El despertar


El sol ya se estaba poniendo sobre las montañas cuando Inuyasha y Kagome iban caminando por la calle, tomados de la mano, muy felices porque Sesshoumaru los había invitado a comer a su casa, un lindo apartamento ubicado en el sector acomodado de la ciudad, en donde vivía con su sirviente Jaken y con Rin.

"Recuerda no apoyar los codos en la mesa ni hacer ruido al comer" le advirtió Kagome a Inuyasha antes de llamar a la puerta. "Y sobre todo, no se te vaya a ocurrir poner los pies en el sillón ése que le gusta tanto a tu hermano ¿entendiste?"

"Ay, no empieces..." contestó el hombre mitad bestia, con desgano y mirando hacia otro lado.

Tocaron el timbre una vez y, casi al instante, se abrió la puerta. Era el mismo Sesshoumaru quien les daba la bienvenida, pero algo le pasaba. Esa expresión en su rostro era poco común en un demonio tan frío y calculador como él.

"Pasen. Qué bueno que vinieron" les dijo, invitándolos a pasar, sonriéndoles nerviosamente.

"Permiso" dijo Inuyasha, sin hacerse de rogar y entrando rápidamente. "Tengo un hambre que me comería una vaca entera"

"No le hagas caso, Sesshoumaru. Tú sabes cómo es Inuyasha, je je" dijo Kagome, sonrojándose de la vergüenza. Sesshoumaru asintió, despreocupado, y les ofreció sentarse en el living.

"Bueno, aquí nos tienes" le dijo Inuyasha, echándose hacia atrás en una de las cómodas sillas y cruzándose de brazos. "¿Para qué querías vernos?"

"¿Te pasa algo, Sesshoumaru?" le preguntó Kagome, percibiendo la inquietud del demonio. "Te comportas de manera extraña..."

Sesshoumaru guardó silencio durante algunos segundos y luego tomó aire para hablar.

"Es que no sé qué hacer" les dijo, llevándose la mano a la frente, en señal de preocupación. "Se trata de Rin..."

"Ahh, por cierto... ¿Dónde está que no ha venido a saludarnos?" preguntó Kagome, mirando para todos lados. "¿O es que no está en casa?"

"Si está" fue la breve respuesta del demonio, que ahora se acariciaba la barbilla. "En su habitación, pero no creo que baje"

La habitación de Rin estaba en el segundo piso, y fue desde ahí de donde provino de pronto el ruido de la música a todo volumen, la cual retumbó por toda la casa hasta hacer sonar los vidrios de las ventanas.

"¿Ven lo que les digo?" dijo Sesshoumaru, entornando los ojos.

"¿Qué cosa?" preguntó Inuyasha, confundido. "Yo sólo escucho música..."

Kagome miró a Inuyasha de reojo, pero se abstuvo de hacer comentarios. Por el contrario, se inclinó hacia delante en su asiento para mirar más de cerca a Sesshoumaru mientras éste continuaba con su relato.

"Así se la pasa todo el día" decía el demonio, suspirando. "No hace sus deberes, no estudia, no ayuda en la casa... En fin, no sé que mosca le picó"

"Bien rebelde que te salió ¿eh?" rió Inuyasha, divertido. Kagome le pegó un codazo.

"Debe ser por la edad" dijo Kagome "Hay que tener en cuenta que Rin está creciendo. Mal que mal, ya es una adolescente"

"No sé... Puede ser" contestó Sesshoumaru, pensativo.

"¿Ya tiene novio?" volvió a preguntar Kagome "Tal vez le haga bien..." pero no alcanzó a decir más, pues el demonio se había puesto de pie abruptamente, amenazando con su imponente figura.

"¡Eso no!" le contestó, con mirada fría y desafiante.

Kagome tragó saliva.

"Bueno, no es para que te enojes tampoco..." le dijo encogiéndose de hombros, sonriendo nerviosamente.

"Ah, qué exagerado" bostezó Inuyasha, cruzando los brazos por detrás de la cabeza.

"Lo que pasa es que el amo Sesshoumaru la sobreprotege demasiado" se escuchó de pronto la voz de Jaken, quien venía entrando justo en ese momento. Traía puesto un pequeño delantal de cocina que estaba todo manchado con chocolate. "Además, la tiene bien malcriada. Le compra todo lo que se le ocurre y ni lo agradece. Si fuera yo, me desharía en halagos y agradecimientos por mi amo..."

"No me cabe la menor duda" dijo Inuyasha entre dientes.

"¡Jaken!" le gritó Sesshoumaru, dirigiéndole una mirada aterradora. "¿Por qué mejor no te vas a la cocina y traes esas galletas que horneaste?"

"Ehh... Sí, amo... ¡En seguida!" respondió Jaken, sudando la gota gorda.

Sesshoumaru volvió a sentarse, ya más calmado.

"Le he puesto profesores particulares para que se aplique en el colegio, pero aún así sus notas son insatisfactorias" seguía diciendo Sesshoumaru, entre suspiros. "Les juro que hago de todo para ayudarla..."

"Haces bien en incentivarla en la parte académica" le dijo Kagome, asintiendo en señal de aprobación. "Hoy en día, es muy importante tener estudios para ser alguien en la vida" y luego, mirando a Inuyasha. "No como otros que yo conozco que se dejan estar..."

"¡Oye, Kagome!... ¡Ya hablamos sobre esto!" exclamó Inuyasha, incorporándose en su asiento. "¡Si no fuera por mi sueldo de maestro chasquilla, no podrías darte esos lujos que te das!"

"¡Ja! Por favor, Inuyasha... Si es con mi sueldo de profesora con el que mantenemos a toda nuestra familia" le contestó Kagome, dolida. "Por cierto, el pequeño Tsubaru necesita un par de zapatillas nuevas..." agregó.

Fue en ese momento cuando Sesshoumaru intervino para alivianar los ánimos.

"¿Qué me aconsejan que haga entonces?" les preguntó.

"Yo creo que es mejor que hables con ella" le dijo Kagome, tras una breve pausa. "Pero háblale firme, seriamente, para que vea que no estás bromeando"

"Sí. Kagome tiene razón" agregó Inuyasha. "La muchachita ésa tiene que saber quién es el que manda"

"Ya verás que todo se soluciona muy pronto" le volvió a decir Kagome, poniéndole una mano sobre el hombro. "Ahora, creo que es mejor que Inuyasha y yo nos vayamos"

"¡¿QUÉ?!" exclamó el hombre mitad bestia, abriendo bien los ojos. "¡¿Cómo que nos vamos?! Si acabamos de llegar..."

"Inuyasha, qué insensible de tu parte" lo reprendió ella. "¿No ves lo angustiado que está tu hermano por toda esta situación? Es mejor que lo dejemos solo para que arregle sus problemas"

"Pero, Kagome..." sollozó Inuyasha, sin muchas esperanzas.

"Al menos quédense a probar las galletas de chocolate que hizo Jaken" intervino Sesshoumaru, haciéndole un gesto a la criatura verde para que se acercara con las galletas. "Son su especialidad"

"Muchas gracias, Sesshoumaru, pero no queremos molestarte más" dijo Kagome, tomando a Inuyasha del brazo y dirigiéndose hacia la puerta de entrada rápidamente. "Además, mañana tenemos que levantarnos temprano"

"Ah, pues si es así..." dijo Sesshoumaru, encogiéndose de hombros.

Por su parte, Inuyasha berreaba y pataleaba, aunque no pudo hacer mucho pues Kagome ya lo había empujado hacia el exterior. "¡Adiós, Sesshoumaru!... ¡Y gracias!" gritó, despidiéndose y llevándose a Inuyasha con ella lo más rápido que pudo.

"¿Qué te pasa, Kagome?" le preguntó Inuyasha cuando estuvieron nuevamente en la calle. "¿Te volviste loca?"

"Locos estaríamos si nos quedábamos a probar esas porquerías que cocinó Jaken" dijo Kagome, poniendo cara de asco. "¿En verdad te las habrías comido?" pero, al ver la expresión inmutable en el rostro de Inuyasha, supo que a éste le daba exactamente lo mismo.

Por supuesto que el monstruo verde nunca lo supo.

"Están recién sacaditas del horno" venía diciendo Jaken alegremente, saliendo de la cocina. "¿Quién va a querer un...?" Miró hacia todos lados, pero no vio a la pareja, sólo a su amo parado en la entrada, despidiéndose con la mano.

"Ya se fueron" dijo Sesshoumaru, sin voltear a verlo.

Jaken se puso rojo de furia.

"¡Condenado Inuyasha!" exclamó, tirando la bandeja al suelo. "¡Cómo se atreve a despreciar mis galletas!"

Y así fue como concluyó la breve visita de su hermano menor y su esposa. Sesshoumaru miró el reloj y, viendo que aún no era demasiado tarde, subió al segundo piso y se dirigió a la habitación de Rin. La puerta estaba trancada y el ruido de la música no había disminuido en volumen.

"¡Rin!" le gritó, dando un par de golpes en la puerta con los nudillos de los dedos. "¡Rin, ábreme!"

La música continuó por algunos segundos para luego apagarse de golpe.

"Rin, necesito que hablemos" le dijo Sesshoumaru, bajando el tono. Sintió entonces que le quitaban el seguro a la puerta desde el otro lado, por lo que decidió entrar.

"¿Estás bien?" le preguntó, cerrando la puerta tras de sí. La habitación de Rin era amplia, con una cama de plaza y media pegada a la muralla por el respaldo, situada entre dos veladores de color blanco, cada uno con lámpara. Había un escritorio de madera al fondo, junto a un femenino tocador con espejo. El equipo de música estaba en el suelo, cerca de la ventana.

Sesshoumaru vio a Rin sentada en la cama, con las piernas cruzadas a lo indio. Aparentemente, se encontraba dibujando o haciendo algún tipo de garabato de poca utilidad en uno de sus cuadernos, sólo para pasar el tiempo. El largo cabello castaño le caía lacio sobre los hombros y sus rasgos se habían acentuado con el pasar de los años, embelleciéndola aun más; la blusa y la ceñida falda de colegio le daban un toque entre infantil y travieso, y las pestañas largas y onduladas le brindaban a sus intensos ojos marrones una mirada seductora. Evidentemente, aquella ya no era la Rin que todos habían conocido.

"¿Qué haces?" le preguntó Sesshoumaru, sentándose a su lado en la cama.

"Nada en especial" le contestó ella, sin dejar de escribir y dibujar en el cuaderno.

Sesshoumaru se acercó a ella y le quitó el cuaderno de las manos.

"Rin, escúchame bien" le dijo, mirándola seriamente. "Esto no puede seguir así. ¿Qué te está pasando?"

Rin se quedó en silencio, mirando los ojos penetrantes de su amo. ¿Acaso lo había hecho enojar? No... no quería hacerlo enojar. Pero a veces no podía evitarlo... Algo la impulsaba a hacer lo que hacía, y no sabía qué era.

"Yo... no sé que me pasa, amo Sesshoumaru" le dijo finalmente, bajando la vista.

"¿Estás consciente de que todo lo que hago es por tu bien, verdad?" insistió él.

"Lo sé" respondió ella, sentándose sobre sus talones, evadiendo su mirada. "Pero es que..." Se detuvo.

"¿Pero qué?" le preguntó Sesshoumaru, tomándola de la barbilla para obligarla a mirarlo.

Rin entonces soltó un sollozo y se abrazó a Sesshoumaru, llorando desconsoladamente.

"Ay... Mi pobre amo Sesshoumaru..."

Sesshoumaru se sobresaltó. No se esperaba una reacción como ésa de parte de la chica, pero al mismo tiempo no podía creer que las palpitaciones de su propio corazón se estuvieran acelerando al sólo contacto con el cuerpo de Rin. El cuerpo de la joven temblaba, presionado contra el suyo, ambos sentados en la cama, lo que le provocaba una misteriosa ansiedad, mezclada con un escalofrío que lo recorría de arriba abajo.

"Rin..." balbuceó con la respiración entrecortada, atrayendo a la joven.

"Yo lo amo" declaró Rin, en un arrebato de emoción, comenzando a agitarse. "Lo amo y no quiero hacerle daño" decía, atreviéndose finalmente a verlo directamente a los ojos. "Usted es lo único que me importa en el mundo..."

Rin lo miraba con ojos delirantes y Sesshoumaru apenas y pudo resistir la enorme tentación de besarla en los labios. Sin previo aviso, unió su boca a la de ella en un brusco beso y le acarició las piernas por debajo de la falda. Entonces Rin se separó de él y paseó su mano por los botones de su blusa, la desabrochó y dejó un seno al descubierto, el que acercó a la cara del demonio. Sesshoumaru se inclinó para lamerle el pezón con la punta de la lengua, luego con toda la superficie, para después terminar succionándolo suavemente. Rin dejó escapar un ahogado gemido, y le sujetó firmemente la cabeza para que continuara lamiéndola. El quejido despertó los instintos de Sesshoumaru, que se abalanzó sobre ella en la cama, con todo el peso de su cuerpo. Rin se estremecía y jadeaba al sentir la lengua de Sesshoumaru en su cuello y luego en sus pechos nuevamente, mientras el demonio se esmeraba en acariciarla entremedio de las piernas. Esto fue demasiado para la muchacha, quien se abrió de piernas de inmediato, sacándose rápidamente la falda y los calzones para dejarle la entrada libre. Al verla así, vulnerable, tendida sobre la cama y con esa expresión ardiente en el rostro, Sesshoumaru se prendió aun más y empezó a desnudarse el mismo, ansioso de poder consumar su deseo. Una vez que se despojó de todas sus ropas, se acostó sobre Rin, procurando entrar lentamente para causarle el menor daño posible. Pero cual fue su sorpresa al sentir que Rin lo atraía con brazos y piernas, obligándolo a penetrarla sin demora, emitiendo un sonoro quejido al momento de unirse a él, sangrando de manera profusa en consecuencia. Sesshoumaru entonces empezó con sus embestidas, primero suaves, después más bruscas, sin dejar de mirarla para estimularse con la expresión de su rostro cada vez que entraba y salía. Rin se estremecía bajo el cuerpo del demonio, cerrando los ojos y entreabriendo la boca, abandonándose a tan placentera sensación, jadeando cada vez más fuerte a medida que las embestidas de Sesshoumaru se hacían más profundas y prolongadas. El demonio luchaba por contenerse, pero la encontraba tan hermosa que le era difícil no acabar ahí mismo.

Como adivinando sus pensamientos, Rin le sujetó el rostro y lo miró suplicante.

"No pare, por favor..." dijo en un hilo de voz y luego lo atrajo para besarlo apasionadamente en los labios.

Sesshoumaru no se hizo de rogar y retomó el ritmo, tal y como ella se lo había pedido. Rin se aferraba al cubre camas con todas sus fuerzas, sintiendo cómo los suaves mechones del cabello del demonio caían sobre su rostro mientras éste continuaba poseyéndola. Sesshoumaru contraía y relajaba los glúteos, penetrándola cada vez más profundo, a lo que ella respondía con ahogados gritos, que aún no se atrevía a dejar salir. Sus pezones se endurecían al contacto con el pecho del demonio, que le lamía el cuello y el lóbulo de la oreja con insistencia. Eso y las embestidas finalmente hicieron que la joven dejara escapar un sonoro e intenso quejido, el cual se produjo un poco antes de que el demonio también acabara dentro de ella, expulsando un torrente de semen que se desbordó por la entrepierna de la muchacha.

Una vez que dejaron de convulsionarse, Sesshoumaru se dejó caer sobre Rin, apoyando la cabeza sobre sus pechos. Ambos respiraban entrecortadamente, intentando recuperarse de la agitación que habían experimentado. Rin rodeó al demonio con los brazos y lo besó en la frente.

"Rin..." suspiró Sesshoumaru, sonriendo de satisfacción. "Mira lo que me hiciste hacer, niña traviesa..."

Al día siguiente, Jaken se levantó muy temprano para preparar el desayuno, como era su costumbre. Todavía quedaban galletas de chocolate, así que las incluiría también en el menú. Sabía que al amo Sesshoumaru le encantaban, aunque él nunca se lo dijera. Lo conocía tan bien... O al menos eso creía.

"Amo lindo, le traigo su desayuno" iba diciendo mientras se encaminaba a la habitación del demonio. Pero cuando abrió la puerta no lo encontró ahí.

Qué raro... se dijo, frunciendo el ceño al ver la cama intacta. El amo Sesshoumaru nunca se levanta tan temprano... ¿Habrá ido a trabajar? Se encogió de hombros, dando por sentado que se trataba de la segunda posibilidad. Dejó la bandeja a un lado entonces y subió para ir a despertar a Rin.

"¡Rin!" la llamó, subiendo las escaleras. "¡Hora de levantarse, niña perezosa!" Pero cuando llegó hasta la puerta y la abrió, se encontró con un cuadro de lo más perturbador: vio a su amo acostado con Rin, los dos desnudos bajo las sábanas, él encima de ella y ella completamente ruborizada.

"¡Cierra la puerta!" le ordenó fríamente Sesshoumaru, sin siquiera levantarse de la cama. A Jaken le dio tanto miedo la expresión de su amo, que inmediatamente cerró la puerta tras de sí.

No puede ser... se decía Jaken, del otro lado, sin poder moverse. Debo estar soñando... No puede ser que el amo Sesshoumaru haya... ¡Noooooo! se agarró la cabeza y se fue corriendo escaleras abajo.

Jaken no sabía qué hacer para sacar aquella imagen de su mente, sólo le quedaba continuar con sus tareas domésticas, hasta que su amo bajara a desayunar. Lo mejor será hacer como que no ha pasado nada... se dijo, poniendo los cubiertos sobre la mesa. Estaba de lo más concentrado cuando vio a Sesshoumaru bajando la escalera. Éste le dirigió una breve mirada y se sentó a la cabecera, abriendo el diario para leerlo. Poco después, bajó Rin, vestida con su uniforme de colegio y su mochila al hombro.

"Ya me voy" dijo alegremente. "Si no, llegaré tarde de nuevo"

"¿No vas a comer nada? Llévate unas galletas al menos" le dijo Jaken, mirándola con suspicacia.

Rin meditó por algunos segundos.

"Está bien" le contestó, acercándose para tomar algunas galletas de chocolate que Jaken había puesto sobre la mesa. Se inclinó y su rodilla alcanzó a rozar la pierna de Sesshoumaru, que se estremeció notoriamente.

"No te entretengas a la salida y regresa temprano" le dijo Jaken a Rin, percatándose de la reacción de Sesshoumaru. La joven asintió y, tras despedirse del demonio con un beso en la mejilla, salió por la puerta alegremente para dirigirse al colegio.

Se hizo un silencio eterno entre amo y sirviente, en el que Jaken luchaba con todas sus fuerzas para no ser impertinente y hacer enojar al demonio. Mientras tanto, Sesshoumaru continuaba leyendo el diario.

"Oiga, amo..." se atrevió a decir finalmente, cruzando los dedos por detrás de la espalda. "No quiero parecer metiche ni nada, pero ¿le parece que está bien lo que está haciendo?"

Sesshoumaru no le respondió, sino que prosiguió con su lectura, inmutable.

"Pienso que tal vez... está confundiendo las cosas y... no sé... No creo que esté bien..." le decía, pero vio con temor cómo Sesshoumaru se ponía abruptamente de pie, dejando caer el diario al suelo.

"¡Me importa un pepino lo que pienses!" le gritó, lanzándole una mirada gélida.

"Pero... amo..." balbuceó la criatura verde, a punto de llorar.

"¡Nada!" le volvió a gritar el demonio, furioso. "¡Y te exijo que no vuelvas a meter tus narices en este asunto, ¿escuchaste?!"

"Sí, amo. Lo que usted diga..." respondió, sollozando.

"Me parece bien" dijo Sesshoumaru, poniendo fin a la conversación.

Transcurrieron dos semanas desde el incidente que le hubiera dejado la sangre helada a Jaken, y, para su pesar, las cosas no habían cambiado mucho. De hecho, el pobre ya estaba desesperado. Todas las noches era lo mismo; escuchaba gritos y gemidos provenientes del segundo piso, mientras él se quedaba viendo la televisión abajo. Tenía unas ojeras enormes, ya que ni su almohada podía protegerlo de los molestos ruidos que le llegaban involuntariamente. Cual sería su desesperación que, una noche, cuando ya no pudo aguantar más, se decidió a recurrir a la última persona que le habría gustado en el mundo...

"¿Aló?" preguntó Inuyasha, desde el otro lado del teléfono, dando un gran bostezo.

"¿Inuyasha? Soy yo, Jaken" respondió Jaken, tratando de hablar lo más bajo posible para que su amo no lo descubriera, en caso de que se le ocurriera bajar. "Tengo que pedirte un favor..."

"¡Estás loco!" exclamó Inuyasha. "¡Son las cuatro de la madrugada!"

"Lo sé, es un poco tarde... Pero te juro que es urgente"

"¡No fastidies!" se quejó el hombre mitad bestia. "Estoy demasiado cansado..." bostezó nuevamente.

"Por favor" le suplicó Jaken.

"Mmm..."

"Por fa..."

"Grr... ¡Está bien!" terminó accediendo, no de muy buena gana. "¿De qué se trata?"

Jaken se aclaró la garganta.

"Es el amo Sesshoumaru... y Rin" dijo, haciendo una mueca de desagrado por el otro lado del teléfono.

"¿Qué hay con ellos?"

"Cómo te lo digo... Este..."

"¡Date prisa, que no tengo toda la madrugada!" exclamó de nuevo el hombre mitad bestia.

"¡Está bien!" respondió Jaken, tomando aire para continuar. "Es que... el amo Sesshoumaru y Rin... están... durmiendo juntos..."

"¿Y cuál es el problema?" preguntó Inuyasha, despreocupadamente.

"¡¿Cómo que cuál es el problema?!" exclamó Jaken, indignado. "¡No te das cuenta de que Rin es sólo una niña!"

"Espera un segundo" dijo Inuyasha, haciendo una pausa "¿Cuántos años tiene?"

"Diecisiete"

Una gran carcajada se escuchó por el otro lado del teléfono.

"¡Pero si ya está bien grandecita!" dijo Inuyasha, divertido. "No sé de qué te preocupas" dio otro bostezo.

"¡¿Que no me preocupe?!" exclamó Jaken, subiendo el tono. De pronto, una segunda voz se escuchó por el otro lado del teléfono.

"¿Quién es, Inuyasha?" preguntó Kagome, soñolienta.

"Ah, no es nadie" le contestó Inuyasha. "Sólo Jaken que tiene un problema. Pero tú vuelve a dormirte"

"¿Qué pasa?" insistió ella.

"Nada, mujer. Te digo que vuelvas a dormirte" le ordenó él.

"Inuyasha, ¿me vas a ayudar sí o no?" preguntó Jaken, expectante.

"Mira, enano. Tendrás que arreglarte tú solo" le contestó el hombre mitad bestia. "Aunque no encuentro nada de malo que Sesshoumaru se esté dando sus gustos, ya déjalo en paz"

"¿De qué gustos estás hablando?" preguntó Kagome, intrigada.

"No puedes hacerme esto" le recriminó Jaken. "Eres el único que puede hacerlo entrar en razón"

"Ya te dije que no molestes..." le dijo Inuyasha, fastidiado.

"¿Qué gustos se está dando Sesshoumaru, Inuyasha?" volvió a preguntar Kagome.

"No es nada..." le aseguró él. "Lo que pasa es que ese cabeza hueca se está acostando con su propia protegida"

"¡¿Con Rin?!" gritó Kagome, alarmada.

"Inuyasha, te advierto que si algo sale mal será culpa tuya" lo amenazó Jaken.

"¿Y por qué mía?" reclamó Inuyasha. "Yo no tengo nada que ver"

"¡Pero qué degenerado!" gritaba Kagome, pegándole a Inuyasha mientras éste seguía hablando con Jaken. "¡Inuyasha, tienes que hacer algo!"

"¡Ya basta los dos!" gritó el hombre mitad bestia, perdiendo la paciencia. "Los asuntos de Sesshoumaru no me incumben y tampoco pretendo intervenir" fue su tajante respuesta.

"¿Ésa es tu última palabra?" preguntó Jaken, molesto.

"Sí"

"¡Pero, Inuyasha!" siguió insistiendo Kagome. "¡No puedes permitirlo!"

"Mira Jaken, es mejor que no me vuelvas a llamar para estupideces como éstas o te arrepentirás" le dijo Inuyasha, para luego cortarle el teléfono.

Lo último que Jaken alcanzó a escuchar fueron los reclamos de Kagome.

"Maldito Inuyasha..." dijo entre dientes, colgando el auricular con violencia. "Ven a pedirme un favor después y verás cómo te va"

En la habitación mientras tanto, Sesshoumaru estaba recostado de espaldas en la cama y Rin se había sentado sobre él, moviéndose a un ritmo lento y pausado, lo que le estaba provocando verdaderos orgasmos múltiples a la joven. Apoyando las manos sobre los anchos hombros del demonio, Rin se inclinó hacia delante respirando entrecortadamente, mirándolo con una inconfundible expresión de placer. Los pezones erectos de la muchacha llamaron inmediatamente la atención de Sesshoumaru, que se apresuró a relamerlos, haciendo círculos alrededor de la aureola. Rin comenzó a gemir con mayor intensidad, acelerando el ritmo para que él la penetrara más profundamente, pues sentía que ya no podía soportar más tanta tortura. Impulsado por la insistencia de Rin, Sesshoumaru cambió de posición, tomándola nuevamente y poniéndola de espaldas en la cama para él recostarse encima, sin dejar de penetrarla. Las embestidas se hicieron cada vez más aceleradas y cuando ambos alcanzaron el clímax Sesshoumaru embistió una última vez, con fuerza, para acabar completamente dentro de ella. Rin gritó al sentir el miembro viril del demonio llegar tan profundo, más que de costumbre, pero Sesshoumaru pronto la consoló llenándola de besos y caricias.

"Amo Sesshoumaru..." murmuró Rin, acurrucada en el pecho del demonio. "Me gusta mucho lo que me hace"

Sesshoumaru la besó en la frente, sin responder.

"Me pregunto si puedo hacer lo mismo por usted" le dijo ella, bajando por el abdomen del demonio hasta alcanzar su miembro. Sesshoumaru se estremeció, sintiendo cómo la sangre de su cuerpo fluía para concentrarse especialmente en esa zona. El pene se le endureció entre los suaves dedos de Rin, que acariciaba la punta con el pulgar.

"¿Le gusta?" le preguntó inocentemente, sin quitarle la mano de encima. Sesshoumaru contrajo todos los músculos del cuerpo y empezó a respirar con dificultad, debido al enorme placer que le estaba provocando la muchacha al estimularlo de esa manera.

"Oh, Rin..." gimió, contorsionándose en la cama, abandonándose a las caricias y aferrándose a la muñeca de ella, para que continuara con su labor. Pero Rin retiró la mano inesperadamente.

"¿Qué pasa?" preguntó jadeando Sesshoumaru, extrañado.

"Mi pobre amo..." suspiró Rin apesadumbrada, acercándose para besarlo suavemente en los labios. El húmedo contacto de su lengua exacerbó el deseo del demonio en vez de apaciguarlo. "Mejor váyase, que mañana tengo colegio"

"No me puedes dejar así..." le dijo Sesshoumaru, suplicante. "¿No ves cómo estoy?"

Rin sonrió al ver que el miembro del demonio continuaba erecto, pero no podía hacer nada. Si seguían haciendo el amor, probablemente al otro día no tendría ánimos de levantarse. Para él era distinto, ya que era un ser sobrenatural que no tenía noción del tiempo ni comprendía la fragilidad de los seres humanos, que eventualmente se quedan sin energías luego de realizar tareas tan exigentes.

"Mañana. Se lo prometo" le dijo Rin, besándolo nuevamente, aunque esta vez en la frente. Luego se volteó y se tapó con la sábana hasta el cuello.

"Pero..." balbuceaba Sesshoumaru, descolocado, sin poder controlar del todo su pasión por ella. Ya estaba excitado de nuevo, eso era evidente, pero Rin le había dado la negativa y como él no era de esos que toman a sus mujeres por la fuerza, decidió acceder a su petición. Sin embargo, al observar con detenimiento cómo las curvas del cuerpo de la muchacha se dibujaban por debajo de las sábanas y un mechón del largo cabello le caía sobre el hombro, el deseo del demonio estalló en todo su esplendor y fue tan irrefrenable que se echó sobre Rin para obligarla a voltear. Ella intentó evadirlo un par de veces pero él insistió, hasta que rajó la sábana que la cubría.

"¡No, señor Sesshoumaru!" exclamaba Rin, tratando de taparse con lo que quedaba de sábana. "Ya le dije que mejor mañana." Pero el demonio se negaba a escuchar. La deseaba, aquí, ahora, y no podía evitarlo.

"Todavía no es suficiente..." le susurró él suavemente al oído, mientras le mordía el lóbulo de la oreja. Rin luchaba por no dejarse llevar por el deseo nuevamente, haciendo al demonio a un lado cada vez que podía, pero éste no le daba tregua, asiéndola con firmeza. Finalmente, su cuerpo comenzó a reaccionar, apegándose involuntariamente al cuerpo de él, temblando con su abrazo.

"No..." gemía Rin, cerrando los ojos al sentir las mordidas que Sesshoumaru le daba en el cuello. "No puedo..."

Viendo que Rin aún oponía resistencia, Sesshoumaru optó por recurrir a su último recurso, que no podía fallar; Sin que ella pudiera darse cuenta a tiempo, le abrió las piernas y metió la cabeza entre medio, para comenzar a lamerla en sus puntos más sensibles. Casi al instante, Rin dejó escapar un sonoro grito, inundada por una sensación dolorosamente placentera, tanto que hasta le parecía pecaminosa. El demonio no había terminado su trabajo cuando la muchacha se incorporó, en un arrebato, y se abalanzó sobre él, completamente excitada y fuera de sí. Lo besó ardientemente en los labios, poniéndole los brazos alrededor del cuello y apegando los senos a su pecho. Sesshoumaru respondió el beso con la misma intensidad, humedeciéndole hasta el mentón. Su miembro erecto pudo entrar con facilidad en la joven, los dos tendidos en la cama, frente a frente, intercambiando miradas de lujuria y caricias a la vez que sus cuerpos se convulsionaban en perfecta sincronía.

Esa noche, Sesshoumaru le hizo el amor a Rin más de cinco veces y para cuando terminaron ya era de mañana.

Continuará...

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