Cap. 25

Señor, si hace eso, puede que salga herido —escuchamos decir a uno de los personajes.

Si no lo hago, mis compañeros, mis amigos, mis familiares... Ya no estarán conmigo. ¡Lo haré por la libertad de mis seres queridos!

Y así, el capitán de los truenos sale volando para liberar a sus seres queridos del malvado doctor del miedo. Un enfrentamiento épico que ganará el más fuerte.

—¡El capitán trueno es genial! —se levanta Henry—. De mayor seré un súper héroe. Os salvaré a todos de las garras del mal —empieza con las poses heroicas.

—¿Y cuál sería tu súper poder? —pregunta Larry, ajustándose las gafas.

—¡El poder de los helados! Congelaré al enemigo y lo meteré en la cárcel.

—¿Y de dónde sacarás el frío?

—¿Eh? —se queda quieto al escuchar la pregunta—. ¿Qué quieres decir?

—Todo súper héroe tiene un poder que se ajusta a su cuerpo u objetos que tenga. Por ejemplo, Batman es un súper héroe que no tiene poderes, sino condición física y objetos.

—¡Pues llevaré una nevera portátil! —me levanto y me pongo a su lado.

—¡Y yo seré su compañero chocolate! —ríe y me sigue el juego.

—Y juntos somos, ¡los helados de la justicia! —hacemos una pose de héroes descoordinada, el cual la madre de Maya aplaude.

—¿Y si os acaba el helado? —se levanta.

—Henry, es nuestro enemigo —me agarro de su brazo con fingido temor.

Larry simplemente se queda callado esperando.

—Tienes razón. Es... ¡El dios obvio! —exclamamos al unísono.

—¡Pues yo quiero ser una arquera! —vocifera Maya, haciendo que tiene un arco en las manos—. Volaros la cabeza con mis flechas bomba —ríe maliciosamente.

Los tres nos echamos atrás, alejándonos de esa loca que nos apunta con los dedos.

—O-Oye, eso ha sido muy violento —balbuceo.

—Cierto... —estos dos no saben lo que decir.

—Aun así, os quitaré vuestros poderes a base de realidad —levanta las manos nuestro enemigo Larry, apunto de darnos con su rayo de obviedad.

—¡¿Qué vamos a hacer?! —el miedo se apodera de mi cuerpo.

—No te preocupes, Hugo chocolate. Seguro algo ocurre que nos salve de este embrollo.

Y tiene razón. La arquera Maya se pone delante para lanzar un cojín a su rostro, el cual se echa hacia atrás, gritando de un dolor que no existe.

—¡Os vais a arrepentir, mortales! —sonríe como un villano.

—¡A correr, chicos! —nos ordena Maya.

Empezamos a correr por el salón para librarnos de su rayo, el cual destroza todos los muebles del hogar, las pertenencias de los dueños y fotos familiares.

El cachorro del infierno, al vernos correr, se lanza a por nosotros.

—¡Cuidado! —nos avisa Henry—. Sus ladridos son tan potentes que nos echan hacia atrás.

Y seguimos corriendo para evitar esta vez a dos enemigos. La arquera lanza sus flechas explosivas para ralentizarlos, lo cual funciona.

—¡Necesitamos nuestros poderes! —digo a Henry vainilla—. Sin nuestro helado, somos simples humanos.

—Tenemos que llegar al congelador del otro lado de este complejo malvado —señala el congelador que hay a una puerta al fondo.

—Yo distraeré al enemigo. Tengo cautivada al cerebrito —nos guiña un ojo—. Vamos, ¡corred! —y salimos huyendo de aquel villano que será retenido por unos momentos por la arquera.

Poco a poco llegamos al congelador, el cual se vuelve más grande. Pero, al final, nos obstaculiza un gigante verde.

—Oh, no... El protector de los helados.

—¿Qué estáis haciendo? —se agacha bastante para llegar a nuestra altura.

—Oh, protector de los helados —comienzo a orar—. Necesitamos de tus armas para protegernos del dios obvio.

—Dios obvio, ¿eh? No quiero acabar mal, por lo que os daré vuestros poderes —levantamos los brazos, gritando "hurra"—. Pero solo un arma. Una oportunidad. ¿Seréis los elegidos del helado?

—¡Lo somos! —exclama Henry.

—Entonces, tomad —nos entrega un helado a cada uno de nuestro respectivo poder—. Sed uno con el helado.

Conseguido nuestra arma, es hora de volver para ayudar a nuestra querida completa.

—Cariño, ¿qué están haciendo?

—Están jugando a los héroes y villanos.

—¿A estas horas? Hay que dormir.

—Deja que jueguen, Yolanda. Seguro acabarán cansados y dormirán fácilmente.

Corremos donde se crean las explosiones, allá donde la arquera Maya dispara sus flechas explosivas para evitar los rayos del dios obvio. Al llegar, nos ponemos delante de Maya para evitar su rayo con nuestras espadas helado.

—¡Somos los helados de la justicia! Acabaremos con tu reino de terror.

—Intentadlo —vuelve a levantar las manos para lanzar sus rayos.

Dispara, se acerca a nosotros ese haz de luz que amenaza nuestra vida y, al final, acaba siendo desviado por la espada de Henry. Iba a por mí, casi acaba conmigo, pero él me ha salvado.

—Chocolate, es hora de poner punto final a esta batalla —asiento y empezamos a correr hacia él.

Sigue disparando sus preciados rayos de obviedad que intentan deshacer nuestros poderes. Los desviamos, saltamos, intentamos que sus rayos acaben dando a un punto muerto y que las flechas de Maya den el clavo para abrir una brecha en su defensa.

Una acaba explotando cerca de él y le hace perder el equilibrio, cayendo sobre su trasero. Intenta levantarse de nuevo para volver a empezar, pero acabo delante de él, con la espada cerca de su rostro.

—Ríndete, dios obvio Larry. Tu reino de terror ha acabado.

—Yo... —intenta moverse, pero el helado acaba en su rostro. No dice nada hasta pasado un minuto—. ¡Mi cara! —se intenta quitar el helado de la cara—. ¡Mucho frío! Por favor, quitarme el helado —nos acercamos para quitarle el helado de la cara.

Como no, contraataca llevando helado de chocolate a mi cara. Le miro culpable mientras lamo mi boca, saboreando el chocolate.

—Eso es jugar sucio —entorno mis ojos.

—¡Pero estás gracioso! —empieza a reír y Maya ríe a su lado.

—Tengo restos de mi espada en la cara. Soy un pez espada —me hago el pez.

Todos se ponen a reír excepto Henry, quien trae unos pañuelos para quitarnos el helado de la cara. Mientras Larry se limpia, Henry no me deja. Restriega el pañuelo por mi cara, mirando por todas partes por si acaso hay alguna mancha que se le escape.

—¡Ya está! Limpio —sonríe mientras yo estoy sonrojado.

—Gra-Gracias —miro a otro lado, nervioso.

Mi pecho vuelve a acelerarse. ¡Necesito aire!

—Venga, niños —aparece la madre de Larry—. Iros al lavabo a limpiaros las manos y luego a la cama, que ya es hora.

No nos oponemos, estamos cansados después de gastar tanta energía en este momento tan divertido entre nosotros jugando a los súper héroes y villanos.

Supongo que algún día repetiremos. Ha sido demasiado divertido como para no volverlo ha hacer

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