Capítulo 10



Elaine llegó al hotel feliz, la noticia de tener que mudarse al castillo era un sueño. No cabía en sí, y con urgencia quería contarle a su amiga el nuevo y hermoso destino que las esperaba. Subió por las escaleras, porque, a su entender, el ascensor tardaba demasiado, de dos en dos ascendió las escaleras hasta el cuarto piso, corrió hasta el final del alfombrado pasillo y abrió la puerta con la alegría a punto de escapar de su garganta. El desordenado cuarto y su amiga cantando en la ducha la recibieron, sobre la mesita de luz un gran ramo de rosas y una nota: te espero en el hall a las diez, Rob.

—¡Devorame otra vez! ¡Devorame otra vez, castígame con tu deseoooo… —cantaba River al otro lado de la puerta del baño.

—¡River! —gritó Elaine y golpeó la puerta.

—¿Qué? ¡estás interrumpiendo mi concierto!

—Apúrate, tengo una gran noticia —gritó Elaine al tiempo que buscaba su valija
.
—Ya voy… —respondió la otra muchacha y siguió cantando—. Hasta en sueños he creido tenerteeee devorandomeeee , y he mojado mis sábanas blancas pensandoteeee...

—¡Por Dios, River!, —exclamó Elaine y añadió—: las paredes son muy finas, los otros huéspedes van a quejarse, pareces una urraca a la que le tiraron agua caliente —se quejó mientras juntaba la ropa desperdigada por todo el suelo.

—Amargada… envidias mi talento en el canto —retrucó River—. ¡Ayyy veen devorameee otraveeezzz! !Ven devorameee otraaaveezz! ¡Qué la boca me sabe a tu cuerpooo! ¡Qué esperan mis ganas por ti!

—Lo que tengo es lástima a los que tengan que escuchar la contaminación sonora tan temprano, sabes que puedes ir presa, es un crimen lo que haces, amiga.

River salió del baño, con el cabello envuelto en una toalla, al igual que el cuerpo, la chica seguía bailando y cantando su melódica música, simulando que el cepillo de cabellos era un micrófono. 

—Demasiada felicidad incluso para tí ¿Qué pasó?

—Tú primero, interrumpiste mi concierto porque quieres contar algo, anda, habla. 

—Arregla las maletas, hacemos check out en breve… —La rubia comenzó a guardar su ropa en la maleta —. Apresúrate.

River se cruzó de brazos y miró de mala gana a su amiga, pero al segundo volvió a cantar y bailar.

 —¿Puedo quedarme? Ay…, es que estamos comenzando algo con Rob…

—Deja de decir tonterías, además, me da miedo estar sola en un lugar tan grande como aquel castillo. Apúrate, mujer.

—¿Castillo? No entiendo nada, si me informas de la situación, o sea, entiendo que ahora nadas en billetes, pero… ¿Por qué vas a vivir en el castillo? si podemos volver a casa y comprar nuestro antiguo trabajo y correr a la gente, o podemos recorrer Escocia averiguando que hay bajo las faldas de todo aquel que se nos cruce. 

—Para que la herencia se haga efectiva, debo, o mejor dicho, debemos pasar una temporada en el castillo, lo estipula el testamento.

—Pero yo tengo una cita con mi destino en este momento, no puedo hacer las maletas. Mira… ya guardaste lo que iba a usar… —se quejó River y se agachó a revolver la valija de Elaine.

—Tú ve a la cita, yo me encargo de todo, le dices a tu destino, que luego te lleve al castillo.

—Me prometió que usaría falda, con esa condición acepte, no se la hice tan fácil —bromeó River y comenzó a vestirse.

—Ponte unas bragas que no tengan agujero —le devolvió la broma Elaine.

—¡Sacrilegio, amiga, ninguna de mis bragas tiene agujeros, seré pobre, pero digna! Y si todo va bien, esta noche no las voy a necesitar. —Revoleó sus pantaletas al rostro de Elaine.

—Entonces no las necesitas —aseguró la joven rubia y arrojó la prenda a la valija.

—Sabes que soy capaz de ir sin nada abajo, no es problema para mí…

—Mejor úsalas, debes causar una buena primera impresión.

—¿Y de dónde sacas que con pantaletas daré una buena impresión? amiga, vives en el siglo pasado, tienes alma de abuelita, pero una abuelita linda, y multimillonaria. En fin ¿Me dejas ir a mi cita entonces?

—Claro, apúrate, que están por dar las diez y tu caballero de la brillante falda espera por ti.

******

William llegó a la empresa, saludó a Kath e hizo pasar a su oficina al hombre que lo estaba esperando. También tenía que hablar con el jefe de la policía y con el de los bomberos, le interesaba conocer el informe sobre el incendio, además, debía ir a dar su testimonio por el tema del disparo. Tenía la cabeza hecha un lío y, para más inri, su hermano no vino a trabajar. Gregor sabía desaparecer en los momentos menos indicados, le gustaba disfrutar de las comodidades que el dinero ofrece, pero no quería esforzarse para ganarse la vida.

—Liam, quiero las muestras de la producción del mes pasado, ¿tú cataste ese lote?

—Sí, William, como siempre, estaba todo en orden, un producto perfecto, su aroma, cuerpo y color…

—Sabes que el almacén que se incendió era donde estaba ese producto, hemos perdido miles de dólares. Además, descubrí que el whisky estaba adulterado, enviamos un lote al hotel de Rob y sabía a demonios, no era ni por asomo lo que nosotros ofrecemos a nuestros clientes.

—Voy a analizar las muestras, William, y sería de mucha ayuda si pides a Rob que te envíe el lote con desperfecto, para comparar, ya que perdimos la evidencia que teníamos en los almacenes.

—Ahora mismo soluciono ese detalle, iré yo mismo a buscar el producto. Tengo que ir a la estación de policía y de paso voy por el hotel. Ahora deberé luchar con los del seguro, si el incendio fue provocado, pueden aducir que lo hicimos a propósito.

—Sabes que cuentas conmigo, William, para lo que sea. Jamás, desde que el viejo Campbell inició este negocio, tuvimos un incidente, mucho menos de esta magnitud, pero ya verás, saldremos de esto.

—Espero que así sea, gracias por tu lealtad, amigo. —William se puso de pie,  el hombre hizo lo mismo, estrechó su mano y cada uno fue a hacer su trabajo.
William fue a la estación de policía a prestar su declaración y luego al hotel por el lote adulterado de whisky. Preguntó por las americanas en la recepción, el botones le contó que la joven morena salió con Rob y que la rubia hizo el check out, y se marchó.

******

—Imagino que se generaron grandes pérdidas —habló el joven de ojos azules y activó el manos libres del móvil mientras giraba en una curva. 

—Supongo, pero sabes que ese no es un problema, los Campbell lo solucionan con un chasquido, no es que el dinero les haga falta —dijo la voz tras la llamada. 

—¿Crees que sospeche que fue provocado? 

—No hay dudas, pero eso no es lo que importa ¿O sí? querías mantenerlo ocupado y distraído mientras tú ingresas con tu producto en el mercado, cumplí con mi parte, espero mi paga. 
El hombre sonrió cuando escuchó la voz de suficiencia que le reclamaba el pago, «Mortales, son tan fáciles de distraer», pensó en lo que estacionaba el coche frente a una gran y lujosa mansión. 

—Tendrás tu paga, pero necesito que lo sigas distrayendo, y que en cuanto tengas la oportunidad vuelvas a arruinar la siguiente producción. 

—Tengo cubierto al personal que se encarga de eso, Axel —hizo silencio y agregó—: quiero hacerte un pedido.

—Habla rápido, mi cita me está esperando.

—Quiero que lo saques de mi camino, ya no soporto a William.

—Eso ya lo tengo planeado. Tú solo haz lo que te pido.

Gregor era un tonto, las ganas de ser el único heredero de los Campbell, la sed de poder, su arrogancia y avaricia lo llevarían a perder todo. Estaba pateando contra su propia olla, y eso muy pronto le explotaría en la cara.

Los Campbell, a pesar de no ser los padres biológicos de ambos jóvenes, siempre los criaron de la misma manera, con el mismo cariño y dedicación. William y Gregor fueron formados en las mejores escuelas, luego, cuando tuvieron edad para abandonar el nido, cada uno eligió su camino. Y, a pesar de lo que Gregor piense, a él se le dio más atención, siempre fue el chico problema, la preocupación de su madre que, a pesar de no haber tenido la dicha de engendrar a sus hijos, desde el primer momento que vio a ambos, los sintió suyos.

******

De fondo sonaba una música sensual, la habitación estaba inundada con el olor a rosas, un poco empalagoso para el olfato de Axel, pero en ese momento lo que menos le importaba era el aroma.

El cuarto estaba a media luz, y en la penumbra se ocultaba la figura de una mujer, las curvas pronunciadas bien delimitadas por un vestido tan ceñido, que se notaba fue elegido con cautela para la ocasión. Cuando vio al hombre, se acercó a él contoneando las caderas siguiendo la cadencia de la música.

—Ha llegado, señor Bezos —la mujer se acercó al hombre, quién sin más coló sus manos bajo la apretada falda—. Estás preparada para mí —murmuró con la voz ronca.

Ella se deshizo bajo el tibio toque de las manos del hombre. Axel la miraba como un animal observa a su presa antes de dar el zarpazo mortal. Se relamió los labios y la condujo hasta la cama.

¿QUEREMOS MÁS CAPÍTULOS?

¿Queremos conocer más al señor Bezos?

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