(2)Cap. 4
Alguien está llamando a la puerta. ¿Quién será? Nadie esperaba visita de alguien, o al menos es lo que sé. Tal vez sea una visita familiar sorpresa. La verdad, no me sorprendería, ya que ha pasado bastantes veces durante el crecimiento de la pequeña Paula.
Como sea. Me levanto y salgo de mi habitación para caminar por el pasillo y encontrarme con la mirada de mi madre y mi hermana, quienes se extrañan de quién puede ser.
—Cariño, ¿esperas visita? —niego con la cabeza.
—Tal vez sea la abuela.
—No, me dijo que se fue de viaje con tu abuelo para visitar nuevos lugares.
—Uh, qué raro —me acerco a la puerta, observo por la mirilla, pero alguien se oculta.
Suspiro, sabe que le podemos ver. Esperando alguien conocido, abro la puerta y me encuentro con un rostro que abarca toda mi mente, todos mis sentimientos.
—¡Vainilla! —la pequeña se lanza a sus piernas para abrazarle, pero él la alza con su fuerza.
—Madre mía, sí que has cambiado —Henry ríe levemente.
—¡Has sido un mal héroe! —se sorprende de que ella hable de esa manera.
—¿Por qué?
—Has dejado a tu compañero atrás. Los héroes siempre juntos. Chocolate y vainilla son mis héroes inseparables. Además, desde que te fuiste, mi hermano lo ha pasado mal —agacha la mirada.
—¿Eh? —me mira, yo me lanzo a por las palabras de la pequeña.
—Quiere decir que me he sentido traicionado, hablando sobre la faceta de héroes, claro —risa nerviosa, mi peligrosa enemiga.
—Entiendo —deja a Paula en el suelo—. Pues te hago saber ya mismo que no me volveré a ir —le toca la nariz, esta se alegra al instante—. Ya no más.
—¡Sí! —grita todo lo que puede con ese cuerpo pequeño—. Mis héroes están otra vez juntos —y se va al salón, donde estaba disfrutando de una serie infantil que la mantiene entretenida.
—Siéntete como en casa, Henry —le acaricia el cabello—. Me alegro de verte.
—Igual yo, Yolanda —y mi madre se va tras la menor para vigilarla, hace poco pintó una pared porque se quedó sin papel, así que es un peligro dejarla sola si intenta hacerse la artista..
—Esto... —ya que estamos solos, me pregunto el qué hace aquí—. Siento si suena un poco borde, pero... ¿Qué haces aquí?
—He venido a pasar la tarde contigo —oh, dios, espero que no lleguemos al punto en el que recuerda lo que pasaba de pequeños, sino me pondría muy rojo—. Hace tiempo que no pasamos una, así que será como los viejos tiempos —sonríe, sus mejillas vuelven a ser rosadas.
—Claro... Esto... ¡Sí! ¡Claro! ¡Lo pasaremos genial! O eso espero.
—Hugo, aunque me aburra, estaría bien si me proporcionas tu tiempo —nos quedamos un rato en silencio, a mí me pone incómodo—. ¿Pasamos a tu habitación? De seguro ha cambiado bastante.
—Cierto, cierto... Vamos —caminamos por el pasillo hasta llegar a mi habitación, donde Henry se pone a mirar el alrededor.
Mi habitación a optado por un lugar de libros y juegos que yo mismo he decorado. Varios pósters de distintos juegos que me gustan, ya sean de acción o de aventura, y otros de personajes de películas que se han basado en mis libros favoritos.
Unas pequeñas tablas de madera blanca cuelgan en la pared con figuras que me he ido comprando porque eran adorables a morir.
Una televisión con un par de consolas y unos cuantos juegos pegado a la pared delante de la cama, para cuando no puedo dormir.
Mi cama tiene unas sábanas blancas y azules impolutas, mi ordenador descansa al fondo de la habitación y la pantalla, encendida, muestra el fondo de pantalla junto con carpetas y juegos.
—Vaya... Veo que te gustan los videojuegos.
—Sí...
—Tu habitación mola más que la mía —se sienta en la cama—. Yo tengo un par de cosas de deporte, una consola y poco más.
—Mientras haya una cama, es una habitación acogedora, ¿no crees?
—Ya, pero preferiría dormir aquí antes que en la mía —mira la consola que tiene delante—. ¿Jugamos a algo?
—Vale —me levanto, agarro las carátulas de los juegos y se los muestro para que elija—. Tienes varios, y como eres el invitado, tú decides.
—Vamos a ver —pasa de juego en juego, algunos no le gustan y otros le interesan bastante.
Al final, decidió por uno de peleas para ver quién es el mejor en el campo de batalla. Unas cuantas rondas fueron suficientes para darse cuenta de que machaco los botones en vez de hacer combos estratégicos. El parece estar familiarizado con los botones, los movimientos y el ataque de cada personaje. ¿Se los ha memorizado? Nah, imposible. Eso requiere de un viciado a este juego.
Luego cambiamos a uno de plataformas, donde cooperamos para completar los niveles y obtener recompensas en el avance.
Al final, uno de pura cooperación entre jugadores. Las pantallas están divididas y los subtítulos abajo, traduciendo las frases de los personajes en esta novela interactiva.
Aveces nos equivocábamos y teníamos que repetir la escena, pero mientras esa voz de Henry se dirija a mí, estoy en el cielo.
Su presencia hace las tardes más amenas, más rápidas, como si la lentitud y la rapidez no existiese a nuestro alrededor. En parte, lo aprecio, lo amo... ¡Ojalá se acuerde de todo!
No quiero forzar el recuerdo, tan solo mostraría desesperación, y eso no es bueno.
Al llegar a un punto de guardado, observamos la hora y nos sorprendemos de lo rápido que se han pasado unas tres horas.
—¡Madre de dios! —exclama el gordito—. No me había dado ni cuenta. Esto sí es quedarse viciado a unos juegos —se quita los zapatos y se sienta al completo en la cama, a mi lado.
—Lo demás es tontería —suelto una risa, me levanto de la cama y dejo los mandos al lado de la consola al apagarla.
Cuando vuelvo la mirada, veo a un Henry apoyado en la pared con la mirada baja. ¡Qué repentino!
—Eh, Henry... ¿Estás bien?
—Sí —me siento de nuevo, a su lado—, es solo que me vuelve a doler —se lleva la mano al pecho.
Ay, no... ¿Lo va a recordar o me voy a tener que morder la lengua?
—No sé lo que me pasa últimamente. ¡Me duele el pecho en momentos aleatorios! —tal vez no lo sean—. Desde que corté con mi primera novia, me duele. ¡¿Por qué me pasa esto?! —deja caer su cuerpo en el colchón, boca arriba.
Su cuerpo, con esa panza y sus brazos fuertes, me están dando ganas de apoyarme en su pecho y decirle que todo está bien, que lo que siente es por el pasado. ¡Pero no puedo! Me siento tan mal...
—Hugo, podrías... ¿Podrías darme un abrazo, por favor? —me pongo rojo como un tomate—. Necesito el apoyo de alguien. Por favor, te lo pido.
—Esto... —pienso el cómo abrazarle en la cama sin que parezca que somos novios, ya que todas las posturas cuentan eso.
—Ven —alza los brazos en el aire, me acerco y sus manos agarran mis hombros.
Mi pierna derecha se pone entre las suyas, mis brazos rodean su abdomen y mi rostro se apoya en su pecho. Nos ponemos de lado y ahora nuestras piernas están entrelazadas. Su rostro se pierde en mi cabello y sus brazos rodean mi cintura.
Ese olor... Esa esencia que expulsa... Como la echaba de menos. Un momento, ¡esta es una pose de parejas!
—Gracias, Hugo —susurra en mi cabello—. Tal vez estaría peor si no te tuviera de nuevo.
—N-No es nada, Henry.
—Ojalá no me hubiera separado de ti —lo dice como si él fuera el culpable.
—¡No! Es mi culpa. Dejé que os fuerais para pasarlo bien, cosa que fue bueno, pero al tiempo, nos empezamos a distanciar. Yo lo aceptaba como un idiota, viendo cómo os alejabais... Tendría que haber hecho algo al respecto, pero simplemente... lo acepté, como un idiota.
—También es mi culpa por no haberme dado cuenta. Eres el chico que me dio la mejor infancia de mi vida, y aun así me separo. No entiendo qué hice mal para acabar así.
—Yo lo hice mal. No me acercaba por miedo a estropear los buenos momentos con tus amigos. No quería estorbar —suelto un par de lágrimas—. No quería que me vieras como un extraño, como si no te importara mucho nuestra amistad y sacaras esas palabras que me hacen sentir mal.
—¿Cuales palabras?
—Me lo estoy pasando bien sin ti —susurro.
Levanta mi mirada, seca mis lágrimas con su pulgar y posa sus dedos en mi barbilla.
—No eres una molestia. Nunca lo serás. Te digo que la culpa fue mía. No me acordaba de tu timidez hasta el día en el que llovía y te tropezaste. Debiste de pasarlo mal.
—Mi timidez por ti volvió, y no sé porqué.
—Ya son dos cosas que no sabemos el porqué nos pasa. Tu timidez —espera, ¿se está acercando?—, una arma peligrosa. Haremos que vuelva a desaparecer.
Mi corazón está bombeando sangre a una velocidad vertiginosa. ¡Duele mucho! ¡Se está acercando bastante! ¿Me va a besar? Está cerrando los ojos poco a poco, sus labios están entre abiertos y su mano tiembla.
Acaricio su pecho y noto su corazón ir a la misma velocidad que yo. ¡Le está pasando! Hemos vuelto al pasado, pero sería genial que acabara la distancia.
Digo "sería" porque recibe una llamada muy sonora. Se rompe el trance, se echa atrás y busca su móvil. No deshace el abrazo, lo cual me agrada. Al encontrar su móvil, mira el nombre y contesta.
—¿Diga? —el altavoz del móvil se escucha.
—Ey, Henry. Hay una fiesta en una semana y nos preguntábamos si querrías venir.
—¿Una fiesta? ¿Quién la hace? —me aprieta en su hombro y me mira.
—Sebastián Ramos —ese es el chico que le gusta a Yelin—. Su casa es una pasada y nos ha invitado a todos. Va a haber alcohol y nenas para que te olvides de tus penas. ¿Qué me dices? ¿Quieres venir? Todos estarán contentos de verte.
—Esto... —sus ojos no se despegan de los míos—. ¿Puedo llevar a un amigo?
—¡Claro! Cuantos más, mejor. ¿No crees?
—Sí. Me lo pensaré —¿quiere llevarme a una fiesta?
—Venga, nos vemos mañana en el instituto.
—Hasta luego —y corta la llamada—. Bueno, ¿qué te parece ir a una fiesta conmigo?
—¿Yo? —asiente—. No soy muy de fiestas.
—Entiendo... Pero piénsalo, estarás conmigo.
Es verdad que me gustaría ir con él y que lo que acaba de pasar me ha abierto más ganas, pero el peligro de lo que pueda pasar en una fiesta es infinita. No quiero que algunos borrachos se me acerquen y me suelten improperios. Incluso me podrían violar, ¡podrían hacer cualquier cosa! ¡Incluso haber algunos con navaja!
—Eh, Hugo, ¿estás bien? —me devuelve a su lado—. Estás pálido.
—Es que, pensar en lo que puede ocurrir en esa fiesta, me pone de los nervios.
—No te preocupes, estaré contigo todo el tiempo. No me separaré de ti.
—¿Me lo prometes? —apoya su rostro en mi cabello.
—Te lo prometo —paso mi mano por su barriga.
—Gracias.
Nos quedamos un momento en silencio, hasta que me muevo para levantarme y me retiene en sus brazos.
—Esto... ¿Podríamos quedarnos así un poco más? —me sorprende, ¿se acuerda o no?
Estoy por preguntarle, pero tengo miedo de su respuesta. No quiero arruinar el momento.
—¿Por qué?
—Me siento mejor. El pecho ya no me molesta y estoy muy cómodo.
—Vale. Pero te pido que nos pongamos la manta encima. Está empezando a hacer frío.
—Como quieras —nos separamos para poder levantar las mantas y ponerlas encima nuestra mientras volvemos a la misma posición—. Gracias, Hugo. Eres el mejor.
—Por ti, siempre.
Menuda tontería he soltado. ¡Es para pegarme!
El tiempo pasa, sus brazos no se aflojan y nuestros ojos se van cerrando. Pero... ¿Qué tanto sueño tenemos?
MÁS TARDE, POR LA NOCHE
Yolanda, preguntándose si Hugo y Henry van a cenar juntos, decide ir a la habitación de su hijo para preguntar, por si las moscas.
Lleva toda la tarde con una gran sonrisa al saber que Henry ha vuelto al lado de su hijo. Aún mantiene en su cerebro y móvil la imagen de cuando eran pequeños, durmiendo en el sofá, pegados y abrazados como una pareja.
¡Se moría de ternura al verlos! Tanto que esperaba el momento de cuando se besasen. Lo que no sabe, es que ya se besaron varias veces.
Da un par de golpes a la puerta y entra, hablando antes de entrar.
—Henry, ¿te vas a...? —se queda callada al ver que no hay luz y que suenan un par de respiraciones donde debería estar la cama.
Se acerca lentamente, encendiendo la linterna de su móvil para poder visualizar lo que se espera, y los ve ahí. Dormidos, abrazados y con sus rostros casi pegados.
Por dentro, está gritando como una loca. ¡Esto hay que inmortalizarlo! Piensa bien fuerte.
Apaga la linterna, pone la cámara y enciende la luz por un momento. No parecen inmutarse, por lo que le da vía libre a hacer la foto.
Apunta bien para que salgan los dos tan bien bonitos y saca la foto. Con la emoción palpitando en su pecho, apaga la luz, cierra la puerta suavemente y corre a la cocina mientras envía la foto a Ashley, la madre del gordito.
No pasa ni un segundo cuando recibe una llamada de la misma persona.
—¡Están hermosos! —grita Ashley, mientras que Yolanda se tiene que contener para no despertarles.
—¡Es que me muero! Si cuando era pequeños me mataban de ternura, ¡ahora es por lo hermosos que se ven!
—Me preocupaba el que no volviera, pero, al ver la foto, ¡se lo perdono todo!
—¿Confirmamos que son pareja?
—¿Por qué?
—Porque si así no fuera, no estarían durmiendo de esa forma.
—Cierto... No podemos confirmar, tienen que decirlo delante nuestra, ¿no crees?
—Mierda... —suspira—. Yo que quería decirles "parejita" en cuanto los viera...
—No te desesperes, tía. Tarde o temprano, lo haremos —están decididas a que algún día puedan ponerlos nerviosos por su relación, lanzando miradas pícaras.
Son chicos, algún día tendría que ocurrir el gran momento.
—Uf, qué fastidio —vuelve a suspirar.
Y así es como las madres llegan a hablar sobre su vida cotidiana, lo que hacen el día a día y todo lo que les ha ocurrido durante la semana que no se han llamado ni visto.
Estas madres están locas, pero sus hijos las ven perfectas. Y lo son.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top