Capítulo 6
William llegó a la oficina iracundo, su secretaria, Kath, se sobresaltó al verlo pasar junto a ella, sin siquiera saludarla entró al despacho y cerró la puerta con violencia, haciendo que la mujer pegue un respingo en la silla.
Él tomó asiento y apretó el botón de su intercomunicador para hablar con su asistente. Kath no esperó al segundo tono, porque, por experiencia sabía que no era bueno hacer esperar al jefe.
—Señor Campbell —habló la mujer intentando sonar agradable.
William sabía que el timbre de voz era tan fingido, como sus siliconados senos. Puso los ojos en blanco, sin embargo, se limitó a solicitar lo que quería.
—Necesito que llames a mi hermano y me traigas los informes de pedidos de materia prima del último mes —gruñó y colgó sin esperar respuesta.
—Sí, señor —respondió ella, aunque él ya había cortado.
El hombre tamborileaba con los dedos sobre el escritorio, la impaciencia lo carcomía, necesitaba saber cómo era posible que la destilería más prestigiosa de toda Escocia, saque al mercado un whisky tan horrible, pero más allá de la deshonra y la rabia que le causaba eso, no era lo único que lo preocupaba.
En la mente de William se seguían reproduciendo las palabras de aquel anciano, la escena de la espada atravesando sus entrañas y el dolor horrible. Las ganas de entender esa locura lo tenía intrigado e inquieto. Un hombre tan controlador como él no podía dar pie a lo irracional, y en esa misma categoría, entraban sus ganas de volver a ver a la señorita estornudos. Decidió que aparecería en la cena, pero primero debía solucionar lo del whisky adulterado. En ese momento entró su hermano, claro que sin anunciarse o pedir permiso.
Con expresión de suficiencia y ese andar engreído del que hacía gala, Gregor caminó hasta el escritorio de William y se sentó sin esperar a ser invitado.
—Me informaron que su majestad necesitaba hablar conmigo de manera urgente —dijo y sonrió de lado.
—No estoy con ánimos de aguantar tu cinismo, hermano —resopló y se puso de pie, rodeó el escritorio y tomó asiento en la silla frente a Gregor—. Tenemos un grave problema, si nuestro padre se entera le dará un síncope, por lo tanto, necesito que me ayudes.
—Tú dirás —respondió Gregor y encendió un cigarrillo para luego acomodarse, y escuchar a William.
—Hay problemas con el whisky, no sé si es con toda la producción o con una parte de ella. Tenemos que hacer examinar toda la producción del último mes, eso llevará tiempo y dinero, sabes que no me gusta perder dinero —se pasó las manos por el rostro—, además de analizar los últimos pedidos entregados a los clientes, no podemos exponer a la empresa a un escándalo.
—Eres demasiado alarmista, seguro que no es nada…
—A la mierda, Gregor. —Se puso de pie y caminó de un lado a otro como un animal enjaulado.
—Hermanito…
—Y los cojones, hermanito un cuerno —gritó—, tú, tú eres el responsable del departamento de calidad —lo apuntó con el dedo—, ¿dónde estabas cuando sucedió esto, Gregor? Es nuestro negocio, nuestro legado es el que pende de un hilo.
—Me encargaré de revisar todo, iré en persona a visitar a cada cliente para analizar nuestro producto. —Se defendió, Gregor.
—Espero que no pase a mayores, debes ser más responsable, estoy cansado de arreglar tus desastres, yo puse la mano en el fuego por ti, me enfrenté a nuestro padre para que regreses a la empresa…
—Lo sé —lo interrumpió Gregor—, tu eres el hijo perfecto, el que nunca se equivoca.
—Vas a empezar a hacerte la víctima —respondió William e intentó tranquilizarse y añadió—: necesito que me ayudes, tenemos que trabajar juntos, codo a codo, recuerda que estamos en el mismo equipo, no debemos competir entre nosotros.
—Es hermoso el discurso motivador que intentas darme, pero es mejor que empiece con la inspección, si me permites, me retiro —dijo Gregor, le dió una última calada al cigarrillo, lo tiró al suelo y apagó pisandolo.
William lo miró, pero no dijo nada, aunque odiaba el tabaco, sabía que Gregor hacía eso para provocarlo.
—Máximo dos días, es todo lo que te doy para que me traigas resultados y soluciones —le advirtió William y volvió a sentarse en su sillón.
—Cómo usted diga, jefe —retrucó Gregor con ironía.
Salió y cerró la puerta, miró con lujuria a Kath, que en ese momento estaba de espaldas frente a la impresora y se acercó a ella.
—Te han dicho que te ves muy bien —susurró muy cerca del oído de la mujer.
—A diario, señor Gregor —ronroneó la mujer y pegó su espalda al cuerpo de él.
—¿Tienes algo que hacer esta noche? —indagó el hombre.
—No, pero acepto sugerencias —susurró en tono sensual Kath.
—Esperame con la cena lista, a las diez estaré en tu apartamento —dijo Gregor y mordió el cuello de la mujer.
—¿Te servirás el postre también? —preguntó ella en un suspiro.
—Creo que será lo único que tomaré del menú…
El intercomunicador sonó arruinando el momento.
—Está insoportable hoy —dijo ella y corrió a atender.
—Nos vemos más tarde, preciosa —dijo Gregor y se fue.
—Señ…
—Haz que traigan una camisa de mi casa —le ordenó William y cortó.
La jornada laboral transcurrió con rapidez, entre informes de compras, ventas y visitas a las instalaciones de la destilería. William no pudo averiguar nada sobre el defecto que presentaba el whisky, pero al terminar el horario de trabajo sonrió con la esperanza de poder volver a ver a la joven americana. Se tocó el pecho, justo donde lo mojaron con el café, y recordó que también estaba lo del anciano de la noche pasada.
Al llegar a su casa y entrar al dormitorio observó la gran y pesada espada que yacía sobre el buró. Era hermosa, se notaba que era muy antigua y, seguro que cualquier coleccionista pagaría mucho por ella. Recordó que el padre de Rob tenía una colección de este tipo de armas.
«Mañana iré a charlar con él», pensó y se desvistió para darse una ducha. Si quería acercarse a la chica extranjera, debía eliminar cualquier vestigio de su perfume. Cuando salió de la ducha recordó que debía hablar con su futura prometida, buscó su móvil y tecleó un mensaje para Emma, avisando que tenía una cena de negocios. No le gustaba mentir, pero no pudo hacer otra cosa.
Emma_ 19:00
No te preocupes, querido, ya estoy acostumbrada a tus desplantes.
Solo recuerda que muy pronto eso va a cambiar.
William no pudo evitar voltear los ojos con hastío ante la respuesta, sin embargo, se sintió un poco más tranquilo.
River desbordaba emoción, y no era para menos, Rob era muy guapo, justo lo que necesitaba para quitar de su mente el clavo de su ex. Elaine escuchaba su algarabía desde la habitación, mientras elegía la ropa que se pondría. La chica era sencilla, pero por que la vida la obligó a serlo, y ahora resultaba ser heredera de un castillo, aunque no sabía cómo vestir de manera elegante.
—¡Escucha, Elaine! —exclamó River al salir del baño y empezó a cantar—: ¡para hacer bien el amor hay que venir a Escocia! Sin amantes, quién se puede consolar, sin amantes, esta vida es infernal!
—Rafaella Carrá debe estar retorciéndose con tu versión, además desafinas.
—¡Lo importante es que lo hagas con quien quieras tú! —canturreo River y señaló a su amiga—. ¡Y si te deja no lo pienses mas, buscate otro más bueeenooo, vuélvete a enamoraaaar!
—¡No entiendo tu emoción! —Elaine imitó el tono de la música .
—Es que no puedes ser feliz por mí, creo que le pediré al tal Rob que esta noche use su falda —dijo River mientras bailaba emulando a la cantante.
—No tengo la menor duda, pero, intenta no pensar mucho en descubrir que hay bajo esa falda y ayúdame a elegir un vestido.
Elaine tiraba los vestidos de un lado a otro, porque no podía decidirse, pero tampoco entendía su preocupación, ella, ¿en verdad quería verse bonita esa noche?
—Es en lo único que pienso, necesito descubrir qué esconden bajo la falda, no seas aguafiestas —dijo River y siguió cantando.
—Y yo… en salir viva de esa cena —dijo, y pensó en el Escocés gruñón.
—Ay, amiga, a mí solo me importa el hotelero, voy a disfrutar el tiempo que esté aquí, porque cuando regresemos tendré que hacer frente a mi triste realidad. Toma, ponte este vestido, se te va a ver de infarto, quién sabe y aparece tu víctima y las dos terminamos dándonos una alegría. —Le arrojó la prenda a Elaine.
—¡Qué dices, estúpida! Ninguna triste realidad, seremos millonarias, creo.
—Tú serás millonaria, y seguro me cambias por una de las Kardashian.
—¡Ridicula! Las Kardashian no tienen tu estilo, pero disfrutemos de Escocia mientras estemos aquí —Elaine comenzó a ponerse el vestido que River le arrojó.
—Entonces, a disfrutar, amiga. ¡Todos dicen que el amor es amigo de la locura, pero yo que ya estoy loca es lo único que me cura! —siguió cantando River mientras se vestían.
—Solo te pido una cosa, River —dijo Elaine.
—¿Qué? —preguntó la otra chica al tiempo que se rebuscaba en su neceser.
—No cantes frente a Rob, vas a perjudicar a su amiguito. —Sostuvo el pintalabios y se lo mostró.
—Te aseguro que el tipo de concierto que le voy a dar no afectará al amiguito, al menos no de manera negativa.
—Si tú lo dices, es un consejo de amiga, sabes que te quiero mucho.
—Mi mamá conquistó a mi papá con esta música.
—Tu mamá canta bien, en cambio tú —Elaine sonrió mientras se aplicaba el rubor—, tú eres buena haciendo planes de negocios.
—¿Sabes en qué otra cosa soy buena? En la puntualidad, y tengo una cita con una falda escocesa.
—Ya estoy lista, solo me falta la máscara de pestañas.
Las chicas salieron de la habitación, en tacones y cabello suelto, River no dejaba de cantar la música, y a pesar de ser desafinada, los hombres y mujeres que pasaban junto a ellas, volteaban a ver a la joven alegre. La verdad es que miraban a ambas, pues estaban radiantes.
En la planta baja, el botones las esperaba y las guió hasta un salón privado, en la parte trasera del hotel. Como todo en ese idílico lugar, estaba decorado con estilo y elegancia. Las chicas entraron y se sorprendieron, en el fondo, junto a un gran ventanal estaba puesta la mesa. La vista era preciosa, los picos nevados de las montañas al fondo, y un gran lago iluminado por la luz de la luna.
—Tienes razón —dijo Elaine—. En Escocia podemos enamorarnos.
Elaine observó el hermoso paisaje nocturno, que ni en sus más locos sueños podría acercarse a la belleza que Escocia podría ofrecerle, sintió una conexión mágica con el lugar. Era como estar en casa, en su hogar.
—Señoritas, las guiaré a su mesa —dijo un mozo e hizo un gesto con la mano indicandoles el camino.
—¡Desde esta noche cambiará mi vida, desde esta noche, desde esta nooocheee! —coreó River.
—Ya deja eso, River. Sí por favor —respondió Elaine al mozo.
Siguieron al joven hasta el lugar que había sido preparado para ellas, cuando estaban por tomar asiento y, como era de esperarse, el camarero separó las sillas para cada una.
—Podría acostumbrarme a esto —murmuró River a su amiga —. Si no me cambias por alguna Kardashian, claro está.
—Mmm… creo que yo también podría acostumbrarme —secundó Elaine—, puedo contratarte como dama de compañía —bromeó.
—¿Vuestra merced se tragó a un payaso? —retrucó River y rió.
—Señoritas —las interrumpió Rob—, disculpen la impuntualidad, pero estaba tratando un asunto urgente —se excusó.
—Yo te espero todo lo que quieras —susurró River.
—No se preocupe —dijo Elaine e intentó ponerse de pie para saludarlo.
—Por favor, no se molesten, ya nos traen la cena, espero les gusten nuestros platillos típicos —dijo el hombre y se inclinó a tomar la mano de River y dejó un beso en ella—. Estás hermosa —dijo y la miró a los ojos.
—Me puse lo primero que encontré —balbuceó ella.
«Por Dios», pensó Elaine y volteó los ojos.
—Usted también está muy bonita —dijo dirigiéndose a Elaine, pero sin dejar de sostener la mano de River.
—Oh, gracias, yo sí me rebusqué bastante —dijo Elaine con socarronería.
—No hace falta que seas tan honesta —susurró River al oído de su amiga.
—Tu highlander no trae falda —le devolvió Elaine.
Elaine intentó no reír, y River hizo el mismo esfuerzo, sin embargo a ambas se le escapó una risilla cómplice.
—Muy buenas noches, espero me permitan acompañarlos —dijo William, que tomó por sorpresa a su amigo y, como no, a las mujeres, en especial, a Elaine.
—William… viniste —dijo Rob con una sonrisa forzada.
—Dije que haría el intento y aquí estoy, amigo —mintió.
Rob estaba algo incómodo, no por la presencia de su amigo, a decir verdad, estaba feliz de verlo, pero con tan solo imaginar a Emma enterándose de que William estaba en el hotel, de noche, en una cena tan íntima, sentía terror.
William saludó primero a River, estrechando su mano y luego a Elaine, a quién tomó con más fuerza que a la primera, miró a sus ojos y con una media sonrisa, sin soltar el agarre se sentó al lado de la americana.
—Llegué justo a tiempo —dijo William con los ojos puestos en Elaine, y con delicadeza soltó la mano de chica.
—Por supuesto, le pediré al mozo que prepare otro puesto en la mesa —dijo Rob y lo miró con los ojos entrecerrados.
—Gracias, lo único que pediré es que esta noche no sirvan whisky —William habló y miró a su amigo, esta vez con un gesto divertido, no como por la mañana.
—Solo vino, no te preocupes —respondió Rob.
—¿De dónde son? —indagó William.
—Norteamérica —respondió River.
—¿De qué ciudad? —insistió William.
—¿No sabes cómo iniciar una conversación verdad? —interrumpió Elaine.
—Mi amigo está fuera de forma, tenganle paciencia —contestó Rob y sonrió.
—Su amigo no tiene tacto —retrucó la chica.
—Hablando de tacto. ¿Cómo está su mano? —preguntó William.
—Bien, y no gracias a usted.
William intentó ocultar su sonrisa, pero esta logró dibujarse de igual manera en su rostro, Elaine vio el gesto, y aunque le pareció muy sexy, decidió ignorarlo, se cruzó de brazos, y arrugó la nariz. Rob solo levantó la mano para llamar al camarero, era hora de servir la cena, a ver si así lograba deshacer el lío que su amigo ocasionó.
Comieron y bebieron mientras River les contaba la historia del viaje a Escocia. Charlaron con soltura y en completa armonía. De vez en cuando, William le echaba una mirada de reojo a Elaine, y ella a él. Y cuando la noche estaba llegando a su fin, el móvil de William empezó a sonar con la alerta de mensaje.
Rob sospechó que era Emma, eso lo acojonó, esa mujer era de armas tomar. Muy capaz de venir hasta el hotel. Tenía un radar, o, mejor dicho, parecía que le había puesto un chip con GPS a su amigo. William desbloqueó y leyó el mensaje, cuando terminó levantó la cabeza de golpe, volvió a mirar el teléfono y marcó un número.
—Estaré ahí en cinco minutos, no le digas nada a mi padre y llama a Gregor —dijo y cortó, guardó su celular en el bolsillo interno de su saco y se levantó.
—¿Qué pasó? —le preguntó Rob.
—Hay un incendio en la destilería —respondió—. Me van a disculpar, pero debo ir a ayudar.
—Te acompañamos —dijo Elaine, pero él ya se fue, corriendo cruzó la puerta de salida.
—Debo ir con él —dijo Rob y se puso de pie.
—Nos vamos contigo —corearon las mujeres y lo siguieron hasta el aparcamiento.
El viaje fue de lo más incómodo, William estaba a media vena de saltar del coche, y a cada segundo en medio del silencio y el coqueteo de Rob con River se preguntaba ¿Por qué decidió que era buena idea ir los cuatro juntos? En otras circunstancias no hubiera dejado ni que Rob lo acompañara, pero estaba tan ido en la urgencia que no le dió tiempo de evitar que se vinieran con él.
Elaine, sentía la incomodidad del hombre, y no sabía qué decir o hacer, así que optó por callarse, aunque muy en el fondo le hubiera encantado dar una palabra de aliento, de esperanza o de fe, ¿Pero quién era ella para dar ese tipo de mensajes? Comprendía a la perfección la sensación de pérdida.
Finalmente, llegaron a la destilería, el fuego era inmenso, el olor a alcohol y madera quemada llegaba a la nariz de William e invadía por completo sus fosas nasales. A lo lejos se oían las sirenas del carro de bomberos, el murmullo de las voces de las personas y el crepitar de las llamas, el joven William solo pensaba en su familia y al legado de siglos hacerse cenizas.
Sin pensarlo, William se lanzó, corrió hasta el lugar. Rob intentó detenerlo, pero fue imposible, al ver la escena, Elaine se quitó los tacones y echó carrera tras él. William al llegar al área que se estaba incendiando, vio a un hombre escabullirse hacia el callejón que llevaba a los edificios administrativos. Lo siguió, no sabía muy bien porqué, pero le pareció sospechoso, en la oscuridad del trayecto que separaba a los edificios, el hombre se detuvo, se giró y disparó, la bala dio justo en el hombro de William, volvió a gatillar, dando en el lado izquierdo del pecho del joven.
William se llevó las manos a ese lugar y vio cómo su sangre salía a borbotones, regresó la mirada hacia dónde estaba el criminal, pero ya había desaparecido. Elaine, que estaba tras él, cuando vio la escena, corrió con más fuerza para llegar hasta el hombre que se desplomó en el suelo mientras el otro escapó.
—No te preocupes —tartamudeó y se arrodilló junto a William e intentó contener la hemorragia con las manos—, no, no , no —repetía desesperada—, iré a buscar ayuda —le informó y corrió hacia donde se habían quedado Rob y su amiga.
—¡Por Dios! ¿Qué te pasó? —gritó River cuando la vio bañada en sangre—. ¡Rob! —llamó la atención del hombre que discutía con un bombero que les prohibió el paso.
—¡Señorita! —exclamó Rob cuando vio a Elaine—. ¡Necesitamos un médico, urgente! —ordenó al bombero.
—Yo estoy bien, es William… —dijo sollozando.
—¡¿Qué le pasó?! ¡¿Dónde está?! —preguntó Rob con desesperación y sostuvo de los hombros a la joven.
—Está allá. —Elaine señaló el lugar.
—¡Un médico, una ambulancia! —volvió a gritar Rob—, vamos, muéstranos dónde está. —Empujó con fuerza al bombero y siguió a la chica.
¿QUÉ PASARÁ CON WILLIAM?
SI SE SALVA DE ESTA ¿PODRÁ INICIAR UNA CONVERSACIÓN DECENTE?
🤷🏻♀️🤷🏻♀️🤷🏻♀️
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