(2)Cap. 1
Segundo mes cursando cuarto de Educación Secundaria Obligatoria. Mi último año antes de meterme en bachillerato.
Ha sido un largo camino repleto de cambios que me han molestado con frecuencia, pero seguidos de otros que me han llegado a apoyar y a seguir el día a día como si nada hubiera pasado, aunque solo me estuviera mintiendo a mí mismo.
Dieciséis años... La vida se me ha pasado muy rápido. Y más que ahora estoy tumbado en la hierba de un trozo del instituto para mirar el cielo y pensar sobre todo. No sé en qué quiero pensar ahora, a lo mejor simplemente quiero dejar que el timbre suene para seguir con las clases e irme a casa lo antes posible.
Cerraría los ojos, pero tampoco es necesario.
—¡Hugo! —una voz chillona me saca de mi ensoñación, como ya es costumbre—. ¿Estás bien? No has sacado ni el almuerzo —me siento correctamente y miro a los ojos de mi amiga.
—Lo siento, Yelin. No tengo hambre —lo mismo de casi todos los días, solo me traigo el almuerzo por si acaso cae un rayo de esperanza y me entra hambre.
Yelin, una chica de mi edad de cabello castaño liso corto y orbes azules que hechizan con facilidad. Se convirtió en mi amiga en segundo de la ESO, lo cual agradecí al destino.
—Como todos los días —mi mente parece leer sus palabras—. Hugo, me sigues preocupando todos los días. Sé que es por lo que te ha estado pasando, pero si pasa será por algo.
Yelin no está equivocada.
Henry, Larry, Maya y yo entramos el primer día de instituto con una alegría infinita, pero... Digamos que todo lo bueno se acaba.
Estuvimos en clases separadas, todos nosotros. No hubo problema en juntarnos en los recreos. Pero después, las nuevas amistades les invitaban a ir con ellos a sus grupos que parecían más interesantes.
Primero fue Maya, con sus amigas que la invitaron a tomar algo, la raptaron de nuestro lado. Larry fue el siguiente, siguiendo a Maya para no perderla de vista. Ahora mismo se llevan mejor que antes.
Pero lo peor fue cuando Henry se fue de mi lado. Al principio, me preguntaba si podía ir con aquellos chicos que lo invitaban a un partido. Le dije que yo no lo controlaba, que se divirtiera todo lo que quisiera, pero fue a peor.
Después de los partidos de baloncesto y fútbol, aclamaban su presencia. Se convirtió en el chico más social y agradable del instituto. Nadie se burlaba de cómo era físicamente, por lo que me alegraba.
Henry acabó por irse con sus amigos sin decirme nada. Ya no nos juntamos por las tardes para hacer nuestros deberes, ¡ni para tomar algo! El grupo se disolvió, se rompió y se quedó en el olvido.
No quiero sonar egoísta ni nada, pero ojalá no se hubieran alejado de mi lado. Con su lejanía, mi vida se ha convertido en un continuo pensamiento doloroso.
Vive y deja vivir, me repito una y otra vez, pero me es imposible.
Larry y Maya se llevan genial, tanto que parece que se han olvidado de sus amigos de la infancia.
Y Henry... Está más hermoso que nunca. Sus mejillas rosadas y su sonrisa alegre me cautiva mucho más.
A esta edad entiendo lo que hicimos a joven edad. Lo que nos pasaba era amor, y ese amor parece no afectarle hoy en día, por lo que sufro por él.
Ojalá tuviera las agallas de levantarme, correr hacia él y abrazarle fuerte, tanto como de pequeños.
De verdad... Lo hecho de menos.
—Hugo... —me giro para volver a verla—. Tienes una... lágrima.
—¿Eh? —me llevo una mano a los ojos y, en efecto, estoy llorando—. Lo siento, solo recordaba.
—No sigas, solo te hace daño.
—Es normal. Una amistad de once años tirada a la basura —agacho la mirada, ella sabe todo de mí y yo de ella—. Me habría gustado ser egoísta por un instante y no separarme de ninguno de ellos.
—No puedes exigir tal cosa —sentada y abrazando sus piernas, apoya su cabeza en las rodillas—. Ya sabes que los dos hemos perdido amistades muy valiosas, pero hay que dejar libre lo que quieres para que algún día cambien, florezcan y lleguen a ti con una sonrisa de gratificación.
Se me olvidaba que ella es muy filosófica, ha salido a su padre, el cual no para de hablar con refranes y metáforas.
Siempre me ha dicho que no podría haber cambiado nada. Le doy la razón.
—Debo mirarlo por el lado positivo. Si no me hubiera quedado tirado, no te habría conocido y estarías sola —le doy con el codo en el brazo, con una sonrisa triste.
—¿Y estás feliz por ello?
—Sí. Siento que no soy el único en este mundillo.
—Así es. No eres el único al que le pasa. Ocurre cada día, cada minuto, en todo el mundo.
—Lo sé —vuelvo a mirar el cielo, el cual ya se está nublando.
—Los del tiempo han dicho que va a llover un buen tiempo. Parte de hoy y los dos días siguientes.
—Como le gusta al clima reflejarse en mí —recibo un golpe en el hombro con una leve risa.
—¡No seas tonto! —se levanta y justo se lleva la mano a la nariz.
—¿Qué pasa?
—Me ha caído una gota —al instante, siento caer una en mi mejilla.
Pasados un par de minutos, una fuerte lluvia se aproxima.
—¡Corre! —agarra su mochila y salimos corriendo bajo la lluvia que acaba de llegar con risas.
Hacía tiempo que no corría bajo la lluvia con mi amiga Yelin. Es todo risas por el hecho de que tenemos que correr por resguardar nuestra ropa de la humedad que nos amenaza por enfermarnos una semana.
Corremos como locos con nuestras mochilas siendo utilizadas como paraguas provisional y llegamos con algo de humedad en nuestros pantalones.
Ya entro de uno de los módulos, el cual es de nuestra siguiente clase, nos miramos y reímos.
—¡Mi pantalón está mojado! —digo, intentando secar la tela con mis manos.
—Yo espero que no haya profundizado más allá —cruza los dedos.
Hay mucha gente en este módulo. Tanta que parecen las gradas durante un partido de fútbol oficial del instituto.
Un par de toques en mi hombro de mi amiga con una mirada pícara me insisten en dar media vuelta, por lo que hago caso por no tener nada más que hacer y le veo.
—Es tu querido Henry, ¿no? —en efecto, es él.
Su altura que supera la mía, su panza que dan ganas de estrujarla, su sonrisa que muestra ignorancia a la lluvia, sus mejillas rosadas que tanto tocaba de pequeño, su cabello un poquito más largo y suave y sus manos un poco más grandes que las mías...
Henry, el chico del que estoy enamorado hasta los huesos.
—¿Por qué no vas a hablar con él? —tras esa pregunta, los amigos del gordito aparecen.
—No lo creo. Solo molestaría —agacho la mirada, triste.
—¡No seas tonto! Estoy seguro de que quiere hablar contigo.
—Si así fuera, ¿por qué no vino antes? —no me mandó ningún mensaje, ninguna visita a casa y tampoco intercambio de miradas.
—Tal vez no encontró un buen momento. El instituto quita tiempo.
—¿También los veranos?
—Bueno, puede que te haya olvidado un poco, ¡pero aprovecha ahora! ¡Es una gran oportunidad!
Parece que le invitan a irse al segundo piso de este módulo. Ya es tarde.
—Mejor no. Está feliz con sus amigos.
—Tonto —me agarra del cuello de la camisa, me arrastra por unos segundos y me detiene—. Espero que me lo agradezcas —con gran fuerza, empuja mi cuerpo para tirarme al suelo.
Grito como loco, siento que mi cuerpo vuela y se prepara para el impacto del duro suelo que hará crujir mi espalda como si de patatas fritas se hablara.
Listo para el impacto, el cual nunca llega. He cerrado los ojos por el miedo. Los abro y me encuentro con una mirada verdosa al revés.
¡Reconozco esa mirada en cualquier ángulo!
—Hugo —es el primero en hablar en este accidente intencionado.
—¡Henry! —me enderezo deprisa—. Y-Y-Yo... —ya empiezo a tartamudear—. ¡Lo siento! Ha sido sin querer. Siento si te he molestado.
—Hugo, yo...
—¡A-Adiós! —tras ese último tartamudeo, salgo corriendo a mi amiga.
Veo que sus amigos se lo llevan al segundo piso. Se ha quedado mirando para atrás, como buscando mi mirada, pero no la ha recibido.
¡¿Pero por qué he salido corriendo?! Hace tiempo que no me pongo tan nervioso y que tartamudeo... Mi timidez se disparó con él. Fue algo muy extraño, y no me gustó. ¡He quedado en ridículo en frente de él!
—¡Eres idiota, Hugo! —me golpea en la cabeza, no con suavidad, sino con fuerza—. La última vez que hago algo por ti.
—¡No te pedí que lo hicieras! Lo he pasado fatal. Ojalá no lo hubieras hecho —estoy que rompo a llorar.
Suspira y niega con la cabeza.
—Sabía que eras tímido, pero no me esperaba que reaccionaras de tal manera con él.
—¿Y cómo esperas que reaccione? Es alguien que no conozco por dos años. ¡Todo en él debe de haber cambiado!
—No exageres. Esperaba que duraras al menos un minuto.
—¿Y cuánto duré?
—Diez segundos —nuevo récord—. Superaste el récord de cuando te presentarse al club de lectura.
—Ahí fueron siete segundos debido a la presión de la presentación. ¡Todos me miraban! Tantos ojos puestos en mí me hizo huir. Por eso soy el hazmerreír.
Por mi timidez, la gente se ha estado burlando un poco de mí. Yelin es la única que les hacía frente para ayudarme. Así es como la conocí.
Durante una burla de un par de populares, ella salió de la nada y se plantó delante de mí para dejarles claro que mi timidez es algo normal, que ellos eran los idiotas por burlarse de mí.
Se fueron. Se presentó de manera educada y me invitó a algo de almorzar, ya que no llevaba nada. No me dejó decir nada y me auto invitó.
Después de eso, nos convertimos en amigos. Mi timidez con ella no es nada, pero con otras personas es algo basto, como en infantil, cuando Henry me presentó a un grupo de niños.
Aún es difícil, pero me esfuerzo por superarlo y poder hablar con normalidad.
El timbre suena y los alumnos van a sus clases, otros salen para correr a sus módulos y algunos se quedan en los pasillos.
—Vamos, toca matemáticas. Y con este clima, dudo que esté de buen humor.
Hago caso a su orden y nos ponemos de camino a nuestra clase.
Solo puedo decir una cosa buena de todo este alboroto. Algo que echaba muchísimo de menos.
El volver a sentir las manos de Henry sobre mí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top