Locura.

Una y otra vez en el transcurso de tres años visité a Damián. Y él seguía mejorando pero los doctores se volvieron el villano de la historia como la mayoría de las veces para los postrados en cama. Una y otra vez me sentía vinculado al chiquillo de mejillas suaves postrado allí mientras trabajaba para evitar que se lo llevaran a otro lado, no exactamente trabajar pero lo hacía con tal de seguir viendo a Damián bajo los rayos del sol que volvían su cabello cobrizo a uno rojizo de un tono muy atractivo.

Tal vez estaba ya loco.

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