Capitulo 34
Nicolas
Espero a Lize en el estacionamiento mientras ella sube al departamento de su amiga, no se como ha logrado convencerme de venir tan temprano, ni siquiera me dio tiempo de darme una ducha solo logre ponerme una camiseta para no salir de casa únicamente en pantalones de pijama, la muy astuta me chantajeo con que después podríamos pasar por mi coche, ya que lo deje en casa de Leslie al fingir una emergencia y salir de ahí como alma que lleva el diablo con ayuda de mi amiga que paso por mi al recibir mi mensaje de auxilio.
No supero el pánico que me ocasiona sacar el anillo de compromiso para poder formalizar nuestra relación y casarnos, y lo he intentado lo juro, simplemente no puedo, y no quiero repetir el desastre de esa noche en Italia al sacar el anillo y no ponérselo en su mano, hay noches en que todavía me persiguen sus gritos en sueños.
En un arrebato le he dicho a mi padre que quiero formalizar mi compromiso con Leslie, y por ese motivo me he exigido terminar con lo que comenzó en Italia.
"Que demonios esta mal conmigo"
"No quiero hacerlo"
"Ese es el maldito problema"
No podría pasar el resto de mi vida a su lado, cuando siento que hay algo o alguien que cambio mi manera de pensar en estos meses, aunque no lo recuerde, y aunque nadie me lo diga o me ayude a recordar, porque cuando trato de forzar a mi cerebro el dolor de cabeza es tan fuerte que termino tomando muchos calmantes para poder dormir, las únicos momentos que he logrado disminuir por completo el dolor es cuando duermo profundamente y sueño con ella, la mujer de mis sueños, y aunque me empeño, siempre que despierto no recuerdo su rostro, pero la manera que me hace sentir es superior a mi, nunca había sentido nada parecido y tengo miedo de que solamente sea un engaño de mi mente o una reacción por tanta droga antes de dormir, he tenido que dejar de insistir para ya no preocupar a mis padres, ademas, el medico hizo un escándalo cuando se entero que me tomaba las pastillas como si fuesen dulces, pero el no entiende que el dolor a veces es mas fuerte que la razón y no pienso en lo que hago.
—Dannazione, è normale che tu lo faccia? —gritó, cierro los ojos y me apretó el puente de la nariz ante el portazo en el auto, la maldita de Lize va ocasionarme un derrame cerebral, estaba tan entretenido en mis pensamientos que no me di cuenta que ya había bajado.
—Lo siento, te sientes bien —Se disculpa.
Me sobresalto al no escuchar la peculiar risa de Lize si no una voz preocupada, y la sorpresa es aun mas grande al reconocer a mi acompañante, lleva un pequeño pijama de corazones y el cabello despeinado, su rostro limpio de maquillaje deja apreciar unas pequeñas pecas , se ve encantadora, y me observa temerosa, parece un animalito asustado.
—Solo es dolor de cabeza —respondo — . Los sonidos fuertes me lo hacen mas doloroso —añado con molestia, pero me arrepiento al ver su cara de cachorro regañado.
—Lo siento —insiste, pero ya no me observa y me siento fatal, genial.
—¿Donde esta Lize? —pregunto, esta vez intento hablar en un tono mas decente, pero el dolor de cabeza me impide sonar amable.
—Esta ocupada —masculla cortante.
—¡Que demonios! Como que ocupada Y por que no baja ella a decírmelo —reclamo exasperado.
—Sabes Nicolas —interrumpe Celeste con fuego en la mirada —. Al parecer a ti también te sacaron en pijama de tu cama y yo no te estoy pidiendo una explicación, si lo que te molesta es mi presencia, vale, yo me quedo aquí abajo con Hugo hasta que a Lize se le de la regalada gana de bajar o abrir la puerta de mi puto departamento —refunfuña enojada, pero algo en su mirada me dice que esta a punto de romperse a llorar.
La sujeto del brazo cuando intenta bajar del vehículo, ni yo mismo estoy seguro de mi reacción o quizás si, no quiero que llore, ni tampoco que se pasee casi sin ropa delante de nadie.
—¿Quien es ese Hugo?—susurro acercándome a ella y cerrando la puerta del auto por donde pretendía huir, nuestras miradas se enfrentan, parece indecisa, yo no quiero dejarla ir, no todavía.
—El portero del edificio —sonríe, pero estoy seguro que lo que quiere es reírse de mi, me acerco mas a ella su olor es como droga, intento concentrarme en abrochar su cinturón sin tocar la piel expuesta, no quiero asustarla aunque me lo hace difícil siento sus suspiros en mi mejilla y mis manos cosquillean por rozarle, me aparto de golpe antes de perder la razón, siento millones de agujas punzantes en mi cabeza.
—¿Donde vamos Nicolas? —pregunta con voz suave y serena, yo acelero el coche sin contestar, apretó mis puños y dejo salir un gemido de dolor al salir del estacionamiento, aun es muy temprano y el sol no se ha puesto, pero la claridad del día empeora mi situación.
Celeste toma mi mano y hace presión en ella, es algo milagroso, poco a poco la presión en mi cabeza disminuye aunque no se aleja del todo es bastante tolerable —¿A donde vamos Nicolas? —repite.
—Mi casa —respondo con un débil gemido de placer por la presión que recibo en mi mano, si no tuviera que llevar una al volante le rogaría que hiciera lo mismo en ambas y si es posible en todo mi cuerpo —. No tenemos muchas opciones, no estamos vestidos para ir a otro sitio —aclaro mi garganta intentando disimular la incomodidad de mis pensamientos.
Que demonios me pasa con esta mujer.
Fue una suerte no encontrar a nadie en los pasillos del edificio, mi apartamento no tenia un ascensor que diera directamente como en el edificio donde vivía Celeste, aunque al parecer a ella poco le importaba mostrarse al mundo en un pijama infantil, ridículo pijama infantil como podía quedarle tan poco decoroso.
Celeste se mantuvo callada durante el viaje, pero sostuvo mi mano e hizo presión hasta que llegamos, una vez en el departamento luche contra la vergüenza y me atreví a pedirle que lo hiciera en ambas manos, si hubiera sabido que ella iluminaria el lugar con su sonrisa no hubiera titubeado tanto en pedirlo, aun tenia muchos prejuicios en contra de ella, aun no tenia claro que había pasado con la empresa y Celeste en todos estos meses, aun tenia rabia porque mi padre la tomara tanto en cuenta, aun sentía que ella me había arrebatado algo que era mio, aunque no sabia que era, pero ahora, en este preciso momento, ella parecía feliz de hacerme sentir mejor, y yo solo quería disfrutar de este momento, de esa sensación que me embargaba el pecho de profunda paz y que me hacia sentir mantequilla en sus manos.
—Gracias —suspiro aliviado, ella le resta importancia con un gesto mientras se pone de pie, parece igual de afectada por la cercanía.
—¿La cocina? —pregunta.
Yo seguía embobado viéndola, así que solo se la señale y ella fue hasta el lugar señalado y empezó a buscar en la alacena, me la estaba comiendo con la mirada y ella parecía no percatarse, disfrute de todos sus movimientos en primera fila, luego me senté en el desayunador sin perder detalle alguno, y ella comenzó a cocinar como una chef profesional, gracias a Dios, mi madre hacia las compras una vez por semana, había cada cosa en su lugar.
—Te gusta cocinar—comente, no era una pregunta, era una afirmación, la pasión se le salia hasta por los poros.
—Me encanta —sonrió mirándome a los ojos, yo sentí que mi corazón se detuvo —. Cuando salí de la universidad, fui dos años a Italia para poder especializarme en las artes culinarias, fue una de las mejores etapas de mi vida —narra con melancolía.
—¿Que paso entonces? —interrumpo ansioso.
—Volví para hacer sentir orgullosos a mis padres —confiesa con una mueca — . Ademas los italianos eran muy guapos y me distraían —ríe.
Intenta alcanzar los platos de la alacena y aun de puntillas no llega ni de chiste, sin pensarlo camino hasta ella para ayudarle.
—Yo soy italiano— susurro a su espalda, bajo los platos sin esfuerzo, y rozo nuestros cuerpos en un torpe intento de seducción.
¿Desde cuando soy un acosador?
—Lo se, Nico, aunque si estas intentando seducirme, basta con que me hables con tu acento, no se porque tratas de ocultarlo si es hermoso —sonríe mientras me guiña un ojo y sigue en lo suyo.
—Nunca hablo el idioma fuera de mi país, recibí muchas burlas cuando notaban mi acento, hace mucho que prácticamente lo desaparecí. —confieso.
—Perdona, entiendo que no debemos hablar de nada que te perturbe, Lize me ha contado que te provoca fuertes dolores de cabeza—sanja el tema.
Me tiende uno de los platos con una tortilla de huevo que huele delicioso, ella espera a que de el primer bocado mirándome ansiosa, llevo una pequeña porción a mi boca y cierro los ojos al sentir su sabor.
—Esta delicioso —murmuro con la boca llena, ella sonríe satisfecha —. He probado este platillo antes pero nunca tan perfecto, estoy asombrado.
—Me alegra que te guste, era mi turno de alimentarte —expresa, la preocupación llega a su cara cuando nota que me ha afectado lo que ha dicho.
—Tienes jugo de naranja —disimula yendo hasta la puerta de la nevera.
—Abajo en el ultimo cajón —digo aun intrigado, pero decido seguir comiendo y disfrutando bocadillo tras bocadillo, no quiero arruinar todo con mi sicosis y dolor de cabeza.
—¿El de tapa verde? —señala pero desde donde estoy es imposible estar seguro, decido levantarme y ser buen anfitrión, después de todo yo debería de estarle atendiendo por cortesía.
¡Santa mierda! su trasero sobresale del refrigerador en esa posición.
—Deja que...yo lo hago —tartamudeo y me obligo a recordar que visto un pantalón de chandal que podría dejar a la vista mi excitación si no me controlo, pero la condenada es sexy y lo sabe.
Busco unos vasos y sirvo el jugo tratando de coordinar mis movimientos torpes, todavía estoy afectado por haber visto de mas su trasero y ahora las pecas de su escote me lo están haciendo difícil, es imposible que un pijama tan inocente se vuelva algo tan sensual en ella.
Al terminar de comer me encargo de recoger y limpiar a pesar de las quejas de Celeste, ella ya hizo mucho y yo necesito mantener mis ojos lejos de su cuerpo, seguimos charlando mientras me distraigo con el lavavajillas, hablamos de su estadía en Italia, compartimos anécdotas de los lugares que casualmente ambos conocemos, ella no pregunta mucho sobre mi, así que muchas dudas me asaltan en este momento, temo hacer preguntas que no tengan respuestas, pero me armo de valor y lo hago.
—Celeste, ¿por qué no me preguntas nada de mi? es porque ya me conoces o...quizás es que no te intereso tanto como mi padre —acuso, aunque intento usar la razón siempre mi lengua me traiciona, en realidad no quise ofenderle. Celeste me observa pensativa, no se si esta ofendida, enojada, simplemente no puedo leer nada claro en su cara en este momento.
—Eres presumido, altivo, mimado, pretencioso y orgulloso —observa, no me deja interferir —. Al menos es lo que quieres que los demás piensen de ti, pero en realidad eres testarudo, inseguro, no sabes como actuar con desconocidos y te intimidan muchas veces las demás personas, tienes miedo de que te hagan daño, pero tienes un gran corazón, tus empleados te respetan y tienen cariño porque eres generoso y bondadoso, explotas con facilidad y no sabes manejar tu temperamento, pero con los tuyos eres comprensivo, eres un hijo obediente y lucha por mantener vivo el sueño de tus padres, no te gusta hablar tu idioma con extraños pero amas ser Italiano, y lo demuestras constantemente con tu gente de confianza, te encanta todo lo relacionado a los viñedos y disfrutas de las tradiciones, en tu playlist siempre guardas canciones que le gustan a tu hermana porque la extrañas y así la sientes siempre contigo, te cuesta demostrar afecto delante de la multitud pero en la soledad eres el mas apasionado amante, te da miedo el compromiso y te sientes culpable por no haber sido sincero en el pasado, temes nunca experimentar una pasión desbordante y que tengas que conformarte simplemente con tener estabilidad y compañía; Porque en el fondo eres un hombre muy sensible al amor—sonríe triste, se acerca a limpiar las lagrimas que no sabia que estaban cayendo de mis ojos, estoy mudo ante todo lo que me ha dicho.
—¿Sabes qué más se de ti? —susurra —Adoras mis ojos porque son de tu color favorito y también se ...que te mueres por besarme, que tu piel me reclama y me deseas con todos tus sentidos y...
Separo las distancias entre nosotros y me lanzo a sus labios, no se que pretendía diciéndome todo eso, me tomo por sorpresa y me descoloco, pero lo ultimo, me sedujo con cada palabra y si en algo no mintió es en que me vuelve loco y deseaba estampar mis labios en su boca y probarla desde el primer segundo, mi cuerpo me pide a gritos mas de ella.
Deseo besarla hasta que olvide mi propio nombre.
Las amo.
Mely
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