10

En la junta que se celebró algunos días después, Will y Matt les explicaron el plan a seguir para cubrir los puestos abandonados. Recursos humanos ya estaba en la labor, tenían pasantes y Century les estaba liberando de algunas cargas, así que, podían garantizar que el siguiente número saldría a tiempo y que los pagos de los sueldos no se retrasarían ni habrían recortes, sin embargo, la carga de trabajo aumentaría sensiblemente. 

Por un lado era un alivio, por otro, era como una sentencia. ¿Podrían soportarlo?

Al salir miró a Matt con una interrogación pintada en la cara y este le devolvió una negativa y una expresión desolada.

Podía ver cómo su novio, ex novio, se deterioraba día con día. Estaba pálido, tenía profundas ojeras y en más de una ocasión, ella notó que le temblaban las manos. Se estaba matando para aliviar en algo la carga de los demás. 

Se esforzó en seguir con las clases de dibujo, aunque no era lo mismo sin él, aun así, no se dio por vencida, decidida a presentarse en la exhibición, solo para no dejarlo a medias, como tantas otras cosas en su vida.

Una noche, iba a pie a casa después de su clase y se sorprendió al ver a alguien esperándola.

—¿Germán?

—Hola, Pequeña.

Hasta ese momento se dio cuenta de que odiaba ese apodo y recordó que Will la había llamado: "Austen". Había comenzado como una burla, pero a ella le gustaba. Era mejor que: "Pequeña".

—¿Qué haces aquí?

—Necesitaba hablar contigo.

—¿Sabes? No es buen momento.

Vio la expresión de sorpresa en su rostro. ¿Qué creía? ¿Qué estaría esperándolo después de que la dejó de forma tan humillante?

—Layla, quería disculparme. Fui un cobarde, yo siempre te quise, en estas semanas me di cuenta de que nunca dejé de quererte, pero entré en pánico...

—Escucha, no tienes que disculparte. Yo me dejé llevar por mi lado romántico, imaginé cosas que no eran y te achaqué la culpa por mis propias expectativas. Yo tuve la culpa.

La expresión de Germán cambió, de compungido pasó a relajado y después a alegre.

—¿Entonces? ¿Hay oportunidad para...

—¡No!

—Yo pensé...

—Pensaste mal.

—¿Estás con alguien?

Maldito Germán, ¿no pudo llegar unos días antes? Le habría encantado decirle que sí, que tenía una hermosa relación de respeto mutuo y donde ella se sentía más plena, aunque quizá tampoco habría sido cierto porque al ver hacia atrás, pudo ver lo duro que había sido tener una relación que tenía que guardar en secreto y la tensión de no entender porque su novio parecía tener dos personalidades.

—No —respondió en medio de un sollozo—, ya no.

—¿Quieres hablar?

—Perdona, pero eres la última persona con quien quiero hablar de esto. ¿Podrías irte, por favor?

—Claro, entiendo. Si en algún momento quieres hablar, sabes dónde estoy.

Pudo, al fin, llegar a casa y abandonarse a su tristeza. Aunque no por mucho, se obligó a calmarse porque tenía que estar tranquila para afrontar su trabajo, no era momento de flaquear, iba a hacer su parte lo mejor que sabía.

* * *

—Deberías aceptar —dijo Susana cuando Layla les contó lo de Germán. Layla casi se atraganta con su bocado. Almorzaban en el cubículo para no perder tiempo en ir a la cafetería.

—¿Disculpa? ¡No voy a volver con Germán!

—No tienes que volver, quizá solo salir un par de veces y ver si queda algo de química.

—No me lo creo. ¿Cómo va a quedar algo de química?

—Yo tampoco creo que sea buena idea —intervino Beca—, al menos no hasta que superes a Will.

—No lo quiero superar.

—A eso me refiero.

Susana tenía el don del pragmatismo y, aunque solía ser un poco molesto, resultaba interesante contrastar sus puntos de vista. Layla, sin embargo, no creía que el pragmatismo funcionara en las relaciones.

—Pienso que lo que necesitas es un buen polvo, eso te despejaría las ideas.

En ese momento recibió un mensaje. Se sobresaltó y lo miró en seguida, habían acordado que Matt le avisaría cualquier problema, así que no se descuidaba del teléfono.

¿Podemos vernos solo una vez más? ¡Por favor!

—¿Pasa algo?

—Es de Germán.

—Escucha —Susana se puso seria. La tomó por los hombros—. Yo sé que, a veces, lo que digo te suena a locura, lo admito. Pero, no descartes la oportunidad. Tienes que seguir adelante y la forma como podrás demostrarte a ti misma que eres capaz de pasar página, es precisamente, dejando una puerta abierta que podrías necesitar después.

Envió la respuesta.

Solo UNA vez más.

—¿Contenta?

Susana levantó los pulgares y Beca rodó los ojos.

* * *

—Te tengo una propuesta —le dijo cuando, al día siguiente, se habían encontrado en una cafetería cerca de su casa.

—Te escucho —respondió sin una pizca de convicción. No quería estar ahí. No quería hablar con él. No quería el café amargo que servían ahí.

—Dos citas. Solo dos citas y si no queda nada, lo aceptaré y nuca más te volveré a buscar, ni llamar, ni escribir.

La soberana apatía que la embargaba tenía que ser palpable. ¿Por qué Germán no lo veía y se alejaba sin más?

—Germán, no quiero lastimarte, pero voy a ser brutalmente honesta. Acabo de terminar una relación y esto me dolió mucho más que cuando hiciste realidad mi sueño para pisotearlo.

—Layla...

—Déjame seguir. Creo que darte dos citas, es darte falsas esperanzas porque he sentido cosas que nunca sentí contigo. Una conexión profunda, una preocupación por el bienestar de otra persona a parte de mí, el deseo de dar tanto como recibo y siento mucho no haber podido tener eso contigo, pero no se dio y ya es muy tarde para buscarlo.

—Pero hemos cambiado, Layla. Yo he madurado al entender que deseo algo serio y profundo y tú... ¡Vaya, si pareces otra! Dices las cosas directamente, hablas de tu experiencia sin tapujos y brillas... ¡Brillas tanto!

¿Es que acaso no se estaba explicando? ¿No le bastaba con decirle que lo comparaba con otro hombre y que salía perdiendo? Cualquiera ya se hubiera ido, ofendido. No creía necesario explicarle que ese "brillo" del que hablaba se debía a un despertar que no había logrado con él.

Estaba cansada, no quería seguir ahí. Se puso de pie dispuesta a marcharse.

—Layla, si algo significó lo nuestro, algo pequeño que valores, dame esa oportunidad.

Suspiró resignada.

—¿Solo dos citas?

—¡Solo dos! Ni una más y me largo de tu vida para siempre, lo prometo.

—Está bien, solo dos y no incluyen sexo.

—Claro, por supuesto. Nada que no quieras.

Algo le decía que esto no iba a salir bien, pero al menos quería decirle a Susana que lo había intentado para no parecer que se cerraba a la oportunidad, aunque la verdad era que estaba cerrada, sellada y clausurada a ninguna oportunidad que no fuera recuperar a su querido Ogro.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top