CAPITULO XXII

Estoy en crisis, mi cabeza palpita por el estrés, llevo alrededor de una hora en la misma situación y aunque no quiera hacerlo, mi única opción ahora es llamar a Anna.

Tomo mi celular y como siempre, ella contesta enseguida.

—¿Qué pasa, Thom?

—¡Ayuda! —grito sin dejarla terminar de hablar—. ¡No sé qué hacer, estoy desesperado!

—¿Qué es lo que pasa, Thom? ¿Sucedió algo grave?

—Yo... no sé que ponerme.

—¿Me estás jodiendo Thomas Garkson? —Escucho que saca un grito en modo de frustración—. ¡Aclara las cosas antes de hablar! Pensé que te había sucedido algo grave.

—¡Esto es grave! Logan pasará por mí en media hora y aún no sé que ponerme.

Hoy es miércoles, dos de la tarde. Llevo tal vez una hora buscando ropa adecuada para mi no cita con Logan. Cosas como esta no me habrían importado, normalmente me visto de una manera que pase desapercibida para los demás. Jeans, una camisa de mangas largas, converse y mi habitual suéter con capucha —siempre combinando en todo, por supuesto— pero ahora, de solo pensar en vestirme así me da terror, esta es solo una salida de amigos, pero por alguna razón siento la necesidad de vestirme diferente y querer impresionar al castaño.

Algo vergonzoso, pero cierto.

—Pensé que ese tipo de cosas no te importaban.

—Y no lo hacen... pero hoy es una ocasión especial —digo algo avergonzado.

—Estás completamente enamorado de ese idiota —se burla—, pero como soy una buena amiga, te ayudaré.

—¡Por favor! —exclamo desesperado.

—Primero que nada, ¿a dónde te llevará?

—Ese es otro problema. —Lanzo otro de los suéteres que tengo al suelo, con obvio disgusto—. No sé a donde me llevará.

—¿No tienes alguna pista?

—No, lo único que me dijo fue que llevará pintura y lienzos.

—Bueno, igual si vas a ensuciarte pintando, no veo la necesidad de vestirte bien.

—¡Pero quiero hacerlo!

Estaba enojado, frustrado, estresado y nervioso. Tengo que reaccionar, esto es una salida de amigos, no una cita. No tengo que cambiar mi atuendo habitual —que es muy cómodo, por cierto— solo por esto, pero hay una pequeña voz en mi cabeza que me repite a cada instante que tengo que hacer un mayor esfuerzo. Y por más que le rogué a Logan ayer, un día después del incidente de la cafetería, no logré que soltara ni una sola pista sobre a dónde iríamos.

El lienzo y las pinturas estaban listas en algún lugar de mi escritorio, enterrado bajo mi ropa. Solo falta que mi ser se meta en la ducha y se arregle, y todo estará bien, pero esa resultó ser una tarea más difícil de lo que pensaba.

Al final... creo que tengo que rendirme.

—¿Sabes qué, Anna? Mejor olvídalo, me vestiré como siempre, no es que haga mucha diferencia. —La risa de Anna se escucha de fondo y eso hace que me frustre más—. Voy a colgar.

—¡Espera! —grita ella entre risas—. Thom, tu faceta de enamorado da mucha risa, nunca te había visto de esa manera, ni siquiera con Ethan.

—Son situaciones diferentes —murmuro.

—No importa, te ayudaré. ¿Recuerdas el regalo que te di de bienvenida?

—Eh... ¿sí?

—Por supuesto que no lo recuerdas. Es un vaquero negro, una polo blanca y una chaqueta de lona negra. Encuéntralo, úsalo y luego me das las gracias. Adiós —Anna cuelga sin que pueda agradecerle siquiera.

Pero no me importa eso justo ahora.

Me pongo en modo flash y trato de buscar esa pequeña bolsa de color... ¿lila? Veo el reloj, y quedan solo veinte minutos para que Logan llegue, y mi desesperación crece. Voy hacia mi armario y busco dentro de él, pero no encuentro nada. Me paro en uno de los cajones para poder ver lo que hay arriba y... ¡bingo! Ahí está el regalo que me dió Anna de envoltura lila y moña roja, tal como lo recordaba —más o menos—. Lo abro sin ningún cuidado y la ropa que Anna me había indicado cae al suelo. Arranco las etiquetas que muestran que la ropa es nueva y las pongo sobre mi cama.

Veo el reloj de nuevo.

Ok, tengo veinte minutos. Ducha, siete minutos. Vestirme, tres minutos. Arreglar mi cuarto, cinco minutos. Eso me deja cinco minutos para arreglar los últimos detalles.

Corro hacia el baño, me desvisto y entro en la ducha, abro la regadera sin preocuparme que el agua este tan fría como el hielo, salgo en el tiempo estipulado, seco mi cuerpo lo suficiente para ponerme la ropa y me visto. Decido usar unas botas de cuero negras que mi madre me regaló el año pasado y ni siquiera me he preocupado en usar. Envuelvo mi ropa en pequeños grupos y la meto en mi armario de nuevo, ordeno como puedo mi cama, desentierro mi cosas de la avalancha de ropa que aún quedó afuera y la pongo junto a mi puerta.

Observo mi habitación y la verdad es que no logré mucho, creo que se va más desordenada que antes.

Dejo de lado el tema, bajo a la sala junto con mi cosas y me observo en el espejo de cuerpo completo que hay ahí. La ropa no me queda nada mal, es mi talla, mi cabello aún sigue desordenado y ese pequeño detalle es el que le quita lo «sofisticado» a mi estilo. Intento arreglarlo un poco llevándolo hacia un lado y acomodando los demás mechones rebeldes que tengo. Al final logro hacer lo mejor que puedo y el reflejo frente a mi de cierta manera llega a agradarme.

«Pareces un niño mimado y rico».

Es cierto, y no importa cuánto trate de engañarme, mi conciencia y yo lo sabemos, odiamos esto.

—Creo que lo mejor será cambiarme. —Camino hacia la escaleras con la intención de subir a mi habitación y cambiarme, pero el timbre suena, recordándome que nunca tendré suerte—. ¡Mierda!

Veo la puerta de entrada y las escaleras, y viceversa, intentando elegir la mejor opción. Pero cuando el timbre vuelve a sonar, sé que perdí la batalla.

Mis manos comienzan a temblar, tomo la perilla de la puerta y aún dudoso, la abro. Logan aparece frente a mí, vestido un poco más formal de lo habitual —algo que lo hace ver mucho más guapo—. Le doy una sonrisa nerviosa por saber cuál sera su reacción al verme vestido de esta forma.

«Tal vez exageré demasiado».

—¿Estás listo? —pregunta emocionado.

—Sí, tengo todo listo. —Aprieto mis manos nervioso cuando noto que empieza a observarme de arriba a abajo.

—Te ves... bien —dice simple, sin ningún otro tipo de expresión—. ¿Nos vamos? Si nos atrasamos la sorpresa se arruinará.

—Claro... —respondo un poco confundido.

Logan pregunta por mis cosas y le señaló el lugar donde se encuentran. Él las toma y las sube al auto que trae consigo, cierro la puerta de mi casa con llave y subo al auto donde ya se encuentra Logan.

Logan comienza a hablarme sobre su día y lo complicado que fue convencer a su madre de prestarle el auto y muchas más cosas más que ya no puedo recordar.

Porque en mi mente hay un completo alboroto.

Mi cerebro está gritando y haciendo un drama sobre la reacción tan seca de Logan cuando me vio. Y es que tal vez no importa cómo me vista, para el no cambiaré mucho.

«¿Es muy tarde para regresar a casa, cambiarme y ahorrarme la vergüenza del momento?».

(...)

No dejo de estrujar mis manos en un acto de nerviosismo. Aún vamos de camino al lugar, la música de la radio es la que llena el silencio entre nosotros. Logan se la ha pasado todo el viaje cantando y con una enorme sonrisa, y yo... me perdí en mis pensamientos todo este tiempo.

Ver la vestimenta de Logan y la mía, me hizo sentir estúpido. No debí prestarle atención a nada de esto. Además, siento que no soy yo.

Debí haber ignorado el hecho de que el castaño a mi lado había llegado y cambiarme. Pero lo que más me incomoda ahora, es la reacción de Logan al verme. Estaba tan preocupado por cómo verme y su reacción fue tan simple. ¿De verdad me veo tan mal o es que no le prestó atención?

—Llegamos —anuncia Logan.

—¿Eh? —Observo a mi alrededor y noto que el auto por fin se detuvo—. Está bien.

Bajo del auto y estiro un poco mi cuerpo. Logan comienza a sacar nuestras cosas y yo me dedico a observar el lugar donde estamos, pero no me parece haberlo visto alguna vez, ni siquiera en los años de mi infancia. Intento avanzar un poco más, pero Logan me abraza por detrás, tomándome por sorpresa.

—¿A dónde crees que vas, Capucha? —susurrra contra mi oído de forma seductora.

—Solo quiero ver un poco más del lugar. —Mi voz sale algo nerviosa.

«¿Y cómo no? ¡El está muy cerca!».

—No puedo permitirte eso. —Se separa de mí y me da un pequeño beso en mi mejilla.

—¿Por qué no?

—Es una sorpresa —Saca una venda de su mochila y trata de ponérmela, pero lo detengo.

—No harás eso.

—Tengo que hacerlo o tu sorpresa se arruinará.

Él vuelve a acercarse, pero lo detengo de nuevo.

—Si haces eso no podré llevar mis cosas y de ninguna manera haré que tú las lleves por mí, mi maletín es muy pesado.

—No lo haré. Soy lo suficientemente fuerte como para llevar mi mochila y tu maletín por mi cuenta. Así que por favor, coopera conmigo.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho en una clara muestra de negación, pero cuando Logan comienza a hacer pucheros, mi determinación se tambalea y termino cediendo ante él.

—Está bien, me pondré la estúpida venda.

Logan sonríe y me pone la venda sobre los ojos, tapando mi vista, dejando solo el color rojo de la tela como mi campo de visión. Escucho como camina a mi lado y toma mi mano. Avanzamos poco a poco, tropiezo con algunas piedras en el camino logrando hacernos reír a ambos por mi torpeza, y tal vez unos minutos después dejamos caminar.

Escucho de nuevo el traqueteo de nuestras cosas —supoiendo que Logan está dejándolas en el suelo o las está acomodando en algún otro lugar— y luego sus pasos acercándose a mí. Deposita un pequeño beso en mis labios y luego me quita la venda. Parpadeo algunas veces para poder acostumbrarme de nuevo a la claridad, y cuando lo hago mi boca cae hasta el suelo por lo que mis ojos están admirando.

Estamos en el acantilado de una montaña y desde aquí tengo una perfecta vista de nuestra ciudad. El toque del atardecer sobre ella, la hacer ver mucho más hermosa.

—¿Te gusta? —pregunta Logan a mi lado.

—¿Si me gusta? Esto me encanta. ¿Por esto me pediste que trajera un lienzo y pintura? —digo, aún sin salir de mi asombro.

—Sí. Cuando estábamos juntos en el parque aquel día, noté que te encanta hacer retratos de todo a tu alrededor. Parece que encuentras belleza en todo, aunque sea la cosa más despreciable del planeta, creo que tú encontrarías algo hermoso en él, y que sea digno de pintar por ti.

Me sonrojo ante las palabras de Logan, y tomando un poco de valentía desde lo más profundo de mi ser, acuno el rostro de Logan entre mis manos y lo beso.

Nuestros labios se tocan con suavidad, mi corazón martilla en mi pecho como loco, Logan pasa sus brazos a mi alrededor hasta que me rodea por completo y me acerca a él aún más. Me tomo el tiempo para sentir su proximidad. Llevo mis brazos hasta su cuello y enredo algunos mechones de su cabello en mis dedos. Logan rompe el beso, pero no nos separamos, sino que rozamos nuestras narices suavemente.

—Me alegra saber que te gusta el paisaje.

—Por eso no puedo esperar ni un solo minuto para poder capturarlo en un lienzo. —Me separo con delicadeza de él y voy por mis cosas.

Saco el caballete del auto de Logan, lo llevo hasta donde creo que me da un buen ángulo de la ciudad, pongo el lienzo sobre él y saco las pinturas de mi maletín junto con la paleta que uso. Logan está a unos metros de mí, casi en la orilla del acantilado, tiene un cuadernillo en la mano y puedo observar que está usando carboncillo.

Mojo mi pincel con un poco de pintura amarilla, relleno el lienzo frente a mí con ella, para luego pasar a la anaranjada y después a la roja, así me paso un rato para poder capturar los tonos rojizos y anaranjados que tiene el cielo. Y cuando menos me doy cuenta, ya estoy pintando algunos edificios de la ciudad.

—Solo nos quedan tres proyectos juntos... —murmura Logan, quien hace rato dejó de dibujar y se dedicó a ver el horizonte.

Detengo mi pincel a medio camino y lo pongo a un lado, dejo lo que estoy haciendo y me siento al lado de Logan.

—Sí. Así es, castaño —digo dejando caer mi cabeza sobre su hombro.

—¿Cuáles eran? ¿Historia, química y arte?

—Sí, pero de historia y quimica solo nos falta completar algo de información. En arte nos falta la parte práctica que es individual. ¿Qué harás para arte?

—Pensaba dibujar algo, no soy tan bueno pintando como tú. En el dibujo soy algo bueno, y me encantaba hacer esculturas cuando era pequeño... pero lo dejé hace mucho tiempo.

—¿Por qué?

—Mis padres se divorciaron. Mi padre fue quien me enseñó a hacerlas, pero se divorció de mi madre...y ya no lo volví a ver, así que dejé de hacer esculturas. Cada vez que lo intenté me recordaba que mi padre nunca más volvería a mi lado.

—No debí preguntar nada, lo siento —digo con tristeza al ver su expresión de rencor.

—No te preocupes, fui feliz mientras él estuvo conmigo. Siempre intento quedarme con lo bueno que viví con él, pero me es muy difícil. Además, no creo que merezca ser felíz.

Eso me toma por sorpresa. Siento las ganas de preguntar el porqué pienso eso, pero tengo miedo de meterme en terreno que no me corresponde. Aun así, la pregunta sale de mis labios antes de poder detenerla.

—¿Puedo saber por qué dices eso?

—Es algo vergonzoso, pero te contaré. —Logan se acomoda de una manera que quedamos frente a frente—. El porqué se divorciaron mis padres aún es difícil de decir, pero todo el proceso fue horrible. Pensé que vivía en una familia perfecta y feliz, y cuando me di cuenta de que no era así... fue muy difícil de aceptar y... —Él desvía y agacha su cabeza, evitando mirarme—. Yo viví aquí hasta los diez años, y no sabía qué hacer o a quién decirle a como me sentía. Había un chico en mi clase, ni siquiera recuerdo su rostro, pero ver lo feliz que era con sus padres y como siempre sonreía me recordó a mí, así que lo elegí a él como mi blanco. Con el descargué toda la ira y le hice cosas que no merecía.

Me quedo en blanco con cada palabra que sale de la boca de Logan, no sé que decirle. Siempre supe que había un motivo para que el cambiara de un día para otro, pero de mi boca no sale nada, mi vista está fija en él y sé que está incómodo por mi silencio por como juguetea con sus dedos. ¿Pero qué puedo decirle en realidadm No puedo decirle: «oye, ya me sé esa historia, de hecho,  yo era ese niño al que le hiciste daño». Si llego a decir eso puede ser que lo lastime.

Así que lo único que hago es abrazarlo. Lo rodeo con mi brazos y dejo mi rostro en su cuello. Él hace lo mismo y nos quedamos un rato en silencio hasta que decido hablar.

—Ya no tienes que pensar de esa manera, mereces ser feliz como todos, Logan. No te culpes más por lo que pasó hace años, tú también eras un niño que pasaba por algo difícil y no supo lidiar con ello.

Él se aferra con más fuerza a mí.

—Pero lo que le hice fue horrible, capucha.

—No te preocupes, castaño. Estoy seguro de que ese niño te perdonó.

—¿Cómo estás tan seguro de ello?

—Solo lo sé.

Después de eso nuestra tarde pasó con mucha tranquilidad, terminé mi cuadro y Logan su dibujo, pero por más que le insistí en que me dejara verlo, el no cedió.

En el transcurso del viaje decidí que era mejor contarle mi historia a Logan —omitiendo ciertas cosas— ya que él tuvo la valentía de contarme lo que había pasado con él cuando era pequeño y sobre su acciones.

Logan me lleva de nuevo a casa, él baja primero y deja mis cosas cerca para que yo pueda llevarlas. Cuando abrí la puerta él no esperó a que yo bajara del auto y me dio un beso, para luego dejar caer su cabeza en mi hombro.

—No lo dije antes, pero te vez jodidamente guapo.

—Yo... yo solo...

No digo nada y bajo del auto avergonzado. Me despedo de Logan y entro a mi casa.

«No puede ser, sí lo había notado».

Mi corazón late como loco en mi corazón, pero se calma cuando veo las maletas en la entrada de mi casa.

—¿Mamá? —Camino hacia la cocina, tratando de encontrarla—. ¿De quién son esas maletas? ¿Papá?

—Sopresa —dijeron al mismo tiempo mis padres.

Me lancé a mi padre sin dudar y él me recibió gustoso entre sus brazos. Estoy feliz de verlo, no lo veía desde que nos mudamos aquí, exactamente desde hace cuatro meses.

—¿Por qué no me dijiste que venías?

—No se lo dije a nadie, fue una sorpresa para ti y para tu madre.

—¿Y tu trabajo?

—Me dieron un tiempo libre, quería venir por el cumpleaños de Elena y además, tengo una gran noticia para ustedes dos.

—Vamos a la sala, ahí estaremos más cómodos, cariño —habló mamá.

Fuimos a la sala de estar, mis padres se sentaron frente a mí en el sofá doble y yo a su lado en uno individual.

—¿Qué es lo que quieres decirnos, cariño?

—Nos mudaremos a Nueva York en dos meses.

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