
"¿Podemos hablar? Estoy en la residencia".
Escribí el mensaje y lo envié lo más rápido posible con la esperanza de que no lo ignorara, porque era muy arriesgado que yo fuera a buscarlo al palacio en el que se encontraba, incluso si este estaba aislado. Como era consciente de que no recibiría una respuesta inmediata de su parte, opté por no enviar un segundo mensaje y verme muy insistente, al final, me distraje ayudando a Freya en casa y decidí volver a pasar la noche en su casa.
Después de la cena, la cual fue bastante entretenida con todas las visitas que Freya recibió, me excusé para ir a mi habitación a descansar sin ánimos de continuar en las conversaciones que las mujeres estaban manteniendo, como no tenía sueño, pasé un rato viendo televisión hasta que Freya llamó a mi habitación.
—Beth, querida, tienes visitas.
Dijo abriendo la puerta y con una expresión seria en su rostro, la primera persona que pasó por mi mente fue Bryson, probablemente se animó a volver a la residencia e insistir en hablar, sin embargo, al no encontrar a nadie en la sala de Freya fruncí el ceño y fui a la cocina donde ella y las demás mujeres jugaban cartas.
—No ha querido pasar.
Inquirió Freya encogiéndose de hombros, explicando que mi vista se quedó en la puerta principal, con el ceño fruncido llegué hacia la puerta la cual estaba entreabierta, al abrirla de par en par, Frederick estaba allí parado, con un semblante serio, las manos metidas dentro de los bolsillos de su pantalón, lucía cansado.
—Hola, preciosa.
Murmuró por lo bajo, sus ojos se encontraron con los míos y por impulso me lancé hacia él para envolverlo en un abrazo necesitando sentir el contacto físico. Sus brazos me sostuvieron con fuerza mientras mantuvo el equilibrio, no se esperaba mi abrazo y se abalanzó un poco sobre sus talones. Hundí mi rostro en la cuenca de su cuello aspirando el dulce aroma de su piel, sentí que sus brazos me sostuvieron con fuerza, ninguno de los dos habló, nos quedamos de esa manera por un buen rato, no hizo falta las palabras, el silencio hablaba por ambos.
Cuando por fin nos separamos, Frederick aprisionó mi rostro entre sus manos y me miró directo a los ojos.
—Déjame empezar diciendo que soy más que un idiota, creo que el adjetivo que mejor me califica es estúpido, cretino y egoísta, muy egoísta.
Confesó cosa que me hizo reír.
—Yo lo habría dejado solo en idiota, pero si tú insistes.
Me encogí de hombros, mi comentario sacó una pequeña carcajada de él.
—Dios, siempre tienes que tener un comentario para todo, ¿no?
Sin esperar a mi respuesta, me besó, fue un beso largo, sus labios se movían con suavidad entre los míos, sin embargo, el beso no era tan delicado, era rudo, demostraba haberme extrañado, una mano abandonó mi rostro y se posó en mi cintura apegándome más a él y profundizando nuestro beso.
—Perdóname, me he pasado de la raya al ignorarte.
Rompí el beso entre los dos para mirarlo, confirmar que estaba a mi lado, su semblante era serio y sus ojos lucían arrepentidos, por esta ocasión no estaba ocultando sus sentimientos, no estaba siendo duro consigo mismo o conmigo, y, sobre todo, estaba aquí, no era un sueño o una mala broma, era real.
Desearía que no la tuviera tan fácil conmigo, que mi corazón pusiera resistencia a las cosas, que no sintiera esa punzada en mi interior que me pide que lo perdone, que solucionemos las cosas, no respondí a sus palabras, pero la respuesta estaba casi en la punta de mi lengua y me odie por ello. Necesitando más privacidad —porque me daba la impresión de que Freya y sus amigas dejaron de jugar a las cartas para escuchar nuestra conversación—, salí de la casa y cerré la puerta, tomé una profunda respiración y la solté al tiempo en que me sentaba en el pequeño escalón de la entrada, Frederick hizo lo mismo segundos después.
Agradecí que no dijera nada, que me diera mi espacio para pensar un poco más las cosas. A veces el silencio dice más que las palabras y eso estaba sucediendo ahora mismo.
—Tampoco es fácil para mí —hablé, no me refería al hecho de perdonarlo, no era rencorosa, sino al hecho de que esta situación me afectaba tanto como a él—. Si unos meses atrás me hubieran dicho que me encontraría siendo despedida de mi antiguo trabajo y luego ganaría un concurso para poder entrevistar al príncipe de Suecia y de ahí conocerlo en persona y terminar hasta aquí, juro que me reiría con ganas y pensaría que la persona que me lo dijo está loca, sin embargo, por muy extraño que suena, aquí estoy y tú estás aquí también, los dos estamos juntos y me he dejado llevar por cada una de tus locuras, pero creo que más que nada me he dejado llevar por mí, por mis emociones, por esas ganas de querer vivir algo diferente.
La noche anterior, mucho antes de que me fuera acostar, Freya y yo tuvimos una conversación profunda, hablamos de todo en general, le conté la mayor parte de mi vida, desde mi niñez hasta este punto de la vida que estaba pasando, era buena escuchando y daba buenos consejos y desahogarme con alguien sirvió demasiado para aclarar mis pensamientos y ver las cosas de las que me estaba negando a ver durante mucho tiempo.
Creo que el hecho de tener siempre una pregunta para todo era porque necesitaba conocer a lo que me enfrentaba, no era la clase de persona perfeccionista, pero tampoco era la clase de persona desparpajada, sí, la mayor parte del tiempo me consideraba torpe y de alguna forma me encontraba involucrada en pequeños sucesos que me hacían cuestionarme la mayor parte de mi vida, a menudo pensaba en mis defectos, en las cosas que se me dificultaban y las cosas que se me daban bien, sobre todo en el trabajo, como todos, tenía aspiraciones de ser alguien en la vida, incluso había soñado en llegar a ser tan importante como Fabrizio o Nicholas, no era una chica conformista, pero tampoco me exigía demasiado, conocía mis límites y claro, me presionaba con pequeños retos para mejorar algunas cosas de mí y mi vida en general no era perfecta, crecí con una linda infancia, en mi adolescencia experimente cosas que cualquier joven haría, cosas de las que algunas me arrepentía y de otras las dejaba como experiencias que me ayudaron a crecer y darme cuenta de que la vida es más de lo que muchos alcanzamos a ver, cada par de ojos mira la vida de un color diferente, tenía eso siempre en cuenta y fue una de las cosas que aprendí durante mi adolescencia, pero siempre viví con la sensación de que algo más hacía falta a mi vida, quizás se trataba de una nueva aventura o quizás alguien en específico, sé que cuando conocí a Frederick pude resistirme, nadie me retiene en un lugar a la fuerza y Frederick por supuesto no era el tipo de persona que sometía a la opresión, pude mantenerme firme y no aceptar nada de lo que él ofrecía, de rechazar sus propuestas, juegos y caprichos, sin embargo, yo quería eso, quería probar el riesgo que de alguna forma única me ofrecía desde el primer día, quería esa nueva aventura.
—¿Crees en las casualidades?
Agregué después de un pequeño silencio, Frederick desvió su mirada de la mía y la centro en el perfecto y hermoso jardín de Freya, se mordió el interior de las mejillas mientras pensaba, luego asintió ligeramente.
—Hace poco que empecé a creer en ellas —dijo tranquilo, como si necesitara cerciorarse de que estaba escuchándolo, volteó a verme—. Antes era incrédulo a esas cosas, las casualidades es solo una causa o fuerza a la que supuestamente se deben los hechos, son imprevistos y siempre considere que realmente eran ridículas, ¿sabes? Mi abuelo siempre me hablaba de ellas, por eso encuentro curioso que preguntes por ello.
Dijo con una mueca en los labios que tiraba más a una sonrisa.
—¿Qué te decía?
Observé sus movimientos, entrelazó sus manos entre sus piernas abrazándolas.
—Que la vida estaba llena de ellas y que hay muchos tipos de casualidades: están las casualidades que son difíciles de creer, las que te meten en problemas y deseas que nunca hayan pasado, luego las casualidades que te dejan en una situación un tanto vergonzosa y luego esta esa casualidad que te lleva a conocer a una persona en particular, una persona que se cuela en tu vida y es difícil de sacar. Decía que las casualidades somos nosotros.
Sonrío, es un pensamiento que encuentro reflexivo y razonable, yo siempre he creído en ellas, en la fuerza que existe y que te lleva a que tengas una casualidad.
—¿Y cómo es que no creías en ellas?
La pregunta le dio una onda más seria al ambiente.
—Porque aunque mi abuelo dijera todo eso, mi padre siempre me decía la vida no debía tener casualidades, que todas ellas solo nos entorpecen, crean una versión de nosotros ridícula que solo hace que nos volvamos débiles, esperamos a que suceda y cuando sucede muchas veces confiamos en que sucedió por una razón y a veces esa razón no tiene una respuesta especifica —explicó con la mirada perdida de nuevo en algún punto del jardín—, me lo decía tan seguido que llegue a creerme todo eso, sin embargo, hoy me doy cuenta de que mi abuelo estaba más en lo cierto que mi padre, las casualidades existen y no son malas.
—No estoy de acuerdo en que las casualidades sean malas.
Dije abrazando mis rodillas justo como él lo había hecho, recargué mi cabeza entre mis rodillas y lo observé por unos segundos, hasta que volteó a verme con una diminuta sonrisa.
—Tampoco estoy de acuerdo, las casualidades sí que existen y tú eres una de ellas.
Dijo con seguridad, enarcó una ceja para verlo.
—¿Yo soy una casualidad?
Cuestionó.
—Por supuesto, eres mi preciosa casualidad.
La sonrisa más boba se dibujó en mis labios al ver que no había pizca de broma entre sus palabras, había seriedad pura entre ellas, estaba siendo muy sincero con ello.
—Wow eso es... —pensé en una palabra que me ayudara a describir lo que acababa de confesarme, me tomó por desprevenida y terminé soltando una risita nerviosa—. Dios no sé qué decirte, eres...
—Todo un romeo, ¿no? —inquirió con humor cosa que me hizo reír—. Puedo ser romántico cuando me lo propongo.
Reí, de eso no tenía dudas, Frederick podía ser romántico y divertido al mismo tiempo y esa era una de las cosas que amaba de él.
De nuevo, los dos nos quedamos en un pequeño silencio, pero esta vez Frederick se acercó a mí de forma que sus piernas rozaron con las mías, la proximidad de su cuerpo me gustaba, con delicadeza, acaricio mi mejilla con una de sus manos y luego pasó su pulgar por mis labios separándolos un poco.
—Te quiero Beth, creo que nunca me he enamorado de alguien de la forma en que siento estar enamorado por ti y aunque me resulta una locura es tentador quererte —dijo con serenidad, su pulgar aún continuaba acariciando mis labios, se quedó así acariciándolos por unos segundos hasta que rompió la corta distancia entre los dos y me besó, fue un beso largo y tierno y cuando se separó de mí, su beso me dejó suspirando, quería más, quería que continuara besándome, seguí mis impulsos y envolví mis brazos en su cuello para atraerlo de nuevo a mí y besarlo, Frederick rio por el repentino beso, aun así lo aceptó y profundizó separando mis labios con la punta de su lengua, el beso fue intenso, había miles de emociones cargadas en él y la necesidad de no dejarlo ir se prolongaba por mi cuerpo.
—Creo que deberíamos de ir a casa si no quieres continuar haciendo una escena aquí afuera —dijo cuando por fin conseguimos separarnos, me volvió a dar un corto y fugaz beso en los labios, luego otro en la mejilla y hundió su rostro en la cuenca de mi cuello donde también dejo un par de besos hasta llegar a mi oreja—. Tenemos algo de público allá adentro.
Cuando se separó de mí, noté a lo que se refería, Freya y sus amigas estaban pegadas a la ventana observándonos, lo que hizo que me pusiera roja de la vergüenza y como si no fuera suficiente público, noté que otros vecinos ya habían salido de sus casas a vernos, mientras que otros continuaban observando desde sus ventanas. Me reí ante lo vergonzoso que esto era, seguramente nadie tenía nada mejor que hacer en sus casas que observarnos, hasta creo que el señor Castillo nos apuntó con la cámara de su celular mientras caminaba del lado de otros vecinos, si no me equivocaba, su nieta recién le enseñó a cómo sacar fotografías.
—Definitivamente hay que irnos.
Agregué de inmediato mientras aprovechaba su cercanía para ocultar mi rostro entre su pecho, Frederick me recibió y abrazó con fuerza ocultándome de todos, no podía con la idea de todos contemplando nuestra escena, seguro al día siguiente seriamos la comidilla de toda la residencia.
En casa, Frederick y yo continuamos hablando, sin que yo comentara al respecto, me dijo lo que Bryson ya me había dicho antes, él y el rey tuvieron otra gran discusión por mí sin embargo, no quiso entrar mucho en detalles, sea lo que sea por lo que fue la pelea no le dejaba una buena sensación, su rostro decía que debió de ser un conflicto fuerte que tensó más las cosas en el palacio al grado que decidió irse a la casa de refugio, no lo presione en que hablara porque de alguna forma él lo estaba haciendo a su manera, pero la pequeña sensación de traición se acumulaba en mi interior por estar un poco al tanto de las cosas gracias a Bryson.
Al final, resolvimos las cosas, aclaramos los malentendidos.
—Sé que por lo menos debí de dejarte darme una explicación, pero estaba realmente molesto, me dejé llevar por lo que sentía y actúe sin pensar, no debería de ser una excusa, pero no puedo evitar ser impulsivo.
Explicó mientras entrelazaba su mano con la mía, ya estamos acostados sobre la cama, el televisor estaba encendido, pero el sonido apenas y era audible.
—Honestamente pase el resto de mi noche insultándote y considerándote más que un idiota, hasta considere en odiarte y sobre todo me enfadaba el hecho de que leyeras mis mensajes ese mismo día y no respondieras mis llamadas.
—¿Qué mensajes?
Inquirió con seriedad, yo rodé los ojos con un poco de humor teniendo en cuenta de lo mucho que disfruta con confundirme.
—Sabes de lo que hablo, no necesitas molestarme con ello.
Negó, serio.
—¿Me escribiste?
Me acomodé de lado para voltear a verlo, Frederick hizo lo mismo, su rostro estaba tan serio, si estaba fingiendo, ahora sí que era difícil de creerle.
—Ese mismo día, bueno, al día siguiente, cuando se publicaron aquellos artículos donde decía que yo solo estaba contigo porque quería aprovecharme de ti por el solo hecho de ser una periodista.
Rio.
—Vamos, no soy tan estúpido como para no tener en cuenta que no harías algo como eso, sé cómo nos conocimos, sé tu conexión con Fabrizio, te recuerdo que fui yo quien incluso se ofreció a llevarte hasta su cena el primer día que iba a contratarte.
Maldición, no estaba bromeando, lo que me hizo sentarme en la cama, confundido él hizo lo mismo.
—¿De qué estás hablando? Te escribí más de una vez, incluso llamé, tú solo leías mis mensajes y los ignorabas. Juraba que me odiabas y que incluso no volverías a querer verme.
Su cuerpo se tensó al tiempo en que volvió a negar.
Suspiró.
—No negaré que estaba molesto y que sí, de cierta forma quise dudar de ti por todas esas cosas que dijeron de ti, pero después lo pensé bien, conozco nuestra historia, el único aquí que ha inventado todo esto y a quien deberían de culpar es a mí y no a ti y sí, yo ignoré las siguientes llamadas que hiciste, no quise responder a las llamadas perdidas porque no quería hablar con nadie, pero te juro que no había ningún mensaje en mi celular, ¿Qué decían?
Insistió en el tema, ahora yo estaba más que confundida, ¿cómo era que no leyó mis mensajes si prácticamente saturé su teléfono con ellos?
—Bueno, el primer mensaje que envíe decía que respondieras mi llamada y en el segundo te decía que no podías ignorarme para siempre y bueno, después de eso hice muchas llamadas, bastantes llamadas y envié mensajes, en alguno que otro admito haberte insultado y decirte lo mucho que estaba molesta contigo por no dar la cara y comportarte como un cobarde e idiota.
En la mayoría de los últimos mensajes que le envíe, eran insultos, después de hacer bastantes llamadas que ignoró, yo solo quería expresarle lo mucho que me dolía que tuviera una actitud así.
—Diablos, te juro que yo no tengo ningún mensaje de texto tuyo.
Como si tuviese que asegurármelo, estiro su brazo y tomó de la mesita de noche su celular, entró a la bandeja de mensajes y encontró que no había ningún mensaje mío, ni siquiera un chat de conversación.
—Esto es extraño, te juro que escribí. —Y sí que lo había hecho, que Frederick no tuviera ningún mensaje solo nos dejaba con una sospecha y era que alguien debió de revisarle el celular—. ¿Cómo es que no tienes ningún mensaje mío?
Frederick lo pensó por un buen tiempo.
—¡Maldición! ¡Ryleigh! —exclamó con una pizca de enfado, dejó su celular sobre su estómago y se pasó ambas manos por su cara—. El día en que la noticia se publicó, estuvimos juntos, yo estaba con ella en su habitación y cuando papá me llamó a su despacho para hablar de ello, ella me dijo que se quedaría jugando un jueguito en mi celular, claro, tiene sentido —dijo más para sí mismo—, por eso ella hablaba de las cosas tóxicas.
—¿Cosas tóxicas?
Fruncí el ceño, Frederick no lucia tan divertido con esto.
—Los Duques de Escocia estuvieron de visita en el palacio, tienen una hija adolescente que le explicó a Ryleigh sobre que es una persona tóxica y esas cosas de las relaciones tóxicas.
—¿Y qué tienen que ver los mensajes con eso?
—Mi hermanita es lista, estaba al tanto de la noticia del palacio sobre el artículo que salió de nosotros, pero solo tiene siete, esta chica, hay cosas que no comprende aún por más que ella asegura que sí, dijo que las niñas eran tóxicas, que todas eran y que la hija de los duques, Ailyn si no me equivoco le dijo que las niñas tóxicas suelen hacer muchas llamadas y mensajes a sus novios cuando arruinan su relación, ella me hizo un comentario algo parecido.
—¿Qué rayos?
Terminé riéndome de lo que acababa de explicar.
—Dios, es culpa de Ryleigh —aseguró conteniendo sus ganas de reír—. Estoy seguro de eso, ahora tiene sentido, estaba irritado ese día que no estaba prestándole atención cuando subí a su habitación por mi teléfono, ella aún estaba jugando con él, y me hizo el comentario ese de que ella me libero de las niñas tóxicas, ahora comprendo que ella se refería a ti, porque no encuentro otra forma del por qué el chat de nuestras conversaciones no está guardado en mis mensajes.
Dios, sí que Ryleigh era inteligente. En vez de enfadarme al respecto o decirle que era algo absurdo, terminé riéndome y él no tardo en sumarse a mi risa.
—Dame una explicación clara del por qué le hablaron de eso a tu hermana, ¿personas tóxicas?, ¿hablas en serio?
Rio.
—Preciosa, Ailyn es una adolescente, tiene quince, no puedo culpar que le hable de esas cosas a mi hermana, digamos que la chica siempre viene al palacio a contar sobre un nuevo chico del que se ha enamorado —inquirió con un poco de humor—, pero eso no justifica lo que Ryleigh ha hecho, hablaré con ella en cuanto tenga oportunidad, incluso le pediré que me dé una explicación mucho mejor que clasificarte como tóxica.
Volví a reír.
—Dios mío, me cuesta creer que tu hermana me clasifique como una persona tóxica.
Para tener solos siete años, era bastante lista.
—Descuida, después de que Ailyn le enseñara esa palabra, clasifico a la mitad de los empleados del palacio como empleados tóxicos y ni hablar de sus muñecas, ha separado su colección de muñecas por tóxica, megatóxica y ultratóxica, estoy seguro de que es su nueva palabra favorita, incluso cuando el príncipe Aiden ha hablado para saludar, le ha dejado en claro que su hijo es tóxico por suerte este creyó que Ryleigh se refería más a una intoxicación por alimento y no por lo que sea que Ryleigh haya entendido, sería una lástima ocasionar una guerra con la familia de Inglaterra solo porque una niñita no sabe la definición correcta de una palabra.
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