Mentiras verdaderas.

Finalmente, había llegado su último día de escuela. Rin casi no cabía de felicidad porque sabía que su amo se contentaría mucho al ver sus calificaciones, bastante buenas de acuerdo al último informe escolar. La muchacha había logrado un verdadero equilibrio entre sus responsabilidades de madre y estudiante, y eso la tenía más que contenta. Si tan solo su amo estuviera ahí; no podía esperar hasta encontrarse nuevamente con él para darle las buenas nuevas.

Esa tarde, correría a los brazos de Sesshoumaru... Su único deseo era ver su rostro, lleno de orgullo por ella.

La que no parecía muy orgullosa era su suegra. No sabía por qué, pero ya no parecía tan amable con ella como al principio. Tal vez eran celos... si tan solo hubiera podido leer sus pensamientos. Nunca estaba segura de si la mujer realmente sentía lo que decía o no. Se le hacía muy difícil leer sus expresiones faciales cuando hablaba con ella, a solas. Al menos parecía haberle cobrado cierto afecto al bebé, posiblemente porque se parecía mucho a su amo. Por su parte, Sesshoumaru había desistido de la idea de echarla de su casa debido a los propios ruegos de Rin, que aún guardaba la esperanza de poder ganarse, de verdad, el corazón de la madre demonio.

Solo en su oficina, Sesshoumaru se encontraba revisando unos documentos que había dejado pendientes el día anterior. Miró su reloj: ya eran las 4 de la tarde. Seguramente Rin iría de camino a casa después de la escuela. Lamentablemente, no se sentía tan a gusto en casa con su madre ahí todo el tiempo, además, cada vez que se acordaba del incidente del baño, le venía un fuerte dolor de cabeza.

Cerró los ojos y respiró hondo, intentando alejar todo pensamiento oscuro de su mente. En eso, al abrirlos, vio que Rin entraba en su oficina.

"¡Pequeña, viniste!" exclamó, con la cara iluminada de felicidad, yendo a abrazarla.

"Es que no me pude aguantar, amo... Deseaba tanto verlo" dijo ella, hundiendo su rostro en el pecho del demonio.

"Te extraño tanto... tanto" tomando su delicado mentón, le levantó el rostro para obligarla a verlo y así poderla besar tiernamente. Rin suspiraba mientras lo besaba, respirando suavemente con cada roce de su piel sobre sus propias mejillas.

"¿Cerraste bien la puerta?" le preguntó él, mirándola con deseo. Sesshoumaru sentía cómo su corazón latía cada vez con más fuerza, tan fuerte que casi se le salía por la boca. ¿Cómo era posible amar así, con tanta devoción, lujuria y a la vez cariño? Nunca se lo terminaría de responder, pero aún así no le importaba. Sólo quería estar junto a esa mujer siempre, cada minuto, hora y segundo del día, porque ella era suya por completo...

"No sé... No, no me acuerdo" respondió Rin, sonrojada hasta el cuello y se desprendió lentamente de su abrazo para dirigirse hacia la puerta. Efectivamente, estaba muy bien cerrada.

"Ven acá" le ordenó Sesshoumaru atrayéndola hacia sí, sentándose en su silla giratoria con ella sobre su regazo. "Ya no puedo esperar más" le susurró al oído, con tono seductor, mientras deslizaba lentamente su mano por debajo de la falda de la muchacha, sin dejar de besar su cuello.

"Amo..." suspiraba Rin, cerrando los ojos y empezando a respirar con mayor rapidez, pero justo cuando posaba su mano sobre el miembro erecto, por encima del pantalón, Sesshoumaru se detuvo y comenzó a estornudar.

"¿Se encuentra bien, amo?"

"No sé... ¿qué es ese olor?" contestó, olfateando el aire.

"¿Qué olor?" preguntó ella, desconcertada.

"Ese olor... tan repulsivo" dijo, siguiendo el rastro del olor, hasta que se dio cuenta de que provenía de la misma Rin.

"¡Ay, amo, me hace cosquillas!" rió la muchacha al sentir la inquieta nariz del demonio en su cuello.

"Es demasiado desagradable" se dio vuelta para volver a estornudar. "Dime ¿de por casualidad te pusiste algo encima hoy antes de venir a verme?"

"Pues... sí" contestó, desconcertada, a la vez que abría su mochila para sacar un pequeño frasco del interior. "Es un perfume que me regaló su madre"

"Lo sabía" dijo Sesshoumaru, molesto. "Son químicos inhibidores de feromonas"

"¿Y eso qué significa?"

"Significa que mi madre definitivamente se trae algo entre manos. Pero yo lo sabía... ¡sabía que no podía salir nada bueno de esto!"

Rin lo vio pasearse una y otra vez por la oficina. Estaba realmente enojado, se le notaba en los ojos. Tras un momento de reflexión, le quitó el frasquito a Rin de las manos y lo tiró a la basura con rabia. Rin se sobresaltó un poco.

"Bueno... yo mejor voy a quitarme esto" dijo, tocándose el cuello.

"Sí, tienes razón" contestó él, sonriéndole, como volviendo en sí. "El baño está por ahí. Y no te tardes, que tenemos que terminar lo que empezamos"

Rin se sonrojó y se fue nerviosa al baño. Allí, mojó una toalla que había y se masajeó el cuello con ella, volviendo a humedecerla para que el olor se fuera definitivamente. No sabía qué tan fuertes eran esos químicos, pero si no se los sacaba pronto las cosas se pondrían feas. No quería ni imaginar la pelea que habría en casa y, por si fuera poco, sería por su culpa.

Cuando cortó el agua del lavamanos, la sorprendió escuchar una voz distinta a la de su amo en la oficina. Era definitivamente de mujer. Se acercó entonces, cautelosamente, a la puerta, entreabriéndola un poco para averiguar de quién se trataba.

Saltó de miedo al ver que era su suegra.

"¡No puedo creer que hayas caído tan bajo, madre!" oyó decir a Sesshoumaru, con un tono rabioso. "Llegar a este punto. ¿Es que no tienes vergüenza?"

"¡El que no tiene vergüenza eres tú!" replicó la madre, igual de molesta. "¿Has olvidado acaso todo lo que hemos hecho para mantener el prestigio de esta familia?"

"¡Claro que no lo he olvidado, pero tienes que entender que no quiero que sigas metiéndote en mi vida!"

"¿Cómo no voy a meterme si veo que estás echando tu futuro y nuestro nombre por la borda? Estoy de acuerdo con que tengas ese hijo con tu humana y debo reconocer que le he agarrado cariño a la criatura, ¡pero no debes seguir reproduciéndote con ella, y menos casarte!" exclamó la mujer demonio, mostrando los colmillos. "Ante todo, tienes una responsabilidad con la familia"

"¡Precisamente por eso, porque ella es mi familia!" gritó Sesshoumaru, golpeando la mesa con el puño. Rin sintió mariposas en el estómago.

"En un principio, pensé que era sólo un capricho tuyo, por eso no dije nada. Pero ahora me doy cuenta de que debo detener esta locura antes de que sea demasiado tarde" respondió la madre, un poco más calmada.

"Por favor, ¿qué puedes hacer?" le preguntó él, riendo con sarcasmo.

"Si me obligas, puedo traer a Arya conmigo" siguió, viendo cómo la expresión de Sesshoumaru cambiaba a una de terror.

"¿Arya?" repitió él, perplejo.

"Sí, Arya. Tu prometida, ¿lo recuerdas?"

El estómago de Rin se contrajo y un nudo muy doloroso comenzó a apretarle la garganta. ¿Había escuchado bien? Su amo tenía una prometida... No, no podía ser cierto. Tenía que ser una mentira.

"Bueno, veo que al menos te hice recapacitar un poco" dijo la madre, con satisfacción, y tomó su cartera. "Me iré esta misma tarde de tu casa, para que te sientas más tranquilo, pero recuerda que tú también tienes que poner de tu parte..."

Y tras decir esto, la mujer demonio se fue, cerrando la puerta tras de sí.

Sesshoumaru se dejó caer sobre su silla, completamente derrotado. Él mismo había causado todo esto y ahora resultaba que su madre era su peor enemiga. No paraba de lamentarse cuando vio a Rin pasar frente a él.

"¿Escuchaste todo, verdad?" le preguntó él, mirándola avergonzado.

Rin asintió.

"No es lo que parece... yo te puedo explicar" dijo, poniéndose de pie, desesperado, ansioso de poder abrazarla y sentir su calor. Pero ella lo rechazó, dándole la espalda.

"Es... cierto ¿verdad?" se limitó a preguntar.

"Por favor, pequeña...hablemos con más calma" le rogó, con ojos llorosos, pero Rin parecía demasiado distante, como si, de pronto, ella misma hubiera levantado una cortina de hielo entre ellos. Desistió de tocarla entonces, sintiendo una profunda tristeza al verla cruzar la puerta para irse, tal vez para siempre, de su vida...

Sin embargo, Rin se fue directo a la casa. Estaba tan enojada que lo único que pensaba era en hacer su maleta y largarse... pero ¿adónde? No tenía dónde ir. Además, no se puede huir con un bebé así como así. Podía pedirle ayuda a Kagome e Inuyasha, pero no... Era más que obvio que Sesshoumaru iría a buscarla justamente allí. ¡Qué impotencia más grande! Al ver que no tenía alternativa, empezó a sentir una angustia tan grande que se echó en su cama a llorar. ¿Cómo era posible que su amo le hubiera mentido todo el tiempo? Si de veras tenía una prometida allá en su reino ¿qué rayos había estado haciendo con ella? Todas esas palabras de amor y sus promesas ¿había sido todo falso? No podía convencerse. Lo que más la enfurecía era el hecho de que lo amaba tanto que no podía odiarlo, y lo que más le dolía era estar deseando sus caricias en ese mismo instante.

"Mi amo... mi amor..." sollozaba sobre la humedad de la almohada, y así se quedó dormida hasta que los llantos de su hija la despertaron.

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Continuará...

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