Solamente tuyo.
Rin no había acabado de amamantar al bebé cuando oyó un gran bullicio proveniente del piso de abajo. Tras abotonarse rápidamente el vestido y subirse el sostén, decidió bajar y averiguar qué estaba sucediendo, entonces vio a un hombre vestido de chofer, acarreando maletas y cajas hacia el exterior del hogar. Parecía una verdadera mudanza.
"Señor Jaken, ¿por qué está llorando?" le preguntó alarmada, notando las lágrimas de cocodrilo que estaba echando la criatura verde.
"Su Majestad... se va" contestó éste, entre sollozos, limpiándose la nariz con su delantal de cocina. "¡SOY TAN INFELIZ!"
"Ya deja el drama, esclavo" replicó la madre demonio, encontrándose con ellos en el living. "Mejor tráeme mi abrigo"
"¡Como usted diga, ama!" exclamó él, corriendo gustoso a cumplir sus órdenes.
Ahora las dos mujeres se encontraban a solas, frente a frente, en el living de la casa. Rin evitaba mirarla a los ojos a propósito, dedicándose por el contrario a mecer a su hija entre sus brazos, mientras le susurraba dulces palabras para tranquilizarla. Pensó que seguramente la madre del demonio nunca se enteró de su presencia durante la conversación con su hijo, así que obviamente no tenía idea de que ella ya estaba al tanto de la situación familiar de ellos. Incluyendo el molesto asunto de la prometida.
"Al parecer, significas mucho para mi hijo" le dijo de pronto. "Él nunca antes me había desafiado..."
Rin sólo la escuchó, sin contestar nada. Para qué, si ya nada cambiaría el hecho de que su felicidad estaba arruinada. Finalmente, la madre había ganado, y ahora no sabía cómo reaccionar ante tanta emoción junta. ¿Cómo se sentiría al estar frente a Sesshoumaru una vez más? Porque él llegaría a casa pronto y querría aclarar las cosas... si es que existía algo que aclarar.
"No es nada personal, solamente hago lo que cualquier madre haría en mi situación" continuó la mujer demonio, mientras se colocaba el abrigo de piel con la ayuda de Jaken. "Si realmente lo quieres, tendrás que dejarlo ir, ya que el destino de todo un reino está en sus manos" Y, con estas palabras, la madre abandonó la casa, sin antes echar una última mirada a la bebé.
"Lo siento por esa pobre criatura" dijo, encogiéndose de hombros. "Será despreciada, tanto por humanos como por demonios, por el resto de sus días..."
Rin sintió cómo el corazón se le encogía en el pecho. Sabía que Sesshoumaru era un príncipe o algo así, pero nunca le había tomado el peso; para ella, siempre fue y siempre sería el amor de su vida, solo eso... Y ahora que caía finalmente en la cuenta, le resultaba sumamente doloroso. Era cierto: un ser sobrenatural, miembro de la realeza además, nunca podría vivir felizmente al lado de una simple humana. Tenía miedo... miedo de perderlo todo, perderlo a él, que la dejara a ella y a Hikaru, la hija de ambos, relegadas al pasado, a algo pasajero, una diversión tal vez... un breve episodio en su larga vida de inmortal, porque, a pesar de que trataba de no darle importancia, Sesshoumaru tenía siglos de vida y aún le quedaban muchos más, mientras que ella envejecería y moriría, no pudiendo estar a su lado por siempre, como lo había deseado tantas veces, con tanto ardor.
Todo ha sido solo un sueño... se decía, tocando las cálidas lágrimas que caían por sus mejillas, con la yema de sus dedos.
"Oye, niña. ¿Te pasa algo?" la interrumpió Jaken, curioso. Pero Rin no le contestó, sino que salió corriendo escaleras arriba, con su hija en brazos.
Fue a la habitación de la pequeña Hikaru y la dejó en su cuna. No quería llorar, pero el nudo en la garganta se le iba tensando cada vez más. Qué crueles habían sido las palabras de su sueg... bueno, la reina madre, o algo así, porque ya no se atrevía a llamarla suegra. Era demasiado humillante. Por más híbrida que fuera su hija, tenía un padre maravilloso que velaría por ella siempre... ¿O no? Él mismo lo había dicho, aunque pensándolo bien, no lo recordaba. ¿Lo había reconocido en verdad? Se sentía tan deprimida que ni siquiera hizo el esfuerzo para acordarse de sus palabras. Palabras llenas de amor y promesas, que ahora le parecían vacías.
De pronto, un ruido estrepitoso en el primer piso, una puerta cerrándose con violencia y luego voces que hablaban de manera exaltada, voces que ella conocía muy bien.
"¡Qué le pasó al amo Sesshoumaru?" exclamó Jaken, llevándose las manos a la cabeza.
"¡Mejor dame una mano en vez de estar gritando como vieja loca!" replicó Inuyasha, quien venía cargando a Sesshoumaru sobre su espalda. "¡El condenado pesa demasiado!"
Inuyasha le contó a Jaken que casualmente se habían encontrado después del trabajo y que su hermano, amablemente, le había invitado un par de copas, lo que le pareció un tanto extraño, pero como estaba tan sediento decidió aprovechar la oportunidad... eso último por supuesto no se lo dijo. El asunto era que Sesshoumaru había tomado de más y, en consecuencia, se había emborrachado hasta el punto de quedar inconsciente.
"¡Pero qué horror!" volvió a exclamar la criatura verde. "¿Qué habrá ocasionado este desastre?"
"¿En verdad no lo sabes?" le preguntó Inuyasha, mirando a Rin, quien se encontraba a mitad de la escalera, con una mano en la boca para ahogar un sollozo que había estado reprimiendo desde que supo la verdad sobre su amo.
"No se queden ahí parados y ayúdenme a llevarlo al baño, que le hace falta un buen chorro de agua en la cara" les dijo el hombre mitad demonio, a lo que tanto Jaken como Rin acudieron a asistirlo. Al poner el brazo de Sesshoumaru sobre su propio hombro, Rin pudo sentir el intenso olor a alcohol que emanaba del aliento y de las ropas del demonio. Tenía la camisa abierta, con unos cuantos botones aún abrochados a la altura de la cintura; los pantalones llenos de polvo, prueba de que se había caído en la tierra, y estaba además descalzo. Verlo en ese estado le partió el corazón; un demonio tan orgulloso, elegante, imponente como él, convertido ahora en este despojo humano, o demoníaco... daba igual, para el caso ya daba lo mismo. Su amo parecía la sombra de la criatura que había sido siempre; el hombre que ella amaba.
"¡A ver si con esto tienes suficiente, torpe!" dijo Inuyasha, con molestia, empujando a Sesshoumaru al interior de la bañera y abriendo la llave de la ducha hasta atrás. El demonio dio un salto, por acto reflejo, pero enseguida volvió a dormirse, hundiéndose poco a poco, a la vez que el agua lo iba empapando completamente.
"Bueno, ya me voy. Cuando despierte, díganle que me debe una" El hombre mitad demonio se limpió las manos en su ropa y salió de ahí, seguido por Jaken.
"¡Qué pesado! Ya deja de preguntar, que lo sabes mejor que yo"Inuyasha le dijo a Jaken, que lo siguió hasta la puerta de calle, más confundido que nunca.
Mientras, el agua de la ducha seguía cayendo sobre el cuerpo mojado de Sesshoumaru, sobre sus ropas, su cabello... su hermoso cabello plateado, que caía en mechones sobre su pecho descubierto, y subía y bajaba con cada inspiración y exhalación. Rin no podía dejar de contemplarlo, sintiendo entre admiración y lástima de verlo así, tan demacrado. Se preguntó si era por su culpa, entonces volvió a sentir el rencor de la traición recorriendo todo su cuerpo. Se lo merece... pensó, sin saber que, en el fondo, el corazón le decía otra cosa.
Salió del baño, dejando al demonio ahí, hundido en su propia miseria. Sin embargo, al llegar a su habitación, las lágrimas que había estado conteniendo brotaron incesantemente de sus ojos. Una a una fueron cayendo sobre la almohada y la cama. Lloró y lloró, hasta que los ojos se le pusieron rojos y la nariz se le tapó. Por cuánto tiempo estuvo así, no lo supo, sólo sabía que el dolor era muy grande como para contenerlo dentro de su ser y era por eso que las lágrimas brotaban tan violentamente de su cuerpo. Finalmente, se levantó y buscó una maleta que había en el closet. La arrojó sobre la cama y sacó toda su ropa de los cajones, tirándola sobre la maleta. También echó la ropa de la pequeña, algunos artículos personales, etc. Entonces dudó, y, al no saber qué hacer a continuación, se echó sobre la cama, a un lado del cúmulo de cosas que había sacado. Desde el principio, su intención había sido huir, pero ahora no sabía...
Estaba en eso, decidiendo qué hacer, cuando Sesshoumaru apareció en su puerta. Parecía que ya se había recuperado de la borrachera, aunque sus ropas aún estaban mojadas, al igual que su cabello. Tenía la expresión más triste que jamás le hubiera visto en el rostro, en ese rostro sereno y delicado, pero a la vez varonil, tan hermoso e imponente. La camisa mojada dejaba entrever su torso musculoso, sus pezones firmes y abdominales perfectos. Sus cabellos caían lacios y húmedos sobre sus amplios hombros y espalda ancha. Sus pantalones desabrochados, estilando por el agua y los pies fríos por tenerlos tanto tiempo descubiertos; todo constituía una imagen subliminal, erótica y divina ante sus ojos. De pronto, Rin sintió un gran impulso de arrojarse en sus brazos para que le hiciera el amor como solo él sabía hacerlo.
"¿Qué es eso?" le preguntó el demonio, con tono alicaído, al ver la maleta.
Rin no contestó, sino que apartó la mirada, escondiendo su deseo. Debía aguantarse, por su propio bien, pero era tan difícil, pues su corazón corría a cien por hora en ese momento. Se agarró el vestido firmemente sobre el pecho. Sentía que iba a explotar.
"¿Te quieres... ir?" preguntó él de nuevo, tímidamente, en un suspiro. "¿Tanto me odias?"
Rin tragó saliva. Tenía que dominarse para no cometer una locura, de la que seguramente se arrepentiría después.
"Te pregunté si te querías ir"le dijo el demonio, inclinándose sobre ella para tomarla del mentón. Rin sintió un calor en el vientre y, automáticamente, apartó la mano de Sesshoumaru de su rostro, mirándolo con rabia y resentimiento.
"¿Y para qué me voy a quedar aquí?" le respondió, bruscamente. "¿Todavía pretende seguir con este juego?"
"¿De qué hablas?"
Rin rió por lo bajo.
"Por favor, al menos reconózcalo. Reconozca que todo este tiempo sólo estuvo divirtiéndose conmigo... Que sólo he sido una de sus tantas conquistas y que..." No terminó de hablar, pues Sesshoumaru le había plantado una cachetada en la mejilla.
"¡¿Cómo te atreves a hablarme así?" le gritó, cambiando repentinamente el tono de voz. "¡Parece que aún no me conoces!"
Rin se sorprendió. Su amo jamás la había lastimado así, por más insolente que hubiese sido en el pasado, cuando aún era una niña. Se quedó mirándolo, en shock, con la mano sobre la mejilla, enrojecida por el golpe.
"¿Por qué no lo entiendes de una vez?" continuó diciendo él. "¿Es que no entiendes que me vuelvo loco alrededor tuyo? Que solo tú me importas en la vida..." Golpeó el muro con el puño cerrado, apoyando la frente en el concreto.
"De todas formas, no puede ser" replicó Rin, ya más calmada, bajando la cabeza para que el demonio no notara las lágrimas que comenzaban a brotar nuevamente. "Su madre ya me lo dijo... Usted tiene obligaciones y se debe a otros. Aunque me amara como dice, lo nuestro nunca funcionaría. ¿Se imagina?... Una simple humana unida a un demonio, un príncipe además. De solo pensarlo, me causa risa"
"¡PUES ME IMPORTA UN PEPINO TODA ESA MIERDA!" le gritó, enfurecido, tomándola firmemente por los brazos, tan firme que casi se los rompe.
"¡Ay! Me hace daño" se quejó Rin, sintiendo la presión de las uñas del demonio. "¡Suélteme, por favor!"
Sesshoumaru la soltó, dejándola caer nuevamente sobre la cama. Rin podía ver cómo el demonio estaba haciendo un gran esfuerzo por conservar la calma.
"No sé qué más te habrá dicho mi madre, pero no me importa. Lo que me molesta es que estés dudando de mí a estas alturas..."
"¿Y cómo no hacerlo cuando, de pronto, me entero de que existe una prometida? Una mujer, que no soy yo, que tiene su corazón desde hace siglos"
"¿Qué estupidez es ésa?... ¿Mi prometida? Ja!" soltó una amarga carcajada. "Si me hubieses dejado explicarte, no te estarías comportando como una malcriada"
¿Malcriada? Bueno, tal vez un poco, pero no era para que la ofendiera recordándoselo. Además, si alguien tenía la razón de su lado en esta conversación era ella. Él la había engañado, ocultándole quizás lo más importante de su pasado.
"No quiero saber nada" le dijo al demonio, cruzándose de brazos. Sesshoumaru, entonces, se arrodilló frente a ella y la tomó por los hombros, pero esta vez fue gentil, a pesar de que destellos rojizos cruzaban fugaces por sus ojos.
"Aunque no quieras escucharlo, te lo diré de todas formas" le dijo, con determinación, dominando la situación. "Nunca consideré eso del compromiso; al fin y al cabo mi supuesta prometida era como mi hermana mayor. Arya y yo crecimos juntos y nunca la he visto con otros ojos que no sean los de hermano. Ni siquiera me cae bien. Mi madre ha insistido por siglos en concretar una alianza entre clanes para quedarnos con el trono y blah, blah, blah... Pero a mí esa mierda nunca me ha importado, y lo sabes."
"Yo... no sabía" dijo Rin, un tanto aturdida por lo que acababa de escuchar. "Pero, ¿por qué nunca me contó nada?"
Sesshoumaru suavizó su expresión, sonriéndole con ternura. Rin se sonrojó y volvió a mirar hacia otro lado, pero el demonio la detuvo al instante, obligándola a mirarlo a los ojos.
"Para mí el pasado no cuenta" le dijo, en un susurro que la estremeció entera. "Yo nací el día en que te conocí; mi ser, mi alma, mi cuerpo, todo lo que soy, es sólo tuyo"
Eso era más de lo que podía soportar. Sintió la mirada ardiente del demonio sobre su escote, que alcanzaba a mostrar parte de su abultado busto, el que apenas cabía en su sostén. Por su parte, ella contempló su torso aún mojado y su rostro vehemente, lleno de deseo, y pronto se dio cuenta de la dureza del miembro, que se asomaba por el pantalón.
Sin decir nada, Sesshoumaru hizo un movimiento rápido y le rasgó el vestido desde el escote, atravesando el sostén y dejando al aire sus pechos, que saltaron del puro tirón. Luego, abalanzándose sobre ella, la obligó a abrir la boca para terminar en un apasionado beso; le chupó y lamió sus senos, llenos de leche, listos para alimentar a un bebé, pero ahora era él el dueño de ellos y podía succionar todo lo que quisiera. Se relamió el dulce elixir de la comisura de sus labios y dejó que Rin terminara de desvestirlo, sintiendo cómo rozaba su miembro al sacarle los pantalones y su ropa interior.
"Rin..." suspiró en su oído. "Perdóname por lo que voy a hacerte..." y, tras pronunciar estas ardorosas palabras, la penetró sin ninguna consideración, entrando y saliendo a un ritmo acelerado, apretando firmemente los glúteos cada vez que maniobraba, levantando las piernas de Rin hasta sus propios hombros, para poder llegar hasta el fondo. Ella gemía sin cesar, casi llorando, una sensación de dolor y placer a la vez recorriéndole la entrepierna, completamente húmeda y receptiva. El demonio la tomó firmemente por las muñecas, inmovilizándola a propósito para continuar con su tarea sin que se lo impidieran. Tirando la maleta y todo lo demás de un solo manotazo, hizo espacio para voltear a Rin y ponerla de cuatro patas. De esa forma, la penetró hasta llegar al éxtasis, apretando sus pechos y dándole mordiscones en el cuello, los que ella recibía con algo de dolor, pero gustosa.
Una vez que terminaba, volvía a empezar, haciendo que Rin perdiera la cabeza de tantos orgasmos que le daba. El demonio gemía como nunca lo había hecho; por lo general, la hacía gemir más a ella, pero esta vez estaba demasiado sensible, tal vez por todo el tiempo que había pasado desde que hubieran hecho el amor por última vez. Cuando acabó finalmente, tras varias actuaciones, Sesshoumaru colocó de nuevo a Rin de espaldas en la cama, presionando tanto el cuerpo contra ella que ambos terminaron por caer al suelo. Él seguía penetrándola sin cesar, de todas las formas posibles. Tal era el deseo del demonio que ni siquiera reparó en cómo estaba Rin. Al voltearla para ver su expresión, que tanto lo excitaba cuando tenían sexo, se dio cuenta de que a ella se le ponían los ojos rojos, como los de él cuando se ponía intenso, ya sea de rabia o deseo; Rin entonces se abrazó a él, rasguñándole la espalda dolorosamente, haciéndole heridas profundas que tardarían en cicatrizar. Sorprendido, la tomó entonces del rostro y le entreabrió los labios. ¿Era posible que fueran colmillos los que se asomaban? Rin se acercó y le mordió los labios, que sangraron un poco con la presión. Lamiéndoselos, el demonio sintió más deseo todavía, y casi murió infartado al sentir la cálida mano de la muchacha apoderándose de su miembro y colocándolo de nuevo en posición para seguir con el acto. Sesshoumaru no tardó en retomar el ejercicio y, levantándola en brazos, la apoyó contra la pared, le separó bien las piernas y la penetró con fuerza, haciendo que los pechos de Rin saltaran con cada embestida y emanara la leche de sus pezones duros y rosados. Él se los lamía con intensidad, dejando rastros de saliva en toda la zona, tanta que llegaba a chorrear junto a la leche tan cálida...
"¡Amo Sesshoumaru!" gemía Rin, ruidosamente, abrazada a él con todas sus fuerzas.
"Oh, Rin... cómo te amo" gemía él también, embistiéndola, yendo cada vez más profundo, llevándolos una y otra vez al éxtasis sublime.
"No me importa lo que diga nadie" suspiraba Sesshoumaru, en el oído de Rin. "Eres mía y jamás te dejaré ir..." Entonces, la puso sobre él, en el borde de la cama, y la movió incesantemente, sintiendo cómo, con cada roce de su entrepierna, el corazón se le detenía por unos segundos. Rin se aferraba firmemente a los amplios hombros del demonio, heridos debido a tantos rasguños y mordidas; luego, tomándole el rostro entre sus suaves manos, lo besó con tanta impetuosidad que le quitó la respiración, metiendo su lengua hasta el fondo, moviéndose incesantemente sobre él, mientras apretaba la cara del demonio contra sus voluptuosos pechos.
Después de un buen rato haciendo el amor, Sesshoumaru decidió que ya era suficiente por un día. Finalmente, se volvía a sentir pleno, desatando sus deseos por la mujer amada, saciando por completo su deseo, al menos por ahora. Ya habría muchas más veladas para compartir esa unión máxima existente entre dos seres que han sido hechos el uno para el otro.
"Rin..." le dijo el demonio, hablándole entre cortado, a la vez que llegaba al orgasmo. "Esta es la última... te puede hacer daño"
"No, amo..." suspiraba ella, abrazándose a él. "No quiero"
Aquellas palabras lo hicieron sonreír con ternura.
"¿No tengo razón cuando digo que eres una niña malcriada?" le dijo, tiernamente, acariciándole la espalda con suavidad. Rin sonrió, echándose a su lado, en el suelo. Estaban sudados como nunca, sus cuerpos aún calientes de tanto amor. Permanecieron así, abrazados, quedándose en silencio por largo rato, como meditando todo lo que acababa de pasar. Había sido maravilloso para ambos; la reafirmación de su amor. Rin no podía creer cómo había sido capaz de dudar de su amo, quien, a pesar de todo lo que le había dicho, la recibía de nuevo con todo el cariño del mundo.
"Nunca podrás escapar de mí" le dijo, plantándole un beso en la frente.
"Pero... si sigo a su lado..."se detuvo ella. "Su reino lo necesita..."
"Nadie es imprescindible en este mundo" le contestó el demonio. "De todas formas, nunca me interesó el trono"
"¿Y su gente?... ¿qué pasará con aquellos que confían y esperan por usted?"
"Ya te dije que no me importa. Además, mi madre lo ha hecho bastante bien hasta ahora" Sesshoumaru hizo una pausa; necesitaba reunir el valor para decir lo que iba a decir a continuación.
"Además, no olvides que tengo un hermano" hizo una muesca de desagrado. "Por último, le puedo ceder el trono a él. Creo que hasta le gustaría". Sesshoumau rió con malicia. "Ya imagino cómo se pondrá mi madre si eso llegara a pasar, ja"
Rin rió con él, y su dulce risa llenó la habitación.
Y también el corazón del demonio...
SI COMENYAS COMPARTIS O VOTAIS SE AGRADESE
Continuará...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top