PRÓLOGO
Abrió los ojos y estaba atado ¿Y ahora qué pasa? Esto de despertarse y verse en un problema nuevo ya era una tradición molesta e incluso aburrida. Le dolía la cabeza, se había llevado un golpe ahí y después...agua a su alrededor. ¿Se había ahogado? No podía creer estar muerto y atado. Siempre pensó que una vez mueres al menos descansas de tu hastiada y estresante vida, pero empezar así no le hacía gracia alguna.
—¡Eh, mirad, el pescadito ha despertado!
—Aún no despertó del todo—dijo alguien que traía un cubo con agua apestosa que le lanzó sin miramientos.
Xue Yang escupió todo lo que pudo e intentó revolverse de su amarre para presentar pelea, pero solo consiguió que la soga arañara la piel de sus brazos a través de la ropa rasgada. Miró a su alrededor para ubicarse un poco, vale, perfecto, estaba rodeado de escoria pirata inmunda. Intentó recordar lo último que había pasado antes de despertar en..¿Dónde?Parecía que estaba atado al mástil de algún bajel y en lo más alto la bandera negra. Despéjate de una vez Xue Yang, tu vida está corriendo peligro...una vez más, sí, pero la corre, así que ponte las pila de una vez y sitúate en este nuevo escenario.
Lo último que recordaba era estar en el acantilado, había quedado con un confidente que traía una información que le iba a interesar. Esperó bastante y cuando ya se iba, ¡Zas! Un golpe por detrás y luego agua. ¿Se cayó del acantilado entonces? Baaaaaah, estás hecho de la piel de satanás Xue Yang, te salvas de las mejores. Pero ahora eso no era importante precisamente, si salía de esta buscaría a quién le quería tan bien que le arrojaba inconsciente desde una altura tan considerable.
—¡Soltadme, panda de cabrones!
—Jajaja, vaya lengua tiene, el hábito no hace al monje ¿Verdad oficial?.—comentó uno de aquellos rufianes tirando de lo que quedaba de la casaca que lo distinguía como teniente de la flota de su graciosa majestad la reina Victoria.
Xue Yang escupió una vez más a un lado y volvió a mirar a su alrededor para intentar identificar el barco en el que estaba, o mucho se equivocaba o no estaba en el barco que le hubiera gustado estar. Si era el barco que pensaba, las cosas se estaban poniendo muy cuesta arriba para él.
—PeiYu, avisa al capitán de que ha despertado el boquerón.
—No hace falta señor Zhong, los lamentos de un inglés se escuchan con facilidad en todo El Embustero.
Confirmado, estaba en El Embustero y el que se aproximaba no podía ser otro que uno de los piratas más buscados de la flota de su majestad, Mamba Negra. De todos los barcos que podrían haberle rescatado de las fauces del mar, aunque fuera un barco pirata ¿Había necesidad de que fuera El Embustero? ¿Estar a merced de un hombre sanguinario y perverso como Mamba Negra? Si jugaba sus cartas bien, a lo mejor podía llevarse por delante a unas cuantas ratas antes de morir en aquel lugar sin poder haber regresado a su casa, a su tiempo, a su vida.
—Soltadme y escucharemos vuestros lamentos esta vez. No sois más que escoria inmunda.
Una risa estruendosa llenó la cubierta durante un buen rato mientras Xue Yang hacía de todo para poder soltarse de la soga, algo evidentemente bastante difícil cuando quien te ata conoce más de 50 nudos marineros. Cuando se aplacaron las risas de nuevo la voz del capitán se escuchó dejando atrás sus propias carcajadas.
—Señor PeiYu, si es tan amable de llevar a nuestro invitado a dar un paseo por la quilla, le estaría tremendamente agradecido.
De nuevo un estruendo de júbilo lleno la brisa de alta mar donde El Embustero estaba fondeado, bien lejos de las costas donde pudiera ser localizado y atacado. Hoy había diversión con aquel teniente de su majestad la reina Victoria antes de dar paso al almuerzo. Si algo era realmente divertido en las tediosas horas donde el mar estaba en calma chicha, era poder hacer pasar por la quilla a algún infeliz ,tirarlo al océano donde pataleaba aún atado y que saliera por el otro lado del barco habiendo recorrido bajo el agua toda su longitud.
Xue Yang se vio entonces atrapado por dos hombres bastante fuertes, uno de ellos era el tal PeiYu que lo levantaban y arrastraban a través del pasillo humano que había formado la tripulación de El Embustero para que pudieran llegar hasta donde comenzaba la quilla. Aunque Xue Yang intentaba zafarse de las dos ratas que lo sostenían, no tenía mucho éxito. Pataleaba, intentaba dar un cabezazo pero nada. Ya en el lugar donde debía ser arrojado a las aguas, la voz de Mamba Negra volvió a sonar a su espalda.
—¿Últimas palabras señor Xue?
Xue Yang fue dado la vuelta para que enfrentara a Mamba Negra, al menos podría saber cuál era su rostro antes de, con grandes posibilidades, morir bajo el barco más buscado de toda China. El pasillo de hombres que se había vuelto a cerrar al paso del cautivo, volvió a abrirse para dejar a la vista al capitán Mamba Negra, el dueño y señor de los mares del sur, el capitán del temible El Embustero que se había mantenido a flote a pesar de duros enfrentamientos que había tenido que soportar de la armada inglesa y de otros barcos piratas. Allí rodeado de su tripulación estaba el hombre más buscado de todos los tiempos.
Siempre había tenido una idea de Mamba Negra bastante aterradora, con mirada fiera, con aspecto rotundo y poderoso. Ahora empezaba a darse cuenta de que la voz que había escuchado hacía unos instantes le parecía un poco extraña, desprovista de agresividad para empezar, pero bueno, dicen que los psicópatas parecen personas tranquilas y asentadas que en su interior esconden la locura. Pero ahora que veía su rostro angelical, un rostro que conocía, no salía de su asombro.
—¿Tú eres Mamba Negra?—dijo Xue Yang sin salir de su asombro.
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Sé que os he hecho sufrir bastante con mis tres historias anteriores, esta vez quiero compensar eso. Esta nueva historia será diferente, quiero haceros reír todo lo que sea capaz, quienes me conozcan saben que algo de misterio e inquietud habrá, pero prácticamente será una historia divertida donde por supuesto no faltará el amor.
Gracias por darle una oportunidad a Mi príncipe pirata. Como siempre, me gustará mucho leeros en los comentarios que queráis hacer. Sed felices.
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