CAPITULO XVII

Sorprendentemente, después de que Logan me besó se quedó dormido y dejó a mi pobre corazón hecho un desastre, lo único que hice después de eso fue quedarme a su lado tomando su mano. Por su seguridad, Logan pasó un día más en el hospital y luego le dieron el pase verde para poder irse a casa —y regresar en ocho días para quitar los puntos—, pero algo que llamó mi atención fue que en el tiempo que estuvo internado no hubo ni una sola llamada o evidencia de sus padres, y tampoco quise preguntar sobre el tema, ya que no me pareció algo correcto.

Justo ahora estamos en el auto y vamos de camino a su casa. Anna se había ofrecido a acompañarnos, pero tuvo que salir y hacer unas recados por el cumpleaños de su madre.

Gracias a que estamos solos me siento algo ansioso. Todo indica que Logan no recuerda nada sobre el beso —lo que me alegra un poco, ya que las cosas serían muy incómodas justo ahora si lo recordara—. Solo espero que de verdad no recuerde nada, y que en su mente solo haya sido un simple sueño, o en el caso de Logan, una pesadilla...

El GPS me indica que doble en una esquina, y eso es suficiente para lograr sacar esos pensamientos absurdos de mi cabeza por los siguientes diez minutos, hasta que llegamos a nuestro destino. Estaciono frente a su casa y espero el momento en el que Logan baje del auto, pero él parece estar absorto en sus pensamientos.

—Llegamos —le indico.

—¿Eh? Sí... gracias.

—¿Te sientes mal? Has estado así por un rato... ¿Quieres que regresemos al hospital?

—¡No, me siento bien! —aclara—. Es solo que hay algo que se ha estado repitiendo en mi cabeza, y me molesta un poco.

Aprieto el volante, sintiéndome nervioso por su comentario.

«¿Será que recuerda el beso?».

—Seguro es algo sin importancia, deberías olvidarlo —le sugiero, tratando de cambiar de tema.

—Tal vez, pero no quiero olvidarlo.

Logan pone su mano sobre la mía y mi cuerpo se estremece. Sin ningún tipo de advertencia comienza a subirla lentamente hacia mi barbilla. Mi respiración se descontrola un poco cuando me hace voltear a verlo, él se acerca poco a poco, acortando la distancia entre nosotros de una forma tortuosa.

«¡Aléjate de él, ahora está consciente! ¿Qué crees que pasará después de esto? ¡Solo nos insultará!».

Trato de apartarme, pero Logan no me lo permite, y pone su mano sobre mi nunca para impedir que me mueva.

—¿Qué crees que haces, Logan? —mascullo.

—Solo estoy confirmando que lo que pasó aquel día no fue solo un sueño.

El se inclina hacia mí y me besa con suavidad. Los labios de Logan acarician los míos con tal ternura que me es imposible creerlo. Quedo estático por un momento, tratando de procesar lo que está pasando.

«¡Logan me está besando! Y está totalmente sobrio y consciente!».

Después de un rato cierro los ojos y me dejo llevar nuevamente. Un extraño hormigueo recorre mi cuerpo cada vez que siento el suave toque de Logan, haciendo círculos en la palma de mi mano con su pulgar.

Nos separamos, nuestras respiraciones son un poco aceleradas, y el miedo me invade de inmediato. Logan seguro hará lo de siempre. Mantengo mis ojos cerrados, ya que no quiero ver la expresión de asco que seguro tiene él en este momento, y me preparo para un insulto, pero este no llega nunca.

En cambio, lo que siento es una suave risa y otro pequeño beso de su parte.

—Te ves muy adorable sonrojado —murmura Logan sobre mis labios.

Abro mi ojos y me encuentro con una radiante sonrisa.

—¿Qué fue lo que dijiste? —pregunto sin poder salir de la fantasía confusa en la que este chico me ha dejado—. Creo que escuché mal.

Él se inclina ligeramente hacia mí y logra que me sonroje aún más.

—Dije que te ves muy adorable cuando te sonrojas. —Logan deja caer su cabeza sobre mi hombro, y siento que mi corazón está a punto de salirse de mi pecho.

Esto es un poco incómodo para mí. ¿Qué debo hacer? Él acaba de besarme y ahora se está comportando de una manera muy tierna —algo que es muy malo para mi corazón—. ¿Debo abrazarlo o tengo que besarlo? Pero si hago eso puede que arruine el momento.

Lo mejor es que no haga ningún movimiento.

—Escucha, capucha —susurra cerca de mi oído—. Quiero que sepas que desde hoy haré las cosas bien contigo. Sé que habrá momentos donde te haré daño, pero aún sabiendo eso... ¿podrías cumplir mi egoísta petición y quedarte a mi lado?

Quiero ver su rostro, quiero ver cuál es la expresión que está haciendo ahora, pero solo me limito a acariciar su cabeza.

—Sí, lo haré. No me iré de tu lado hasta que mi corazón ya no pueda más.

Nos quedamos un rato más así, hasta que Logan se separa, me da un beso corto y luego baja del auto con cuidado. Se queda un rato en la entrada de su casa despidiéndose de mi, le devuelvo el gesto y luego arranco el auto, saliendo de la zona.

Avanzo poco a poco por la carretera, mis sentimientos van de subida y bajada. No sé cómo sentirme justo ahora, estoy feliz por lo que dijo Logan, enojado por ser tan débil y no negarme, y triste porque sé que saldré perdiendo con el tiempo.

Tanto Logan como yo somos un enigma.

(...)

La música inunda mi habitación, llevo aquí desde las ocho de la mañana, dibujando y pintando el cuadro de la señora Elena, casi está completo, pero hay cosas que aún quiero mejorar. Quiero que su cabello rojizo y su hermosos ojos de color miel resalten, y muestren que son dignos de estar plasmados en un lienzo.

La foto que me mandó Anna fue de su madre en sus tiempos de juventud y de universidad, y según lo que nos contó la misma señora Elena, sus años como universitaria fueron los mejores. Se graduó como abogada y solo llevó a cabo su carrera durante dos años, lo dejó después de conocer a su esposo y quedar embarazada de Anna. Prácticamente su marido la obligó a dejar su trabajo y a dedicarse  a ser una ama de casa. Aún no entiendo como una mujer como ella terminó con un hombre tan machista.

Sigo pintado un poco más, la música cambia, la canción de Adele «Hello» comienza a sonar y no puedo evitar comenzar a cantar y dejarme envolver por la melodía. Me sobresalto un poco cuando siento unos brazos alrededor de mi cuello, pero al ver los pequeños mechones pelirrojos de Anna me calmo enseguida.

—Todo lo que haces es arte, Thom.

—Exageras, como siempre —digo riendo, me levanto de mi banquillo y busco un trapo para limpiar mis manos llenas de pintura.

—¡No exagero! —Anna se sienta en el banquillo y hace un pequeño puchero—. Sabes pintar, dibujar y hacer esculturas; tocas el piano, la guitarra y cantas increíble; y a pesar de que mi madre es mexicana no sé hablar el español con tanta fluidez como tú.

—Tal vez, pero todas esas cosas son solo hobbys, mi verdadera pasión es el arte.

Apago la música y le prestó atención a mi mejor amiga.

—Eso se nota —dice Anna, obsevando el cuadro de su madre con una media sonrisa—. ¿Sabes Thom? A veces creo que la vida de mi madre hubiera sido mejor si ella me hubiera abortado.

—¡No digas eso, Anna! —la regaño—. Tu madre te ama, y lo sabes.

—Sí, pero... ¿Qué habría sido de ella si decidía no tenerme? Podría haber dejado a mi padre y seguir con una vida feliz, hacer lo que ama y estar junto a alguien que de verdad la valore y la ame.

—Anna...

—¡Solo mira el cuadro! —Anna comienza a sollozar y yo no dudo en envolverla entre mi brazos—. Ella se veía realmente feliz.

Anna se quiebra por completo frente a mí, debido a todo ese peso que ha cargado desde que nació. Ella siempre ha tenido que lidiar con esto, con sentirse culpable por la vida que lleva su madre. Fue obligada a dejar su trabajo, a aguantar los abusos de su esposo y a no poder pensar en nada que no fuera atender a su familia. Además, la abuela de Anna parece ser la copia femenina de su padre, una mujer extricta y tradicional, solo la he visto tres veces en mi vida y con eso puedo decir que me odia. Tuvimos una pequeña conversación donde quiso presentarme a una de sus otras nietas, y cuando me negué diciéndole que era gay, me gané su odio por completo.

Pero entiendo por completo cómo es que se siente mi mejor amiga. Fingir que eres fuerte frente a los demás y demostrar que nada de lo que te digan te afecta, por dentro tu valentía vacila y te quiebras como el cristal con cada palabra hiriente de los que son tu seres más queridos. Anna lucha con muchas cosas a diario, y sobre todo con el recuerdo de lo que le pasó cuando tenía diez años, por eso creo que ella de verdad es una mujer digna de admirar.

—¿Te sientes mejor? —Anna se separa de mí y limpia su rostro lleno de lágrimas, voy a la mesa donde tengo mis cosas y saco un pequeño pañuelo para ella—. Toma, es mejor si te limpias con esto.

—Gracias... —Ella lo toma y me ve algo apenada—. Perdón por hacerte pasar por esto, Thom, sé que tienes tus propios problemas y yo solo...

—Somos mejores amigos, ¿no? No importa lo que pase o cómo te sientas, nosotras estamos para apoyarnos cuando los demás no lo hagan.

—Te quiero, idiota.

—Y yo a ti, fósforo.

Nos sonreímos mutuamente.

—¿Puedo usar tu baño? Ahora soy un completo desastre.

—Claro, ya sabes donde está.

Anna se va y yo me quedo, veo las cosas a mi alrededor y decido que hoy ha sido suficiente para mí, y comienzo a recojerlo todo y a ponerlo en su lugar. Pasan algunos minutos y mi celular comienza a sonar, contesto la llamada sin saber quién es y pongo el altavoz mientras sigo ordenando las cosas.

—¿Hola? ¿Quién habla? —digo.

—Soy yo, capucha. —Dejo caer una caja con pinceles al escuchar la voz de Logan—. ¿Qué fue ese ruido? ¿Estás bien?

—¡S-Sí, estoy bien, no fue nada! Que estúpido soy —macullo en voz baja—. ¿Cómo has estado?

«¿Qué es lo que estoy preguntando? Él y yo no hablamos ayer después de lo que pasó y solo ha pasado un día, es obvio que los golpes aún le duelen».

—Estoy bien. Bueno, te llamaba para saber si quieres ir a un lugar conmigo el miércoles, después de clases.

—¿Qué tipo de lugar es?

—Eso no lo sabrás hasta ese día. Entonces... ¿que dices?

—Claro, me gusta la idea.

—¡Sí! —grita emocionado, luego escucho un golpe sordo y la risa de Logan de fondo.

—¿Estás bien?

—Sí, solo que me tropecé con algunas cajas, soy un total idiota.

—No te lo voy a negar...

—Oye... bueno, tienes razón. Tengo que irme, prepara algunos lienzos para ese día y un poco de pintura, la vas a necesitar. Te veo mañana, mi capucha.

—Adiós... Logan.

Logan cuelga y comienzo a saltar emocionado por todo el estudio, como un pequeño niño al que acaban de darle un juguete nuevo. Termino tropezando con las mismas cajas de antes y caigo al suelo, pero todavia con una gran sonrisa en mi rostro.

Anna aparece frente a mí, con sus manos en su cintura y una sonrisa burlona.

—Por lo que acabo de escuchar parece que tienes mucho que contarme.

—Bueno... ¿Tienes libre las siguientes horas?

—Para ti tengo todo el tiempo, mi querido idiota.

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