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— PORQUE VOOOOOOS SE NOTA QUE NO ME QUERÉEEEES SE NOTA QUE YA NO HAY AMOOOR, NO ME ACUERDO QUÉ CHUCHA IBA AQUÍ, Y YO ME DEDICO AL ALCOHOL —cantó el Brayan a todo pulmón en el carrete que andaba.
— WEEEENA CONCHETUMARE HOY DÍA NOS QUEDAMOS HASTA LAS SIETE —gritó el Jonathan.
— HASTA LAS NUEVE Y QUÉ TANTA WEA —gritó el Freddie.
— OBVIO QUE SÍ PO, MIS PANAS —gritó el Brayan.
Eran las tres y media de la mañana y el carrete estaba a toda bomba, en su máximo esplendor. Ya andaban casi todos raja curaos, otros andaban volaos —como era el caso del Brayan y sus panas—, y otros andaban piola, perreando hasta el infierno.
El Brayan andaba bailando con la Cristina y con la Anita. Se iba turnando, y las dos minas querían agarrárselo para comérselo, pero el weon este andaba más preocupado de perrear y webiar.
— ¡Brayan, vamos pa los baños! —dijo la Anita entre todo el ruido.
— ¡No, perra maraca, se va conmigo! —repuso la Cristina.
— Ya, déjense de webiar que sino no culeo con ninguna —dijo el Brayan y las minas dejaron de webiar. En cierta forma, andaban todas detrás suyo, y por eso era tan mujeriego y bueno pal webeo.
Y a fin de cuentas había engañado a cada polola que había tenido. Aunque fuera comiéndose. Las minas o aguantaban o lo mandaban a la chucha, pero siempre el Brayan volvía a su soltería. Y se cuidaba harto, no iba a preñar a nadie que quedaba amarrao de por vida si lo hacía, además tampoco quería contraer alguna wea.
— ¡Brayan, traen más mota! —gritó el Freddie.
— ¡Ya voy, giles culiaos!
(...)
— Trae más piscola, Juan Ricardo —comentó el Roger.
— No, hueón, que mi papá tiene reunión con unos gallos de codelco —dijo este.
— ¿Entonces también va a venir el Eduardo? —preguntó el Roger.
— Si po, onda, si los papás se juntan, también nosotros —se encogió de hombros.
— Bueno, ya.
Siguieron haciendo cosas de cuicos mientras comían de esas tablas de queso cuicas, en eso llegó la Trini. Andaba con un collar de conchitas y con una tobillera también de conchitas, además de una trenza de conchitas en el pelo que lo tenía castaño claro y lacio, peinado hacía el medio. Onda, a la cabra culia esta le gustaba andar con conchas.
— ¡ROGGIEEEEE! —gritó y lo abrazó como yegua loca en celo.
— ¡Hola, Trini! —saludó el Juan Ricardo mientras el Roger se seguía asfixiando.
— ¡Juanri! —exclamó ella y lo abrazó también a él—. El Roger ya no me quiere, no me saluda.
— Ay, galla, no hueí —comentó este en un tono bien gay.
— Ush, bueno —dijo la Trini—. Pero ey, traje cola mono.
— Trini sabí que no me gusta esa weá —comentó el Roger.
— Ay qué chucha, te salió con w —dijo el Juan Ricardo asqueado.
— Ey, no es para tanto —dijo el Roger.
— Te dije que juntarte con flaites te iba a hacer mal —comentó la Trini.
— Ya dejen a mi flaite en paz —masculló el Roger, los demás lo miraron raro por el pronombre usado—. El flaite. Mi amigo flaite. Ey, déjense de hueviar.
— Bueno, ya —dijo el Juan Ricardo con los ojos entre cerrados mirándolo como la chancha Peppa que te juzga.
— También les traje piscola a mis niños favoritos —dijo la Trini sacando dos botellas de la mochila.
— ¡Eso sí! —exclamaron el Roger y el Juan Ricardo.
(...)
— Brayan despierta —su madre lo movía—. Brayan. Brayan mueve la raja. BRAYAN CABRO CULIAO DESPIERTA POR LA CHUCHA.
El Brayan dio un respingo y despertó exaltado, y con dolor de cabeza.
— Mamá qué querí —preguntó con la cara contra la almohada.
— LLEGASTE A LAS OCHO DE LA MAÑANA PASAO A PITO Y A COPETE. CÓMO QUE QUÉ QUIERO —reclamó.
— Perdón mamita, no se vuelve a repetir —dijo sin sacar la cara de ahí. Andaba con la caña.
— ME HAS DICHO ESA WEÁ COMO MIL VECES —repuso la mujer—. TU PAPÁ SE SACA LA CHUCHA EN LA FERIA VENDIENDO TODOS LOS DÍAS PARA QUE VOH ANDÍ ASÍ.
— Puta po mamá, sí tengo con cuea diecisiete —repuso.
— Este cabro chico me va a volver loca —comentó la mujer saliendo de la habitación. El Brayan siguió durmiendo varias horas más, y luego pasó el día jugando con su celular y viendo memes.
En eso le salió una publicación del Roger. Salía con una zorrona, otro zorrón y un gil más que tenía pinta de cuico, pero sin ser zorrón.
— Tan bonito que salió este cuico culiao —murmuró el Brayan—. Puta la wea, ando hablando weas por la caña de nuevo.
Empezó a mirar los comentarios. Las minas le escribían "culiao ricoooo 🤤" y varias cosas así, mientras que un loco le puso el emoji de la bandera gay, a lo que el Roger le respondió con el del dedo medio levantado.
— Loco pa famoso tiene doscientos comentarios y como mil quinientos likes —comentó el Brayan mirando aquello. Le dio like y comentó un "de pana".
Ahí con dudas existenciales post caña, el Brayan se puso a pensar mirando el techo mugroso de su toma. ¿Por qué echaba tanto de menos al Roger? ¿Por qué se repetía que era bonito? ¿O le sapeaba el perfil de vez en cuando para mirar las fotos?
— Ya, si en la de las vacaciones a Cancún se veía rico —dijo en voz baja—. Pero de webeo, obvio. No es como que lo encuentre rico literal po, tipo, es un weon. Aunque tiene cara de mina, el pico lo tiene igual. Aparte es más bonito que la culia de la amiga. Mil veces más bonito. Y demás que es más simpático, tipo, igual podría andar diciendo que tengo lepra y weas, pero no lo hace.
— ¿Con quién hablai? —preguntó su mamá desde la cocina.
— No, mami, con nadie —respondió y se acomodó más en su cama.
(...)
— Coti —llamó el Roger bajando a la cocina—. Terminé de estudiar... ¿me das once por favor?
— Por supuesto, Rogercito, al tiro le doy —dijo ella amable como siempre y se dispuso a poner a hervir el agua.
— Gracias...
La mujer sonrió y comenzó a hacerle la once. El Roger miraba todo desde la mesa de la cocina, como tendía a hacer. Luego de un rato, ella le pasó un pan de queso cheddar con jamón de pavo y un café con leche. Roger agradeció nuevamente y comenzó a comer.
— ¿Y ya se decidió, mijito? —preguntó ella.
— Bueno... he pensado bastante —dijo—. Y... creo que sí me gusta.
— ¡AY MI ROGERCITO YA SE ENAMORÓ! —exclamó la Coti emocionada.
— Sí... creo que sí —sonrió él rojo como tomate y cubriéndose el rostro con las manos.
— ¿Necesita algún consejo? —preguntó.
— Yo creo... digo... nunca... nunca me había gustado un hombre, ¿cacha? Entonces... no sé qué hacer.
— Pero usted anduvo con la Trini, ¿verdad? Andaban de pololos.
— Sí, pero yo creo que ella nunca me gustó —admitió—. Posiblemente me confundí o no sé... además... no sé, esto es súper rara la hue- la cosa.
— Mire, es súper normal que lo encuentre raro. Si quiere le doy el dato de mi sobrino. Lleva como dos años con su pololo y son súper felices. Demás que lo ayuda.
— Puede ser... —siguió comiendo—. Igual como que probablemente él sea hetero. No debería andar haciéndome tantas ilusiones...
— Uno nunca sabe —la Coti le guiñó un ojo y el Roger soltó una risa nerviosa.
— Eso espero.
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