Capítulo 13
William y Elaine entraron al estudio y, cuando Alistair tomó asiento ellos lo imitaron. Elaine lucía relajada con una gran sonrisa, ajena a todo lo que estaba por escuchar. Por su parte, William estaba serio, se acomodó cruzando los brazos sobre el pecho y pegando la espalda al respaldo de la silla, tenía el ceño fruncido y la boca hecha un hilo. Alistair paseo la vista sobre ambos interlocutores. Sabía, desde que habló con el viejo McKenzie, que esto sería todo un desafío, más por William, a quién conocía desde que nació. Veía el reto en el rostro del joven y esperanza en el de Elaine, les regaló una sonrisa afable antes de comenzar a hablar.
—Hay algo, Elaine, que el ser humano ha buscado desde tiempos inmemoriales, algo que la mayoría considera una utopía, pero que está presente en muy pocos elegidos. —Hizo silencio, esperando una reacción de la joven.
—Das muchas vueltas, Alistair —le recriminó William.
—Si piensas que tú lo harás mejor, adelante, te escuchamos —dijo Alistair e hizo silencio.
—Solo te pido que seas concreto —retrucó William y resopló.
—Deja hablar a Alistair —intervino Elaine y sonrió.
—Esa sonrisa se te borrará cuando lo escuches, pero... adelante, lo dejo hablar.
—Elaine —prosiguió Alistair con gesto adusto—, te había dicho que McKenzie te dejó algo más que solo dinero y tierras, algo que puede resultar abrumador para ti, hasta aterrador, pero tengo fe de que comprenderás y colaborarás.
—¿Tiene que ver con vivir unas semanas con este hombre? —indagó Elaine con curiosidad.
—Todo tiene que ver conmigo —murmuró William y recibió una mirada de reproche por parte del hombre mayor.
—Será mejor que te entregue esto, así será más fácil digerir lo que te contaré. —Alistair sacó del bolsillo interno de su chaqueta una pequeña caja y se la entregó a Elaine.
La chica miró extrañada el objeto y abrió la caja, una extraña sensación, mezcla de felicidad y sorpresa la invadieron. Recordó la pintura de sus padres y el collar que ambos llevaban.
La cadena de oro colgaba en sus dedos. Sus ojos no dejaban de admirar la belleza del dije en forma de un árbol tupido con numerosas ramas y raíces que se entrelazaban y terminaban formando un círculo alrededor de sí mismo. Era del mismo material que el collar y cada hoja estaba adornada con pequeñas piedras de color verde esmeralda.
—¡Es hermoso! Se parece...
—Sí, Elaine, perteneció a tu madre —la interrumpió Alistair.
—Todavía no comprendo. ¿Qué significa todo esto? —susurró la joven sin apartar la vista de la medalla.
—Este es un símbolo sagrado, es el «Crann Bethadh», mejor conocido como el árbol de la vida y se vincula con la eternidad del alma —empezó a explicar Alistair.
La muchacha, a pesar de estar escuchando, no comprendía a qué llevaba tanta cháchara. Miró a William que solo se encogió de hombros y le ofreció una sonrisa apenada, pero no se animó a emitir palabra alguna, él tampoco estaba muy convencido, ni terminaba de entender el cuento que se estaba echando Alistair.
—Una historia muy bonita —dijo Elaine mientras intentaba colocarse el collar.
Alistair la observó en silencio.
—¿Te ayudo? —se ofreció William.
—Sí, gracias —respondió la joven y le entregó la alhaja.
Le dio la espalda y apartó su cabello. Cuando él logró cerrar el broche, las diminutas piedras de las hojas resplandecieron. Elaine levantó el rostro y miró a Alistair con los ojos muy abiertos e intentó arrancar el collar de su cuello.
—Ahora, ya no podrás sacarlo, solo el día que mueras ese collar abandonará tu cuerpo —le dijo el hombre mayor.
—¿Qué? Esto tiene algún dispositivo electrónico... —Elaine giró el dije para investigar si llevaba algún tipo de batería o alguna especie de entrada de USB para recargarlo.
—No, hija, el collar es una joya ancestral que pasa de generación en generación, entre los descendientes de los guardianes de las tierras sagradas...
—¿Guardianes? Suena a película de fantasía —se burló Elaine.
—Es lo que yo digo —susurró William—, pero no te preocupes, no te ha tocado el peor papel, para estoy yo —añadió con ironía.
—¿Alistair? —dijo la muchacha en forma de reproche.
—¿Trajiste el papel que te dí? —preguntó Alistair a William.
—Sí —respondió él, sacó la hoja del bolsillo de su traje y depositó sobre el escritorio.
—Bien, como le había dicho a William, entre los dos deben descifrar lo que dice aquí, es importante que ambos colaboren para comprender el significado de lo que descubran —les advirtió.
—¡¿Okey?! —respondió Elaine mientras miraba el collar que de a poco empezó a perder el brillo—. ¿Por qué simplemente no nos dice? —indagó Elaine.
—Porque no sé, es peligroso que un mortal común como yo tenga cierta información.
—¿Mortal común? Eso significa que yo...
—No, tú eres una mortal muy especial, ya te dije, eres la descendiente de los guardianes del castillo y sus alrededores, que es un lugar sagrado. El inmortal es William, y tú debes protegerlo, es por eso que él pasará las noches aquí, que es el único lugar donde estará a salvo en sus horas de descanso.
—¿Me están vacilando? —inquirió Elaine y negó con la cabeza.
—¿Tengo el aspecto de un hombre que jugaría con un tema así? —preguntó Alistair en tono severo y levantó una ceja al tiempo que se puso de pie.
—Y tú, ¿no dices nada? —le preguntó Elaine a William.
—Ya pasé por lo que tú estás pasando ahora, solo puedo ofrecer mi apoyo —respondió William.
—Necesitamos más información, es muy fácil venir y tirarnos todo esto en la cara, para luego marcharte tan campante y dejarnos así con esta angustia.
—Yo estoy rabioso, no angustiado —la contradijo William.
—Cierra la boca, no ves que estoy tratando de recurrir a la lástima, no hables, yo voy a solucionar esto.
William lanzó una carcajada y Alistair disimuló las ganas de hacer lo mismo. Caminó hasta quedar frente a la ventana y miró hacia el jardín. Cruzó los brazos en la espalda y se quedó un buen rato en silencio, un incómodo y pesado silencio.
—Sé, por fuentes fidedignas, que el otro inmortal está en Escocia, y buscará a William. Intentará matarlo para quedarse con su poder.
—No, que este, es inmortal...
—Este, tiene nombre —recriminó William a la muchacha.
—Lo siento, es que estoy nerviosa, tú deberías estarlo, te quieren matar —dijo Elaine y se encogió de hombros.
—¡Por Dios, Alistair!, y piensas que ella va a ser mi guardiana...
—¡Basta! —gritó Alistair—, deben trabajar juntos, ayudarse mutuamente, porque tú —dijo mientras giraba y señaló a Elaine—, también corres peligro.
Elaine observó al hombre mayor, sus párpados superiores subieron de golpe con la mirada desorbitada y los labios entreabiertos, con las comisuras contraídas. Alistair percibió el miedo de la joven, se acercó y colocó una mano en su hombro con la intención de transmitirle seguridad y confianza, pero sin invadir su espacio personal.
—Es difícil creer todo lo que dices, debes comprender mi temor, soy una chica normal, que vivía una vida tranquila, sin mayores sobresaltos que el estar preocupada por pagar la renta...
—Yo te entiendo —intervino William y colocó una mano sobre la de la joven que descansaba en su rodilla.
—Hay mucho por hacer ahora, tengo que enseñar a William a utilizar la espada y a tí todo el funcionamiento del castillo y sus vericuetos, Kilian es un buen empleado, leal y comedido, él será mi mano derecha, como lo fue de tu tío abuelo —dijo Alistir y apretó con suavidad el hombro de la muchacha—. Pero, creo que por hoy ha sido suficiente, es mejor que ambos charlen, se pongan de acuerdo y vean lo del acertijo, es muy importante para entender la profecía.
—Cuando le cuente a River, no va a creerme —balbuceó Elaine y ocultó su rostro entre las manos.
—Es mejor que todavía no le digas nada, por ahora eso la mantendrá a salvo —le sugirió Alistair.
—Si es lo que me recomienda, pero en algún momento tendré que explicarle la razón por la que tendremos que convivir con este sujeto.
—William, me llamo William —repitió con hastío el joven inmortal.
—Ya lo sé, pero creo que voy a ponerte un apodo, algo menos remilgado y más corto. ¿Te gustaría, Will o Willy?
—William —gruñó el joven por lo bajo.
—Willy, será, me gusta, es más cercano, más de entre casa —reflexionó Elaine.
—Suena al conserje de «Los Simpson», no me gusta —se quejó William.
—¡Ah!, es verdad, y él también es escocés, ¡qué coincidencia!
—Bueno, Willy, te dejo en buena compañía, mañana empezamos con tu entrenamiento —bromeó Alistair y caminó hacia la puerta, frenó en seco y sin girarse añadió—: es mejor que desde hoy pases la noche aquí. Hasta mañana y cuídense. —Retomó la marcha y se fue sin mirar atrás.
—Al fin solos —se burló Elaine—. ¿De verdad eres inmortal? —le preguntó. Necesitaba sacarle hierro al asunto, y no quería mostrarse débil frente al hombre.
—¿Te apetece probar? —le preguntó William con cara de pocos amigos.
—¿Lo dices en serio? —indagó Elaine con sorpresa.
—No... claro que no..., ¿acaso estás loca?
—¿Y ahora, qué?
—Tengo que ir a la empresa y debo hablar con Emma.
—¿Le dirás la verdad?
—Por supuesto que no, acaso no escuchaste a Alistair, es mejor no contarle. De verdad que no comprendo: ¿cómo es que tú serás mi guardiana?
—¿Cómo vas a explicarle que serás roomie de dos chicas tan atractivas?
—Ese es mi problema, ya pensaré en algo, no te preocupes, además, no son tan atractivas.
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