William llegó a la oficina aún con la voz de Elaine en su cabeza, no podía creer que la mujer se tomó toda la historia de una. Él seguía en negación, le parecía absurdo que fuera tan alegre y fresca, pero muy a su pesar le gustaba.
Cuando ingresó a la empresa un aire frío pareció acompañarlo, los empleados se pusieron a trabajar sin pestañear, cómo si fueran robots. William creía que lo respetaban, y hasta ahora no le ha ido mal, la empresa creció y la llevó a otro nivel, eran conocidos por producir uno de los mejores whiskys del mundo, y eso solo se logra con trabajo duro, persistencia y controlando cada detalle. Sin embargo, la verdadera razón de que los trabajadores se comporten de esa manera, era porque le tenían miedo. Al llegar a la oficina, lo primero que hizo fue observar el escritorio de su secretaria, y notó su ausencia, al instante frunció la frente y el mal humor lo invadió.
Sacó el móvil y envió un mensaje a Liam, necesitaba saber a qué resultados llegó con su investigación. En su escritorio vio los documentos que le enviaron los del seguro, los repasó con rapidez, y eso le puso aún más nervioso. Para colmo, en su agenda, leyó que debía recibir al detective de la policía, y su secretaria, bien gracias, sin aparecer.
Todo eso, aunado a lo de su inmortalidad, el tener que ir a dormir al castillo y, por último, pero no por eso menos importante, enfrentar a Emma, lo estaban volviendo loco. Tenía ganas de romper algo, ni siquiera podía pensar en tirarse de un puente,¡no podía morir!
«¡Qué mierda!», pensó.
El sonido de tacones lo sacó de sus cavilaciones, para empeorar la mañana, Emma apareció con su ropa de diseñador y perfume caro, colmando el ambiente. «Ley de Murphy» pensó William en lo que se pasaba las manos por el rostro y despeinaba su cabellera.
—¡Buenos días, mi amor! —saludó Emma, se sentó frente a él y bajó su bolso sobre el escritorio.
—Emma —dijo William, juntó sus manos y las frotó una contra otra, las venas se le notaban, y la mandíbula se le tensó—. Justo estaba por llamarte.
—Te extrañé demasiado. —Frunció sus carnosos labios como una niña malcriada.
A William, después de compartir con Elaine y haber presenciado su espontaneidad, no le costó compararla con ella. Aunque en el fondo sabía que eso estaba mal, era casi imposible evitarlo. No culpaba a Emma, ella nació en cuna de oro, con una agenda que cumplir desde pequeña, y para más, sin límites.
—Emma... —intentó hablar con ella, pero la voz de Gregor interrumpió el momento.
—¡Hola! ¿Cómo está la pareja del momento? —preguntó el hermano de William.
—¿No te enseñaron a anunciarte? —indagó William indignado.
—Tu secretaria no está, así que, solo pasé —se defendió Gregor.
—Estoy hablando con Emma, vuelve más tarde, por favor.
—Como digas —respondió Gregor y miró a Emma de reojo antes de marcharse.
—Emma —continuó William y aspiró, sostuvo el aire y lo expulsó para continuar—: No puedo casarme contigo, no me preguntes la razón, somos amigos desde la infancia, me conoces...
—¡¿Qué?! —exclamó Emma—. ¡Esta debe ser una jodida broma William!
Emma se levantó del golpe, ese acto hizo que la silla cayera al suelo, llevó sus manos al pecho y en el rostro se le dibujó una expresión de furia. Señaló a William con el dedo, juntó todo el aire que podía en sus pulmones y soltó el veneno que estaba acumulando en su interior.
—¡Me estás engañando! es eso ¿Verdad? ¡Claro! Qué se podía esperar de ti, eres un ser sin corazón, pero no, William, no te vas a deshacer de mí así porque sí. ¿Qué crees que soy? Te dí años de mi vida.
—Emma, por favor, escuchame.
—¿Escuchar qué cosa? Si me acabas de decir que no me lo puedes explicar. —Tomó su bolso y se lo puso en el hombro—. ¡Vas a recapacitar, William Cambell! yo no voy a romper nuestro compromiso y, ¿sabes qué? ¡Voy a averiguar quién es la rata que intenta robarme a mi novio, y la voy a destruir!
—No es eso, te lo juro, no hay nadie, es más, no habrá nadie más. Acaso no es mejor ser la última, que la primera.
—¡Me estás jodiendo! Mi mamá ya reservó a la mejor organizadora de bodas del mundo. ¡Del mundo!, no es cualquier cosa, William, estamos en la agenda de los diarios más reconocidos...
—Lo siento, ni siquiera te propuse matrimonio, estaba pensando, sí, pero han ocurrido cosas....
—¡Cosas! ¡Mientes, mientes, mientes! —Emma caminó hasta quedar frente al escritorio, se inclinó y colocó ambas manos sobre el escritorio, acercó su rostro al de William y, con el ceño fruncido lo miró—. No puedes hacerme esto, no ahora, no después de tanto tiempo, ¿por qué ahora?¿Qué cambió? —se enderezó y comenzó a llorar, se secó con el dorso de las manos las lágrimas, respiraba de manera irregular y observaba al joven, esperando su respuesta.
—Todo —contestó William con sinceridad.
—¡Eres un puto enigma! ¿Qué te cuesta decir la verdad? ¡Habla de una vez! No me puedes hacer esto William, no puedes —Emma comenzó a arrojar las cosas del escritorio del joven—. ¡Habla, joder!
William no intentó esquivar los objetos, aunque el drama le ponía de malas, y odiaba este tipo de shows, sin embargo, entendía a Emma.
—No tengo nada que decir, Emma, más que lo siento, y si te lo tengo que repetir por la eternidad lo haré.
—¡No tienes idea de lo que acabas de hacer! —La chica comenzó a dar grandes zancadas en dirección a la salida mientras se secaba las lágrimas que se habían llevado el delineador de ojos con ellas— ¡Juro que te vas a arrepentir, William!
El joven Campbell se puso de pie, se pasó las manos por la cabeza y suspiró con profundidad, cogió el primer objeto que encontró y lo lanzó contra la pared. «A este paso me quedaré calvo», reflexionó mirando el desastre que Emma acababa de provocar. Pero lo que más le molestaba, no era ver sus cosas en el suelo, o el florero roto en la esquina, lo único que le causaba incomodidad era que toda la empresa escuchó semejante escándalo, eso será para la comidilla de todos, ya pensó en Gladys la recepcionista esparciendo el rumor entre los empleados.
—¡Genial! —se quejó en voz alta.
Comenzó a recoger lo que podía del suelo, hasta que ese acto provocó que sus neuronas hicieran sinapsis y comprendiera que no solo acababa de herir a Emma, porque cuando él fuera a vivir con Elaine, la pondría en la mirilla de una mujer que no sabe lo que significa la palabra perder.
Soltó un ruidoso suspiro, y decidió que mejor iba a llamar al personal de limpieza, se volteó para pedir a su secretaria que hiciera la llamada, solo para recordar que Kath no estaba. Tomó su celular y marcó el número de la mujer, al cabo de unos segundos, la llamada entraba el buzón.
—¡Y para eso cobra millones! —se quejó mientras salía de la oficina a buscar a alguien que pueda llamar a los de servicio.
—¿Problemas en el paraíso? —le preguntó con sarcasmo Gregor que estaba sentado en uno de los sillones de la sala de espera.
—No estoy para aguantar tus bromas estúpidas, hermano, escupe lo que tengas que decir, aunque seguro no será nada constructivo. ¿Sabes qué pasó con el whisky? ¿Averiguaste en qué paso del proceso se contaminó?
Gregor hizo silencio, por supuesto que tenía esas respuestas, fue él mismo, pero ni si lo sometían a la peor de las torturas lo confesaría.
—Solo vine a darte apoyo...
—¡Apoyo! ¡Apoyo! —gruñó William y se acercó a él, sus rostros quedaron a centímetros—. Apoyarme significa que debes hacer bien tu trabajo, pero sabes, eso ya no importa, desde hoy vas a trabajar en el área de reacondicionamiento de toneles, el puesto que te di te quedó grande...
—¿Qué tú me diste?
—!Sí, mierda!, yo, porque soy tu jefe...
—Presentaré una queja ante el directorio.
—Haz lo que quieras, eres un niño mimado irresponsable, madura, Gregor y si no te apuras en hacerlo, puedes irte al mismísimo infierno, yo no puedo estar componiendo el desastre que dejas a tu alrededor, estoy cansado...
—Hablaré con padre, yo no tengo la culpa que te hayan plantado estando a metros del altar...
—Ve, habla con él, con el Papa o con el mismísimo Dios si quieres —gruñó William—, sabes, no - me - im - por - ta. ¿Quieres que te lo deletree? —vociferó muy cerca del rostro de su hermano—. Te equivocaste, Gregor, no hiciste bien tu trabajo, es por tu culpa que estamos metidos en este lío. El seguro enviará a un investigador a levantar evidencias, el informe de los bomberos es que alguien provocó el incendio...
—Tú eres el jefe, por ende, el responsable de todo lo que pase o deje de pasar en esta empresa.
—Vete a la mierda, o aceptas ir al área de toneles, o te despido. —Empujó a Gregor y continuó hasta la recepción—. Está bueno el chisme, ¿verdad Gladys?
—Señor, yo...
—Envía a alguien de limpieza a mi oficina, cuando regrese quiero que todo esté en perfecto orden —la interrumpió y se fue hacia el lugar del incendio.
El contar con todos los mecanismos de seguridad y los respectivos cortafuegos para las diferentes áreas, salvaron a la destilería de una tragedia mayor, pero igual las pérdidas fueron millonarias. Aunque, eso no era lo que molestaba a William, lo material se vuelve a reponer, pero la mentira y la traición, rompen por completo la confianza, y no quería pensar que alguien estaba tratando de sabotear a la empresa.
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