Declaraciones a la media noche
Cuando Sesshoumaru abrió los ojos al otro día, se halló en su habitación, tendido boca abajo sobre la cama y con la ropa puesta. Había estado bebiendo, sumergido en su amarga tristeza, atormentándose por lo sucedido con Rin la noche anterior y lamentando profundamente su tan desquiciada conducta. Lastimarla era lo último que se le habría ocurrido hacer y, sin embargo, la había violentado de tal manera que la pobre muchacha terminó gritando de puro miedo. Pero él no quería que ella le temiera, sino todo lo contrario. Ahora no sabía qué pensar; sólo sabía que por causa de sus celos enfermizos había estado a punto de cometer una locura en contra de lo más preciado que tenía en la vida.
No había terminado de lamentarse cuando, de pronto, sintió la puerta de la habitación abrirse lentamente. Era Jaken, su fiel sirviente, quien venía a despertarlo como siempre, con la bandeja del desayuno en las manos.
"Buenos días, amo" dijo cortésmente la criatura verde, entrando. "Le traigo su desayuno"
"No tengo hambre" contestó fríamente el demonio, volteando hacia el otro lado en la cama para darle la espalda a Jaken.
"Pero... amo" balbuceó el sirviente, fijándose en la copa de vino tirada en el suelo, junto a la botella. "¿Pasa algo?"
No hubo respuesta de parte del demonio, pero Jaken supo de inmediato que algo andaba mal; Sesshoumaru nunca bebía, a menos que tuviera una preocupación muy grande o algún problema de difícil solución. Se preguntó si tal vez tenía que ver con Rin, pero se abstuvo de hacer cualquier tipo de comentario al respecto. Su deber principal era servir a su amo y era para eso que estaba ahí.
"Le voy a dejar la bandeja por aquí entonces" dijo Jaken, yendo hacia el velador, al lado de la cama. "Por si después le da hambre"
"Llévatelo, no quiero nada" rehusó el demonio, con tono seco, acomodándose la almohada por debajo de la cabeza.
"¿Está seguro?" preguntó el sirviente, dudoso.
"¡Vete!" le gritó entonces Sesshoumaru, mirándolo con ojos fríos. "¡Te dije que me dejaras tranquilo!"
"¡Está bien, está bien!" exclamó Jaken, sudando la gota gorda. "Lo que usted diga" y, diciendo esto, se dirigió hacia la puerta, de vuelta con la bandeja.
"¡Espera, Jaken!" lo llamó Sesshoumaru en un impulso, antes de que pudiera salir.
"¿Dígame, amo?" contestó el sirviente, pestañeando confundido.
El demonio pareció dudar por unos instantes.
"¿Y Rin?"
"No sé, supongo que aún duerme en su habitación..." dijo Jaken, encogiéndose de hombros. "¿Quiere que vaya a despertarla?"
"¡No!" se apresuró a decir Sesshoumaru. "No hagas nada..."
Por la expresión en el rostro de su amo, Jaken ahora estaba seguro de que algo había pasado con la muchacha. ¿Se habrían peleado?... ¿O es que habían terminado su relación?... si es que podía llamársele relación a ese jueguito que estaban siguiendo desde hace un tiempo. Sea lo que fuere, el demonio no parecía el mismo; su rostro estaba demacrado y sus ojos ya no tenían el brillo de siempre... Ese hermoso destello amarillento tan característico de la dignidad y elegancia de su porte.
"Déjame solo, por favor" le dijo Sesshoumaru, haciéndole un gesto con la mano para que se retirara.
"Pero, amo..." dudó Jaken, preocupado.
"¡Quiero estar solo!" le gritó, arrojándole la almohada con rabia. "¿Es que no lo entiendes?"
Jaken le dirigió una última mirada de compasión a su amo antes de irse. Pobre amo Sesshoumaru... suspiró, cerrando la puerta de la habitación tras de sí. Sentía impotencia, ya que nada podía hacer por él. También, se echaba la culpa por no haber hecho algo más eficaz para impedir la situación, pero él bien sabía que el demonio se hubiera enfurecido al extremo y, tal vez, hasta lo hubiese echado de su lado. Eso era lo último que el sirviente quería. Trató de darse ánimos pensando que las labores del hogar lo distraerían, aunque fuera un poco, y se puso manos a la obra: aseó todo el primer piso y pasó la aspiradora; sacó la basura y limpió la cocina en un dos por tres; hizo la lista del supermercado para ir a comprar lo que le hacía falta para el almuerzo y la cena de ese día; etc., etc. Entonces, cuando estuvo listo, tomó la canasta de las compras y se fue caminando por la calle, hasta que finalmente llegó al supermercado.
No voló ni una mosca en la casa del demonio durante el tiempo que Jaken estuvo ausente. Es más, cuando éste llegó luego de tres horas, se encontró con que ni su amo ni Rin parecían haberse levantado aún. Dejó las bolsas del supermercado sobre la mesita de la cocina y se dirigió al segundo piso para asearlo. La puerta de la habitación de la muchacha también estaba cerrada y no se escuchaba nada desde el interior. Evidentemente, no estaban juntos. La situación se le hacía cada vez más rara al sirviente, quien decidió seguir con sus tareas y no darle más vueltas al asunto. Al terminar el segundo piso, Jaken se dirigió a la cocina y empezó a preparar el almuerzo, cociendo las verduras que había comprado y sacando la carne molida del refrigerador. Con el delantal puesto, aprovechó de lavar la loza sucia que había quedado del día anterior, mientras tarareaba una canción de su infancia y le pasaba la esponja a los platos con firmeza. En eso estaba cuando sintió unos pasos que se aproximaban, entrando en la cocina.
"¿Qué estás haciendo?" le preguntó Sesshoumaru, como desorientado. Se había cambiado de ropa y lavado el rostro, pero ni con eso había podido borrar la expresión de tristeza que tenía.
"Estoy haciendo el almuerzo, amo... como siempre" contestó el sirviente, extrañado de que le hiciera una pregunta tan obvia.
"Ah..." balbuceó el demonio, intentando reprimir un bostezo.
"¿Se siente mejor?"
"Por suerte pude dormir un par de horas" le dijo, bostezando al fin. "¿Qué hora es?"
"Las cuatro" respondió Jaken, sonriendo.
"¡¿Las cuatro?!" exclamó el demonio, abriendo bien los ojos. "Cómo pudo pasarme esto..." balbuceó, llevándose la mano a la frente. Jaken se quedó mirándolo, calladito. Ni muerto decía lo que estaba pensando en ese momento. Qué ganas tenía de preguntarle, de saber qué había pasado en realidad con Rin... pero no era tan tonto como para meter la pata por... veamos... ¿centésima vez?
"Vuelvo en un segundo" dijo de pronto Sesshoumaru, saliendo de la cocina y subiendo las escaleras a toda carrera, como si hubiese olvidado hacer algo muy importante. Jaken suspiró. Ojalá se arreglen, porque no soporto verlo así... se dijo, adivinando las intenciones de su amo. Sin embargo, Sesshoumaru volvió a bajar rápidamente y su expresión no era precisamente de felicidad.
"¿Dónde está Rin?" le preguntó a Jaken, agarrándolo de la ropa.
"¿No está en su habitación?" replicó el sirviente, temblando.
"No"
"No sé... Debe haber salido cuando yo no estaba" dijo Jaken, sonriendo nerviosamente.
El rostro de Sesshoumaru se contrajo en señal de preocupación. Se quedó en silencio por un rato, imaginándose lo peor. Tal vez Rin había decidido irse de la casa... Tal vez su pequeña lo había abandonado... ¿Y ahora dónde estaba? Tenía que encontrarla y detenerla, antes de que fuera demasiado tarde.
"Voy a salir" dijo Sesshoumaru, tomando las llaves de su auto y saliendo de la casa apresuradamente. Jaken ni siquiera tuvo la oportunidad de preguntarle dónde iba, pero supuso que iría en busca de la muchacha. Conociendo a Sesshoumaru, era capaz de recorrer el vecindario entero con el fin de conseguir su objetivo.
El sirviente trató de continuar con lo suyo, pero la preocupación era demasiada. Tenía que pedir ayuda, y sólo había una persona que estaba dispuesta a dársela.
"¿Aló?" dijo Jaken por el auricular del teléfono. "¿Podría hablar con Kagome, por favor?"
"¿De parte de quién?" preguntó la otra voz, molesta, pero no tardó mucho en reconocerlo. "¿Jaken? Enano del demonio... ¿Y ahora qué quieres?"
"Ah... eres tú, Inuyasha" dijo la criatura verde, con desgano. "Quiero hablar con Kagome, si eres tan amable"
"¿Se puede saber qué te ha dado con mi esposa últimamente?" le preguntó el hombre mitad bestia, irritado. "Voy a pensar que estás enamorado de ella"
"¡¿Cómo se te ocurre?!" exclamó Jaken, poniendo cara de asco por el otro lado del teléfono. "¡Es una humana!"
"¿Algún problema con eso?" le gruñó Inuyasha. "Porque, si es así, esta conversación ya terminó..."
"¡No, Inuyasha, espera!" saltó el otro, arrepentido de sus palabras. "No es eso... Es que a mí me gustan más las monstruitas como yo, jeje"
"Sí... claro" balbuceó Inuyasha, escéptico.
"Entonces... ¿Me das con Kagome, por favor?" preguntó, con tono sumiso.
"Lo siento, pero está ocupada" contestó el hombre mitad bestia.
"¡Qué sinvergüenza! Me la estás negando ¿verdad?" exclamó Jaken, perdiendo la paciencia.
"¡No te la estoy negando!" le gritó Inuyasha, disgustado. "Tiene visitas, eso es todo"
Jaken hizo un breve silencio. Con que visitas... ¿No será que...?
"Enano ¿todavía estás ahí?"
"Oye, Inuyasha... ¿De por casualidad Rin no ha ido por allá?" preguntó la criatura verde, expectante.
"¿Te refieres a la protegida de Sesshoumaru?"
"Sí, ella misma"
"No. No ha venido ¿Por qué?"
"¡Papá, ya te mató un zombi!" se escuchó la voz de un niño a lo lejos.
"¡Te dije que lo dejaras en PAUSA, Tsubaru!" gritó Inuyasha, sin despegarse del auricular, dejando casi sordo a Jaken.
"¿Zombi?" preguntó la criatura verde, rascándose el oído afectado.
"No puedo seguir hablando, así que dejémoslo hasta aquí" le contestó el hombre mitad bestia, apresuradamente. "Ahora estoy ocupado"
"Sí... Ya veo" dijo el otro, con tono irónico.
"Llámala a la noche, pero no muy tarde" y, tras decir esto, Inuyasha le cortó.
"¡Siquiera despídete como la gente, grandísimo animal!" le gritó Jaken, indignado, pero lo único que escuchó como respuesta fue el incesante tono del teléfono.
Luego de colgar bruscamente el teléfono, el hombre mitad bestia corrió a reunirse con su hijo para retomar el juego de video. Esa tarde, habían instalado la televisión en el living junto con la consola, que se estaba sobrecalentando debido a todo el tiempo que habían estado ahí sentados jugando.
"¡Papá, déjame jugar!" rogaba el pequeño Tsubaru, alargando los brazos. "¡Me toca!"
"No, Tsubaru... Eres muy malo. Te matan a cada rato" le contestó Inuyasha, sin quitar la vista de la pantalla y apretando los botones con gran destreza.
"Le diré a mamá" dijo el niño, sorbiéndose la nariz. "¡MAMÁ!"
"¿Qué pasa?" preguntó Kagome, asomándose desde el comedor, donde se encontraba con su visita. "¿Qué le hiciste al niño, Inuyasha?"
"Nada, Kagome" le sonrió nerviosamente Inuyasha, mientras le tapaba la boca a su hijo, que pataleaba y lloriqueaba. "Tsubaru y yo la estamos pasando de maravilla"
"Más te vale..." le dijo Kagome, entornando los ojos. "A propósito, ¿quién era al teléfono?"
"¿Qué?" preguntó el hombre mitad bestia, más concentrado en el juego que en ponerle atención a su esposa.
"Te pregunté que quién era al teléfono" repitió Kagome, con la vena marcada en la sien.
"Ah... No era nadie" dijo Inuyasha despreocupadamente, pegando un salto en el sillón de la pura emoción que le brindaba el juego.
"Oye, Kagome ¿y tus otros hijos?" preguntó Kagura, quien estaba sentada junto a Kagome en el comedor, revisando un lote de pruebas que debían entregar a los alumnos al día siguiente.
"La mayor, Sango, está en la casa de una compañera estudiando, y el del medio, Miroku, fue a su reunión con los scouts" le contestó Kagome, orgullosa.
"Ya veo" dijo Kagura sonriente, sin despegar los ojos de la prueba que estaba corrigiendo.
Estaban en eso cuando sonó el timbre.
"Inuyasha, ve a ver quién es por favor" dijo Kagome, revisando uno de los exámenes.
"No puedo... ¡No en esta parte, te lo ruego!" exclamó angustiado el hombre mitad bestia, pegando la cara a la pantalla.
Kagome suspiró y, poniéndose de pie, se dirigió ella misma hacia la puerta, sin antes olvidar decirle un "Abajo" a Inuyasha. El resultado: el hombre mitad bestia cayó de bruces al suelo, soltando el control del juego sin querer, el cual agarró su pequeño hijo para seguir jugando.
"¡SIII!" gritó Tsubaru, eufórico. "¡Ya tengo el poder!"
Kagome soltó una pequeña carcajada al ver la posición tan ridícula en la que había quedado Inuyasha, pero su expresión alegre cambió repentinamente cuando abrió la puerta; se trataba de Rin, y no se veía nada bien.
"¡Kagome, tienes que ayudarme por favor!" le rogó la muchacha tomándola de las manos, con los ojos llenos de lágrimas.
"¿Qué pasó?" le preguntó Kagome, preocupada. "¿Alguien te hizo daño?"
"¡Tienes que decirle la verdad!" exclamaba Rin, con la voz entrecortada por el llanto. "¡Tienes que decirle que no lo engañé!"
"¿De qué estás hablando?" dijo Kagome, confundida, tomándole las manos a la pobre para tratar de tranquilizarla.
"El amo Sesshoumaru me odia" sollozó la muchacha, bajando la vista. "Le dije que había estado con otro y ahora me odia... ¡Pero no es cierto, te lo juro!"
"A ver... Trata de calmarte un poco, Rin" le dijo suavemente Kagome, invitándola a pasar. "Te buscaré un vaso de agua en la cocina..."
"¡Habla con él, por favor!" seguía gritando la muchacha, desesperada. "¡No quiero que me eche de su lado!"
"¿Echarte de su lado?" se escuchó de pronto la maliciosa voz de Kagura, quien, habiendo escuchado los gritos de Rin, acudió a la puerta para echar un vistazo. "Así que Sesshoumaru ya se cansó de ti... Era de esperarse ¿no?"
"Kagura, te lo ruego, no te metas" le dijo Kagome, abrazando a la muchacha. "Ella está muy afectada"
"Me lo imagino" contestó Kagura, con indiferencia. "Pero es mejor que se resigne. Ese demonio tan poderoso nunca debió fijarse en ella"
Kagome mantenía a Rin pegada a su pecho para que se desahogara, pero esto no impidió que la joven mirara a Kagura de reojo, sintiendo un profundo odio hacia la mujer que, supuestamente, había tenido algo que ver con su amo.
"Así que ya sabes, chiquilla" continuó la mujer demonio, sin ninguna misericordia. "Tarde o temprano, Sesshoumaru se iba a dar cuenta de que sólo estaba perdiendo el tiempo contigo. Lo que él necesita es una mujer de verdad, una mujer como..." pero no alcanzó a terminar la frase, ya que Rin se le había echado encima para agarrarla del pelo.
"¡Maldita!" gritaba la muchacha, completamente fuera de sí, mientras la zarandeaba de un lado a otro. "¡Maldita mujer!"
"¡¿Te volviste loca?!" gritaba la otra, sujetándole las muñecas para defenderse. "¡Suéltame!"
"¡Rin, ya basta!" gritaba Kagome por su lado, tratando de interponerse entre ambas. "¡Por favor, deténganse!"
"¡No te atrevas a decir el nombre de mi amo de nuevo!" decía Rin con rabia, sin dejar de pegarle a su rival.
"¡¿Quién te crees que eres para hablarme así, insolente?!" le recriminó Kagura, no pudiendo evitar que se le desarmara el peinado. "¡Humana estúpida!"
"¡Ya es suficiente!" intervino Kagome, tirando del brazo de Rin para alejarla de la otra. "¡INUYASHA!"
"Un segundo... ¡Ya voy a pasar de etapa!" contestó el hombre mitad bestia, desde su puesto frente al televisor.
"Papá, creo que se están peleando" dijo el pequeño Tsubaru, tocando a Inuyasha con su pequeño dedo para llamar su atención.
"Déjame grabar y voy al tiro..." balbuceó éste, guardando los datos del juego para seguir después.
"¡INUYASHA!" lo volvió a llamar Kagome, tratando de evitar que Rin le siguiera arañando la cara a Kagura.
"¡Condenadas mujeres!" gruñó Inuyasha, yendo hacia su esposa para ayudarla a detener el aquelarre que se estaba armando en su propia casa.
"¡Te voy a matar!" gritaba Rin, siendo retenida por Kagome mientras el hombre mitad bestia jalaba a Kagura en la dirección contraria. Entre tantos gritos e insultos, nadie se percató de los golpes en la puerta, a excepción del pequeño hijo de la pareja.
"Mamá, están llamando a la puerta" dijo, pero no hubo respuesta.
Los golpes continuaron insistentemente y el pequeño Tsubaru no sabía qué hacer, ya que sus padres le tenían prohibido abrirle la puerta a extraños. Luego de intentar hacerse escuchar varias veces, hizo un último esfuerzo y gritó con todas sus fuerzas de niño, pero tampoco le hicieron caso. Entonces, decidió que no le quedaba otra que abrir él mismo la puerta.
"¡Tío Sesshoumaru!" exclamó el pequeño, con alegría, al ver al demonio frente a él. "¡Viniste de visita!"
Sesshoumaru le dirigió una débil sonrisa, y su atención se desvió rápidamente hacia el interior, donde se encontraba el grupo forcejeando, prácticamente en la entrada de la casa.
"¡¿Qué diablos pasa aquí?!" gritó el demonio, haciendo callar a todo el mundo.
Al verlo, Rin quedó paralizada.
"Amo Sesshoumaru..." balbuceó sorprendida, y luego se desmayó.
Cuando la muchacha despertó, se halló recostada a lo largo de un cómodo sillón, con Sesshoumaru arrodillado junto a ella. La expresión de ternura en el rostro del demonio no hizo más que confundirla, pues estaba segura de que su amo seguía disgustado con ella.
"¿Te sientes bien?" le preguntó Sesshoumaru, acariciándole una mejilla.
"Sí" contestó ella, bajando la vista tímidamente.
"Toma, Rin. Esto te hará sentir mejor" le dijo Kagome, acercándole un té de manzanilla.
Rin se incorporó en el sillón y tomó el tazón del asa para darle un pequeño sorbo, ya que estaba caliente. Sesshoumaru soltó un suspiro de alivio y luego se puso de pie abruptamente para ir hacia Kagura, quien también se encontraba observando la escena.
"Dile la verdad" le ordenó el demonio, agarrándola firmemente del brazo y poniéndola delante de Rin.
"¿Qué?" preguntó Kagura, aturdida, sintiendo la presión que ejercían las garras del demonio sobre ella.
"Dile que nada pasó entre nosotros esa noche" insistió Sesshoumaru, con tono seco.
Kagura no respondió, sino que miró hacia otro lado. Esto enfureció al demonio, quien le estrujó el brazo con más fuerza y la obligó a mirar a Rin.
"¡Díselo o te juro que no respondo!" la amenazó, despidiendo fuego por los ojos.
Rin los observaba atónita, sosteniendo el tazón en el aire. Kagura había soltado un agudo grito de dolor, y ahora se sacudía para tratar de quitarse al demonio de encima.
"Confiesa que fuiste tú la que se quiso aprovechar de la situación" continuó Sesshoumaru, implacable. "¡Dile!"
La fría expresión del demonio era tan atemorizadora que terminó por intimidar a Kagura, quien nunca antes se había sentido más humillada.
"Nada... pasó" declaró finalmente, no de muy buena gana, mirando hacia otro lado.
"¡Mírala!" le gritó Sesshoumaru, zamarreándola nuevamente para que mirara a Rin.
"¡No pasó nada!" exclamó, con los dientes apretados y el ceño fruncido, viendo a la muchacha a los ojos. "¡¿Satisfechos?!"
Rin se quedó mirando a Kagura con la boca abierta. De pronto, se sintió tan mal por haber dudado de la lealtad del demonio que le vinieron ganas de llorar.
"Bueno, como ya todo está aclarado, creo que lo mejor será que se vaya cada uno a su casa" dijo Inuyasha, juntando las manos en un aplauso.
"Inuyasha, no seas tan insensible" le recriminó Kagome, dándole un codazo.
Sesshoumaru soltó bruscamente a Kagura y se inclinó sobre el sillón para tomar a Rin en brazos. "Perdonen por las molestias" se disculpó, decidido a salir por la puerta. Sin embargo, antes de que se fueran, Kagura los increpó por última vez.
"¡Lo que están haciendo no tiene sentido!" gritó, llena de resentimiento. "¡Una humana y un demonio jamás podrán ser felices!"
"¡Eso no es cierto!" saltó Inuyasha, amenazándola con el puño. "¡Míranos a mí y a Kagome!"
Kagura soltó una sonora carcajada.
"Pero si tú eres un simple híbrido, Inuyasha" le dijo, con tono irónico.
"Cómo te atreves..." le gruñó el hombre mitad bestia, mostrando los colmillos.
"¿Terminaste?" preguntó Sesshoumaru con tono seco, mirando de reojo a Kagura desde la puerta. Como la mujer no contestó, el demonio giró la manilla y salió de la casa junto a Rin, sin siquiera mirar atrás.
"Kagura, creo que es mejor que te vayas" dijo Kagome, pasado un rato.
"Digo lo mismo" asintió ofendido el hombre mitad bestia, cruzándose de brazos.
"No va a resultar, se los aseguro..." les dijo Kagura, haciéndose una cola en el pelo. "Esos dos no durarán mucho. Sesshoumaru se cansará de ella una vez sacie todo su deseo, y luego la botará como la humana inservible que es"
"Te estás pasando de la raya" suspiró Kagome, empezando a perderle la paciencia a su colega. "Te ruego que te midas"
"Mira, Kagome, no es nada personal" continuó la mujer demonio, arreglándose la ropa. "Pero sabes bien lo que pienso de los humanos y de sus relaciones con los demonios..."
"¡Ya basta!" exclamó Inuyasha, exasperado. "¡Nos importa muy poco lo que pienses, así que ya déjanos en paz y lárgate!"
Kagura esbozó una torcida sonrisa.
"Lástima que una tarde tan agradable haya terminado así" dijo tranquilamente, recogiendo sus cosas. "Supongo que nos veremos mañana en el trabajo, Kagome, así que adiós" y, tras decir esto, se condujo ella misma hasta la puerta para retirarse.
"¡Qué mujer más odiosa!" dijo Inuyasha, entre dientes, dándole una patada a la puerta luego que Kagura se fue.
"Tal vez cometí un error..." suspiró Kagome, sentándose pesadamente sobre el sillón.
"¿A qué te refieres?" le preguntó Inuyasha, yendo a sentarse a su lado.
"Pensé que si juntaba a Sesshoumaru y a Kagura, las cosas se resolverían"
"¿Se resolverían para quién?" le dijo el hombre mitad bestia, abrazándola. "¿Para la muchacha ésa?"
Kagome asintió con la cabeza.
"Ay, Kagome..." suspiró Inuyasha, estrechándola contra su pecho. "Estoy seguro de que Sesshoumaru sabe lo que hace. Él no es como los otros demonios"
"¿Tú crees?"
"Sí" afirmó él, sonriéndole.
"Entonces ya no hay nada más que hacer" dijo, abrazándose a su esposo con fuerza. "Que sea lo que dios quiera..."
Rin no abrió la boca en todo el camino de vuelta a casa, dedicándose sólo a mirar el paisaje a través de la ventanilla del auto. Sesshoumaru tampoco había pronunciado palabra, muy concentrado en el camino que tenía delante. Aquel silencio comenzó a incomodar a la muchacha, que no estaba acostumbrada a quedarse callada... Al menos no desde que había recuperado la voz, gracias a las atenciones de su amo. Su amo... Aún estaba resentida con él por lo sucedido la noche anterior; sin embargo, no podía dejar de sentirse culpable por haber dudado de su fidelidad. De cuando en cuando, lo observaba de reojo, admirando su semblante sereno e imperturbable mientras manejaba el vehículo, los cabellos plateados al viento- que entraba por la ventanilla a medio cerrar- los brillantes ojos amarillos fijos al frente, sin nada que temer.
"Amo Sesshoumaru, hay algo que debo decirle..." dijo tímidamente, atreviéndose a mirarlo, pero se detuvo al ver la expresión de ternura en el rostro de él.
"Ya no importa" le dijo el demonio, sonriéndole.
"Pero..."
"Estás a salvo, y eso es lo único que cuenta" la interrumpió, volviendo a fijar la vista en el camino, sin antes olvidar dirigirle una última sonrisa de afecto.
¿Es que al demonio no le interesaba escuchar la verdad de su propia boca? Además, tendría que haber estado enfurecido con ella para esas horas y, sin embargo, se mostraba de lo más calmado... Rin nunca se había sentido más confundida que en ese momento. ¿Qué estaría pensando él en realidad? Se moría por saberlo.
Una vez en la casa, se encontraron a Jaken durmiendo, con la cabeza apoyada sobre la mesa, la cual estaba arreglada y dispuesta para los comensales.
"¡Ya llegamos, señor Jaken!" exclamó Rin, acercándose al sirviente por detrás para darle un susto.
La criatura verde saltó hasta el techo.
"¡Por dios, niña, casi me matas!" gritó, respirando agitadamente, poniéndose la mano sobre el corazón.
Rin estalló en carcajadas y su encantadora risa despertó en Sesshoumaru un sentimiento de adoración sublime, que ya había experimentado en varias ocasiones, pero nunca con tanta intensidad. El rostro se le iluminó al mirar a la muchacha, que ahora corría de allá para acá, huyendo de Jaken que la perseguía y amenazaba con una cuchara de palo.
"¡Ven aquí, chiquilla malcriada!" le gritaba el sirviente, alcanzándola apenas. "¡Ven que te enseñaré a respetar a tus mayores!"
"¡Alcánceme si puede!" reía Rin, esquivando los muebles de la casa para ir a escudarse tras Sesshoumaru.
"Mejor voy a servir la comida..." dijo Jaken entre dientes, dándose la media vuelta. Ni loco se enfrentaba al demonio, y mucho menos suponiendo lo disgustado que estaba a causa de la indolencia de la joven, que se había marchado sin avisarle. Sin embargo, su teoría se vino abajo cuando se fijó en la expresión con que el demonio miraba a Rin: estaba como embelesado, aturdido, maravillado ante la inocencia con la que ella revoloteaba por todas partes, llenando con su risa hasta el rincón más oscuro de su alma. El amor se le salía por los ojos y Jaken no pudo evitar sentirse conmovido, pues su amo parecía haber recuperado toda su gloria y majestad.
"¡Miedoso!" siguió gritándole Rin, dejándose caer sobre un sillón, casi ahogándose de tanta risa.
"¡Di lo que quieras, no me importa!" replicó Jaken, sirviendo los platos. "¡Y ven a sentarte que se enfría!"
Después de comer, Rin se fue a su habitación y se echó sobre la cama. Estaba cansada, más que de costumbre, y le dolía un poco la cabeza. Sin duda, ese día había sido bastante agotador, sobre todo debido al desgaste psicológico por el que había tenido que pasar al encontrarse con Kagura en la casa de Kagome e Inuyasha. El solo recuerdo de la mujer demonio hacía que se le revolviera el estómago, pero, al mismo tiempo, le provocaba risa, ya que sus chillidos y gritos de auxilio todavía resonaban en su cabeza. Y luego la inesperada llegada de su amo... Nunca imaginó que el demonio llegaría a buscarla precisamente ahí, habiendo tantos otros lugares en los que podría haber estado. A veces hasta parecía que Sesshoumaru podía leerle el pensamiento, lo que no dejaba de parecerle macabro, pero muy excitante a la vez.
Al caer la noche, Rin ya tenía lista su mochila y su uniforme estaba planchado para el día siguiente. El lunes era el día que más odiaba de la semana, ya que tenía la mayor cantidad de ramos, lo que le significaba más de una prueba o examen cada cierto tiempo. Menos mal que no tengo nada para mañana... suspiraba, mientras se desvestía y se colocaba su camisón de seda para irse a la cama. Antes de apagar la luz de la lámpara del velador, miró el reloj: las diez en punto. Era la primera vez en mucho tiempo que se iba a acostar sola a esa hora. Ya se había acostumbrado a las irrupciones diarias del demonio en su cuarto desde temprano, todas las noches, hasta altas horas de la madrugada. Pero ahora su amo no venía... ¿Y si Kagura tenía razón? Un escalofrío le recorrió la espalda de arriba abajo, lo que la hizo taparse hasta el cuello con el cubre camas. Tal vez Sesshoumaru sí se había cansado de ella al final... Se quedó ahí, inmóvil, sollozando sobre la almohada, hasta que los ojos se le fueron cerrando lentamente.
Un ruido en la habitación fue lo que la despertó a media noche. Sacó la mano de debajo de las sábanas para encender la pequeña lámpara y cuál fue su sorpresa al encontrarse al mismo demonio, de pie al lado de la cama, en bata.
"Amo..." dijo Rin, en un hilo de voz, haciendo el intento de incorporarse. Pero Sesshoumaru la detuvo.
"¿Puedo... dormir aquí, contigo?" le preguntó, con una timidez impropia de un demonio como él.
Rin asintió con la cabeza, atónita, y le dejó espacio para que se metiera entre las sábanas. A continuación, vio a Sesshoumaru sacarse la bata; estaba desnudo de la cintura para arriba, llevando puestos sólo unos pantalones de piyamas. Su torso bien formado era admirable, con músculos tonificados y definidos, los abdominales duros y el pecho liso, sin ningún defecto. Rin tragó saliva ante lo que veían sus ojos, sintiendo cómo el calor subía hasta sus mejillas. El demonio se acostó junto a ella, que se puso de espaldas a él, y le pasó el brazo por encima. La cercanía de su cuerpo y la presión del fuerte brazo comenzaron a ponerla nerviosa muy pronto. Podía sentir la cálida respiración del demonio detrás de su oreja y espalda, y algunos de sus finos cabellos rozándole el hombro, haciendo que la carne se le pusiera de gallina. Rin se quedó quieta, sin poder pegar un ojo, ya que el corazón le latía demasiado rápido como para poder dormirse. Fue entonces cuando, de repente, sintió el endurecido miembro del demonio topándole las nalgas. Se estremeció, adivinando lo que ocurriría luego, pero Sesshoumaru no hizo nada, sólo la abrazó con más fuerza. La muchacha estaba extrañada... ¿Por qué su amo no la tomaba, como siempre? Esperó a ver alguna reacción de su parte, pero las cosas siguieron igual. Decidida a saber lo que pasaba, Rin se movió en la cama lentamente, para darse vuelta, hasta quedar frente al demonio. Su rostro estaba sereno, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Sus labios... Rin sintió un impulso incontrolable de besarlo en esos labios carnosos y cálidos que habían recorrido todo su cuerpo una y otra vez durante los últimos meses. Acercó su boca cuidadosamente a la de él, procurando no despertarlo, respirando su esencia tan agradable al encontrarse con su rostro, y se sobresaltó cuando lo vio abrir los ojos. La muchacha se echó hacia atrás, por acto reflejo, pero el brazo del demonio la atrajo nuevamente.
"Pensé que te había perdido..." susurró Sesshoumaru, mirándola con adoración, acariciándole los cabellos y la mejilla. "... que te habías ido de mi lado, y con razón..."
Rin se abandonó a sus cariños, respirando pausadamente, viéndolo a los ojos con el mismo ardor.
"Amo... Sesshoumaru..." suspiró, sintiendo cómo los dedos de él le rozaban suavemente los labios.
"Debes perdonarme" continuó el demonio, adoptando una expresión sombría. "Si no hubiera sido tan estricto contigo, nada de esto hubiera pasado"
"¡No, amo!" saltó ella, incorporándose para apoyarse sobre el codo. "¡La culpa ha sido mía!"
"Mi pequeña..." suspiró Sesshoumaru, desviando la vista hacia el pecho de la joven, fijándose en el tierno pezón que sobresalía del escote. "La culpa es mía por haber querido tenerte sólo para mí..."
"Y lo soy" respondió Rin, enfática, notando el interés del demonio. "Soy sólo suya. Nadie más puede tocarme" Lentamente, se bajó el tirante del camisón y dejó el seno al descubierto. "Ésa es la única verdad, y tiene que creerme cuando le digo que ningún hombre me ha puesto la mano encima"
"Pero... ¿Kohaku?" preguntó él, confundido, ardiendo en deseos por la muchacha que lo tentaba de manera tan seductora.
"Él menos que nadie" contestó ella, posando su mano en la mejilla del demonio. "Yo soy suya, y usted es mío... Mío solamente, desde el día en que lo encontré" lo besó tiernamente en los labios. "Mi amo Sesshoumaru... Y no pienso compartirlo con nadie"
Rin se abrazó a Sesshoumaru y éste continuó besándola apasionadamente, poniéndose sobre ella, sintiendo que iba a explotar de tanto deseo. Las palabras de la muchacha le habían tocado el corazón, el cual se revolvía ahora en su pecho como queriendo salir disparado por los aires.
"No sé qué me has hecho..." suspiró el demonio, bajando hasta el seno desnudo. "Estoy en tus manos..."
La joven comenzó a jadear al sentir la húmeda lengua recorrer el pezón en círculos, lentamente, para después succionarlo con ansiedad.
"Ah... Mi amor..." gimió Rin, arqueando la espalda sobre la cama.
"Nunca pensé que se podía sentir algo así por alguien" decía el demonio, entre suspiros, sin dejar de lamerla. "Me vuelves loco..." le bajó el otro tirante del camisón para hacerle lo mismo en el otro seno.
Rin continuó contorsionándose y pronto se encontró a sí misma apretando las piernas, involuntariamente, y contrayendo la vulva, lo que le produjo pequeños espasmos en esa zona, provocándole un placer que iba en aumento con cada contracción.
"Ah... Ah..." gemía, cada vez más fuerte, mientras Sesshoumaru la seguía acariciando. "No me... aparte... nunca de su lado... amo..." logró decir, con mucho esfuerzo.
"Nunca" respondió éste, mordiéndole y besándole la oreja. "Estás demasiado dentro..."
La muchacha estaba tan excitada que ni ella misma se dio cuenta cuando se introdujo los dedos por debajo del camisón para estimularse sola. "Ah... Ah... Ah..." siguió gimiendo, más y más fuerte, sintiendo nuevamente la boca del demonio devorar sus senos.
"Te llevo en la sangre, pequeña..." le dijo seductoramente Sesshoumaru, despegándose de sus pechos y destapándola para dirigirse a su entrepierna. Luego comenzó a lamerla por debajo del camisón, haciéndola gemir mucho más fuerte que antes al acariciarle el clítoris con su lengua, que se movía intranquila por todos lados.
"¡Ah!... ¡Sí!... ¡Sí!" gritaba Rin, aferrándose a las sábanas, escuchando el ruido que hacía el demonio al lamerla con tanta devoción. Sintió entonces una terrible urgencia de que el demonio la penetrara, y, sin pensarlo dos veces, se tumbó sobre él y le empezó a bajar el pantalón.
"Tranquila" dijo el demonio, tomándole una mano y besándola en la palma con suavidad. "Todavía no..." A continuación, la ayudó a quitarse el camisón por arriba y la puso de espaldas en la cama para besarla en la boca, apenas rozándole los labios, sin meter la lengua, todo en un beso sensual y pausado que sólo la hizo desearlo más. La besó en el cuello, entre los pechos, en el ombligo, en los brazos... en fin, en todo el cuerpo, sin dejarla mover un dedo. Lo que más quería era complacerla, hacerla sentir como él se sentía cada vez que la hacía suya. Rin se dejaba acariciar, cerrando los ojos y sintiendo las mejillas coloradas, respirando irregularmente a medida que las caricias iban en aumento.
"¿Te gusta?" le preguntó Sesshoumaru, besándola en la nariz con ternura.
"Sí..." suspiró Rin, abriendo los ojos para mirarlo.
El demonio le sonrió y luego continuó besándola en la boca, pero ahora el beso se volvió apasionado y húmedo. Rin gemía bajo el cálido cuerpo de Sesshoumaru, sintiendo cómo éste le enterraba suavemente los colmillos en el cuello, a la vez que le masajeaba un seno. Cuando se abrió de piernas, el demonio ya estaba listo, así que las embestidas comenzaron de inmediato, sin demora, lentas al principio, y aceleradas después. Él contraía y relajaba los glúteos cada vez que entraba y salía, sacudiendo a Rin con fuerza, quien se agarraba de las sábanas para evitar golpearse la cabeza contra el respaldo de la cama. De pronto, los dos comenzaron a gemir fuerte, uno primero y otro después, adoptando un ritmo acompasado que poco a poco se fue acelerando. Rin se aferró con las uñas a la espalda de Sesshoumaru, mordiéndolo en el hombro para intentar reprimir los gritos de placer, con las lágrimas saltándole de los ojos. Sesshoumaru le jadeaba al oído, repitiendo su nombre infinitas veces, sintiendo cómo la estrechez de la muchacha le aprisionaba dolorosamente el miembro, que entraba y salía entero, bañado con la humedad del sexo que lo recibía. No pudiendo contenerse más, soltó un último grito al momento de eyacular dentro de su amada, la que se convulsionó entera al momento de terminar también. Exhaustos de tanto hacer el amor, se tendieron en la cama, abrazados, y se taparon con las sábanas.
"Mataré a cualquier mujer que se le acerque, empezando por Kagura" bromeó Rin, mirando a Sesshoumaru con seriedad.
El demonio se largó a reír.
"No creo que vuelva a molestarnos"
"Más le vale" dijo Rin, entre dientes. "Porque, si no, tendré que golpearla otra vez"
"¿Le pegaste?" le preguntó Sesshoumaru, abriendo bien los ojos, a lo que Rin asintió con la cabeza.
"La próxima vez le retorceré el pescuezo, como si fuera una gallina"
Sesshoumaru se quedó mirándola con ternura mientras la muchacha seguía planeando la muerte de Kagura de mil maneras. Estaba tan feliz de tenerla nuevamente a su lado, de saberla suya y de contar con su amor incondicional, que casi olvidó por completo un asunto que aún le molestaba.
"Sabes que nunca te lastimaría ¿verdad?" la interrumpió de pronto, tomándola de la barbilla.
"Lo sé..." respondió ella, suspirando.
"Me quito la vida antes de levantarte la mano" le dijo, adoptando un tono de lo más serio.
Ahora fue Rin la que se rió.
"Ay, amo, no es para tanto..."
"Claro que sí" volvió a decir él, enfático. "Te amo por sobre todas las cosas, y hacerte daño sería como herirme a mí mismo"
"Amo Sesshoumaru..." balbuceó Rin, en un hilo de voz.
"Tienes que saber que eres lo más importante para mí... Siento que no respiro si no te tengo a mi lado" y, tras hacerle esta confesión, el demonio se acercó a ella y la besó suavemente en los labios, alejándose sólo para poder abrazarla con fuerza, en la cama. La muchacha sintió que desfallecía de amor por él, y se dejó estrechar y acariciar en completo abandono, pues su corazón así lo demandaba.
Ahora nada la alejaría de su querido amo; no habría nada que la hiciera dudar de su cariño tan sincero ni nadie que se interpusiera en el camino. El lazo que existía entre ambos era demasiado fuerte para este mundo y sólo había una manera de engrandecerlo.
Eso lo descubrirían muy pronto.
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Continuará...
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