Capítulo 15

La sonrisa más grande y boba amenazaba con formarse en mi boca, ¿acaso quería decir que había disfrutado el beso? Sus palabras me dejaron con una incógnita por el resto de la noche y en mi cabeza reproducía nuestro beso como un disco rayado que no podía dormir, rodeé por quinta vez sobre la cama y bufé. Necesitaba agua.

Me estremecí por el frío contacto de mis pies con el suelo y abrazándome a mí misma, me levanté de la cama. Fui directo a la cocina como tenía pensado, me detuve justo en el marco de la puerta al encontrar a Frederick sentado con un vaso de leche en mano, no hice ruido, me quede callada observándolo, lucía pensativo y dude de si debía entrar o mejor irme de vuelta a mi habitación, no quería ser inoportuna.

Antes de que pudiera retroceder e irme, giró en mi dirección, ofrecí una sonrisa algo forzada, él la respondió.

—Hola, ¿sucede algo? —preguntó, me animé a entrar en la habitación al tiempo que negué.

—Solo quiero agua —dije y asintió, tímidamente fui hacia la alacena y saqué un vaso para luego ir al refrigerador y sacar la jarra de agua. Con cuidado de no derramar agua, llené el vaso y bebí el agua, lo llené por segunda vez antes de guardar el agua. Noté que Frederick me observaba con curiosidad.

—¿No puedes dormir? —pregunté deseando evitar que un silencio incómodo se formara a nuestro alrededor. Una risita seca escapó de él, se tomó el resto de la leche y habló.

—Ha sido una noche larga.

Respondió. Tuve la sensación de que deseaba su privacidad, quizás lo mejor era que regresara a mi habitación y lo dejara solo, pero no una parte de mí no quería hacerlo, sin ninguna invitación, tomé asiento frente a él.

—Yo no puedo dormir —dije en un tono bajo, había intentado de todo, pero el sueño se negaba a aparecer.

—Ya veo —dijo. Bebí un poco de agua—. Mi abuelo solía decirme que un vaso de leche caliente suele relajarte, te ayuda a dormir mejor.

Le di una mirada curiosa.

—¿Y te funciona?

Rio al tiempo que negó.

—Para nada. Pero me temo que suelo tomarme ese vaso de leche cada vez que no puedo dormir.

—¿Sucede a menudo?

Ladea la cabeza.

—No tan seguido, bueno, en algunas ocasiones. —Baja la mirada hacia sus manos—. Digamos que es complicado.

—¿Complicado?

Apretó los labios.

—Cosas que pasan, ya sabes... Recuerdos que desearías olvidar, pero tu mente se rehúsa a dejarlos, sobre todo cuando lo único que quieres es un poco de tranquilidad.

—Imagino que eso te quita el sueño, ¿no es así?

Se pasó una mano por el cabello.

—De vez en cuando, pero no es de gran importancia —dice encogiéndose de hombros—. Pasará luego.

Me muerdo el labio inferior al tiempo en que asiento.

—Mi mamá siempre me decía que lo mejor que se puede hacer cuando algo te perturba de noche, es hablarlo —digo—. También decía que dormir con alguien ayuda, sobre todo cuando hay pesadillas, pero eso no sucederá.

Rio.

—No hay que estar tan seguros de eso, preciosa. —Sus ojos encontraron los míos y me guiñó un ojo, no hubo manera de ocultar mi sonrojo. Me aclaré la garganta.

—Claro que no. —Mi voz fue firme y sólida. Había sonado ridícula y quizás lo último fue innecesario, pero por lo menos le había causado gracia y la sonrisa se mantuvo en su boca—. Pero podemos hablar si lo deseas.

Frederick desvió su mirada de la mía. Dejó que el silencio sé apoderada de nosotros, sus ojos aún estaban en mí, observándome, tenía esa mirada curiosa y había algo más en ella que fue difícil de descifrar, era como si estuviera debatiéndose así mismo de confiar en mí o no, me sentí más curiosa por querer saber lo que pensaba.

Suspiró y se encogió de hombros.

—A veces pienso en él demasiado —confesó—. Es como si una parte de mí no quisiera olvidarlo.

No hizo falta que dijera su nombre, sabía bien de quien hablaba, extrañaba a su hermano, Brayden.

—No tienes por qué olvidarlo —digo—. No deberías.

Una sonrisa torcida apareció en su boca.

—Era un buen chico, creo que, si lo hubieras conocido, le hubieses agradado bastante. —Su mirada se perdió en algún lugar de la habitación—. Me recuerda a ti.

Una sonrisa diminuta se formó en su boca. Arqué una ceja.

—¿Te recuerda a mí?

Asintió buscando mis ojos.

—Digamos que tú y él no son tan diferentes, tienes esa vibra que él solía tener, probablemente eso es lo que me gusta de ti.

Volví a morderme el labio inferior tratando de contener una sonrisa.

—Estoy sorprendida. No pensé que hubiera algo que te gustara de mí.

Su confesión había sido espontánea.

—Bueno, lo hay.

—Gracias, creo. —Una risita se me escapó—. Tú tampoco tienes una personalidad tan desagradable. Digamos que eres...

Pensé en una buena palabra para describirlo, tenía muchas.

—Interesante —concluí.

—Honestamente, estaba esperando que dijeras atractivo.

Bromeó. Rodeé los ojos y arrugué la nariz.

—He visto hombres mejores —mentí, no había conocido a alguien tan guapo como él—. Digamos que eres como un ocho.

—¿Un ocho?

Arqueó una ceja, divertido, me encogí de hombros.

—No eres feo, tienes lindos ojos y tu sonrisa es encantadora y...

—Estás mintiendo.

—¿Qué?

—Estás mintiendo —repitió—. Sabes que soy más que un ocho.

En definitiva, lo era, pero no iba a decírselo.

—No para mí —decidí continuar mintiendo—. Sí que eres lindo, pero no te daré el diez.

Una sonrisa se dibujó en su boca, se inclinó sobre la mesa colocando sus brazos en ella, aún había una gran distancia entre nosotros, pero si hacía lo mismo, estaríamos cerca.

—¿Por qué? ¿Soy más como un doce? ¿Es por eso?

Insistió. Bufé.

—Tampoco te des muchos créditos, adularte a ti mismo te quita puntos.

Rio, fue una risa ronca y baja.

—Mira que mentirosa resultaste.

Volví a rodar los ojos.

—No estoy mintiendo.

Para sonar tan confiada como él, me incliné justo como él estaba en la mesa, nuestros rostros quedaron a muy pocos centímetros, Frederick arrugó los ojos como si estuviera analizándome.

—Dilo de nuevo.

—¿Por qué? —pregunté frunciendo el ceño.

—Porque quiero verte a los ojos cuando lo hagas —dijo sosteniéndome la mirada—. Vamos, di que no soy un doce.

—No eres un doce. —Una sonrisa se dibujó en mi boca, no despegue mi mirada de la suya y ni siquiera titubeé. Frederick arrugo la nariz.

—No estoy de acuerdo contigo.

—¿Por qué no?

—Creí que me encontrabas atractivo.

Dijo serio.

—Bueno, nunca he dicho que no.

—Me diste un ocho.

—No es una mala calificación, Frederick.

Volvió a arrugar la nariz y se acercó más a mí.

—Sigo creyendo que mientes.

—No estoy mintiendo.

Me acerqué más a él. Volvió a analizarme, su respiración chocaba con la mía y desde esta cercanía, el color de sus ojos era más precioso. Mis ojos bajaron a sus labios, quise besarlos. Se curvaron en una sonrisa y Frederick se alejó con una risita.

—Y dices que no mientes.

Dijo más para él que para mí, me sonroje. No había sido discreta al mirar su boca, la sonrisa no abandonó sus labios y se levantó de su asiento.

—Creo que será mejor que vaya a dormir ahora —dijo divertido—. Mañana iré al palacio, tengo un par de asuntos que ver con mi padre, ¿Qué hay contigo? ¿Tienes planes?

Me reincorporé en mi lugar para luego levantarme. Recordé mis planes con Fabrizio y asentí.

—Tendré una cena por la tarde, es sobre trabajo.

Se rascó la barbilla.

—Cena de trabajo... ¿Es así como les llaman a las citas hoy en día?

—No es una cita —corregí—. Es una cena de trabajo.

—Ajá. Nosotros podemos tener una también.

Rodé los ojos.

—Hablo en serio.

Alzó las manos en el aire.

—También yo. Y lo digo muy serio.

Iba a discutir de nuevo, pero sus palabras me sorprendieron, ¿en verdad estaba hablando en serio? Titubé. Frederick se acercó a mí con paso decidido, se detuvo a centímetros míos y me sostuvo la mirada, con su dedo índice dio un pequeño golpecito a mi nariz, un gesto espontáneo que me sonrojo, seguido de eso, se marchó.

Regresé a mi habitación e intenté dormir, esta vez me había relajado un poco y solo me tomó un par de minutos quedarme profundamente dormida.

Por la mañana que desperté, fui directo al baño para bañarme, contuve las ganas de acercarme a la habitación de Frederick para ver si ya había despertado, al salir de la ducha y alistarme, fui hacia la cocina no sin antes revisar mi teléfono, eran alrededor de las nueve de la mañana y no me sorprendía que Frederick pudiera estar durmiendo aún. Había sido una larga noche para los dos.

Al entrar a la cocina, percibí la hoja doblada por la mitad que estaba sobre la barra, no dudé en acercarme y tomarla para encontrarme con una escritura un tanto desaliñada.

Buenos días, Preciosa.

Tenía que ir al palacio temprano. Espero no me extrañes para el desayuno...

Freddy.

Una sonrisa se dibujó en mi boca, había sido considerado de su parte dejarme saber que no estaba en casa, releí una segunda vez la nota y rodé los ojos divertida por su comentario. Estaba casi segura de que no lo extrañaría para el desayuno.

Sintiéndome mucho más cómoda en casa por el hecho de estar sola, fui directo al televisor de la sala para poner el canal de música, bailando al ritmo de la música, regresé a la cocina para prepararme el desayuno, preparé huevos revueltos y freí un poco de tocino, mientras este último terminaba de freírse en el sartén, me dejé llevar por la música y comencé a bailar por todo el lugar.

A menudo, era distraída, así que no me di cuenta de que Frederick había regresado a casa y mucho menos le escuche abrir la puerta de la entrada principal, noté su presencia cuando este aplaudió al término de la canción, me sobresalte por el inesperado sonido, estaba muy cerca del sartén cuando esto sucedió, me sobresalté y mi brazo golpeo el sartén caliente provocando una quemadura leve pero dolorosa. Un grito agudo por el dolor se escapó de mis labios, la sonrisa socarrona en la boca de Frederick se desvaneció y de inmediato llegó a mi lado.

—¿Estás bien? Déjame ver eso. —Tiró de mi brazo sin rozar la quemadura con sus manos y me alejo del sartén para apagarlo, me llevo hasta el otro extremo de la habitación, muy alejada de la estufa e inspecciono mi quemadura. No era el fin del mundo, tampoco iba a morirme por ello, pero era exagerada, cerré los ojos con fuerza no queriendo ver cómo había quedado, sentía un poco de dolor. Las yemas de los dedos de Frederick rozaron la quemadura y me sobresalté por el tacto, no era agradable, arrugué la nariz—. Tranquila no es tan grave.

—¿Estás muy seguro de eso?

Trate de no sonar en pánico, no era buena lidiando con cortadas pequeñas, yo veía una gota de sangre y me desmayaba, mucho menos era buena con quemaduras. Rio por lo bajo.

—Nada serio. —Abrí mis ojos lentamente, cuando lo hice, sus ojos me examinaron y rio de nuevo—. Déjame decirte que sabes moverte, quede impresionado.

Le di un golpe en el brazo, se echó a reír. Con brusquedad, quité mi brazo de su mano y lo miré mal.

—No es divertido que te burles de mí.

—No estoy burlándome de ti, yo solo digo que verte bailar fue divertido. —La sonrisa socarrona permaneció en su boca—. ¿Qué era ese paso que estabas haciendo? Parecía que sabias como mover...

—Dios mío, no digas una tontería por favor, esto es vergonzoso.

Me llevé las manos a la cara para ocultarla, mis mejillas ya estaban rojas por la vergüenza. El hecho de saber que estuvo viéndome bailar por toda la cocina me daba más que vergüenza, juraría que hice el ridículo moviendo mi trasero y una muy mala imitación de twerking.

—Vamos, no hay nada de que avergonzarse. Me encantan las chicas que saben moverse. Es sexy.

Eso no ayudo a quitar el rubor en mis mejillas.

—Bueno, dejemos eso a un lado, vamos a curarte esa herida. —Forzó una sonrisa en la boca y salió de la cocina, la televisión se apagó y segundos más tarde regresó con una pomada en la mano—. Es un ungüento que ayuda a las quemaduras, esto evitara que empeore.

Era fresco y baboso, me dejó una buena sensación y no proteste mientras lo colocaba con delicadeza en mi brazo, me quede mirando su rostro.

—Gracias —dije cuando termino, él asintió—. Creí que no volverías hasta más tarde.

—Y perderme el espectáculo que estabas haciendo en mi cocina, eso no sucede preciosa. —Rodé los ojos, imagine que no dejaría ir el tema con facilidad. Dispuesta a poner seriedad entre los dos me alejé de él.

—Solo quería desayunar.

Frederick se movió por el lugar y llegó de nuevo a la estufa, con un tenedor que estaba a un lado, tomo un pedazo de tocino y se lo llevo a la boca.

—En ese caso, llegué a tiempo para el desayuno.

—Pensé que desayunarías en casa.

—¿Y no es a eso a lo que vine?

Negué.

—Me refiero al palacio.

—Ah... Ese lugar —dijo con un poco de indiferencia—. Tenía asuntos que ver con mi padre, le fascinan las reuniones por la mañana, iba tarde y no me dio tiempo de desayunar.

No había transcurrido mucho tiempo desde que desperté, quizás una media hora lo que me dio a entender que debió de haberse despertado muy temprano para ir al palacio, además de que quedaba lejos. Sin decir más, comenzó a servir el desayuno en el plato, el desayuno alcanzaba justo para los dos así que lo repartió en dos platos junto con el tocino, tome asiento en uno de los taburetes de la barra, Frederick hizo lo mismo.

—¿Sueles tener juntas a menudo?

Ladeó la cabeza.

—Algo así, mi padre es demasiado sistemático por así decirlo, las cosas siempre tienes que estar regidas por un plan, si no hay plan, todo parece perdido a su alrededor.

—Suena como lo contrario a ti.

Frederick estaba muy lejos de ser sistemático y era espontáneo.

—Es lo contrario a mí. —Me señaló con el tenedor y luego murmuro algo por lo bajo que no entendí para nada. No quise preguntar qué era eso que dijo.

—¿Tienes planes para más tarde?

—Quizás algunos.

—¿Qué hay con tu cita?

Negué.

—No es una cita, solo una reunión de trabajo.

Rodó los ojos, pero no hizo otro comentario, nos limitamos a comer en silencio.

Después del desayuno, cada uno regresó a su habitación, no hablamos mucho y preferí que las cosas fueran de esa manera, aún estaba avergonzada por lo sucedido, la vergüenza no me dejaría luego. En mi habitación, decidí encender mi laptop y checar mi correo electrónico, no tenía mensajes nuevos salvo uno de Mason exigiendo una reunión de amigos lo más pronto posible, no titubeé en responder y decirle que podíamos reunirnos en estos días. Continúe checando las redes sociales y me dispuse a ver una película en lo que mi cena con Fabrizio llegaba, estaba ansiosa tanto nerviosa, trabajar con él sería un gran cambio en mi vida.

Por más que buscara una forma de distraerme, era como si el día no se animaba a avanzar y estaba comenzando a enfadarme en mi habitación, queriendo una distracción, me dispuse a ir a la sala o a cualquier otro lugar de la casa menos mi habitación.

Justo en el instante en que abrí la puerta, me encontré a Frederick frente a ella.

—Hola. Estaba a punto de tocar.

Sorprendida por sus palabras hablé.

—¿Necesitas algo?

Negó.

—No realmente, solo... —Desvió su mirada de la mía y frunció los labios—. Estoy algo aburrido.

—También yo.

—¿Te parece si hacemos algo para pasar el rato?

—¿Como qué?

Se encoge de hombros.

—¿Quizás otra película de Navidad? —Su propuesta era tentadora, pero acababa de terminar de ver una película antes de que tocara a la habitación—. ¿O tienes otra idea?

Una mueca se dibujó en mis labios.

—Estaba viendo una película, pero cualquier cosa que mate el tiempo antes de mi reunión.

—Ah sí, tu cita —dijo con poco interés—. Hay que ver una película.

Terminó proponiendo y accedí, los dos nos dirigimos a la sala, tomamos asiento en el mismo sofá y encendió el televisor. Había una extraña vibra entre los dos, una tensión que era difícil de explicar era como si las palabras estuvieran atoradas en nuestra garganta, pero ninguno de los dos se animaba a dar el paso para hablar, culpe el hecho de que aún no nos conocíamos bien.

Las películas de Nicholas Sparks eran las películas más emotivas que haya visto en mi vida, no importaba cual fuera, siempre conseguía colarse en mis emociones así que fue imposible no sentirme emotiva al terminar de ver El Viaje más largo, y tengo que admitir que me vi sorprendida por la elección de Frederick.

—¿A caso estás llorando?

Preguntó al finalizar la película. Negué inmediatamente.

—No, por supuesto que no. Es solo que... —Hice una pausa pensando bien mis palabras.

—Es emotiva, ¿no? —concluyó por mí al tiempo en que apago el televisor—. Las películas de Nicholas Sparks son geniales, sobre todo está en particular. Es de mis favoritas.

Arqué una ceja ante su confesión.

—¿Estás bromeando?

Negó.

—¿Por qué debería de hacerlo?

Me encogí de hombros al tiempo que lo observé incrédula.

—Si no me lo dices, jamás pensaría que una película como esta es tu favorita.

—Bueno, ahora sabes que lo es.

—¿Puedo preguntar por qué?

Arrugó la nariz y se acercó un poco más a mí, no me inmuté, dio un golpecito en mi nariz con su dedo índice y me sobresalté. Fue justo como lo había hecho antes de irnos a dormir.

—Como que haces demasiadas preguntas, ¿no crees?

—Soy periodista —aclaré—. No esperes que no tenga una pregunta para todo.

—Si ya me había dado cuenta de ello.

—¿Entonces?

—¿Entonces qué?

—Vamos, no hagas esto de nuevo.

—¿Hacer qué?

Lo miré seriamente.

—Sabes a lo que me refiero.

Juraría que lo sabía. Fingió inocencia.

—Si no me lo dices, no lo sé.

Rodé los ojos.

—Eres imposible.

—Yo no diría eso, si fuera imposible no estuviésemos los dos aquí teniendo esta conversación.

Rodé los ojos.

—Vas a quedarte bizca si continúas haciendo eso.

—Ja-ja muy gracioso.

Rodé los ojos.

—Lo digo en serio, hasta ya me parece que tu ojo izquierdo esta... —Achinó los ojos y acercó su rostro más al mío para analizar mejor mis ojos, quería reírme tanto como enojarme, estaba siendo ridículo—. Sí, me lo imaginaba, te quedarás bizca pronto.

—No me causa gracia —dije, mis pies estaban sobre el sofá así que me anime a estirar una pierna para darle un pequeño empujoncito en su pecho y alejarlo de mí, Frederick atrapó mi tobillo entre su mano y tiró de mi pierna a modo que quede acostada en el sofá, con un movimiento hábil, soltó mi tobillo y su cuerpo quedo sobre el mío, con sus manos sostuvo su peso para no caer encima de mí, aquel movimiento me sorprendió y me dejo sin aire, no me lo esperaba. Su rostro, estaba a solo centímetros de los míos, tenía un semblante serio, pero las comisuras de sus labios estaban alzadas solo un poco en una diminuta y escasa sonrisa.

—Nunca dije que estuviera bromeando, preciosa. —Sus palabras fueron como un susurro y sentía su respiración muy cerca de la mía, si me movía, podría besarlo. En mi cabeza busqué las palabras para hablar, pero se quedaron atascadas en mi garganta, fue imposible.

—¿Qué estás haciendo?

Dije en un susurró, mi voz fue rasposa y mi corazón palpito con gran fuerza sobre mi pecho, como si estar en esa comprometedora posición fuera poco, mi mente recapitulo nuestro beso y quería volver a probar sus labios, deseaba hacerlo. Su mirada abandonó la mía y se posó en mi boca, me mordí el labio con nerviosismo.

—Yo...

Si me lo pidiera, si pidiera besarme tengo que decir que no me molestaría, tampoco pondría objeción ante ello, dejaría que me besara y que la culpa llegara después por ello. No sé si fue mi imaginación, pero su cabeza se inclinó un poco y quedo a tan solo milímetros de mi boca, iba a besarme y no iba a impedírselo porque quería que me besara.

Esto no estaba bien, ni siquiera mis pensamientos, encontraba difícil pensar correctamente cerca de él y tengo que decir que el príncipe era demasiado impredecible, tan impredecible como mi teléfono celular interrumpiéndonos.

—Debe de ser mi cita. —Maldición, esa no era la palabra que buscaba. Cerré los ojos con fuerza—. No es una cita, más bien es una...

—Cena de trabajo —concluyó por mí. Sin pensarlo más tiempo, se alejó de mí—. Si necesitas que te lleve, estaré en mi habitación.

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