Amy, una eriza rosada de ojos verdes, se encontraba en medio de un campo de rosas blancas. Tenía la mirada fija en una de las flores, acercó sus dedos y al rozar uno de los pétalos, aparecieron gotas rojas, como si la propia rosa sangrara.

De repente, una voz muy grave llamó su nombre, sintió un escalofrío. Sin pensarlo dos veces, volteó lentamente. Frente a ella estaba un erizo azulado con un aspecto tétrico; tenía ojos negros con pupilas rojas, unos dientes afilados y unas garras que sobresalían de sus guantes. Al desvíar la mirada, se percató que al lado del morfo había un par de colas, gritó horrorizada y corrió sin rumbo.

Mientras corría, brotaron árboles de la tierra que formaron un bosque. No pudo evitar llorar. Hasta que se tropezó, al levantar mirada, observó que se había tropezado con el cuerpo desmembrado de una ardilla.

De las ramas de los árboles surgieron cuervos, se acercaron a Amy, comenzaron a picotear su cuerpo, ella gritaba desgarradoramente. Una de las aves clavó su pico en uno de sus ojos y lo extrajo, entonces su visión se tiñó de rojo.

Amy apareció en los brazos del erizo; estaba llena de sangre, tenía desgarrones en su cuerpo rosado, abrió su único ojo y formó una sonrisa amplia.

Ella despertó con la respiración agitada. Corrió al baño y se miró al espejo. Trató de calmarse y convencerse de que todo estaba bien.