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Capítulo 28; Sinvergüenza
—Que ricooo.— Chilló la extranjera mientras tenía al gato entre sus brazos.
—Deja a Eraser en paz, lo estás lastimando.— Dijo con su habitual seriedad el chico a su lado.
—Claro que no, al bebé le encaaanta.— Dijo apretandolo más.
El chico sólo suspiró y tiró los dados.
Estaban jugando Monopoly en la casa del chico.
Hasta que lo inevitable pasó.
—Te dije que no lo molestaras.— Siguió contando los billetes que tenía en su poder.
—Ay, pinche gato, yo te alimento, te doy un hogar, ¡¿Y me tratas así?!— Le reclamó, el animal sólo se bajó de la cama y se puso a pasear por el lugar.— Shinsou.— Se vio la herida en su mano, el gato la había arañado, pero había sido en defensa propia.
—Anda a lavarte con jabón, no te ha hecho casi nada.— Defendió al gato mientras ordenaba las tarjetas.
—No te ha hecho casi nada.— Lo imitó con burla mientras se levantaba con dirección al baño.
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—Te toca.— Dijo pasándole el dado.
La chica lo lanzó, sacando un tres, y moviendo la cantidad de cuadros.
—¡Lo compro!— Gritó observando en donde había caído.— Toma mi dinero.— Le lanzó los billetes, quien sin inmutarse los contó y le dio su respectiva tarjeta.— Para la próxima yo quiero ser el banco.— Ordenó mientras observaba todos sus movimientos.
—No voy a robarme dinero del banco.— Aclaró mientras sentía su mirada encima.
—Eso me dicen todos.— Ordenó sus billetes mientras esperaba a que el chico tirara el dado.
El gato comenzó a arañar la puerta de la habitación, llamando la atención del peli-morado, haciendo que se levantara de mala gana a tomarlo en sus brazos.
—Eraser, no hagas eso.— Dijo dejándolo en un sitio alto, en donde sí podía arañar todo lo que quisiera.
—Que feo, mi propio novio trata mejor a su gato que a mí.— Se hizo para atrás con un gesto dramático, acostándose descaradamente.
—Levantate que se te ve todo.— Dijo serio mientras avanzaba los cuadros correspondientes.
—Como si no quisieras ver.— Habló en la misma posición.—
—No, no quiero ver, te toca.—
—Me aburro, quiero hacer otra cosa.— Dijo levantándose mientras tiraba el dado.
—¿Cómo qué?— Rió con burla mientras la miraba.
Sólo que no contaba con la profunda mirada que ella desprendía.
Se acercó con cuidado a su dirección y, sentada en su regazo comenzó a acariciar su rostro.
—Creo que ya sabes lo que tengo en mente.— Lo miró divertida.
Y sin esperar una respuesta comenzó a besarlo, primero con suavidad y después aumentando la intensidad.
Llegando a tratar de acortar toda distancia posible con sus manos, ella acariciando y despeinando su cabello púrpura, y él acariciando su suave piel.
Comenzó a besar el cuello de la chica con necesidad, siguiendo con las caricias por debajo de su blusa.
—Adoro tu olor.— Susurró en el espacio entre su cuello, y mordisqueó con suavidad su hombro.
—Joder.— Soltó sin querer al sentir todo el calor invadir su cuerpo.
El chico comenzó a subir la blusa de la chica, quien sin oponerse, lo ayudó a quedar en brasier.
—Yo...— Tartamudeó mientras observaba el cuerpo de su novia.
En realidad no creyó llegar tan lejos.
Observó cada centímetro que podía tratando de grabar cada una de sus curvas, sentir la suavidad de su piel lo mejor que pudiera.
La recostó en la cama con suavidad, para poder pasar sus dedos por cada parte.
—No estés tan sorprendido.— Dijo observando la boca abierta del chico, con ojos curiosos.— Estoy patrocinando una nueva marca de ropa interior, me regalaron la que estoy usando ahora, ¿Es bonita, no crees?— Alardeó mientras ponía las manos en los hombros del oji-morado.
Él sólo asintió.— Se ve bonita porque la estás usando tú.— La vio directamente a los ojos para poder decir eso, y al instante volverlos a su piel para seguir explorando.
La chica sonrió automáticamente, mientras que en su interior reía como loca.
Sus mejillas estaban rojas al sentir las caricias del chico, quería que le dijera que estaba preciosa, pero no tenía muchas esperanzas.
Incluso se había depilado para él, ¡Por Dios! Hitoshi la tenía completamente enamorada.
Sólo que nunca se lo demostraría.
—Aquí.— Llamó su atención cuando dejó su dedo en un lugar específico.
—¿Qué pasa?— Ladeó un poco la cabeza mientras el chico quitaba su dedo, dejándola ver.— Ah, es mi micha.—
—¿Tu qué?—
—Mi marca de nacimiento, como le quieras llamar.— Le restó importancia.
—Ya veo...— Se acercó y besó el sitio en donde estaba, haciendo que Aleska tuviera un escalofrío.
El problema es que estaba en el lado derecho, a un costado justo debajo de su busto, casi dónde terminaba la tela del brasier.
—Dicen que las marcas de nacimiento es el sitio en donde morimos en nuestra vida pasada...— Comentó mientras el chico seguía besando cada centímetro de piel que tenía en su alcance.
—¿Y tú lo crees?— Preguntó por seguirle el hilo de la conversación.
—Algo así, aunque también puede ser heredado, me dijeron que mi bisabuelo tenía uno igual, además de que dicen que nos parecemos mucho, incluso tenemos el mismo quirk...— Observó como el chico se alejaba para verla mejor.
—Toma.— Le entregó su blusa.
—Oye, ¿Quien dijo que podías detenerte?— Se sentó en la cama.
—Quiero escucharte.—
—¿Qué?—
—Quiero escuchar lo que tengas que decir.— Le puso su blusa a la fuerza.
—Malo, me dejas toda vestida y alborotada.— Se acomodó su blusa mientras lo miraba con molestia.
—Comienza.— Ordenó.
La chica suspiró rendida.— Creo que ya lo notaste, pero no heredé el quirk de ninguno de mis padres.—
—Sí, me preguntaba porqué, usualmente es la mezcla del quirk de ambos padres o únicamente de cualquiera de los dos.—Agregó.
—Pero hay casos como el mío en el que se saltan algunas generaciones, me contaron que mi bisabuelo tenía un kousei muy parecido al mío, posiblemente por parte de su familia, ya que tuve un tío con el mismo quirk... pero murió joven, nunca lo conocí.—Se encogió de hombros.
—Ya veo...—
—Eso era todo, gracias Hitoshi, ya se me quitaron las ganas.— Comentó con molestia.
El chico rió.— ¿Ganas de qué?— La retó mientras la atraía hacia él, abrazandola por atrás.
—Ganas de coger, duh, ¿De qué más?— Le siguió el juego mientras se pegaba todo lo que podía a él.
Un poco impresionado por su respuesta la soltó.— Sí, claro.—
—¡Oye! Vuelve aquí, baboso.— Dijo viendo como se levantaba a ordenar todo lo que estaba en la cama.
—¿Puedes pasarme una liga para juntar los billetes?— Pidió guardando las tarjetas.
—¿En dónde está?—
—Creo que tengo una en mi cajón, la que está al lado de mi cama.—
—Ok.— Se encogió de hombros con aburrimiento mientras abría el cajón.— ¿Hmm?— Revolvió entre todas las cosas buscando lo pedido.— ¿Eh?—
—¿Lo encontraste?— Dijo ya a punto de guardar todo.
—Shinsou Hitoshi, ¿Qué es esto?— Dijo mostrándole un empaque pequeño.
—¿Qué cosa?— Lo recibió examinandolo, para luego leer lo que decía.— ¿Eh?— Su rostro cambió a uno pálido.
—Eres un marrano.— Dijo jugando.— Yo he venido a tu casa a leer la Biblia y tu estabas pensando en otra cosa.— Lo miró con burla.
—Le dije a mi mamá que dejara de ser tan paranoica.— Bufó con molestia volviendo a guardarlo en el cajón.
—¿Estás enojado?— Preguntó sorprendida por su reacción, sin recibir respuesta.— Oye, calmate sólo jugaba.— Dijo preocupada.
—No estoy enfadado contigo.— Aclaró.
—No parece.— Susurró volviendo a sacar el paquete del cajón.
—¿Qué haces?— Dijo viéndola abrir el empaque.
—¿No quieres que te enseñe como usarlo?— Lo miró desafiante.
—¿Ah?— Ladeo el rostro mientras se sentaba en su cama.
—Ahre, no, nunca podría decírselo sin morir de la vergüenza.— Rió nerviosa.
—Bueno, voy a hacer como que te entiendo...— Observó desde donde estaba como la chica tenía el condón en sus manos.
Sudando frío en cuanto la vio comenzando a inflarlo.
—Hay que dibujarle una carita.— Rió mientras lo amarraba.
—Estás loca, suelta eso.— Trató de quitárselo.
—Que aburrido.— Dijo en un puchero cuando se lo quitó.
—Eres una descarada.— Lo pinchó con algo filoso para reventarlo y botarlo a la basura.
—Descarada y todo así me amas, bebé.— Hizo una pose de diva.
El chico suspiró.
Ya que tenía toda la razón.
—¿Y ahora qué haré cuando mi mamá vea que el condón que me puso ya no está?—
—Te haces el loco y ya, yolo.— Acarició al gato que había estado durmiendo todo este rato.
—Para ti es muy fácil decirlo.— Se pasó las manos por el cabello con frustración.
—A mi me parece súper tierno que tu madre tenga ese gesto contigo, cómo dice mi hermana más vale condón en mano, que bebé llorando.— Guiñó un ojo.
—Pero...— Sintió las suaves manos de la castaña.
—No te preocupes por eso ahora, ¿Bien?— Besó su frente.
—Está bien.— Suspiró rendido.
—Además a lo mejor lo necesitemos algún día.— Jugó mordiendo su labio inferior.
El chico sonrió y la atrapó por su cintura.— Mm, tienes razón, es una pena que hayas desperdiciado este.— Mordió el lóbulo de su oreja.
Comenzaron a reír haciendo el ambiente más tranquilo.
—Ah, es cierto, ¿Recuerdas al chico que comenté que iba a venir a visitarme?— Se alejó un poco.
—Sí, algo, ¿Por qué?— Dijo con temor.
—Viene la próxima semana.— Sonrió, Hitoshi padeció.
Aleska tiene la mala costumbre de arruinar momentos románticos.
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