Magy Allen - @TheSheeriosFlasher
"¿Qué se hace con el muérdago?"
Eran las seis treinta de la tarde, y en la casa de los Courtney todos corrían. Mientras que la hija mayor, Lara, acomodaba la estancia más grande, su hermano, Jacob, preparaba las dos mesas en las que se serviría la comida. Su madre y abuela cocinaban los alimentos al son de sus risas. Y Emily, después de haber cumplido todo el día con su parte, se encontraba en su habitación mirándose al espejo. Pensaba en que ponerse para un día tan especial. Entrecerró los ojos frente a su reflejo e inspeccionó su apariencia; cabello castaño, muy soso a su parecer, delgada, tanto que le daba vergüenza usar vestidos o leggins, ya que decía tener las piernas muy flacuchas; su rostro era un poco más ovalado de lo habitual y sus ojos cafés oscuro ni llamaban la atención.
«¿ Y según yo así le puedo gustar a Adam?> pensó refiriéndose a su mega-crush de toda la vida desde hace cinco años, sí, así era ella de exagerada.
Adam era dos años mayor que ella, cumpliendo diecisiete hacía poco, y era extremadamente guapo. Era el hijo de los señores Watterson, que en ese momento estaban de viaje, y Jacob había decidido invitarlos a él y a sus hermanos gracias a su reciente amistad.
Suspiró sacudiendo ligeramente la cabeza. Debía sacarse de la mente esas ilusiones, pero ya, no podía seguir así. Si continuaba de esa manera iba a llevarse una gran decepción al descubrir una realidad que no le gustara y no estaba dispuesta tener su primer corazón roto por un amor no correspondido. Levantándose con una nueva meta en la cabeza, que era prepararse para ella misma y no para el chico que le gustaba, se acercó a su armario y abrió un cajón, el cajón donde estaba su ropa nueva. Poniendo todas las prendas en la cama, se dispuso a escoger su vestimenta cuando la puerta fue tocada suavemente desde el exterior.
— ¿Sí? —acomodó los zapatos, que había buscado hacía poco, en el suelo, y dirigió su mirada al obstáculo de madera.
— ¿Puedo pasar? —la voz amortiguada de Lara la hizo sonreír. Si bien no eran las mejores-amigas-hermanas, se querían mucho, y Emily tomaba esa petición como un modo de obtener ayuda. Se acercó a la puerta y la abrió, antes de que su hermana pudiera replicar algo, haló de su brazo y la hizo entrar a la habitación.
– Necesito, urgentemente, que me des una mano para escoger mi ropa —juntó sus manos a modo de súplica y Lara rió, pero asintió gustosa, le encantaba todo eso, combinar prendas y demás; no por nada quería ser diseñadora de modas.
Durante una hora las dos muchachas se estuvieron alistando en el cuarto de la menor, tiempo en el que los invitados aprovecharon para ir llegando. Para cuando las dos jóvenes señoritas Courtney se dieron cuenta, Jacob las apuraba en el pasillo del segundo piso, vociferando un "!No rejuvenecemos esperando!". Su hermano bajó, y ellas salieron.
— Estás hermosa, Em —Lara la abrazó por encima de los hombros.
En otro lado de la casa, Adam iba entrando junto a sus tres hermanos. En sus manos traían bandejas con comida preparada de supermercado. Saludaron a Juls, la madre de Jacob, y a la señora Kara, su abuela. Se oyeron fuertes pasos en el nivel superior, y todos observaron como de las escaleras bajaban dos hermosas jóvenes, una de ellas portaba un vestido floreado con tacones blancos y el cabello recogido en un moño, pero, esa no le interesaba, sino su hermana. Los ojos de Adam no se apartaron ni un segundo de la figura de Emily, la cual estaba envuelta en un enterizo de jean con unas tennis altas de color blanco, y a diferencia de Lara, su cabello estaba suelto en unas bellas ondas, naturales, cabe aclarar.
— ¡Ey! —el saludo de Jacob lo sacó de su ensoñación, y se sintió avergonzado de solo pensar en que alguno de los presentes se enterara de su enamoramiento secreto por la menor de los Courtney. Para su dicha, no fue así. O, al menos, no que se haya dado cuenta. A lo lejos, Kara miraba con una sonrisa al muchacho, y se sentía feliz de que él gustase de su pequeña nieta.
— Vengan —volvió a hablar el hermano de Emily, señalando los sofás que se encontraban en medio de la sala.
Las horas pasaban y ninguno de los dos se dirigía palabra, y cada que podían, cuando el otro no se daba cuenta, se observaban con añoranza. La abuela, ya cansada por su ceguera total, caminó hacia Emily con una bandeja de galletas navideñas en mano, y se las entregó.
— Llévaselas a los amigos de Jay —le ordenó con cariño. Emily enrojeció ligeramente.
— ¿Y por qué no lo hace Jay? —ante la mirada de madre mandona de su abuela, la chica obedeció a regañadientes, y fue hasta los muchachos Watterson —. ¿Una galleta? —sugirió extendiendo la bandeja, todos tomaron una, menos Adam. Emily entristeció al notar que ni la miraba, y creyó que no era lo suficiente bonita como para gustarle a un chico tan guapo como él. Cuando se marchaba, un arranque de valentía arrasó en Adam, quien se puso de pie y se ofreció a acompañarla a dejar la bandeja.
Las dos mesas con la comida se encontraban bajo un lindo arco de la estructura. Emily puso la bandeja de aluminio en una de ellas, y volteó dispuesta a irse, cuando, con los villancicos y voces de fondo, Adam impidió su huida tomándola de la mano. Sus corazones se paralizaron y se sintieron a morir, pero contrario a cualquier cosa, de alegría y emoción.
Los hermosos ojos café oscuro de Emily le devolvieron la mirada, y la pequeña sonrisa que él portaba, la volvió loca.
Mirando ligeramente hacia arriba, y agradeciendo a cielo por ello, Adam soltó la pregunta que lo cambiaría todo a partir de ahora:
— ¿Qué se hace con el muérdago, preciosa?
Sin darle tiempo a responder, tomó su rostro entre sus manos, y unió sus labios, dando inicio así, a un espectáculo de juegos artificiales, y a una nueva etapa en la vida de ambos, pero juntos.
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