Capítulo 23
La noche en Solna era helada, me abracé a mí misma cuando un escalofrío recorrió mi cuerpo. Frederick caminaba a mi lado con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón, hasta ahora, ninguno había hablado.
Dejamos atrás la casa, ya no estaba a nuestra vista, la residencia era bastante amplia para recorrerla con tranquilidad, la luz en la entrada de cada viviendo iluminaba nuestra noche, en cualquier otra ocasión podría sentir miedo, no era muy fanática de la oscuridad, pero no estaba sola y saberlo me proporcionaba un poco de seguridad.
Frederick se aclaró la garganta llamando mi atención. Había una mueca en su boca cuando volteé a verlo.
—Me temo que a veces no soy bueno con las palabras —habló. El silencio entre los dos no era incómodo, pero ninguno tenía la menor idea de cómo romperlo. Asentí en acuerdo, la situación era extraña, después de haber estado evadiéndonos por culpa de nuestras emociones, las conversaciones se habían vuelto cortas y distantes que ahora ninguno tenía la menor idea de cómo iniciar una. Sentí su cuerpo acercarse más a mí.
Aunque yo siempre tenía muchos temas de los que hablar, en estos momentos me sentía del mismo modo, estaba siendo pésima con las palabras. Tomé una gran bocanada de aire y la dejé caer en un suspiro cansado.
—En ocasiones, el silencio suele decirnos más que las palabras —dije con sinceridad, él asintió y continuamos caminando sin decir nada. Necesitábamos tiempo para poder asimilar las cosas con claridad, yo aún estaba aturdida con lo que había sucedido en la cocina, me tenía pensativa.
Doblamos en una esquina, la mayoría estaba dentro de sus casas descansando, no había ningún alma además de la nuestra por las calles. Frederick volvió a hablar de nuevo.
—Estás cosas no se me dan bien —confesó, lo miré con el ceño fruncido sin comprender a qué se refería, una mueca se dibujó en sus labios y se encogió de hombros. Su rostro decía muchas cosas, él quería hablar, pero le costaba hacerlo. Sin saber que decir, esperé a que se animará a continuar—. Las relaciones no suelen ser lo mío y probablemente te parezca cliché, muchos hombres suelen decirlo, créeme, lo he escuchado con amigos, pero lo digo en serio. Se me da fatal.
—Supongo que algo se te tiene que dar mal, ¿no? —dije con un poco de humor—. Tienes esa pinta de ser casi perfecto.
Rio.
—Juro que estoy lejos de serlo —aseguró—. Considero que soy la persona más imperfecta que pueda existir en el planeta.
Enarqué una ceja.
—¿Qué paso con ese caparazón de chico confianzudo a tu alrededor?
—Vamos Beth, estoy tratando de ser sincero contigo, no lo arruines —bromeó—. Mi confianza definitivamente existe y es demasiado grande. Pero hablo en serio, las relaciones no van conmigo.
—¿Puedo saber por qué?
De nuevo tenía una mueca en la boca.
—Es complicado —confesó—. Me cuesta amar a la gente. No soy la clase de hombre que te va a contar todo de la noche a la mañana y tampoco esperes que llegue a quererte. Me gustas o más bien me atraes, pero no puedo prometerte que pasemos de eso.
—Oye, no te estoy pidiendo nada realmente —dije, levantando mis manos en el aire a modo de defensa, su confesión me había caído de sorpresa—. Creo que me gustas, pero todo esto luce confuso para mí. Aún sigo cuestionándome cómo fue que terminamos en todo esto.
Y lo hacía.
—¿Quizás se deba a que pensamos de la misma manera? —Enarqué una ceja, él sonrió—. Honestamente, no puedo darte una respuesta concreta.
Me encogí de hombros.
—Descuida, no es como que haya muchas —aclaré—. Creo que más bien sucedió por culpa de los nervios. Por mi parte, estaba nerviosa de lo que podía pasarme si tan solo supieran que era una reportera que se había colado en el palacio.
—Sí, eso definitivamente habría traído problemas a ambos —aseguró—. De igual manera, me agrada que haya terminado de esta forma.
—A mi igual.
Era una experiencia extraña, pero había algo que me agradaba del todo, algo que no sabía explicar con claridad.
—Volviendo a lo mismo. Lo digo muy en serio Beth, no soy la clase de hombre que podría darte algo a cambio. Lo único que puedo ofrecerte es este extraño juego que hemos creado, está claro que existe algo entre los dos que no hemos descifrado, sé que te sientes igual de confundida que yo, mi mejor oferta es que lo descifremos juntos.
—Es una oferta grata. —Me encogí de hombros—. No estoy pidiéndote nada a cambio y tampoco puedo esperar mucho si ni siquiera sé que es lo que quiero realmente. Estoy confundida, pero hay algo en ti que me atrae. —Reí nerviosamente—. Estoy sonando como una tonta, ¿no es así?
Negó.
—Al contrario, suenas igual de confundida que yo.
Reímos.
—¿Entonces? ¿Qué dices? —preguntó deteniendo su paso. Hice lo mismo—. ¿Te gustaría arriesgarte a lo que sea que está sucediendo entre los dos, conmigo?
Frederick estaba siendo directo, era consciente de que algo sucedía entre los dos, algo que ninguno había descifrado con claridad. Su oferta era clara, quería averiguar qué estaba pasando tanto como yo quería hacerlo, pero no prometía nada a cambio, quería dejar los sentimientos a un lado. Yo, por lo contrario, me conocía bien, quería arriesgarme a lo que estaba sintiendo, descifrarlo todo, claramente no estaba enamorada, era demasiado pronto y creo que jamás lo había estado en mi vida, más bien, me sentía atraída hacia él, era más como una atracción física.
Lo consideré por un segundo, los compromisos no eran lo suyo y yo no estaba buscando uno, tampoco esperaba una relación, a decir verdad, no esperaba nada. Asentí luego de un tiempo.
—Me resulta justo. No te pido nada a cambio si tú no me lo pides. No estoy buscando una relación, honestamente, no sé lo que quiero realmente así que lo que dices me parece una buena oferta.
Sonrió.
—¿Entonces tenemos un trato? —preguntó.
—Tenemos un trato —respondí.
Ambos sonreímos para luego volver a caminar.
—Me alegra que lo hayas comprendido —habló. Asentí en acuerdo.
Me mordí el labio inferior, quería hacer una pregunta, pero tenía miedo de hacerlo. Al ver que no dijo nada más, me anime a preguntar.
—¿Puedo preguntar de nuevo por qué es complicado para ti? —dije, los dos sabíamos de qué hablaba. Frederick no respondió de inmediato, se quedó callado por un largo tiempo, estaba pensando.
—Solamente no me considero bueno con ello —dijo soltando un suspiro pesado. Apreté los labios en una mueca, no era la respuesta que quería escuchar, mi instinto me decía que había una verdadera razón para que él lo considerara de esa manera, pero Frederick no quería hablar del tema e insistir sobre ello como quería hacerlo, podía generar problemas.
Inconforme con su respuesta, me quedé callada, continuamos caminando, ya habíamos pasado la casa de Freya y otras más.
—¿Qué hay contigo? —preguntó—. ¿Aceptas sin compromisos?
Me encogí de hombros.
—¿Realmente debo de esperar algo a cambio?
Lo dudaba. Él negó.
—No estoy seguro —dijo con una mueca en la boca—. Dios, me siento como un idiota por hacerte esto, quizás eres la clase de chica que realmente busca algo serio, no me refiero conmigo, sino con otra persona, tú sabes, luces como una buena chica, la clase de chica espontánea y divertida que puede ganarse fácilmente a un hombre y hacer que le gustes. Pareces del tipo que realmente va con las relaciones —admitió—. Y yo estoy siendo egoísta involucrándote en mis asuntos.
Me encogí de hombros restándole importancia. Quizás en un futuro —uno muy largo—, no descartaba la idea de encontrar a la persona ideal, me encantaban las novelas románticas y las películas navideñas con un romance espontáneo y fuera de lo común, alimentaban una parte de mí que no sacaba mucho a la luz.
—Tenías tus motivos —mencioné—. Y hablando de ellos, aún no me queda claro por qué decidiste mentirles a tus padres, ¿sabes que tarde o temprano tendrás que decir la verdad?, ¿no?
—Sí... me gustaría que ese momento nunca llegase.
Enarqué una ceja.
—Ya en serio, ¿por qué hiciste todo esto realmente?
Sé que ya habíamos hablado del tema en un principio, me había dado sus motivos, pero necesitaba escucharlos de nuevo.
Tomó una gran bocanada de aire y suspiro.
—También es complicado —admitió. Pasaron unos segundos y se encogió de hombros—. Me resultó una vía fácil para liberarme del todo. No estoy seguro de si mi padre realmente hablaba en serio cuando dijo que conseguir una novia podría redimirme del trono, probablemente no lo hacía, pero me pareció una vía segura. Él más que nadie sabe a lo que me refiero cuando digo que no soy bueno con las relaciones, creo que en parte fue por eso que ofreció eso, ofreció que buscara una novia sabiendo que yo no quiero una relación ni mucho menos un compromiso, presiento que él creyó que con eso no me quedaría otra cosa más que aceptar el peso de mi título sobre mis hombros.
—Realmente quieres redimirte de tus deberes, eh.
—Exacto. Quiero hacerlo.
—¿Por qué?
Guardó silencio.
—Tengo mis motivos. —De nuevo estaba dándome respuestas cortas sin una buena explicación.
—Y te pareció que yo era la mejor opción para eso, ¿no? —dije con algo de ironía.
—Honestamente lo eres.
—¿Sabes? Pudiste escoger a otra chica, sé que tienes a cientos que se morirían de ganas por estar en mi lugar.
—¿Y tú no lo haces?
—¿Te parece que lo hago?
Enarqué una ceja al tiempo que detuve mi paso, él también lo hizo y me analizó. Sonrió luego de un tiempo.
—Definitivamente eres la persona correcta para esto.
—¿Qué te hace creerlo? —pregunté. Yo pensaba lo contrario, dudaba mucho de ser la persona correcta para lo que sea que Frederick buscaba, sin embargo, aquí estaba.
—¿Qué me hace creerlo? Bueno, eres brutalmente honesta.
Volví a enarcar una ceja.
—Sabes que no es cierto, estuvimos mintiendo durante todo este tiempo y lo seguimos haciendo.
—Pero eso no impide que aun seas honesta —replicó—. La primera vez que nos conocimos me pareciste de lo más sincera.
—¿Por eso me arrastraste a mentir contigo?
Chasqueó la lengua.
—No lo veo de esa forma —contestó—. Más bien lo veo como una especie de favor. Te ayudé a que no tuvieras represalias y tú me ayudaste con mis padres. Tuvimos que mentir, pero fue necesario.
—Las mentiras no son sanas.
Enarcó una ceja y una sonrisa socarrona se dibujó en su boca segundos después cuando se inclinó hacia el frente para que su rostro quedara a tan solo centímetros del mío.
—Preciosa, es demasiado tarde para que lo digas.
Rodé los ojos. Detestaba que estuviera en lo cierto.
—Aun así, tus motivos para redimirte siguen confundiéndome.
Aclaré poniendo distancia entre ambos. Frederick desvió su mirada de la mía, se mordió la mejilla.
—No los comprenderías ni, aunque los explicaras.
—¿Cómo puedes estar tan seguro de ellos?
Me miró. Su mirada fue intensa, el rumbo en que la conversación estaba yendo no le estaba gustando para nada y a mí tampoco.
—¿Por qué siempre tienes que tener una pregunta para todo?
Con esto, supe que las cosas aún no seguían claras entre nosotros. Reí secamente.
Era una persona de poca paciencia. Me acerqué a él y con mi dedo índice golpeé su pecho.
—Porque tu mi amigo, te esfuerzas por darme respuestas cortas que realmente no dicen nadas. Si tuvieras una buena respuesta, una buena razón, yo no estaría cuestionándote.
Mis palabras salieron firmes de mi boca, no había amabilidad en ellas, sino pura sinceridad, había estado callando eso desde hace tiempo. Por lo general, se empeñaba a darme respuestas que solo generaban una inquietud en mí, además de que ellas casi no decían nada. De nuevo, desvió su mirada de la mía, tenía una mueca de disgusto en los labios, claramente no le había agradado mi confesión, el ambiente de un rato a otro se volvió tenso, Frederick soltó un suspiro con exasperación.
—Te lo dije. No puedo darte lo que tú realmente quieres y no espero que lo comprendas.
Me mordí una mejilla conteniendo mi molestia. No quería entrar en una discusión de nuevo, me gustaba la parte clara donde todo parecía tranquilo entre ambos. Suspiré cansada.
—Te escuché cuando lo dijiste —aseguré. Miré directamente a sus ojos—. Pero si quieres que esto —nos señalé a ambos— realmente funcione, tienes que poner de tu parte. No esperes a que yo me quede callada sin pedirte respuestas, porque me tiras indirectas que son difíciles de descifrar y lo único que haces es confundirme y eso me enfada, me enfada que no pueda comprenderte del todo. Realmente no espero nada de ti a cambio, no espero una relación ni mucho menos que te enamores de mí porque yo tampoco puedo darte algo como eso cuando no sé qué es lo que quiero en esta vida, pero no creo poder hacer esto sí solo vas a jugar con mi mente dándome respuestas confusas. Es evidente que algo sucede contigo, lo tengo en claro, yo...
Frederick no dejó que continuara hablando porque tomó mi rostro entre sus manos y me besó antes de que yo terminara. Acepté el beso de inmediato y me dejé llevar, una mano abandono mi rostro para pasarse a mi cintura y acercarme más a él, cuando comprendí lo que estaba haciendo, me separé con brusquedad y miré directo a sus ojos en busca de una respuesta por el repentino beso.
—Ibas a comenzar a hablar demasiado como de costumbre. —Aquello me hizo recordar la vez en que me besó en el sofá con el pretexto de que estaba hablando demasiado. Ahora estaba sin palabras por culpa del beso. Me abracé a mí misma para darme seguridad.
—Sí, esa no es una gran excusa.
Y era evidente que él tenía muchas. Besarme era una de ellas.
Me mordí el labio inferior, Frederick continuó observándome, se llevó las manos a los bolsillos de su pantalón y suspiró cansado.
—Dije que no puedo contarte todo de la noche a la mañana, pero nunca dije que no lo haría, ¿sí?
***
Regresamos a casa. Las cosas quizás aún no habían quedado del todo claro y tendríamos que trabajar mejor en nuestra comunicación, pero de alguna forma había encontrado una manera de entendernos. Frederick pedía tiempo y aunque me costaba ser paciente, iba a intentarlo, si quería respuestas, tenía que serlo.
Al entrar a casa, Frederick se quedó en la entrada y yo hice lo mismo, ninguno de los dos queríamos ir a nuestras habitaciones, yo no quería hacerlo. Se llevó una mano a la nuca y rascó nervioso.
—¿Quieres ver una película y ordenar pizza? —sugirió. La oferta dibujó una sonrisa en mi boca.
—¿Y podemos incluir palomitas de maíz?
Sonrió.
—Pizza y palomitas serán. Pero yo escojo la película.
Habló sacando el celular del bolsillo de su pantalón. No discutí, aguardé a que ordenará la pizza los dos fuimos a la cocina a preparar las palomitas en un bowl gigante.
—¿Qué película veremos? —pregunté llevándome un puño de palomitas a la boca.
—La caída de la Casa Blanca.
Respondió tecleando el nombre en la pantalla. Enarqué una ceja sorprendía con su elección.
—¿Qué hay con esa película? —Particularmente, me gustaba demasiado—. ¿Acaso también tienes un amor platónico por Channing Tatum?
Arrugó la nariz.
—Nah. Jamie Fox es más mi tipo —bromeó. Reí ante su respuesta y volteo a verme—. La caída de la Casa Blanca es una de mis películas favoritas, mi abuelo y yo solíamos verla juntos.
—¿La veían seguido?
—Era una tradición —confesó—. Él decía que sí algún día teníamos un ataque dentro del palacio, esperaba tener un papel como Jamie Fox y Channing Tatum.
—No creí que al rey Carl le gustara la adrenalina.
Sonrió.
—Por alguien tuve que sacar mi pasión por el drama y la adrenalina y claramente ese no es mi padre.
—Tú y tu abuelo eran semejantes, ¿no?
Me quitó el bowl de palomitas y reprodujo la película.
—Como no tienes una idea.
Fue su respuesta. La pizza llegó a mitad de la película, para ese entonces yo estaba llena de palomitas que solo conseguí comerme un trozo, Frederick estaba igual, como hacía frío, había traído una manta para ambos y estábamos acurrucados sobre el sofá, mi cabeza reposaba en su hombro cómodamente, me agradaba la cercanía en la que estábamos. A pesar de que hoy había salido temprano del trabajo, el peso de la semana había caído sobre mis hombros y estar descansando en el sofá no había hecho más que darme sueño, mis ojos estaban cerrándose y luchaba con el impulso de quedarme dormida, Frederick lucía entretenido viendo la película, no quería irme, quería quedarme a su lado a pesar de estarme durmiendo, aún le quedaba media hora a la película para que terminara. Lamentablemente, no pude terminar de ver el final a pesar de saber exactamente como acababa, me quedé profundamente dormida al lado de Frederick que ni siquiera me di cuenta en qué momento me cargó a mi habitación, porque por la mañana, al despertar, yo estaba sobre la cama con las sábanas cubriendo mi cuerpo —porque claro, se había asegurado de que no pasara frío— sorprendida por el gesto, sonreí en mis adentros y me dispuse a salir de la cama, traía la misma ropa con la que había estado el día anterior. Por supuesto, Frederick no había intentado nada malo conmigo, solo se había asegurado de traerme a mi habitación.
Tomé una ducha al ver que el baño estaba disponible, no supe si estaba en casa o no porque la puerta de su habitación estaba cerrada, sabía que solía correr por las mañanas, los dos lo hacíamos juntos, pero por esta ocasión, probablemente, él habría ido a correr por su cuenta. Después de tomar una ducha, regresé a mi habitación y luego fui a la cocina, todavía no había señal de Frederick por lo que consideré en preparar el desayuno para ambos.
Quince minutos más tarde, la puerta principal fue abierta y Frederick apareció en el marco de la cocina, traía sus pantalones cortos deportivos y una playera blanca de licra, su pecho subía y bajaba debido a que continuaba agitado, noté un par de gotas de sudor en su cabello. Sonreí.
—Buenos días.
Dijimos los dos al unisón lo que provocó una risita tonta de mi parte.
—Hola —saludé. Había preparado huevos revueltos y frito tocino para el desayuno—. Preparé el desayuno para ambos en caso de que aún no hayas desayunado.
Sonrió.
—No lo he hecho. Tomaré una ducha primero antes de comer.
Asentí y continúe sirviendo la comida en los platos. Diez minutos más tarde Frederick regresó cambiado, había optado por unos jeans sencillos y una camiseta.
—¿Tienes planes para hoy? —preguntó cuando se sentó frente a mí... Negué. Era sábado, no trabajaría por el resto del fin de semana.
—Tengo el día libre. No trabajaré hasta el lunes.
—Perfecto —exclamó—. Esperaba que pudiéramos compartir el día juntos después de que le lleve unos papeles a mi padre, ¿Qué opinas? Podríamos tener nuestra primera cita.
Dijo acercándose a mí. Enarqué una ceja.
—¿Nuestra primera cita?
No veía eso venir. Frederick llegó a mi lado.
—Sí. Una cita. Si es que podemos contarla como primera dejando a un lado las otras.
De nuevo, enarqué una ceja. No estaba enterada de nuestras 'otras citas.'
—Y según tú, ¿Cuáles fueron nuestras otras citas?
Ladeó la cabeza, pensativo.
—La fiesta de Trevor. Ver películas en el sofá mientras ordenamos comida rápida. Visitar el palacio. Ir a correr por las mañanas. —enumeró cada una de ellas con los dedos. Reí.
—Yo no vi ninguna de ellas como una cita.
Sonrió.
—En ese caso, tengamos una real —sugirió llevándose un trozo de tocino a la boca. Fue imposible no sonreírle de vuelta y asentir.
Una cita, pensé. Aquí estaba él ofreciéndome una como si nada, pero las citas no eran cualquier cosa, significaban algo más que salir con una persona y Frederick había asegurado no querer algo más. Traté de recordarme ello y deshacerme de la extraña sensación que se había colado en mí al usar la palabra cita, porque me gustaba la idea, me gustaba la palabra 'cita' y que él quisiera una.
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