"No me abandones..."

Pasaron los meses y Sesshoumaru parecía haberse olvidado del supuesto sermón que le había dado a Rin hace un tiempo atrás, con el fin de que se aplicara más en el colegio y cooperara con las tareas del hogar. Jaken por su parte estaba furioso porque todas las responsabilidades habían recaído en él y ninguno de los dos, ni el amo ni la joven, habían reparado en eso o simplemente no les importaba.

Estaba rabiando consigo mismo mientras hacía el aseo en el living, cuando sonó el teléfono.

"¿Diga?"

"¿Jaken?" preguntó la voz, del otro lado. "Soy yo, Kagome"

"Ah, hola" respondió la criatura verde, dejando el plumero a un lado.

"Llamaba para saber cómo siguen las cosas por allá" dijo Kagome, con tono de preocupación.

"Bueno, la verdad es que van de mal en peor" le confesó Jaken, sentándose en el brazo de uno de los sillones para hablar más cómodamente. "Imagínate que el amo Sesshoumaru despidió a todos los profesores particulares que le había puesto a Rin"

"¿Y por qué hizo eso?" preguntó ella, alarmada.

"Por celos" dijo el otro, suspirando. "Según él, Rin ya no los necesita, pero no es cierto"

"¿Cómo le está yendo en el colegio?"

"Pues no muy bien" continuó el sirviente. "La chica se lo pasa de lo más cansada. No sé cómo puede levantarse todas las mañanas..."

"Esto no puede seguir así..." dijo Kagome del otro lado, con tono de desaprobación.

"Yo digo lo mismo"

"Definitivamente, hay que hacer algo..."

"El amo está enajenado con ella. Te juro que no la deja en paz"

No sabía que Sesshoumaru pudiera ser tan fogoso...pensó Kagome,sonrojándose del otro lado del teléfono.

"¿Sigues ahí?" preguntó Jaken, extrañado al no recibir respuesta.

"Sí, aquí estoy" dijo ella, volviendo en sí. "¿Sabes? A lo mejor sería bueno que Rin se buscara un novio..."

"¡Estás loca!" saltó el otro, casi dejando caer el auricular. "¡El amo Sesshoumaru lo mataría!"

"Mmm..." meditó Kagome por algunos segundos. "Entonces, tendrá que ser al revés..." dijo finalmente, hablando consigo misma.

"¿A qué te refieres?"

"Ya lo sabrás. Tú déjamelo a mí" le dijo Kagome, resuelta. "Mañana iré a visitarlos como a esta hora. Asegúrate de que Sesshoumaru se encuentre en casa"

"Dalo por hecho. Desde que va a buscar a Rin todos los días al colegio, siempre llega a las cinco" le dijo Jaken, más aliviado con la conversación.

"Muy bien. Estaré por ahí como a las cinco y media"

"¡Perfecto!"

"Nos vemos entonces. Adiós" se despidió Kagome para luego colgar el teléfono.

"Adiós, y gracias" le dijo Jaken, con una gran sonrisa en el rostro. Justo en el momento en que colgaba el auricular, se abrió la puerta de calle para dejar entrar a Sesshoumaru y a Rin.

"¿Quién era, Jaken?" le preguntó el demonio al verlo junto al teléfono.

"Número equivocado" respondió el sirviente, riendo nerviosamente.

"Señor Jaken ¿puede prepararme un café? Estoy exhausta..." dijo Rin, tirando la mochila al suelo y echándose pesadamente sobre uno de los cómodos sillones.

"Háztelo tú misma, niña perezosa" le respondió la criatura de mala gana, pero al ver la cara que ponía Sesshoumaru, se arrepintió al instante.

"Está bien" dijo, bajando la cabeza humildemente. "Espérame un segundo" y se metió en la cocina.

En eso, el teléfono sonó por segunda vez.

"¿Sí?" atendió Sesshoumaru, imperturbable.

"¿Se encuentra Rin?" preguntó una voz masculina por el otro lado. Sesshoumaru miró a Rin de reojo antes de responder.

"Si está. ¿Quién la busca?"

"Un compañero" respondió la voz.

"¿Es para mí, amo Sesshoumaru?" saltó Rin, adivinando que la llamaban a ella. Fue hacia donde él estaba y prácticamente le arrebató el teléfono. "¿Quién es?... ¡Ah! Hola, Kohaku ¿cómo estás?"

Sesshoumaru se sentó en su sillón favorito mientras veía a Rin hablar por teléfono. La muchacha estaba apoyada en la muralla, parloteando sin cesar, aunque el demonio iba codificando cada una de sus palabras, por más incoherentes que éstas fueran.

"¿Quién más va?" la oyó decir. Aparentemente, la estaban invitando a algún lado... Estaba casi seguro. La sangre le comenzaba a hervir por dentro...

"Tengo que pedir permiso primero" contestó ella, mirando a su amo con ojos suplicantes. Pero la expresión de Sesshoumaru se mantuvo fría e inmutable, a pesar de que la joven insistía.

"A ver. Espera un poco" le dijo Rin a su interlocutor, dejando el auricular a un lado para ir con el demonio. "Amo Sesshoumaru, por favor..." empezó.

Sesshoumaru miró hacia otro lado.

"Por favor..." le volvió a rogar ella, pero esta vez de rodillas, apoyando sus manos sobre las piernas de él. "Se lo ruego. Déjeme ir a la fiesta"

El demonio finalmente volteó a mirarla, estremeciéndose al sentir las suaves manos de la muchacha subiendo lentamente.

"Un ratito... ¿sí?" le pidió Rin seductoramente, deteniéndose al llegar a sus caderas. Llevado por el deseo, Sesshoumaru la atrajo bruscamente y la sentó sobre sus piernas, besándola en la boca de manera apasionada.

"A las once, a más tardar" le dijo, tras besarla.

"Pero si empieza a las diez..." se quejó ella, haciendo pucheros.

"Está bien" terminó accediendo, sin poder resistirse a los encantos de la joven. "Te quiero de vuelta a las doce, ni un minuto más"

Rin lo rodeó con los brazos y le dio un tierno beso en la mejilla a modo de agradecimiento. Luego saltó de sus piernas y fue a agarrar el auricular nuevamente.

"Sí me dejaron" le contó a su compañero, con una gran sonrisa en el rostro. Intercambiaron un par de palabras más y después ella cortó.

"Rin, tu café" le dijo Jaken, saliendo recién de la cocina y alargando el brazo para entregarle el tazón de café.

"¡Gracias, señor Jaken!" respondió ella alegremente, tomando el tazón con una mano. Con la otra, recogió su mochila y se dirigió rápidamente a su habitación.

"¿Y ahora qué le sucede?" preguntó Jaken al verla subir las escaleras como un cohete. "Se ve que está animada..."

"La dejé salir en la noche" le contestó Sesshoumaru, poniéndose de pie con desgano. "Con unos compañeros de colegio..."

Jaken se sorprendió. No pensó que su amo le alargaría la cadena a Rin tan pronto. Mal que mal, nunca la dejaba ir a fiestas o a otros lugares de encuentro para jóvenes de su edad. Tal vez era una buena señal... Tal vez el amo Sesshoumaru estaba volviendo en sí, finalmente.

"Me alegro por ella" dijo Jaken, con satisfacción. "Ya era hora de que empezara a salir con chicos ¿no lo cree, amo?"

Pero Sesshoumaru le dirigió una mirada aterradora que le dejó la sangre helada, como témpano.

"Mejor voy a echar la ropa a la lavadora" dijo muerto de miedo, regresando inmediatamente a la cocina. Una vez allí, se puso a desmugrarle el cuello a todas las blusas sucias de Rin hasta que se hizo de noche.

A las nueve en punto todavía no pasaban a buscarla.

"Señor Jaken, ¿ha visto los palillos que me pongo en el pelo?" le preguntó Rin en la cocina, mientras éste echaba a andar la lavadora.

"No, Rin. No creo que los encuentres aquí" le contestó, y luego volteó a mirarla. "¿Y tú?, ¿vas a ir vestida así?"

"Sí ¿por qué?" le dijo ella, mirándose hacia abajo. "¿Me veo mal?"

Rin llevaba puesto un vestido corto de color rojo, sin tiras y entallado en la cintura, acompañado de zapatos negros de medio taco. Se había colgado al cuello una cadenita de plata con un pendiente en forma de corazón y los lóbulos de sus orejas estaban adornados con pequeños aros de zircón. Al observarla desde un lugar secreto, Sesshoumaru reconoció el pendiente y la cadena, ya que él mismo se los había regalado para su cumpleaños. Pero el vestido, no sabía en qué minuto se lo había comprado. Era un vestido atrevido, de seguro se acordaría de haber hecho una compra así, pero de todas formas le sentaba de maravilla. Se veía tan atractiva, hasta mayor gracias al maquillaje que se había puesto en la cara. De pronto, el demonio empezó a sentir un calor en el vientre al pasear la mirada por la silueta tan femenina de Rin; las piernas largas y delgadas, aparentemente frágiles, pero muy fuertes si se lo preguntaban a él; el busto perfectamente redondeado y un poco abultado por la presión del corsé, lo que hacía que sus senos se vieran como dos pepitas de uva; el cuello y los hombros desnudos, que lo invitaban a lanzarse encima y comérselos a besos; los labios rojos, que ahora se veían más carnosos por el hecho de estar pintados; y el suave y largo cabello castaño, que le caía en mechones por la espalda. Toda la visión le provocaba un enorme placer y a la vez se le hacía una tortura.

"¡Amo Sesshoumaru!" exclamó Rin al ver que el demonio hacía su entrada en la cocina. "¿Le gusta cómo me veo?"

Sesshoumaru asintió con la cabeza, sonriéndole con algo de tristeza al pensar que tendría que compartirla con otros dentro de pocos instantes.

"El señor Jaken dijo que era muy poca ropa, pero yo pienso que está bien" siguió diciendo Rin, mirándose, sin percatarse de la expresión en el rostro de su amo.

"Opino lo mismo" contestó Sesshoumaru, acercándose para acariciarle la espalda. "Ponte algo encima o te resfriarás"

"Ay, no es para tanto..." dijo la muchacha, estremeciéndose al contacto con el demonio. "Si afuera hace calor" y luego, con el rostro iluminado. "¡Aquí están!" exclamó, tomando los palillos de encima del microondas. "¿Vio que estaban aquí, señor Jaken?" le recriminó a la criatura verde, sujetándose el tomate que se había hecho en el pelo.

Cuando finalmente pasaron a buscar a Rin, Jaken ya había terminado sus labores y se había ido a dormir, suponiendo que su amo habría hecho lo mismo. Se dio vuelta tras vuelta en la cama, sin poder conciliar el sueño a pesar de lo cansado que estaba, pues ese día sí que le había tocado duro. A las una y media encontró que ya era demasiado, así que decidió ir por un vaso de leche a la cocina. Cual fue su sorpresa al descubrir al demonio a oscuras en el living, sentado en su sillón favorito, con una copa de vino en la mano.

"¿Amo Sesshoumaru?" preguntó, aproximándose en la penumbra. "¿Está dormido?" Sesshoumaru no respondió al principio pero, al percibir que Jaken se devolvía, le dirigió la palabra.

"Ya son más de la una" dijo con tono lúgubre, sin mirarlo.

"Pues, sí" respondió el sirviente, adivinándole el pensamiento. "No se preocupe, no le debe haber pasado nada. Deben haberse entretenido en el camino..."

Sesshoumaru movía la copa y jugaba con el vino, con los ojos fijos al frente. Quién diría que tras su semblante sereno se ocultaban tantas emociones fuertes y sentimientos encontrados, los cuales estaban provocando un verdadero caos en su interior. La sangre le hervía por dentro, no sabía si por rabia o por lujuria... ambas, tal vez. Lo único que sabía era que Rin no estaba con él y eso lo atormentaba más que cualquier otra cosa.

"Amo, vaya a acostarse" le dijo Jaken, parándose a su lado. "Es muy tarde"

"¡Ya lo sé!" le gritó el demonio enfadado, apretando la copa con la mano. "¡No tienes que decírmelo!"

"Ha bebido demasiado" balbuceó el otro, agachándose para recoger la botella de vino del suelo. Estaba vacía.

"¡¿No entiendes?!" le volvió a gritar Sesshoumaru, tirando la copa lejos y agarrándolo de la manga. "¡¿No entiendes que la necesito?!"

"¡Si sé, amo!" le decía Jaken asustado, mientras lo zamarreaban. "¡Le juro que sí, pero cálmese por favor!"

"Yo... la necesito conmigo..." y, con estas palabras, el demonio cayó dormido hacia un lado del sillón.

Jaken suspiró de alivio. Por un momento pensó que Sesshoumaru sería capaz de matarlo.

"Esto no puede seguir así..." pensó Jaken en voz alta, mientras limpiaba el desastre que había quedado.

Para cuando Sesshoumaru abrió los ojos habían transcurrido varias horas desde su discusión con Jaken en el living. Trató de levantarse, pero un repentino tirón en la sien lo obligó a sentarse nuevamente. Luego recordó haberse tomado casi una botella entera de vino tinto y sintió que el alcohol todavía corría por sus venas, aunque en menor cantidad. De pronto, pensó en Rin. ¿Habría llegado?, ¿Le habría pasado algo? El sólo imaginar que pudiera encontrarse indefensa por ahí... Haciendo un gran esfuerzo, se puso de pie nuevamente. Tenía que ir a su habitación para cerciorarse de que estaba allí. Caminó hasta la escalera, un poco mareado, y subió los peldaños pausadamente. Una vez en el pasillo, se dirigió a la puerta y la abrió de manera abrupta. Efectivamente, la muchacha se encontraba ahí, durmiendo en su cama, con la sábana y el cobertor hasta la cintura. Su largo cabello descansaba sobre la almohada y su pecho se inflaba y desinflaba por debajo del escotado camisón, que se transparentaba un poco. Sesshoumaru se quedó mirándola desde la puerta, con el corazón acelerado y el miembro cada vez más endurecido ante la sola contemplación de su joven y frágil cuerpo. No pudiendo resistir más la tentación, el demonio entró en la habitación y se despojó de sus ropas, tirándolas bruscamente a un lado de la cama. Luego se metió bajo las sábanas junto a ella, que se había girado para quedar de lado, así Sesshoumaru pudo pegarse a su espalda, subiéndole el camisón lentamente hasta la cintura. Su miembro endurecido clamaba por entrar en ella y cuando el demonio le separó ligeramente las piernas, la muchacha se despertó.

"¿Qué...?" balbuceó semidormida, intentando darse vuelta.

"Shhh..." la detuvo Sesshoumaru, poniéndole los dedos sobre los labios. "No digas nada"

Así sin más, el demonio la penetró con fuerza, tomándole la pierna hacia atrás para llegar más lejos. Rin se quejaba, adormecida, convulsionándose al ritmo de las embestidas, que se iban haciendo más rápidas y dolorosas a medida que la pasión de Sesshoumaru crecía. Pronto comenzó a gritar, de placer y de dolor, todo junto, sintiendo el cálido roce en la entrepierna, que comenzó a latirle de tanta fricción. Sesshoumaru se aferró a su cintura y le mordisqueó el hombro y el cuello, a la vez que le golpeaba los glúteos con su propia pelvis de manera cada vez más brusca al embestirla. La muchacha empezó a gritar más fuerte, casi a punto de llorar, lo que no hizo más que estimular al demonio, ansioso de poder dar la estocada final para terminar de saciar su deseo por ella. La deseaba, la amaba, la necesitaba, la odiaba por haberlo dejado solo... todo eso sentía al tiempo que la hacía suya, ahí, en esa cama en la que habían compartido tantos momentos como ése, aunque nunca tan intensos.

"Eres mía... sólo mía" repetía Sesshoumaru con la respiración entre cortada, asiéndole firmemente la pierna hacia atrás para consumar toda su pasión en una última y dolorosa embestida que la hizo gemir hasta sacarle lágrimas de los ojos. Terminado el acto, Rin se tocó cuidadosamente la entrepierna, que chorreaba semen y le ardía como fuego, y sintió de pronto la cabeza del demonio reposando sobre su hombro. Se giró para quedar frente a él, y su camisón se corrió dejándole un seno al descubierto. ¿Pero por qué Sesshoumaru estaba temblando? Lo que descubrió la dejó perpleja: el demonio parecía estar llorando.

"Amo Sesshoumaru..." dijo, endulzando la voz y despejándole suavemente el cabello de la frente. "¿Qué le pasa?"

Sesshoumaru la miró con ojos vidriosos, con una expresión de tristeza que ella jamás le había visto.

"No me abandones nunca..." le dijo, acariciándole la mejilla y la boca. "Te necesito a mi lado"

Rin sintió un nudo en el estómago al escuchar tales palabras e involuntariamente rodeó a Sesshoumaru con los brazos y lo besó en los labios con ternura, percatándose de la humedad que había en sus ojos. Sesshoumaru se dejó besar por ella, que lo atraía con firmeza para no dejarlo escapar, soltando uno que otro quejido, sin dejar de masajearle la lengua. El demonio luego bajó por su cuello hasta encontrarse con su seno desnudo, el que lamió y relamió, provocando espasmos en la joven. Le desnudó el otro e hizo lo mismo, succionando con insistencia, como queriendo extraer alguna clase de elixir sabroso de su cuerpo. Rin respiraba cada vez más aprisa, sintiendo cómo el calor se le subía a la cabeza con cada lamida. Sesshoumaru le chupó tanto los pezones que se los dejó irritados, pero a ella no le importaba porque le encantaba que la lamiera allí. Entonces, antes de que el deseo la inundara nuevamente, se puso frente a él en la cama, obligándolo a tenderse de espaldas.

"Déjeme a mí" le dijo, echándosele encima para comenzar a besarlo tranquilamente en la frente, los ojos, las mejillas y la boca. Sesshoumaru recibió las caricias sin oponer resistencia, sintiendo cómo su cuerpo entero se estremecía mientras Rin seguía bajando por su cuello y su pecho, deteniéndose en sus tetillas para lamerlas y mordisquearlas, tocándolo en los costados con sus suaves manos. Sesshoumaru cerró los ojos con fuerza y se mordió el labio cuando la sintió entre sus piernas, las que ella acariciaba delicadamente, primero por dentro y luego por fuera. El miembro del demonio ya se encontraba totalmente erecto para cuando Rin comenzó a lamerlo por detrás del glande, con la punta de la lengua. Sesshoumaru se contuvo para no acabar ahí mismo, aferrándose al colchón con todas sus fuerzas, ya que la sensación de placer era demasiado intensa. La muchacha siguió lamiéndolo, de arriba abajo, de abajo hacia arriba, algunas veces con la punta y otras con toda la superficie de la lengua, haciendo ruido y gimiendo para inducirlo a mirar. Por su parte, el demonio se agarraba de las sábanas, jadeando fuerte y arqueando la espalda con cada estímulo. Cuando finalmente se atrevió a mirarla, la sola expresión ardiente que había en sus ojos mientras intentaba introducir todo el miembro en su tierna boca lo hizo temblar de manera incontrolable, deseando poder penetrarla ahí mismo. Estaba tan sobrecogido que ni siquiera podía hablar, sólo emitía ruidos ahogados e incomprensibles. Quería decirle que se detuviera, que ya no podía soportarlo más... pero no era capaz. Sus miradas ardientes se cruzaron una vez más, ella lamiéndolo hasta la base, llegando a los testículos. Sesshoumaru apretó los glúteos y juntó un poco las piernas, desencadenando lo inevitable: acabó sobre Rin, salpicándola por todas partes, sin querer.

"Mi pequeña..." le dijo, respirando con dificultad, tomándola del brazo para atraerla. La pobre tenía rastros de semen en el pelo, la cara y los pechos.

"¿Le gustó?" preguntó Rin, recostándose a su lado, besándolo en el hombro. En vez de contestarle, Sesshoumaru la besó en la boca por un buen rato, aprisionándola con su cuerpo.

"Nadie te va a separar de mí nunca" le dijo en un susurro, mirándola fijamente a los ojos, para después lamerle los restos de semen que le habían quedado en la cara y en los senos.

Continuará...

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