Capítulo 26
—No es necesario que tengamos una cita.
Hablé mientras bajábamos las segundas escaleras que daban con la primera planta del palacio, aquello me ganó una mirada de Frederick, quien detuvo su paso y frunció el ceño.
—¿Hay un problema con ello?
Me mordí el labio inferior, no estaba segura de sí había un problema realmente, desde que el rey se había ido y salimos de la habitación, la actitud de Frederick continuaba siendo rígida y evidentemente continuaba inconforme con el pequeño enfrentamiento que había tenido con su padre en el salón. Tomé una profunda respiración y la dejé caer segundos después.
—No quiero tener una cita contigo. —Sus cejas se enarcaron con mi respuesta, me mordí de nuevo el labio, había usado las palabras incorrectas, hablé sin pensar—. Quiero decir, no quiero una cita contigo sabiendo que hay algo que te molesta.
—No hay nada que me molesta.
Frunció el ceño. Me acerqué más a él para tener un poco de intimidad, estábamos solos en el pasillo, pero el palacio era tan grande que me hacía sentir estar muy distante de él.
—A mí no me parece, al contrario, hay algo molestándote.
Incluso aunque él lo evadiera, era más que claro.
Dejó que el silencio nos inundará a ambos, sus ojos avellana me miraban con intensidad, eran tan intensos que tuve que desviar mi mirada de la suya.
—Tienes razón —se resignó a responder luego de un tiempo, se llevó una mano al bolsillo de su pantalón y la otra la pasó por su cabello—. Hay algo molestándome.
Asentí tambaleándome sobre mis talones.
—¿Te gustaría hablar de ello?
Me sentía incómoda haciendo estas clases de preguntas, por lo general, yo era una chica abierta, no hacía falta que me preguntaran las cosas más de dos veces para que yo diera una respuesta, sin embargo, Frederick era lo contrario, él era reservado y guardaba las cosas para sí mismo, prefería evadir las situaciones antes de dar una respuesta.
De nuevo dejó que se formará un silencio entre nosotros, quería una respuesta rápida y no los silencios que estaba dándome, comenzaba a detestar que hiciera tantas pausas para dar una respuesta y que en su lugar solo se limitará a observarme por el tiempo que consideraba necesario.
—Vamos, no puedes guardarte las cosas para ti mismo por siempre, Frederick —hablé con desespero, quizás estaba siendo pesada al presionarlo, pero hablar era mucho mejor que quedarse callado—. Las cosas siempre salen a relucir tarde o temprano. No podemos guardar silencio para toda la vida y evadir preguntas, las personas necesitan respuestas. Siempre hay una respuesta.
—Y tú eres la clase de persona que siempre busca una.
Dijo rodando los ojos. Apreté los labios.
Estaba a punto de responderle con algo que podría empeorar su mal humor, pero voces se escucharon a lo lejos en el pasillo, el cuerpo de Frederick se puso alerta y giro en dirección a las voces que cada vez parecían acercarse más a nosotros. Compartimos una rápida mirada, Frederick entrelazó de inmediato su mano con la mía y se acercó a una de las habitaciones más cercanas, por suerte, no tenía llave y los dos entramos en ella antes de que las voces llegarán a nuestro lado.
Las luces estaban apagadas, aunque la habitación era espaciosa, el cuerpo de Frederick estaba pegado al mío, yo no quería alejarme de él debido a la oscuridad. Cuando las voces se acercaron, todas ellas eran de mujeres, intenté moverme en mi lugar, pero Frederick coloco una mano sobre mi boca para impedirme hablar.
—Sh... —susurró en mi oído—. Es mi madre.
Dijo con sigilo, quitó su mano de mi boca, pero su cuerpo continuó cerca del mío. La conversación fuera de la habitación se intensificó, la reina y la persona con la que están conversando se detuvieron en el pasillo y los dos pudimos escuchar con claridad la conversación, ella hablaba acerca de una reunión con la reina Carmina y la princesa Aitana de España, sintiéndome ajena a la conversación e incómoda por la cercanía de mi cuerpo con el de Frederick, me moví en mi lugar en busca de espacio, mi nariz chocó con su pecho y el dulce aroma de su loción y jabón inundó mis fosas nasales. Me mordí el labio, olía bien y eso me gustaba, además de que podía ver su pecho subir y bajar con tranquilidad mientras respiraba.
Una risita baja y ronca salió de él y agachó su rostro.
—¿Sucede algo?
Murmuró.
Levanté mi vista hacía a él, a pesar de que no podía verlo con claridad, sin embargo, sentía su respiración muy cerca de la mía. Volví a morderme el labio, los espacios reducidos no eran mis favoritos y esta habitación no era la excepción, no era demasiado pequeña, seguro había espacio para movernos —no lo suficiente— pero Frederick mantenía su cuerpo presionado al mío.
Me encogí de hombros.
—¿Se quedará mucho tiempo en el pasillo?
La voz de la reina era audible, juraría que estaba con alguien más, pero su voz era la única que podía escuchar con claridad, probablemente se encontraba con su asistente y otros ayudantes del palacio. Frederick tomó una bocanada de aire, su pecho se hinchó con ello y luego exhaló.
—Hay una gran probabilidad de que lo haga. Mi madre es amante de quedarse quieta en un lugar y terminar su conversación allí hasta que alguien la interrumpe —aclaró—. Así que sí, probablemente pasemos un tiempo aquí adentro.
Bufé.
Recé en mis adentros porque no me diera un ataque de ansiedad. La falta de espacio y luz no iba a ayudar mucho.
—¿Está todo bien? —preguntó luego de unos segundos, una de sus manos acarició mi mejilla, su gesto me agradó. Ligeramente, negué.
—Odio los espacios pequeños —contesté con una gran mueca en los labios, cerré mis ojos con fuerza intentando no entrar en pánico—, también la oscuridad.
Una risita corta salió de él.
—Los espacios pequeños no son tan malos.
Habló y fruncí los labios.
—Dices eso porque no los odias tanto como yo.
—Probablemente —respondió, sentí que se encogió de hombros—. A mí me resultan interesantes.
—¿Interesantes?
—Interesantes —respondió a modo de afirmación.
—Considero todo lo contrario —negué, su mano abandono mi mejilla y sentí su cuerpo acomodarse en el lugar. Realmente me resultaba pequeño. —¿Qué pueden tener de interesantes?
Enarqué una ceja. No respondió de inmediato, dejó que pasara casi un minuto.
—Personalmente, disfruto de la intimidad que te proporcionan —contestó—. Son pequeños y tranquilos, ayudan a relajarme.
Dejé escapar una risita nerviosa.
—Sigo pensando lo contrario —mencioné—. Me gusta el espacio, además, ¿no te resulta algo claustrofóbico?
Negó.
—No del todo.
Preferí guardar silencio después de eso, no quería discutir al respecto, seguir hablando del espacio podría aumentar mi nerviosismo, me concentré en las voces que aún se escuchaba en el pasillo, está ocasión, no era la voz de la reina la que solamente se escuchaba sino la de dos personas más.
Intenté volver a moverme en mi lugar en busca de mi comodidad, estaba comenzando a sentirme más ansiosa que minutos atrás y la reina no daba señales de alejarse del pasillo, bufé.
—Oye, Beth —murmuró Frederick volviendo a colocar una mano en mi mejilla para acariciarla—. Tranquila.
Tomé una gran bocanada de aire y la dejé caer en un suspiro pesado. Su mano abandonó mi mejilla.
—Lo siento —dije con cansancio—. Estoy comenzando a irritarme aquí adentro.
—Lo sé, pero hay que ser pacientes.
La paciencia no era cosa mía.
—¿Cómo es que siempre mantienes la calma?
Dije más para mí misma que para él. Frederick daba la impresión de ser bueno manteniendo la calma en situaciones complicadas.
—En realidad, estoy mucho más ansioso que tú en estos momentos, solo que soy bueno disimulándolo.
Enarqué una ceja.
—Bueno, eres excelente haciéndolo, estoy muriéndome de nervios y tú solo pareces respirar con tranquilidad y actúas como si esta situación fuese de lo más normal.
—Me resulta de lo más normal.
Se encogió de hombros para restarle importancia.
—Claro, te encanta esconderte.
—Exacto, es mi mayor pasatiempo favorito.
Su respuesta sacó una pequeña sonrisa de mi boca.
—¿Desde cuándo se convirtió en tu pasatiempo favorito?
—Desde que era un niño, los escondites son mi especialidad.
La sonrisa se mantuvo en mi boca.
—Parece que tienes muchos pasatiempos —aclaré, recordando a él tocando el piano en la sala de arriba, había sido precioso—. Tocas el piano y cantas. Tengo que decirte que lo haces muy bien.
—No se me da tan mal, gracias.
—Que modesto.
—Sí, esa es otra cosa que se me da con facilidad.
Rodé los ojos con humor y traté de no reír.
Las voces cesaron, los dos guardamos silencio para asegurarnos de que realmente lo habían hecho, transcurrió casi un minuto, cuando por fin no logramos escuchar nada.
—¿Ya se habrán ido?
Pregunté. No podíamos confiarnos y salir, así como si nada, no quería arriesgarme a un incómodo encuentro con la reina como el que había pasado con el rey.
—Esperemos que sí. De lo contrario, mamá se molestará.
Apreté los labios en una mueca.
—¿Por qué lo dices?
No me gustaba la idea de la reina molesta.
—Digamos que detesta el hecho de que ame esconderme —dijo, dejó que un pequeño silencio se formara antes de volver a hablar—. ¿Sabes dónde estamos?
Negué. No tenía ni idea de donde estábamos, lo único que podía sacar a deducir es que era una habitación pequeña y no me gustaba estar aquí dentro.
—El cuarto de limpieza —respondió luego de un tiempo—. La misma habitación en la que nos conocimos.
Frederick estiró una mano por encima de mi hombro y alcanzó el interruptor, la luz se encendió y noté que estaba en lo cierto, era la misma habitación. Una diminuta sonrisa se formó en mi boca.
—Le recordaba más grande —hablé sin saber que decir realmente, con la luz encendida, el lugar se veía un poco más espacioso.
—Lo es lo suficiente, pero alguien aquí continuaba pegando su cuerpo al mío y haciendo parecer el espacio, reducido.
Enarqué una ceja.
¿Acaso estaba culpándome de ello? Su sonrisa socarrona lo delato.
—Pudiste haber encendido la luz si sabías donde estaba el interruptor —hablé—, de ser así, habríamos mantenido una buena distancia entre ambos.
—Sí... —Una mueca se formó en su boca—. No habría hecho eso. Tenerte cerca me gusta.
Mis mejillas se ruborizaron de inmediato ante sus últimas palabras, no las esperaba. Al ver que yo no tenía algo que decir, Frederick se animó a salir de la habitación primero, hice lo mismo segundos más tarde y comprobamos que estábamos solos en el pasillo.
Conseguimos llegar a la entrada principal del palacio sin encontrarnos con alguien más, Frederick se despidió de los guardias deseándoles un buen día, yo hice lo mismo y ellos respondieron con una reverencia, al subir a su auto, encendió el motor de inmediato.
***
Alejarnos del palacio nos tomó algo de tiempo, imaginé que Frederick conduciría directo hasta Solna, pero me sorprendí cuando los dos continuamos rondando por Estocolmo.
—¿A dónde vamos? —pregunté llamando su atención, me dio una miradita rápida antes de volver a mirar al frente.
—Dije que tendríamos una cita y eso es lo que haremos, tener una cita.
El asombro cruzó por mi rostro, creí que la pospondríamos para otra ocasión debido a su repentina actitud en el palacio, aun así, no lo cuestioné.
—¿Y puedo saber hacia dónde nos dirigimos?
Se encogió de hombros.
—Siendo sincero, no tengo un lugar en mente.
Enarqué una ceja.
—¿Estás conduciendo sin rumbo?
—Me parece que sí —asintió, dejó que pasaran unos segundos antes de volver a hablar—. En realidad... se me ocurre algo.
—¿Cómo qué?
Pregunté mirándolo, compartió una rápida mirada conmigo y sonrió.
—Pensé en que podríamos a ir Gröna Lund en Djurgården.
Enarqué una ceja. Gröna Lund era el parque de atracciones sueco más antiguo que se encontraba en Djurgården, una isla y parque situada al este de la ciudad, yo tenía viejos recuerdos de haber visitado ese parque de diversiones cuando era una niña, si recordaba bien, solo había tenido oportunidad de visitarlo una vez en mi vida.
—No bromeas, ¿verdad?
Negó.
—Por supuesto que no. Pero tengo una condición para ir al parque.
—¿Cuál?
—House of Nightmares —mencionó con una sonrisa—. Entraremos a ella y no aceptaré un no como respuesta.
House of nightmares era una de las muchas atracciones dentro del parque, sin embargo, se trataba de una casa encantada y abandonada en la cual nadie sabe que se encuentra dentro de ella, la casa se encarga de mostrarte las peores pesadillas, mientras te va mostrando una trama un tanto retorcida sobre las pesadillas de las personas. Jamás había entrado y yo, siendo la clase de persona miedosa y asustadiza, tenía pensado jamás hacerlo.
—No, no. Por supuesto que no —negué. —¡Ni loca!
Frederick sonrió.
—¿Miedosa, preciosa?
La respuesta era simple y corta. Sí, era miedosa y en mis planes no estaba entrar a esa casa, Frederick había perdido la cabeza.
—No lo haré. Claro que no.
Insistí negando frenéticamente, Frederick mantuvo la sonrisa en su boca.
—De eso no hay que estar seguros —dijo, mi rostro se volvió serio y lo acuse con mi dedo índice.
—Nada de lo que digas me hará entrar ahí, Kallenberg.
—No podemos estar seguros de eso preciosa.
Volví a negar.
—Olvídalo. No sucederá.
Me crucé de brazos en mi lugar y me concentré en la autopista, ya había dicho mi respuesta y no iba a cambiar de opinión fácilmente.
***
Media hora más tarde, Frederick y yo habíamos conseguido entrar, el parque estaba lleno, había niños corriendo de un lado a otro y largas filas para entrar a los juegos, al principio, me sentí nerviosa de que los visitantes reconocieran a Frederick y nos atacaran con preguntas y fotografías, sobre a todo él por ser el príncipe, sin embargo, Frederick tenía conocidos y había conseguido que un guardia de seguridad viniera del palacio en caso de alguna emergencia, las personas se habían percatado de su presencia, pero mantenían su distancia y se mostraban respetuosos ante él, cosa que me sorprendió.
—¿Quieres comer algo? Podemos comprar hamburguesas.
Sugirió mientras caminábamos por los puestos de comida que había a los alrededores, no tenía hambre aún por lo que negué.
—¿Podríamos hacerlo más tarde? Si vamos a subirnos a las atracciones, no quiero tener el estómago revuelto. —Ese era otro punto por el que no quería comer, subir a la montaña rusa con el estómago lleno era una pésima idea—. Al menos que quieras que te vomite encima, de ser así, comería el doble.
Rio.
—Buen punto. No comeremos hasta el final.
La primera atracción a la que subimos fue a Jetline, la montaña rusa más popular de la feria y reconocida mundialmente por su colina de elevación curva, una anomalía entre las montañas rusas, paseamos en otras montañas rusas como Insane, Kvasten, Vilda Musen y Twister, las últimas dos nos dejaron con un estómago revuelto y un ligero mareo, sin embargo, fue divertido subirnos a cada una de ellas, Frederick se había empeñado a gritar con todas sus fuerzas en cada una de ellas que al final había conseguido una garganta seca y ronca, al igual que yo, pues fue imposible no gritar por la adrenalina que ellas causaban en mí.
Comimos dos horas más tarde, después de que el malestar de mareo desapareció y continuamos recorriendo la feria, habíamos jugado en los pequeños puestos donde conseguimos ganar chocolates gigantes y osos de peluche como premio, en cada uno de ellos, Frederick se empeñaba en apostar conmigo en cada juego, cosa que sacaba mi mejor lado competitivo, lamentablemente, Frederick era mucho más competitivo que yo y la suerte estaba a su favor más que de la mía y terminó ganándome en la mayoría de los juegos, aunque me dejó ganar en el último juego a propósito cuando falló en uno de sus tiros casi perfectos.
La última atracción que visitaríamos era la House of Nightmares, había estado olvidando el hecho de que entraríamos a la casa como atracción final que mi nerviosismo era más que evidente cuando hicimos fila para entrar, Frederick mantenía una sonrisa socarrona en su boca, sabía que estaba entusiasmado por entrar, podía verlo en su rostro y la razón de ello era porque yo tenía miedo.
—Voy a odiarte para el resto de mi vida.
Le acusé en el instante en que pusimos un pie dentro de la casa, Frederick negó de inmediato.
—Los dos sabemos que eso no sucederá, preciosa.
Rodeé los ojos detestando su arrogancia, me molestaba que fuera tan confiado de sí mismo y que de cierto modo, tuviera razón.
Me abracé a mí misma a medida que avanzábamos, mi corazón latía con fuerza y tenía una sensación de angustia, no sabía lo que me esperaba aquí adentro y eso ponía mis vellos de punta, tomaba respiraciones profundas y me decía a mí misma que nada de lo que viera allí adentro era real, la primera víctima dentro de la casa, gritó tan fuerte que yo di un saltito en mi lugar y estreché mi cuerpo con el pecho de Frederick quien aprovechó aquello para colocar sus manos en mi cintura y gritar en mi oído, cosa que provocó que yo gritara del miedo, otras chicas dentro gritaron junto conmigo y tuve que darle un golpe con fuerza sobre su pecho que lo hizo reír, quizás él no tenía miedo, estas cosas parecían no asustarle en absoluto, pero yo estaba presa del miedo por dentro. Una hora más tarde, llena de gritos y sustos, logré salir con vida de allí.
Frederick mantenía la calma mientras que yo aún tenía el corazón acelerado y un ligero malestar a náuseas, si mi garganta se había enronquecido y secado por gritar tanto en las montañas rusas, había una gran probabilidad de quedarme afónica por culpa de todo lo que grite en House of Nightmares, sin embargo, tengo que admitir que fue uno de los mejores días que pude haber pasado.
—Esa sí que fue una cita.
Habló Frederick cuando subimos a su auto, el sol se había ocultado, hacía frío y aunque estaba cansada, algo ronca y mis pies dolían por todo lo que habíamos caminado, no podía estar más de acuerdo, había sido la mejor cita de mi vida y no dude en expresarlo.
—Fue la mejor cita que pude tener.
Asintió.
—Podríamos repetir de nuevo —sugirió, la idea me agradaba bastante que no me quejé—. El único inconveniente es que realmente tienes que controlar tus miedos, creo que tengo un par de arañazos por tu culpa.
Dijo mostrándome sus brazos, rodeé los ojos tratando de restarle importancia, pero terminé sonrojándome por ello porque había estado enterrando mis uñas en el brazo de Frederick durante las primeras atracciones y la última por culpa de mis nervios y miedo.
—En mi defensa, te lo tienes merecido por hacerme entrar a la última atracción. Es tu culpa.
Alcé las manos a modo de defensa, Frederick rio.
—No puedo quejarme. —Se encogió de hombros—. Es un riesgo que volvería a tomar si tengo oportunidad de divertirme como lo he hecho hoy. Definitivamente fue la mejor cita de toda mi vida.
Sonreí ante ello, me había divertido bastante que no cambiaría nada de los hechos de hoy. Me coloqué el cinturón de seguridad y él hizo lo mismo, encendió el motor del auto y comenzó a conducir hasta Solna, fue imposible que durante el viaje la sonrisa se borrara de mi boca, estaba contenta y podía notar que Frederick también, a nuestro alrededor se respiraba una onda relajada, cambié de estación varias veces en busca de buena música, Frederick tarareaba de vez en cuando y daba golpecitos en el volante con sus dedos al ritmo de la música, por mi parte, trataba de mantener la vista fija en la autopista, pero era imposible mantener mi mirada de esa manera cuando quería voltear a ver a Frederick.
—¿En qué estás pensando? —me atreví a preguntarle después de un tiempo, él me dio una rápida mirada antes de voltear de nuevo a la autopista, sonrió de lado.
—Si te soy sincero, pienso en que me he divertido bastante. No he tenido oportunidad de tener un día como hoy en años, por un momento me he olvidado de todo y ha servido bastante.
—Olvidar es bueno, a veces es necesario.
—Lo es.
Se limitó a responder. Continué observándole, aunque estaba concentrado en manejar, lucía relajado y esa diminuta sonrisa permanencia en su boca.
—Entonces, ¿no sueles tener días así?
Pregunté deseando hacer un poco de conversación, de pronto, tenía muchas preguntas que deseaba hacerle, quería que me hablará sobre él, su vida, sus pasatiempos favoritos y las cosas que detestaba y que también preguntará por los míos. Me mordí el labio.
—Como verás, paso la mayor parte del tiempo en casa.
Lo había notado, la mayoría del tiempo estaba en la cocina con un centenar de hojas esparcidas por lo largo de la barra. Deseé que me dijera más, que no solo me diera esas respuestas cortas que solía darme la mayoría del tiempo, quería más, quería respuestas largas que me hicieran querer preguntar más. Le tomó un tiempo hacerlo.
—¿Qué hay contigo? ¿No sueles tener momentos así?
Negué.
—La última vez que fui a la feria era pequeña, mis padres fueron los que me trajeron y no las atracciones no eran de mi agrado que digamos, prefería observar a mis hermanos jugar y conseguir premios para mí.
Rio.
—Como toda una consentida.
—¿Qué puedo decirte? Soy como la bebé de la casa. —Me encogí de hombros—. Por eso concuerdo contigo, ha sido el mejor día y no lo cambiaría por nada.
—Tampoco yo. La última vez que estuve en la feria fue con Brayden y Ryleigh, no tuvimos oportunidad de subirnos a muchas atracciones por Ryleigh, ella era demasiado pequeña y no podía subir a todos los juegos, pero fue uno de mis mejores momentos, compartir con ellos fue especial. Pero no se compara con lo de hoy, creo que este día fue mucho mejor.
Sonreí.
Me alegraba qué pensará de esa manera.
—¿Puedo preguntarte algo? —dije con delicadeza, él asintió. Me tomó un tiempo soltar mi pregunta, no quería que él se molestara, pero tenía mucha curiosidad—-. ¿Qué sucedió allá adentro? ¿Por qué tu padre se molestó?
Si le disgustó mi pregunta no se inmutó, le vi morderse el labio inferior y soltarlo en segundos, tomó una pequeña respiración y suspiró.
—Los papeles en los que estuve trabajando en casa iban a ser expuestos en esa junta de la mañana, papá me había pedido que me hiciera cargo de ello, trataban sobre las cuatro leyes más importantes de Suecia, mi padre y el parlamento real son algo tradicionales a pesar de que Suecia tiene un régimen de libre expresión y no prohíbe a sus ciudadanos dar sus opiniones públicas, como sabes, no ponemos restricciones a lo que se muestra en internet, televisión y periódicos sobre la realeza o alguna otra figura pública, tampoco tenemos problemas con nuestras políticas migratorias, aceptamos a inmigrantes en nuestro país siempre y cuando ellos respeten nuestras leyes y estén dispuestos a pagar impuestos y volverse un ciudadano más que respeta al país.
»Esas leyes siempre han estado presentes, principalmente las cuatro: La Constitución Política, La ley de Sucesión, La Ley de Libertad de Prensa y La Ley Fundamental de Libertad de Expresión, pero creo que nos vendría bien un cambio, reafirmar de nuevo nuestras leyes y agregar otras como importantes además de esas cuatro, principalmente nuestras leyes sobre el comercio y la reforma migratoria, creo que esta última es de las más importantes desde mi punto de vista, si las personas inmigran de un país a otro es por una razón, en su mayoría, espero que buena, cosa que mi padre considera que debería de terminar, cree que la inmigración ya no es tan adecuada para Suecia, que deberíamos prohibirles migrar a nuestro país, yo considero lo contrario y creo que son leyes que deberían considerarse también como prioridad, reafirmarlas más, Suecia necesita nuevas generaciones y nuestra natalidad de población se ha reducido en los últimos años, los suecos no quieren más hijos debido a los gastos que estos generan en su economía, por eso, estoy de acuerdo en que haya inmigrantes, si los Suecos no quieren darnos nuevas generaciones, la inmigración lo hará, al menos ese es mi pensar, y también creo que podríamos comenzar a dar mucho más apoyo de lo que ofrecemos a las familias, quizás eso anima a generaciones futuras a tener hijos, ya sabes, brindarles más apoyo económico por parte del gobierno como hospitales gratuitos para las mujeres embarazadas y también para los primeros dos años de vida de cada niño, ya que considero que es importante tener los cuidados de salud necesarios para ellos a temprana edad y soy consciente de que muchas madres hoy en día son madres solteras que no cuentan con una figura paterna para sus hijos, por eso es que considero que deberíamos de brindarles un apoyo especial.
—Wow, eso es sorprendente.
Dije, no esperaba que tuviese esas ideas en mente, estaba anonadada de tan solo oírlas.
—Eres la primera que lo dice —mencionó, fruncí el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Se pasó una mano por el cabello.
—Mi padre la ha rechazado de inmediato, como te digo, es demasiado conservador y tradicional, se rehúsa a hacer cambios en sus leyes políticas y agregar otras que también pueden considerarse importantes.
—¿Lo dices en serio? ¿Lo rechazó?
Asintió con seguridad.
—Bueno, no fue solo él, el parlamento y él llegaron a un acuerdo y terminaron rechazando todas mis propuestas.
Negué.
—Honestamente, son buenas. No veo porque debería de rechazarlas, además, estuviste trabajando en ellas durante horas y días, a mí me consta.
—Lo sé, pero trata de decirle eso a hombres viejos y testarudos. Ni siquiera necesitaron que leyera mis propuestas para rechazarme.
—¿Cómo? ¿Lo hicieron, así como si nada? ¿Sin escucharte?
—Sí.
Negué.
Me constaba más que nadie que Frederick había trabajado tanto en sus papeles, incluso estoy segura de que se había desvelado en más de una ocasión en ellos, era realmente decepcionante escuchar que ni siquiera lo dejaron hablar.
—Me cuesta creerlo.
Dije sorprendida.
—Hazlo. No estoy mintiendo —dijo sincero—. Las cosas son así a menudo, ellos nunca escuchan, sobre todo su majestad el rey Gustav.
Dijo esto con algo de dureza y disgusto.
—Dime, ¿es por eso por lo que se enojó? ¿Por tu propuesta?
Asintió.
—Digamos que detesta ser desafiado.
—Y tú sueles desafiarlo todo el tiempo.
Concluí.
Él respondió con un leve asentimiento mientras llegábamos a la entrada de la residencia. No volvimos a tocar el tema, pero me fui acostar pensando en sus propuestas, estaba sorprendida, desde mi parecer, eran demasiado buenas y no entendía por qué la corte o el rey decidieron rechazarlas y ni siquiera escucharlas, otra cosa en la que pensé fue en la idea de Frederick en redimirse de sus deberes y no continuar en el trono, toda aquella explicación que acababa de darme en el auto solo generó una gran duda en mí sobre desistir al trono, Frederick era bueno con las leyes, yo no conocía mucho sobre ellas, pero si era consciente de nuestras principales leyes políticas, y escuchar las propuestas de Frederick había sido sorprendente, desde mi cabeza, él sonaba como un buen futuro rey.
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