Capítulo I

 - ¡Por el amor de los dioses, corre! - gritó Percy a Nico, que se había quedado atrás. 

 - ¡Corro lo más rápido que puedo! - se quejó el de ojos negros - ¡Tu corres demasiado deprisa!

 - ¡Grover cerrará las puertas si no te das prisa, di Angelo! - respondió el de ojos verdes. 

 - ¡Y tendremos que dormir en la calle! - se quejó Nico - Y los guardias del palacio nos atraparán - prosiguió - Lo sé.

 - ¡Pues date prisa!

Percy siguió corriendo, procurando percatarse si Nico seguía trás el. A veces se arrepentía de haberlo recogido, pero es que su hermana se lo había pedido tanto... y de todos modos, él le debía un favor a Hazel. Hace mucho que le había salvado la vida. Pero ya era de por sí bastante díficil encaragarse sólo de él, hace unas semanas, se había tenido que encargar también de Nico. Eso era díficil. 

La respiración se le hacía cada vez más rápida. El refugio aún se encontraba a varios cientos de metros, y si no llegaban, les cerrarían las puertas. Grover no tendría contemplaciones. Él era uno de los mejores amigos de Percy, pero primero estaba su trabajo, y el jefe le pagaba (Y lo mantenía con vida) si se encargaba de cerrar las puertas y asegurarse de que nadie entrara después de las nueve. 

¿Qué hora era? Percy no tenía idea. Pero estaba seguro que faltaba mucho menos de lo que quería para que sean las nueve. Si no llegaban... tendrían que buscar refugio. La última vez que lo habían dejado afuera había tenido que ir a dormir con su amigo Jason, no todo salió como quería. Gracias a él, Jason también se había convertido en un fugitivo. Percy no se podría disculpar eso. 

Un sonido lo dejó helado: 

 - ¡Vengan aquí, ratas callejeras!

Percy podría haber reconocido esa voz incluso si hubiera estado a kilométros de distancia. Era Octavian, el estúpido soldado que se había empeñado en perseguirlo sólo a él. Se había vuelto el encargado de hacer que la vida de Percy fuera lo más horrible posible. 

 - ¡Date prisa, Nico! - lo apresuró. 

Siguieron corriendo, como alma a la que lleva el diablo. Luego de una eternidad, llegaron al refugio, Percy hechó una última mirada atrás, pero no vio a nadie. Habían perdido a Octavian, pero Percy no sabía hace cuanto tiempo. 

Grover los esperaba en la puerta. 

 - Menos mal que aparecieron - dijo - Unos minutos más y habría tenido que cerrarles la puerta. 

 - Gracias, amigo - agradeció Percy. 

Entraron, y se dirigieron a su rincón del refugio. 

 - A salvo - masculló Percy - Un dia más. 

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