(2) Cap. 14
Mis ojos se abren con lentitud para captar una minúscula esfera de luz que significa que el portátil está encendido y con el cargador enchufado.
Giro mi cabeza y me doy cuenta de que la cabeza de Henry posa en mi espalda, abrazándome como si fuera una almohada. Espera... Esto es la cucharita.
Pues se siente bien, solo no quiero que se despierte y note molestia en su brazo. Igual se siente bien sus manos en mi abdomen, apretando su cuerpo con el mío.
Froto mis ojos para que se me vaya la pesadez de los párpados e intento coger mi móvil. Al conseguirlo, observo que Maya me ha enviado un mensaje, uno demasiado corto.
"No estéis toda la noche despiertos."
¡La voy a maldecir si no para de meterme estas cosas en la cabeza!
¿Por qué tengo que soportar esta pesada carga sobre mis hombros? He estado pensando todo el día que Henry iba a hacer un movimiento indecente, que me iba a proponer aquel contacto que te deja exhausto...
¡No pienses así, Hugo! Solo te hace mal, que es lo que ha querido Maya todo el tiempo.
No caeré en sus bromas. Sé que él no me hará nada que no quiera hacer, y ese acto es una de esas.
Las manos de mi gordito se mueven a mi pecho, acariciando esta parte.
—¿Te ocurre algo? —pregunta con una voz somnolienta.
—No, tranquilo —sí, me pasa que Maya sigue jugando con mi mente con solo un mensaje.
—Te has estado moviendo —¿ah, sí?—. ¿Te han llamado o algo?
—Maya es una mala influencia —con lo inocente que era ella antes.
—Ah, entiendo. Me ha estado mandando mensajes también últimamente.
—¿En serio? —espero no sea de lo mismo que a mí—. ¿Sobre qué?
—Cosas —he notado un leve nerviosismo ahí—. Esto... Son cosas entre ella y yo.
—Ah, entonces no es lo mismo que me ha estado enviando a mí.
—No voy a insistir —nos quedamos un momento en silencio—. Eh... ¿Tienes hambre?
—¿Qué hora...? —las diez de la noche—. ¡Hemos echado más que una siesta!
—Eso pensaba. No se escucha mucha cosa en la calle y noto a los grillos.
—Entonces mejor que cenemos algo.
—Pediré una pizza, no vaya a ser que queme algo más en la cocina.
—Mejor así —dejo que quite el brazo debajo de mí y agarra el móvil.
Llama una pizzería que tiene en marcado rápido y, antes de pedir su favorita, me pregunta si me gusta.
No le pongo pegas y la pide.
Mientras tanto, salimos al salón para ver un poco la televisión. Me pide que me siente en medio de sus piernas y yo hago caso.
¡Estoy ardiendo! ¿Tendré fiebre? Henry se pasa de cariñoso. No me molesta ni nada, pero creo que esto es ir demasiado deprisa después de lo que ha estado pasando.
Hemos vuelto a hablarnos hace unos días. Aunque hayamos crecido juntos hasta el instituto, sus gustos han cambiado, su forma de ser también, hay cosas que no conozco de su vida y él igual de mí.
¿Tendré que frenarlo? ¿Dejarme llevar? No quiero que recibamos un duro golpe por esto.
Hemos estado en silencio viendo la televisión con él abrazándome por la espalda hasta que abre la boca.
—Hugo... Sobre lo que hablaba con Maya... Estoy seguro que es lo mismo que te ha estado diciendo.
—¿Me lo explicas? —le miro.
—Es algo sobre... Sobre...
Llaman a la puerta y me levanto.
—Debe ser la pizza.
—¡Sobre algo indecente entre los dos!
Me detengo en mitad del camino. Así que Maya ha estado hablando con él sobre lo mismo. No me sorprende, pero sí que Henry lo dijera en voz alta.
Se levanta y va a la puerta, nervioso.
—Pagaré la pizza.
Abre, agarra la pizza, entrega el dinero y cierra para dejarla en la mesa de café del salón.
Da media vuelta para mirarme a la cara, con las mejillas rojas.
—Siento haberlo dicho, pero es algo que me ha estado rondando la cabeza.
Ahora entiendo que estuviera nervioso nada más venir a su casa después del café con Larry y Maya.
—No... eres el único.
—Entonces tenía razón. Ha estado jugando con nuestras mentes.
Supongo...
—Y no me voy a quedar con los brazos cruzados cuando la idea me gusta y me aterra a la vez.
Se acerca peligrosamente para abrazarme, para hacer que nuestros cuerpos se junten una vez más.
—¿Te aterra?
—El hacerte daño —me besa con esos labios carnosos, con sus mejillas rojas y sus brazos apretando cada segundo.
Esa chispa en mi columna no me deja echarme atrás, tampoco mi corazón.
Intento ser racional, pero la idea me tienta cada vez más.
Mis manos viajan a sus mejillas calientes. Me levanta en el aire y rodeo mis piernas en su cintura. Me pega a la pared y vuelve a besarme con pasión, como si no hubiera un final, como si no existiera ninguna responsabilidad.
Mis ojos cerrados se abren al separar nuestros labios. Me pregunto el porqué, pero me responde pasando su lengua por mi cuello.
Suelto un leve gemido. Me asusto al pensar que me ha escuchado, pero parece hacer oídos sordos porque sigue.
No se detiene. Ataca con lengua, labios y dientes cada parte de mi cuello, sin importarle que me deje alguna marca que nos delate.
Mis manos pasean por su espalda, por su pelo, hombros y, al final, se rinden y dejan caer su peso.
—Siento todo esto —levanta mi camiseta y sigue su ataque por mi pecho.
Se pasea como desea. Arriba, abajo, a la derecha y a la izquierda. Suelta chispas demasiado placenteras. Hasta ahora me doy cuenta que tengo la piel sensible.
¡Henry, espera! Pienso.
Su lengua encuentra mi pezón derecho y hace círculos en ella. Muerde suavemente, con piedad.
Puede que lo sienta, pero no se detiene. Tampoco hago algo para echarlo atrás.
El salón se llena de mis leves gemidos, creando una sensación extraña en su cuerpo. Es como si se envalentonara, como si le diera permiso de que siga. Tal vez sea así.
Me levanta un poco más y camina hacia su habitación, donde me tira en su cama y se echa encima de mí para quitarme la camiseta y volver con lo que estaba, haciendo que mis gemidos vuelvan al aire.
—Hugo, no puedo parar —suelta con sinceridad.
—Pues no paremos —y el tonto soy yo, por no detenerle.
Agarra mis manos, las pone encima de mi cabeza y las retiene con una mano. Con la otra, explora el resto de mi cuerpo. Mi abdomen, mi cintura, mis piernas...
Rodeo su cintura a traición, pero siento algo más.
Está igual de duro que yo, se nota que quiere llegar más lejos.
Deja de atacar mi piel y me libera de su prisión para quitarse la camiseta.
Mi gordito se ve hermoso. Esa barriguita, su pecho fuerte y sus brazos gruesos que he tenido la oportunidad de sentir su fuerza levantándome como si fuera un saco pequeño de azúcar.
—Yo... Explora mi cuerpo si quieres —baja la mirada, teniendo nerviosismo por mis actos.
Como buen chico que soy, me acerco y levanto su mirada para besarle mientras mis manos viajan de su pecho a su abdomen. Todo se siente caliente, se siente demasiado bien.
Sus manos me empujan y me acuestan para dejarle hacer. Posa sus manos en el borde de mi pantalón y me los quita. Igual hace él.
Se acuesta a mi lado y me apega a él, creando contacto piel con piel y juntando nuestro calor.
Es demasiado bueno para dejar escapar esta sensación. No puedo negarme, no puedo echarme atrás cuando hasta mi mente llega a cambiar de parecer.
Agarra mi mano para posarla en su calzoncillo, el cual está algo mojado. Sí, está demasiado duro.
Él hace lo mismo. Noto su mano sobar mi miembro, frotando y creando una respiración entrecortada en mí.
—¿Estás seguro de que quieres que sigamos? —me pregunta—. Puedo detenerme ahora, pero solo si tú me lo dices.
—No —niego con la cabeza—. Todo en mí ha cambiado de parecer. Se siente bien el que me toques. Se siente bien que seas tú.
Tan solo puede sonreír ante mis palabras. Se acerca a mis labios y los saborea una vez más antes de quitar mi bóxer. Se agacha, agarra mi miembro y traga saliva.
Unos segundos después en el que los dos volvemos a pensar una décima vez sobre si esto es lo que de verdad queremos, abre la boca y lame la punta de mi miembro, creando un gemido algo más leve que los de antes.
La mete en su boca caliente y húmeda. Agarro su cabello para hacerle saber que esto es demasiado para mí, que no me he tocado de ninguna manera y que lo que hace me va a hacer estallar en menos de lo que espera.
Capta mi indirecta y para de inmediato. Se levanta y posa sus dedos en el borde de su calzoncillo, preguntando con la mirada si puede seguir.
Asiento con mi cabeza y una sonrisa.
Lo baja y muestra su gordo miembro. Su longitud no es lo importante, pero está bien visto este chico.
Se acerca, lo pone delante de mi cara y se sonroja.
Me acerca y lo agarro. Chorrea sin parar, por lo que paso la lengua para saborear el líquido. No es desagradable, tiene su sabor salado y dulce a la vez.
Su respiración es entrecortada desde que empiezo a pasar mi lengua por todo el miembro. Al final, la meto en mi boca y empiezo a tomar un ritmo que le hace gemir como yo.
Pasa sus manos por mi cabello, mis mejillas, lo que puede de mi espalda...
Esto se siente bien. Me gusta escucharle de esta manera, tal y como yo he estado.
Sigo notando ese sabor salado. Parece que no para de chorrear.
Paro cinco minutos después al sentir un leve dolor en mi mandíbula. Supongo que he estado más de la cuenta.
Trago ese líquido que ha estado expulsando y le miro.
Está más rojo de lo que me esperaba. Me acuesta y levanta mis piernas para dejar mi entrada al descubierto.
Mis mejillas se tornan calientes, ardiendo por pensar en lo que va a hacer.
Se agacha y pasa su lengua por mi entrada. No esperaba que hiciera eso, pero se siente genial.
Mi espalda intenta arquearse al sentir su lengua pasar por mi trasero, mordiendo mi piel, humedeciendo todo lo que puede.
Un minuto después de estar entrando con su lengua y humedeciendo, se pone de rodillas delante de mí y posa la cabeza de su miembro en mi entrada.
—¿Estás listo? —me pregunta, recibiendo afirmación de mi parte—. No te voy a mentir. Esto va a doler al principio, pero iré muy lento. Tú me avisas cuándo puedo ir más lejos.
Empuja levemente, dejando que su cabeza entre con facilidad gracias a su saliva y al líquido que suelta.
Aprieto mis dientes. Se detiene al notarlo. Duele bastante y es normal, es mi primera vez haciendo algo así. Haciendo el... amor. ¿Amor? ¿Puedo llamarlo así? Yo lo quiero, ¿pero él lo llamará así también?
Mi interior se dilata, se relaja y doy permiso en entrar más allá. Aprieta y deja que el resto de su miembro entre lentamente.
Siendo así de gordo, el placer y el dolor es máximo en mí.
—Se siente demasiado apretado —dice, respirando con dificultad—. Se siente demasiado bien.
Sale un poco y vuelve a entrar con la misma velocidad. Mis gemidos se intensifican ante sus movimientos. Cada vez que hace eso, es como si mi cuerpo suplicara por más, como si deseara que no parase hasta que se hartara.
Toma una mayor velocidad. Mi posición solo me deja tocar mi propio miembro, pero si lo hago puede que yo acabe en menos de un minuto.
Mientras sigue con sus estocadas, se agacha y me besa con pasión, juntando nuestras lenguas, nuestra saliva.
Todo lo que hace me vuelve loco, me hace caer en sus brazos, en sus deseos.
No para de besarme, no para de darme estocadas, de hacerme sentir en las nubes del placer.
¿Qué es este cosquilleo que siento?
—Hugo... Si sigo así, me voy a correr pronto.
—Pues... no... pares —intento decir con todos los gemidos que salen de mí.
—Puedo... ¿Puedo soltarlo dentro de ti?
—Sí... ¡Sí!
Con mayor fuerza que antes, ese cosquilleo aumenta hasta llegar a la punta.
Mis gemidos se vuelven más fuertes. Eso hace que su corrida llegue antes.
Suelta un gruñido que me muestra su final, igual que el mío.
Ese cosquilleo se convierte en mi corrida y él acaba soltando todo dentro de mí.
Lo mío es poco, mi abdomen no está tan lleno, pero ahora a saber cuánto me habrá llenado a mí.
Nuestras respiraciones son entrecortadas. Nuestros cuerpos están sudados y él sigue dentro.
La va sacando poco a poco, intentando que sea lo menos lastimoso posible. Al estar totalmente fuera, se acuesta a mi lado e intenta descansar.
Con una leve risa, empieza a hablar.
—Esto... Gracias, Hugo.
—¿Por qué?
—Por estar conmigo. Por dejarme cumplir uno de mis sueños.
—¿Uno de tus sueños?
—Hacer el... amor —¡lo ha dicho! Entonces es lo mismo que pienso yo—. Era mi primera vez.
—Igual para mí —espera, ¿no lo hizo con su novia?
¿Entonces soy el primero con el que lo ha hecho en toda su vida?
—Es embarazoso decir esto, pero he estado todo el tiempo a pajas. Incluso cuando tenía mi novia.
—No quiero que hables de ella ahora mismo. Esto es entre nosotros dos y hemos disfrutado. Sigamos pensando así hasta mañana.
Me da un beso en la mejilla.
—Tienes razón.
—Y más razón tengo cuando te digo que necesito ir a la ducha.
—No te lo niego. Vamos —nos levantamos y vamos al baño.
Toallas listas. Ducha lista. Entramos y, antes de dejar que el agua fluya, Henry me agarra y me hace rodear su cintura con mis piernas.
—¿Qué haces?
—Empuja.
—¿Qué? —no le entiendo.
—Saca todo lo que te he dejado dentro —ahora sí.
—¿Estás seguro?
—Es mi semen, estamos en la ducha... Creo que estoy seguro.
Intento echar todo como si estuviera utilizando el retrete. Creo haberlo conseguido cuando escucho un golpe en el suelo, como de algo líquido. Pero no solo una vez, sino varias.
—Eso es mucha leche. Creo que te he llenado de más.
—Se... siente bien.
Pasa su dedo por mi entrada, intentando abrirme un poco para ver si me queda algo más dentro. Cuando la respuesta es negativa, me deja estar de pie y deja que el agua caiga.
*-*UNOS MINUTOS MÁS TARDE*-*
Salimos del baño totalmente secos para recoger nuestra ropa. Mi gordito me detiene y me pide estar en calzoncillos esta noche.
¡No puedo negarme a esa sonrisa! Acepto y nos quedamos tal y como ha pedido.
Vamos al salón y vemos la caja de la pizza, la cual no se ha abierto en todo lo que lleva de noche.
Cuando la abre y me mira cuando la toca.
—Está templada. Aún se puede comer sin problema.
Suelto una leve risa.
—¿Mientras vemos una película? —pregunto.
—O una serie.
—O un anime —digo al recordar que tenemos ya una serie empezada.
—Cierto. Voy a por el portátil.
Ahora pienso... ¿Cuánta suerte he tenido al estar aquí con él de esta manera?
¿Estoy soñando?
Y lo más importante de todo... ¡Maya es una maldita bruja! ¡La quemaré al verla!
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