Capítulo 25

Había transcurrido una hora desde que había llegado a la habitación de Ryleigh y Frederick había entrado en la sala de juntas, no había señal de Frederick llamando a la puerta de la habitación de su hermana por lo que quedarme viendo películas con la pequeña se había vuelto agradable, ella tenía una vibra demasiado similar a la de su hermano mayor y era demasiado lista desde mi punto de vista.

—Entonces, Beth, ¿a qué te dedicas? —cuestionó mientras volvía a subir a la cama con un bowl lleno de palomitas. Después de que La bella durmiente terminará, decir poner Enredados y llamar a uno de los mayordomos para traer un bowl nuevo de palomitas.

Me mordí el labio inferior, decir a lo que me dedicaba podría traerme problemas estando en el palacio, pero Ryleigh realmente me había agradado que no quería mentirle. Recé para que la verdad no me perjudicara.

—Tengo un trabajo interesante —hablé con nerviosismo, aún estaba indecisa de la verdad, ella frunció el ceño esperando a una mejor respuesta—. Suelo escribir sobre la vida de los demás.

—¿Cómo una reportera? ¿Cómo los que entran al palacio a entrevistarnos todo el tiempo?

Sí, era de esperar que mi sutil forma de decir a lo que me dedico fuera muy obvio para la pequeña.

—Sí.

Admití.

Ella me observó curiosa y sus cejas se alzaron con asombro.

—¡Es genial! —Dio un brinquito en la cama—. Yo siempre he querido que me entreviste una, pero mis padres dicen que soy muy pequeña para dar entrevistas, ¿tú crees que lo soy? Si realmente eres una, ¿podrías entrevistarme? Me gustaría mucho que lo hicieras, yo quiero ser entrevistada como todos, por favor, di que si puedes.

Casi suplicó. Una diminuta sonrisa se formó en mi boca, quien lo diría, su familia evadía las entrevistas y tenían a una princesa deseosa de darlas.

—No creo que tus padres estén de acuerdo con ello.

Aseguré. Ella negó.

—No tienen que enterarse, podría darte una entrevista sobre mí. —Se pasó ambas manos por su cabello para alisarlo—. Puedes preguntarme sobre mi colección de muñecas o los regalos de cumpleaños que recibo, me encantan los regalos. Podrías hablarte también sobre mis comidas favoritas y mis mejores pasatiempos.

Reí.

—Eso es bastante interesante, Ryleigh. —Esta era la primera vez que llamaba a la princesa por su nombre, espere ver algo de sorpresa en ella, ya que seguramente todos se dirigían hacia ella como alteza y no por su nombre de pila. A ella no le sorprendió.

—Claro que lo es. —Se acomodó en su lugar—. Deberías de entrevistarme, serías la primera reportera en hacerlo.

—Apuesto a que sí.

Enarqué las cejas, ella sonrió.

—¿Me entrevistarás?

La observé por unos segundos, estaba realmente entusiasmada por ser entrevistada que no quería arruinar su entusiasmo negándome.

—Podría hacerlo —dije, su sonrisa se ensanchó de inmediato—. Pero no podemos decirle a nadie y tampoco revelaremos esa información.

Ryleigh era demasiado pequeña para dar entrevistas, por lo general, los miembros de la realeza siempre dejaban a los pequeños excluidos en las entrevistas y esta no iba a hacer la excepción, no importaba cuan entusiasmada estuviese la princesa, no iba a publicar una entrevista con ella. Frederick podría tomarlo como traición.

Su sonrisa se desvaneció en segundos.

—¿Quieres decir que no saldré en el periódico o en una revista como mis hermanos? —preguntó con desánimo.

Negué.

—No podemos hacer eso —aclaré—. No está bien.

Bufó.

—Me parece ridículo. Tengo siete, pronto cumpliré ocho y eso quiere decir que seré más grande de lo que soy, podría dar entrevistas a esa edad, ¿no crees?

Su insistencia era adorable.

—Podrías hacerlo. —Me encogí de hombros—. Pero por el momento eres aún muy joven para ello.

Se recostó sobre la cama dejando caer otro bufido.

—Ugh. Quisiera ser mayor como tú o Frederick. Tener siete es aburrido.

Me recosté a su lado.

—Créeme, si tuvieras mi edad, morirías por tener siete de nuevo. Crecer no es tan divertido como parece.

Aseguré y ella no me cuestionó, se quedó mirando al techo por un tiempo.

—Freddy siempre dice lo mismo. —Volteó a verme, el azul de sus ojos era intenso—. Dice que crecer es aburrido y tienes que tomar muchas decisiones que parecen que explotaran tu cabeza.

Asentí.

—Está en lo cierto.

Aclaré.

Ella desvió su mirada de la mía, lucía pensativa.

—Bueno, mi hermano nunca se equivoca, él siempre tiene la razón en todo. Es el mejor.

Enarqué una ceja.

No estaba segura en que su hermano siempre tuviese la razón, pero no era nadie para cuestionar a la pequeña.

—Apuesto a que sí.

Terminé diciendo, Ryleigh todavía tenía la mirada fija en otro lugar de la habitación, yo miré al techo, el silencio que se formuló a nuestro alrededor era agradable.

—¿Puedo preguntarte algo?

Murmuró y asentí aún sin verla.

—¿Amas a mi hermano?

Su pregunta me tomó fuera de guardia que tuve que volver a verla de inmediato, sus ojos me observaban curiosa mientras esperaba una respuesta de mi parte. Apreté los labios en una mueca.

—Digamos que tu hermano y yo aún estamos conociéndonos. No puedo decirte que lo amo —contesté, "amar" era una palabra muy grande. Le ofrecí una diminuta sonrisa—. Pero puedo asegurarte de que me agrada más de lo que demuestro.

Su ceño se frunció.

—¿Por qué no lo amas? ¿Qué no todas las parejas se aman? —cuestionó—. Papá y mamá dijeron que tú y Freddy salían como una pareja.

—Claro, las parejas se aman en algún momento de sus vidas, pero el amor no surge de la noche a la mañana.

—¿Es por eso por lo que no amas a mi hermano?

Apreté de nuevo los labios en una fina línea. Explicarle a una niña de siete años sobre el amor era complicado.

—Tu hermano y yo salimos —mencioné, en mi cabeza, intentaba buscar la mejor manera de ser clara y entendible para ella—, digamos que él y yo somos más amigos que una pareja. Nos gustamos y por eso salimos.

—¿Pero no se aman porque es muy rápido?

Preguntó y asentí.

—Así es.

Una mueca se dibujó en su boca.

—¿Dime? ¿Por qué el amor no puede ser rápido?

—Lamento decirte que no tengo una respuesta correcta para tu pregunta.

La pequeña bufó.

—Me parece absurdo. Frederick y tú deberían de amarse luego y no esperar a que pase mucho tiempo para hacerlo.

Reprochó y reí.

—¿Dime? ¿De dónde sacas todas esas cosas? —pregunté con humor—. Parece que tú eres la periodista aquí y yo la entrevistada.

Se encogió de hombros.

—Mamá dice que soy muy curiosa, ¿puede ser eso?

Reí.

—Oh sí, sí que lo es.

—¿Puedo preguntarte algo más?

Asentí.

—¿Si tú no amas a mi hermano crees que él te ama a ti?

Suspiré. Aunque sus preguntas eran interesantes, no podía responderlas.

—De nuevo, no puedo responder tus preguntas. Tendremos que dejar que el tiempo pase para saberlo.

—¿Y pasará mucho tiempo?

Me recargué sobre mis codos para levantarme un poco y acercarme a ella.

—¿Por qué es tanta tu insistencia en que amé a tu hermano? —cuestioné, ella dejó caer una risita y se encogió de hombros.

—No lo sé.

Enarqué una ceja.

—¿No lo sabes? —Me acerqué más a ella, planeaba hacerle cosquillas—. ¿Cómo es que no sabes? ¡Yo pienso que sí!

Dije antes de atacarla con cosquillas, de inmediato comenzó a reírse y retorcerse sobre la cama, ella trató de zafarse de mí y hacerme cosquillas también, su risa era demasiado contagiosa que las dos comenzamos a reír mientras intentábamos atacarnos la una a la otra con cosquillas, jugamos de esa manera por unos minutos que no notamos cuando Frederick entró a la habitación con una sonrisa en su boca.

—¡Freddy! —chilló Ryleigh saltando de la cama a los brazos de su hermano, esté la recibió de inmediato y la cargó

—¡Mira que princesa tan más linda me encuentro hoy! —exclamó con entusiasmo, Ryleigh envolvió sus brazos en el cuello de su hermano y lo abrazó con fuerza.

—Beth y yo estábamos viendo películas, ¿quieres ver una con nosotras? —ofreció de inmediato, Frederick volvió a colocarla sobre la cama sin dejar de sostenerla, a pesar de que ella estaba sobre la cama, era demasiado pequeña y apenas llegaba al hombro de su hermano, yo estaba sentada con mis piernas cruzadas sobre la cama, compartimos una pequeña y rápida mirada.

—Me encantaría hacerlo, pero tengo una mejor idea que podemos hacer los tres.

Le sugirió a su hermana quien se emocionó de inmediato.

—¿Qué es? ¿Puedes decirnos? ¡Yo quiero saber!

Frederick enarcó las cejas volviendo a ver a su hermana.

—Tendremos que ir allá pasa saber qué es.

Respondió y la pequeña se entusiasmó más de lo que ya estaba.

—¿Iremos a la sala de música? ¿Tocarás el piano para nosotras? —comenzó a atacar con preguntas y Frederick rio.

—¿Sí te digo prometes mantenerlo en secreto? —preguntó Frederick bajando la voz, su mirada volvió a cruzar con la mía y me guiñó un ojo, me sonrojé.

—Soy buenísima guardando secretos.

Aseguró Ryleigh hinchando el pecho con orgullo.

Sonreí, ver a Frederick con su hermana era adobarle, él le susurró algo al oído y ella aplaudió de inmediato.

Cinco minutos más tarde, los tres habíamos llegado al tercer piso del palacio real y recorrido cuatro pasillos más para llegar a lo que era una sala de estar con sofás enormes, televisión, un pequeño estante de libros y un piano en una esquina de la habitación, el lugar lucía como una gran estancia, al entrar, Ryleigh corrió hacia el piano, tomó asiento sobre el asiento que había junto a este y presiono una de las teclas del piano, haciendo que el sonido retumbara en la habitación, Frederick cerró la puerta tras nosotros y se acercó al piano para sentarse junto a su hermana.

—Aún queda espacio para ti también, Beth —me dijo Ryleigh palmeando el pequeño espacio vacío a su lado, me quedé quieta en mi lugar por unos segundos indecisa de si sentarme o no, busqué la mirada de Frederick en busca de una respuesta, él, con un gesto de cabeza, señaló el asiento y sonreí antes de sentarme junto a él y su hermana—. ¿Qué tocarás para nosotras?

Preguntó Ryleigh y Frederick se dio golpecitos en la barbilla con su dedo índice, pensativo.

—¿Qué les gustaría escuchar? —preguntó hacía ambas, su mirada de nuevo se fijó en mí.

La primera vez que había escuchado a Frederick cantar en su auto, me había fascinado, tenía una voz grandiosa y saber que iba a tener oportunidad de escucharlo tocar el piano, sentía curiosidad y entusiasmo de hacerlo.

—Se me ocurre algo —habló luego de unos segundos—. ¿Qué tal si Beth escoge por nosotros dos?

Dijo en mi dirección.

Enarqué una ceja.

—¿Estás seguro de eso? —pregunté y él asintió.

—Pide lo que quieras, preciosa.

Dijo con una sonrisa coqueta.

Me mordí el labio inferior, no se me ocurría una canción en mente.

—¿Por qué no me sorprendes? —pregunté encogiéndome de hombros—. Veamos qué tan bueno eres.

—Prometo que lo haré. Esta es una de mis favoritas.

Me guiñó un ojo. Frederick comenzó a tocar la dulce melodía de All of Me de John Legend, y en cuanto su voz comenzó a cantar la letra, fue más que preciosa, estaba anonadada de lo hermosa que era, realmente sabía cantar.

Justo cuando Frederick terminó de cantar la canción y presiono las últimas teclas de la melodía, los aplausos de alguien en la entrada de la habitación nos sobresaltaron Frederick se levantó de un salto del piano, yo hice lo mismo y Ryleigh siguió segundos después.

—Papá.

Murmuró Frederick con sorpresa, el rey se adentró a la habitación con pasos inseguros y se detuvo a una corta distancia de nosotros, su mirada se fijó en los tres, cuando se quedó en mí por unos minutos, me tensé.

—Escuché el piano desde una de las habitaciones y quise venir a ver que sucedía —respondió con seriedad, Frederick estaba rígido en su lugar y tenía un semblante serio y tenso.

—Ah, eso—respondió a secas pasándose una mano por su cabello—. Nosotros...

—No había tenido oportunidad de escucharte tocar desde hace...

Interrumpió el rey, el cuerpo de Frederick se tensó de nuevo.

—No suelo hacerlo del todo.

Respondió a secas. Había tensión entre el ambiente.

—Fue lindo escucharte cantar también.

—Tampoco lo hago ya.

Respondió cortante. El rey apretó los labios no conformé con las respuestas de su hijo.

—Yo...

—Beth tiene cosas que hacer, estábamos por irnos —interrumpió a su padre. El rey de nuevo apretó los labios, podía ver que no le gustaba la forma en que hijo estaba respondiéndole, me sentí incómoda en mi lugar, sucedía algo que no estaba entendiendo.

—Podrían quedarse para la cena —sugirió el rey—, así podemos conocer mejor a tu novia.

—Sí, no es necesario —dijo Frederick negando—. Tenemos cosas que hacer y es demasiado temprano para la cena, nos iremos ya.

El rey dejó caer un bufido.

—¿Ryleigh? ¿No deberías de estar en tu habitación?

Le preguntó a la pequeña, quien había estado en silencio a nuestro lado, dio un paso al frente, cabizbaja.

—Sí.

—¿Entonces?

Cuestionó el rey, serio.

—Iré ahora mismo.

Murmuró con decepción. Sin despedirse de su hermano o de mí, salió rápido de la habitación, vi que un mayordomo esperaba en la puerta, Ryleigh le extendió la mano y este de inmediato la tomó y desaparecieron de nuestra vista dejándonos a los tres solos.

—¿Qué fue todo eso que dijiste en la junta? ¿Acaso estás loco?

Preguntó el rey hacía Frederick, había cansancio y molestia en su mirada.

—Tenemos que irnos, no tengo tiempo para esto.

Con un movimiento rápido, Frederick entrelazó su mano con la mía. La mandíbula del rey se apretó.

—¿Si no es ahora cuando será, Freddy?

El agarre de su mano se apretó en mí y desvió la mirada de su padre.

—No me llames Freddy.

Susurró. El rey enarcó una ceja.

—Es...

—No tienes derecho hacerlo —interrumpió Frederick con desagrado—. Tú no puedes.

—Soy tu padre —reclamó el rey molesto—. Por favor, Frederick no hagas uno de tus berrinches ahora, me debes una gran explicación de que fue lo que hiciste allá adentro, sabes que... —Dejó sus palabras a medias y se llevó la mano a la cien cansado—. Discutiré esto contigo mañana.

No espero a que Frederick respondiera, se dio media vuelta y salió lo más rápido posible de la habitación, los dos nos quedamos en nuestro lugar, el ambiente aún era pesado y la tensión continuaba. Frederick soltó un suspiro pesado.

—¿Está todo bien?

Me atreví a preguntar al ver la mueca en sus labios, se llevó la mano a la cien y suspiró. Sus ojos me miraron con enfado y cansancio.

—Deberíamos irnos. Te prometí una cita, ¿no?

Forzó una sonrisa la cual no sirvió de mucho, ya que lucía desanimado. Intente no prestarle atención al hecho de que había ignorado mi pregunta como lo hacía la mayoría de las veces, algo no andaba bien y él evadía dar una respuesta como de costumbre. No queriendo entrar en una discusión aquí mismo, terminé asintiendo para salir del palacio tan pronto como nos fuera posible.

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