5

—¿Quieres dejar de cantar?

Layla quitó la mirada de su monitor. Susana la veía con reproche.

—No estaba cantando, ¿Verdad, Beca?

—Estabas tarareando el tema de "El Guardaespaldas" —respondió esta sin quitar la vista de su trabajo.

—Perdón.

Era cierto que había pasado una velada de lo más divertida. Película romántica, pizza, cerveza... Nada del otro mundo, pero ni siquiera una cena en Las Bugambilias podían compararse a las risas, llanto (por el final de la película) y guerra de comida de esa noche.

La tenía tan presente, aunque había pasado una semana desde entonces, que se la pasaba tarareando la canción de Whitney Houston. Era viernes nuevamente y se emocionaba pensando en repetir la velada.

—¿No nos vas a contar de tu nuevo novio? —interrogó Susana un tanto molesta.

—¿De qué estás hablando? No tengo novio.

—¿Se puede saber dónde estabas el viernes?

—Su, no es de nuestra incumbencia. —Layla se sintió agradecida con la discreción de Beca—. Si ya no nos tiene confianza, no podemos hacer nada. —Y... hasta allí llegó el agradecimiento.

—Okey. Miren, sí salí con un chico el viernes, pero fue en plan amigos. No salgo con él (todavía) y sí les tengo confianza, solo denme algo de tiempo para contarles, ¿sí? No quiero que se sepa.

—¿Es casado?

—¡Por Dios, no!

—¿Entonces por qué no quieres que se sepa?

Se acercó y por instinto, ellas hicieron lo mismo.

—Es de la oficina —susurró, lo que no sirvió de nada porque ambas gritaron.

—¿¡Qué!?

—¡Shhh!

Algunas cabezas asomaron de los otros cubículos.

—¿Qué ven? —Les reprochó Susana y todos volvieron a lo suyo.

—Las relaciones en la oficina están prohibidas —señaló Beca tomando su mano como si quisiera hacerla reaccionar de una muy mala decisión.

—No tenemos una relación.

—Todavía —completó Susana.

—¿Te gusta?

Layla bajó los ojos. ¿Le gustaba? Eso era obvio, pero ¿tanto como para una relación?

—Mírala, hasta se sonroja y todo.

—Amiga —comenzó Beca en un tono maternal—, deberías darte más tiempo, no puedes saltar de una relación a otra tan deprisa. Tú y Germán iban a casarse...

—¡Claro que no! Esas fueron ideas mías, él solo se quería librar de mí.

—Igual, tú hubieras dicho que sí y mírate ahora, apenas unas semanas y ya te interesa alguien más. En mi opinión, deberías poner distancia con esa persona, y más si es de la oficina, como están las cosas, el Ogro te va a crucificar si te descubre.

¿Y si les decía?

¡Mejor no! Ahora estaban en modo negado, si les decía de quién se trataba ellas mismas la iban a crucificar.

—¡Chicas! ¿Quién de ustedes maquetó la sección de deportes? —El director editorial irrumpió al cubículo.

—Fui yo —respondió Layla asustada, su tono no presagiaba nada bueno.

—¡Mira esto! —gritó Charlie—. Los anuncios son un desastre. Tenemos tres columnas, Layla. ¡Tres!

—De marketing mandaron un memo diciendo que serían dos.

—¿Y quién es el director editorial? ¡Soy yo, maldita sea! ¡Yo! ¡No León, ni tú y tu linda carita de santurrona!

Se puso de pie y fue a él conteniendo las ganas de ponerse a su altura y gritar como una desquiciada.

—Lo arreglaré —comenzó en tono conciliador—, solo dame un par de días para...

—¿Por qué diablos crees que tenemos un par de días? ¡Nuestros trabajos penden de un hilo y tú cometes errores de principiante!

Susana se puso de pie de un salto, pero no alcanzó a decir nada.

—Chicos —interrumpió la voz de Matt que se había materializado junto a ellos—, el jefe los quiere ver ahora mismo.

¡Lo que faltaba!

Entraron a la oficina, acompañados de Matt. Harrys estaba en su escritorio ojeando la primera prueba de impresión. Se puso de pie después de tomarse todo el tiempo del mundo y fue hacia ellos para poner la revista, justo en la página con el error, frente a sus ojos.

—Dos columnas y toda la publicidad fuera de margen —dijo en tono frío—. Estamos en la mira de Century, un error como este nos podría costar el empleo a todos.

—Lo vamos a arreglar, para mañana...

—Lo quiero arreglado hoy mismo.

—Claro —concedió Charlie, pálido y tembloroso.

—¿Qué pasó?

Hubo un silencio, Charlie la miró acusatoriamente y Layla sintió cómo se le helaba la sangre.

—Fue... un malentendido... yo creí que serían dos... el memo... yo... yo... —La garganta se le cerró de modo tan brutal que la voz se le cortó y al final solo pudo emitir un chillido como de ardilla.

—Charlie, Matt, fuera.

Charlie corrió como si le hubieran perdonado la vida, ni siquiera miró atrás. Matt salió y cerró la puerta.

En ese instante, ella no pudo evitar echarse a llorar.

—¡Te juro que el memo decía dos! Yo... yo jamás cometí un error así antes... no estaba...no era... es que...

Un fuerte hipido le impidió seguir. No quería perder su empleo, a pesar de todo, le gustaba lo que hacía y en un pueblo tan pequeño, no había muchas oportunidades de ejercerlo.

—Shhh... tranquila. —La tomó en sus brazos y ella a su vez lo rodeó también.

—No me despidas.

—Me ofende que pienses que te haría eso.

Levantó la vista para mirarlo. A través de las gafas, podía ver los ojos verdes del que era su amigo.

—Los sacaste de aquí.

—Estabas a punto de llorar, no quería que te vieran así.

—Gracias.

Se arrebujó un poco en su pecho y dejó salir el llanto hasta que sintió el corazón más ligero.

—¿Almorzamos juntos? Te invito lo que quieras.

—Quiero un frappé.

—Eso no es almuerzo.

—Después del susto, necesito un frappé.

—Okey, frappé y almuerzo. Te espero en "Delmy's". Usa mi baño para arreglar esa carita. ¿Sí?

Asintió y espero que se fuera para ir al baño. El espejo le mostró el desastre de su rostro. Se lavó y respiró hondo. Todos la verían salir con cara de espanto. Alguien tocó la puerta del baño.

—¿Sí?

—Tus amigas envían algo —respondió la voz de Matt. Layla abrió y recibió un pequeño bolso con los cosméticos de Susana.

—Gracias.

—Beca te manda a decir: "Te apoyamos" y Susana dijo: "Dinos a quién hay que matar".

—Ay, chicas. —Sonrió para sus adentros.

—No tardes.

Volvió a cerrar y ella se arregló un poco. Ya luego agradecería a sus amigas, ahora solo quería correr a "Delmy's".

* * *

Entró al lugar y lo localizó en seguida. Se había quitado el saco, las gafas y la corbata y tenía las mangas de la camisa hasta los codos. Se veía como el amigo con el que veía películas y comía pizza.

Caminó lo más tranquilamente que pudo y al llegar a su mesa, se sentó frente a él.

—¿Mejor?

Asintió.

—Traerán la orden en cualquier momento.

—Gracias.

Inesperadamente, tomó su mano. Layla se estremeció ante el contacto. Aquella mano, fuerte y cálida, le transmitió tantas cosas que, por un instante, se sintió mareada.

—Layla, sé que no fue tu culpa. Tienes que calmarte.

—No puedo, das mucho miedo.

Retiró la mano y bajó la vista, apenado.

—Lo sé.

—Quise decir, ahora mismo no, pero en la oficina...

—Lo sé —repitió en un tono que la hizo sentir avergonzada.

En ese momento, fue ella quien tomó su mano.

—Gracias —atinó a decir y él le sonrió, aunque su mirada se veía un poco triste.

—Envié algo a tu casa, lo dejaron en el garaje. Espero te guste.

—¿Qué es?

—Tendrás que descubrirlo.

—Eres demasiado cruel.

—Debo serlo, es el trabajo de un ogro, ¿no?

Ella lo miró con la sorpresa pintada en su rostro.

—¿Qué? ¿Crees que no sé lo que se dice de mí en la oficina? Descuida, es parte de los juegos de los mandos altos, ellos lo controlan todo.

Layla no entendió y decidió no preguntar. Llevaron la orden, se dedicaron a comer y charlar como en las clases de dibujo, como un par de amigos comunes y corrientes que pasan el tiempo juntos.

Esa noche, al llegar a casa, fue corriendo a buscar su paquete . Era más grande de lo que pensaba, saltaba a la vista que era una pintura. La llevó adentro ansiosa y lo que vio la dejó sin aliento.

Era como un bosque, oscuro y solitario. En medio había un niño, se veía asustado y extendía la mano hacia un ser de luz. Ese ser era pequeño y tenía alas, era un hada que le mostraba un camino, pero lo más sorprendente de todo era que esa pequeña hada de luz tenía el rostro de Layla.

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